POPULISMO COMO ETIQUETA
Rafael Pla López
 
El interesante artículo relatando el Foro de Mundo Obrero sobre Populismos, publicado en su número de enero de 2017, me motiva las reflexiones siguientes.

Me llama la atención, en primer lugar, la preocupación por la falta de una "teoría general del populismo", cuya necesidad está por justificar. así como la identificación "como nacional-popular, dicho de otro modo, como populista", en absoluto justificada. Si la aceptáramos habríamos de calificar como "populista" no sólo a Gramsci, autor de la referencia "nacional-popular", sino a las llamadas "Democracias Populares" en la Europa del Este, así como a la fundación por Mao Tse Tung de la República Popular China.  Claro que igual se podía haber escrito "dicho de otro modo, como nacionalista". Pero es que, siguiendo el mismo razonamento, cuando Marx y Engels escriben en el "Manifiesto Comunista" que "siendo la mira inmediata del proletariado la conquista del Poder político, su exaltación a clase nacional, a nación, es evidente que también en él reside un sentido nacional" (editorial Ayuso, página 92) tendríamos que concluir que son "nacionalistas", en clara contradicción con su posición política. Teniendo en cuenta, además, que Marx y Engels utilizan ahí el término "nacional" en un sentido equivalente al gramsciano "nacional-popular". Por el contrario, en nuestro Partido, tanto en el PCPV como en el PSUC, hemos afirmado históricamente nuestra aspiración a ser un "partido nacional" al tiempo que hemos rechazado ser un partido "nacionalista".

Por lo que se refiere al término "populismo", habría que recordar el origen de su uso actual. Y se da el caso de que en Europa se ha venido utilizando, con intención descalificadora, frente a aquellos que defienden los intereses "populares" frente a los intereses "del Estado", a menudo calificados como "nacionales". Y por el contrario, en Estados Unidos el término "populista" ha sido reinvindicado por el ala izquierda del Partido Demócrata que encabezaba Elizabeth Warren, en el sentido de defender al 99% frente al 1%, según la terminología que popularizó el movimiento Occupy. Claro que probablemente se llamaran "populistas" para no llamarse "socialistas", al contrario de lo que hacía Bernie Sanders. Pues en los Estados Unidos al término "socialista" se le daba un sentido peyorativo. Tanto es así que, como explicaba en mi artículo en Mundo Obrero de la sección RedRoj@ de septiembre de 2016, incluso cuando una economista de la revista Time propugnaba prescindir de los capitalistas lo hacía defendiendo lo que llamaba "capitalismo de frambuesa" ("Cranberry capitalism"). Pero después el sorpresivo apoyo recibido por el autodenominado socialista democrático Bernie Sanders entre las bases del Partido Demócrata y entre la clase trabajadora norteamericana puede haber debilitado el miedo al término "socialista". Quizá por ello ahora hablan menos de "populismo", término que allí tiende ahora a aplicarse más bien al fascismo de Donald Trump.

Por otra parte, habría que recordar que, etimológicamente, "populismo" sería sinónimo de "democracia", que en griego significa "poder del pueblo". Y lo que se ha llamado "momento populista", que Sol Sánchez caracterizó correctamente en el Foro, se corresponde con la crisis del pensamiento único de la globalización neoliberal a la que me refería en mi artículo "Ruptura histórica" publicado en el Mundo Obrero Digital.

El problema de fondo, en efecto, está en el secuestro de la democracia en nombre del "mercado" por parte principalmente del capital financiero, amparado en el llamado Consenso de Washington que expresaba el pensamiento único referido, plasmado también en el Tratado de Maastricht que dio lugar a la Unión Europea. Frente a ello se alzó el movimiento 15M en España, que no reivindicaba un "populismo" sino una Democracia Real, o el movimiento Occupy en Estados Unidos reivindicando al 99% frente al 1% de los muy ricos.

Y a quienes defienden dichas reivindicaciones democráticas se los ha descalificado como "populistas" porque quedaría feo acusarlos de "demócratas". Claro que, como dijera el Lagartijo, "hay gente pa tó", y a alguno le he escuchado hablar de "democratitis" como si fuera una enfermedad. Algunos parecen pensar que basta con poner un sufijo para darle a una palabra carácter peyorativo: no quedaría bien atacar genéricamente al pueblo, a los obreros o a los intelectuales, pero se puede criticar a los "populistas", a los "obreristas" o a los "intelectualistas"...

Aunque, quizá por motivos similares a los de Estados Unidos, hemos visto también a gente de Podemos presentarse como "populistas", quizá para no definirse como "de izquierdas", a pesar de estar integrados en el grupo parlamentario de la Izquierda Unitaria Europea.

En todo caso, y a pesar de las reticencias de quienes pretenden ser más "marxistas" que Marx, el problema no está en hablar del pueblo, de la ciudadanía, del 99% o de "los de abajo" para, frente a la oligarquía, a los poderosos, al 1%, a "los de arriba" o al gran capital, referirse al conjunto de los sectores populares, en el sentido utilizado por Mao o Gramsci, como componentes de un Bloque Histórico alternativo. El problema está en la tesis de la muerte de la clase obrera, que suele partir de una concepción restringida de ésta que ciertamente no es la de Marx, el cual, en "El Capital", ponía precisamente a un maestro como ejemplo de obrero productivo.

Con el "populismo" de quienes defienden dicha tesis sí debemos polemizar, sin confundir a quienes defienden posiciones fascistas al estilo de Trump o Le Pen con quienes pueden formar parte de un Bloque Histórico alternativo junto a quienes adoptamos una posición de clase (trabajadora). Posiblemente una de las propuestas más emblemáticas de dicho "populismo" es la Renta Básica universal e incondicional, que no hay que confundir con la razonable Renta Mínima para los necesitados que defienden en España los sindicatos mayoritarios. Recomiendo leer al respecto el excelente artículo de Eduardo Garzón en La Marea titulado "Críticas a la Renta Básica Universal desde la izquierda".

Claro que la Renta Básica puede defenderse desde posiciones neoliberales, como una generalización del "bono escolar" que propugna DeVos, la Ministra de Educación de Trump, para acabar con la Escuela Pública, o desde posiciones de izquierdas que pretenden compatibilizarla con unos Servicios Públicos de Calidad. Y que son izquierdas, aclaremos, no por defender la Renta Básica, sino por defender los Servicios Públicos. El problema es que lo que es difícilmente viable es dicha compatibilidad, como explico en mi artículo "Treball Garantit versus Renda Bàsica". Precisamente el Trabajo Garantizado es la alternativa para garantizar una vida digna a todo el mundo centrándose en el Trabajo en vez de ningunearlo.

Ciertamente, debemos ser amables con quienes defienden una Renta Básica "populista" de izquierdas, y que pueden formar parte del Bloque Histórico que propugnamos. Por ello, en el punto 4 del programa de Unitat Popular de València asumí incluir una Renta Básica personal, universal e incondicional por la mitad del Salario Mínimo, que era lo que mi simulación matemática en el artículo referido mostraba como viable y que no suponía una desvalorización del Trabajo. Siempre en el marco de un sistema de Trabajo Garantizado.