PRODUCTIVIDAD, JORNADA LABORAL Y PENSIONES
Rafael Pla López

El análisis sobre la sostenibilidad de las pensiones de jubilación y de la duración de la jornada laboral no puede hacerse al margen de la productividad.

En la era preindustrial podríamos estimar que, con una esperanza de vida de hasta 50 años, se trabajaba desde los 10 años del orden de 10 horas al día todo el año seis días a la semana. De ese modo, podríamos estimar que, para un total de horas vividas de 50×365,25×24=438300, el número total de horas de trabajo era 40×52×6×10=124800. Es decir, la proporción de horas de trabajo sobre horas de vida sería del orden del 28%, aproximando el cociente entre ambas cantidades.

La revolución industrial, durante el siglo XIX y primera mitad de siglo XX, genera un gran incremento de la productividad, al tiempo que el desarrollo de las ciencias de la salud posibilita un aumento de la esperanza de vida, y la presión del movimiento obrero consigue la reducción de la jornada laboral a 8 horas, la prohibición del trabajo infantil y la consecución de vacaciones y jubilaciones pagadas. Estimando una esperanza de vida de 70 años y un período laboral de los 14 a los 65 años con 4 semanas de vacaciones, el número total de horas vividas sería 70×365,25×24=613620, y el número total de horas de trabajo sería 51×48×6×8=117504, con lo que la proporción de horas de trabajo sobre horas de vida habría disminuido hasta llegar a ser del orden del 19%. Esta disminución fue perfectamente sostenible debido al incremento de la productividad (aunque en su día representantes de la patronal afirmaron que la jornada de 8 horas sería insostenible).

Pero la revolución científico-técnica que se desarrolla desde la segunda mitad del siglo XX, con el desarrollo de la automatización, está generando un gran aumento de la productividad, que provoca un aumento del paro a menos que se acompañe de la disminución de la jornada laboral y, eventualmente, de un adelanto de la edad de jubilación, en vez de su atraso como algunos propugnan alegando el aumento de la esperanza de vida.

De hecho, según la Organización Mundial de la Salud la esperanza de vida media actual es de 71,4 años, si bien en los países más desarrollados puede llegar hasta los 87 (82,8 en España).

Pero supongamos que en el primer cuarto del siglo XXI se llegue a los 90 años. En tal caso el total de horas vividas sería de 90×365,25×24=788940. Y si la jornada laboral se establece en 35 horas a la semana con 4 semanas de vacaciones, se prolonga el período de formación hasta los 20 años y se adelanta la edad de jubilación a los 60, el total de horas de trabajo será de 40×48×35=67200, con una proporción de horas de trabajo sobre horas de vida del orden del 8'5%.

Ahora bien, analizando el aumento de productividad entre 1785 y el 2000, en el caso del Reino Unido resulta que, medida la productividad por hora de trabajo en dólares de 1990, resulta que en 1785 era de 1,29, en 1950 de 7,86 y en el 2000 de 28,71. Por tanto, el aumento entre 1950 y 2000 sería de 28,71/7,86=3,65. Y si la proporción del 19% a mital del siglo XX la dividimos por 3,65 resultaría una proporción entre horas de trabajo sobre horas de vida de 5,2%, netamente inferior al 8,5% que habíamos obtenido con una vida laboral de 40 años y una jornada laboral de 35 horas a la semana, de modo que serían sostenibles incluso mayores disminuciones de la edad de jubilación y la jornada laboral.

Naturalmente, estos cálculos suponen una población estable, en la que cada pareja tenga en promedio un hijo y una hija, con un control de la natalidad que evite una superpoblación que esquilmaría los recursos del planeta, y una estabilidad laboral que evite una precariedad disuasoria de la maternidad.