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El Deseo de tener un hijo

Uno de los discursos extremos describe el deseo de maternidad como algo obsesivo, como una necesidad ineludible, que se sitúa en la dimensión genérico-identitaria como algo encarnado, cercano al instinto. Es algo que está más allá de la mujer, no ya como individuo, sino como persona. Escapa a su voluntad, a su capacidad para racionalizar, e incluso a sus emociones. Como portadoras de este discurso encontramos “sorprenden-temente” a mujeres en con un perfil ideológico y social muy alejado del de la “mujer tradicional”.
“...yo tenía muy claro que yo me quería quedar embarazada, que me estaba constando la salud y que me estaba costando muchas cosas, pero era como imperativo, o sea un “Capitán Garfio”, que tiraba de mí, muy fuerte… con un deseo muy grande, muy grande, que en ningún momento, pues claro, creo… fíjate, creo que responde a la función biológica ¿eh?, entonces yo ya me estoy planteando que sí, que existe una pulsión que tiende a que tú vayas a la reproducción, porque yo lo sentía de esta manera, o sea todo mi cuerpo era… o sea toda mi energía estaba catalizada, o sea yo no he sido una persona de decir “yo tendré tantos hijos… yo tendré…”, nunca,... no era uno de mis primero objetivos… Entonces lo que yo sentía era una fuerza muy, muy fuerte que te envía hacia esa búsqueda. (Alicia) "...yo deseaba tener un hijo y no me quedaba embarazada y yo era un zomby, o sea yo me sentí como una muerta en vida... mi trabajo quedaba muy lejano, mis amigos quedaban lejanos, o sea todo lo demás quedaba lejano, esto era mi figura, mi principal objetivo, y yo sentía que sino me quedaba embarazada, lo hubiera asumido, no se que hubiera pasado, pero yo me hubiera quedado muy desesperada en la vida, hubiera sido siempre como una sombra...Eso de tener la niña para mi supuso volver a nacer, volver a encontrarme con la vida, volver a darme cuenta que sales a la calle y hace sol, yo estaba a última hora como un muerto.”. (Mercedes)
En el polo opuesto encontramos el discurso de aquellas mujeres que ven que su vida ha estado marcada por la imposición de un modelo de mujer y de vida en el que no se reconocen pero es “el suyo”, casi como “un negativo” de su verdadera voluntad. Llegan e expresar que no han deseado nunca tener hijos, no han sentido eso de “la llamada de la madre”, pero saben que socialmente no es una opción legítima, y por ello, en todas sus “batallas” han sido vencidas. O se quedan solas y rompen con todo, o siguen en una espiral sin salida, en un camino en el que cada vez se reconocen menos. Su pareja, su familia, la educación religiosa recibida...todo las ha abocado a una situación contradictoria y enormemente conflictiva en términos personales. Están atrapadas en la dinámica de las TRAS, para tener, al precio que sea, un hijo que nunca han deseado.
...si llevas 15 años casada y no tienes un hijo, pues es que no puedes o muy rara la pareja que no los quiere, pero llega un momento en las relaciones, supongo que, que pues que formas una familia para algo, para tener unos hijos, para.... Y yo lo que también me afecta mucho, mis padres, mi madre siempre, es que el matrimonio es un jardín sin flores, si no tienes hijos no sirve para nada el matrimonio porque ese es el fin de la ..., si mi madre es muy, y a mis hermanas por ejemplo también les gustan mucho los niños, mi hermana ha abortado cinco veces y hasta que ha tenido su hijo no ha parao, y lo viven de otra manera que yo, yo digo no puedo, no puedo, es que es una cosa que no .... Pero como está todo el mundo que te rodea, mi suegra loca con tener nieto, la abuela loca con tener nieto, mi madre ..., es todo el mundo que te calienta la cabeza, ya no solamente lo que tú pienses es lo que piensen los demás, ya te digo que si fueras tú sola nadie te influiría, pero claro influyen todos, mi madre no te quedes sin hijos, no seas tonta, eso es una barbaridad, todo el mundo, todo el mundo tiene que opinar" en ésto, todo el mundo tiene que opinar". (Luisa)... “...cuando la segunda inseminación que me dijeron