mada producciones
O tro tiempo, el mismo lugar.

El viento arrecia  mientras negras nubes presagian la tormenta que se cierne. Ha llegado la hora.

Nunca se debe bajar la guardia. Es triste pero es la pura realidad. Llevábamos ya tres años tras nuestra última batalla, aquélla que tanto sufrimiento costare; tres años que eran un simple camino a nuestro Nuevo Mundo. Y a la vista de las palmeras, caímos.


Dicen que cuando la desgracia llega, ningún hombre puede evitarla. Aún así, no me resigno.  Pero hay que reconocer que nos las dieron bien dadas, a traición; que nos dejaron desarbolados, desencuadernados, haciendo agua; tras la rabia y la escasa pelea, retrocedimos a puerto, pero cada día nos damos cuenta de que estábamos más desarbolados, más desencuadernado, haciendo más y más agua; hasta que no supimos dónde acababa el  océano y dónde nuestra nave.
Nunca se debe confiar en nadie. Nunca recurras a leguleyos, mercaderes y médicos, pues el infierno está atestado de ellos. Nunca esperes una legión que te salve, que luche por ti. No esperes un Demiurgo que con su mano divina te lleve hasta la meta.

Sólo puedes confiar en ti. Estás solo. Estamos solos. Nadie va a venir a salvarte, nadie va a mover un dedo por ti. No puedes confiar en nadie.Si me apuras, tan sólo confía en aquéllos  en los que, en mitad de la batalla, quedaron a tu lado, hombro con hombro. No te salvarán, pero tampoco te venderán. Eso es mucho en estos días.


Lo que más duele es la traición. Lo que más duele es esa actitud ruin y mezquina, vil y menguada; ese desamparo inefable a quien bien has servido. Pero elegimos mal señor, algo inevitable en este puto país de caínes y charlatanes, donde la usura y necedad puede con los pocos hombres que aún quedan. Tenemos el país que nos merecemos, los gobernantes que nos merecemos, la desgracia que nos merecemos. Lo que nos han hecho no tiene nombre. Bueno, sí lo tiene: defección.
Nunca apuestes contra un siciliano cuando la muerte está al acecho. Y por último, nunca te mezcles en una guerra de conquista en Asia.


Defección. (Del lat. defectio, -onis) Acción de separarse con deslealtad de la causa o parcialidad a la que se pertenecía.
Nunca abandones, nunca dejes de pelear. Busca fuerzas al precio que sea y sobrevive. Lucha hasta que tu mano muerta suelte la espada o hasta que no quede nadie con quien luchar. Jura odio eterno, jura venganza sobre aquéllos que te vendieron. Que ser cobarde no resulte tan barato.


Ya ha llegado ese momento. Rotos y malheridos nos retiramos; cerramos nuestros refugios porque se acerca otra batalla. Aquí y ahora termina todo y empieza nada. Nos veremos en el infierno. Hasta entonces, suerte.
Nunca nada cambia. Y nunca nada cambiará. De Luciano a  Reverte, pasando por Quevedo. El hombre es lobo para el hombre. Aun así, hay que pelear por hacer que todo esto sea simplemente justo, y que los traidores y políticos paguen


Rafa

Así que nada; esto se cierra porque hay que prepararse para pelear. Quizá en un futuro se abra algún refugio, que esta vida es dura y escasean sitios donde poder sentarte sin que te metan seis dedos de acero a traición entre las junturas del peto. Por ahora, soltamos lastre y damos batalla. Ya no podemos regresar. Sólo nos queda ir adelante o morir.

Tan sólo piensa de vez en cuando si todo esto vale la pena. Si aún debemos dejar que políticos y gobernantes y la muy hideputa puta que los parió sigan jugando con nuestras vidas como lo hacen; si de una vez por todas hay que decirles que se vayan, coger las riendas de todo esto y llevarlo a buen puerto. Ya sé que nunca cambiará, pero no se lo pongamos fácil. Que su cobardía y traición, que su hermosa defección cueste cara y sea motivo de vergüenza y oprobio.