para operar y yo creo que, yo entonces ya me infunde mi pensamiento que ya me lo iban a quitar todo y entonces me sentí mal, porque yo me creía que no aprovechaba para nada, era, es que, no sé. A lo mejor hay gente que lo tiene asumido el no tener familia, me refiero toman la decisión de no tener y tienen, y no tiene, pero yo la decisión mía de no tener no era mía, sino porque yo no puedo tener, entonces cuando me dijeron a operar yo digo madre mía aquí me lo quitan todo y yo la verdad ya no tengo ninguna oportunidad de poder ser madre, entonces yo ahí si que, la verdad que lo pasé dos o tres días mal, deprimida, de ver que yo no podía ser madre, que no podía tener hijos, y yo digo, es que no valgo para nada y mi marido desde luego y porque no tienes que valer para nada es que, es que eso no es todo en la vida y yo digo bueno es que eso para mí es importante ser madre y el no poder serlo ..Pero bueno, pero yo creo que conforme va pasando el tiempo le vas dando importancia a otras cosas y te vas conformando más con lo que pasa...”. (MªJosé)
Una variante significativa del discurso anterior se formula cuando se reconoce que es el deseo de la pareja, del marido, el que empuja, el que se expresa como más fuerte que el propio. La sensación de perplejidad que esto produce conduce a intentos de explicación que pasan frecuentemente por un cuestionamiento del deseo de la pareja como “verdade-ro deseo” de tener hijos. Bien porque en realidad lo que se descubre en él es el sentimiento de “ver amenazada su virilidad”, bien porque se considera que la maternidad y la paternidad son diferentes, y no tienen las mismas implicaciones, ni simbólicas, ni físicas, ni materiales en términos de dedicación a los hijos.
"...És que clar estic tan sorpresa de què s’ho agafe tan mal vull dir de què siga una cosa de dir que no té la més mínima importància no sé i s’ho ha agafat tan mal. S’ho agafa tan mal que li agradaria que li digueren que és un problema d’edat. Veges tu ell téee... té quaranta cinc anys ii li agradaria que li digueren que... que abans sí que podia i que ara no, vull dir és una cosa que no... no varia la cosa en absolut, no?". (Ana) “ ...a mi me fa molta gràcia això de dir que tenen moltes ganes de tindre xiquets...si no estan mai en casa ni s’encarreguen d’ells...jo aixina tampoc m’importaria...tindre’n quatre..si ell s’ho tinguera que plantejar al reves..jo pense que no li agradarien tant els xiquets...la majoria dels homens..jo estic convençuda que si els tingueren que parir ells no n’hi haurien...encara n’hi haurien menos naiximents". (Fernanda)
En ocasiones el deseo es difuso, por no decir inexistente o negado en el discurso, sin que ello implique un cuestionamiento del porqué se está en los tratamientos. Es un discurso que se distancia de otros, que niega la obsesión, que niega la efectividad de las presiones sociales, y que trivializa el motivo de la búsqueda de hijo. Lo describe como algo más en una vida plena, en un sentido casi material y hedonista, anclado en una imagen de la sociedad de consumo, en la que el hijo formaría parte del “conjunto estándar”.
“...no me paro demasiado a pensar las cosas porque si no me volvería loca... yo no profundizo demasiao (risas) porque es que si no cogería una depresión que... yo voy a vivir el tiempo que estemos aquí, a ser lo más feliz posible, y ahora claro ya al verme con treinta y tres, casada, se puede decir que lo tengo todo gracias a Dios, ¿no?, que no... que no se si estoy ilusioná porque me voy a comprar una casa ahora o que o... yo gracias a Dios ya lo tengo todo y ahora a mi lo que me falta es un niño...”. (Alicia) ...cuando se tiene a los niños también se hacen más amistades porque los niños se llevan al colegio, se recogen, haces amistades con los otros padres y ya pues te reúnes con los cumpleaños pero yo ¿qué otra diversión tengo sino eso de decir este fin de semana vámonos a la sierra a unas.casas de madera?, pues bien ya todo eso lo tengo más o menos mm visto, ¿no? Vamos visto que eso ya lo conozco yo ahora lo que quiero es la sensación de de de tener un niño..." (Amparo)