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El Hospital-Escuela de la Cruz Roja de Valencia durante la Guerra Civil

El Hospital-Escuela de la Cruz Roja de Valencia durante la Guerra Civil

La situación geoestratégica de la ciudad de València y el curso desfavorable de la guerra para el bando republicano convirtieron la ciudad en un destino preferente para la población civil evacuada y para numerosos contingentes de milicianos y militares heridos y enfermos. Ante esta situación, las sucesivas autoridades valencianas promovieron una profunda readaptación del sistema hospitalario de la ciudad, que se materializó en la habilitación ad hoc de al menos veinte centros situados dentro y fuera de las rondas de Tránsitos. Los hospitales preexistentes también sufrieron una marcada reorganización. Así, el Hospital Provincial, el Manicomio Provincial, el Sanatorio de Porta-Coeli y el Hospital de la Malvarrosa tuvieron que incrementar la capacidad de hospitalización, hecho que provocó el hacinamiento de los pacientes y la bajada de la calidad asistencial. El Hospital-Escuela de la Cruz Roja, los inicios del cual se remontan a 1920, también tuvo que hacer frente a las contingencias de la contienda: la acumulación de heridos por arma de fuego, la movilización del personal médico, el cierre de la escuela de enfermeras, la habilitación de puestos sanitarios de urgencia, la presión de las autoridades sanitarias revolucionarias, etc.

A finales del mes de julio de 1936, las preocupantes noticias que, provenientes de España, llegaban a las oficinas centrales de la Cruz Roja, en Ginebra, sobre la ejecución de prisioneros y heridos, alarmaron a los dirigentes de esta organización humanitaria. Max Huber –presidente entonces del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR)– decidió que el médico suizo Marcel Junod (1904-1961) se personara para obtener información de primera mano visitando los dos bandos enfrentados. Como delegado general del CICR en España, Junod efectuó toda una serie de acciones humanitarias con objeto de mitigar el impacto de la guerra en la retaguardia, como por ejemplo el intercambio de prisioneros, la supervisión de las condiciones de las personas detenidas, la distribución de ropa, alimentos y medicamentos, la asistencia a las víctimas de los bombardeos en el marco de la defensa pasiva de la población civil, etc.

El 28 de mayo de 1937 un bombardeo de los insurgentes
rompió los cristales de la delegación del CICR en València.
Fuente: Audiovisuals Archives, CICR (Gèneve), VP-HIST-01.847-06.
 

Por otro lado, el secretario del Comité Central de la Cruz Roja de la zona republicana –el médico libertario Juan Morata Cantón (1899-1994)– se trasladó a Barcelona el 3 de septiembre de 1936 con objeto de recomponer el comité local, lo cual logró después de pactar con la CNT dos nombres: Josep Martí Feced como director médico y Pere Estany como presidente del Comité de Barcelona. Con la misma misión, Morata Cantón se desplazó a València, donde fue recibido por el presidente del comité local, Ricardo Muñoz Carbonero (1884-1944), médico, especializado en radiología, conocido entre otras cosas porque había sido concejal del Ayuntamiento por el Partido de Unificación Republicana Autonomista (PURA) controlado por Félix Azzati. Morata Cantón se instaló en la calle Salvador Seguí (actualmente, Conde de Salvatierra), donde tenían la sede tanto el CICR como el comité local de la Cruz Roja Española. El médico suizo Roland Marti (1909-1978), que poco después marchó a Barcelona, estaba al frente de la delegación, integrada por un grupo de 18 personas.

Siguiendo las directrices de Ginebra, la misión de Morata Cantón, tanto en València como en Barcelona, era adaptar todos los recursos materiales y humanos, de la Cruz Roja local a las necesidades específicas de un contexto de guerra civil incipiente. En esta línea, Morata Cantón consiguió que la anarquista Columna de Hierro respetara a la Cruz Roja (a partir de ahora CR) gracias a la colaboración de la CNT. Pero, ¿de qué recursos disponía la CR en la ciudad de València cuando estalló la guerra?

La riada de 1957 destruyó toda la documentación que la actividad de la CR había generado en la ciudad hasta entonces (libros de actas, facturas, listas de personal, memorias, etc). Afortunadamente, un cirujano muy ligado a la institución –José Antonio Borrás, que había sido uno de los fundadores del hospital y que al acabar la guerra sería su director– publicó una crónica completa de las actividades del comité local desde finales del siglo XIX. Esta crónica es el discurso que pronunció el día 7 de junio de 1963 con motivo de su ingreso a la Real Academia de Medicina. Con el título “Cruz Roja en Valencia, desde su fundación hasta nuestros días”, se constituye una referencia obligada para cualquier aproximación histórica posterior. No obstante, es una fuente histórica que hay que contrastar atendiendo a su procedencia. Además del contexto político en que fue escrita, no se puede negar que Borrás era parte interesada, puesto que todavía ocupaba la dirección del Hospital-Escuela en el momento de redactar su discurso.

Las primeras actuaciones de la CR en la ciudad de València se remontan a 1897, cuando los voluntarios atendieron a los damnificados por una fuerte riada del Túria. El año siguiente, el personal de la CR asistió a los soldados que volvían heridos o enfermos de Cuba y las Filipinas. Durante esta primera etapa, sin embargo, la CR sólo disponía de una ambulancia de tracción por caballos y unas oficinas situadas en la calle del Arzobispo Mayoral. No fue hasta el 1906 cuando la CR pudo disfrutar de la primera infraestructura sanitaria propia a la ciudad: una policlínica habilitada en la plaza de Santo Bult y que, seis años más tarde, se trasladaría a la calle del Gobernador Viejo. El 1919 tuvo lugar la primera transfusión de sangre de la ciudad, realizada en el transcurso de una intervención quirúrgica practicada por los doctores Manuel Candela y Rafael Vilar Sancho. El cuerpo médico estaba integrado entonces por doce facultativos que cubrían las principales especialidades médicas y quirúrgicas.

La memoria anual del comité local de 1912 acababa planteándose la pregunta: “¿por qué no se crea un Hospital de Sangre que se llame Cruz Roja?”. Se trataba de una demanda generalizada de los cirujanos de la CR, que consideraban que la policlínica no era el lugar ideal para operar enfermos, puesto que no tenía capacidad de ingreso y los pacientes operados tenían que ser trasladados a sus domicilios. A comienzos del año 1920 se inauguró el primer hospital de la CR en la ciudad de València. Se instaló en la calle de Antonio Suárez, justo al inicio de la avenida del Puerto, aprovechando que Rafael Mollà, catedrático de Patología Quirúrgica, se había ido a Madrid y había dejado cerrada su clínica. El cuerpo médico fundador del hospital estaba integrado por 22 profesionales, entre los que estaba José Antonio Borrás, mencionado anteriormente. Los médicos estaban auxiliados por religiosas terciarias capuchinas. Precisamente, una de ellas fue donante de sangre para un enfermo que sufría una hemorragia grave debido a una úlcera gástrica, en la sala del doctor Mario Ximénez del Rey. La tarea desarrollada por el hospital fue eminentemente quirúrgica (226 operaciones el 1920). El año siguiente acogió a los soldados heridos y enfermos que llegaron a València procedentes de la guerra del norte de África.

Durante esta época, la vocación científica y docente de la CR de València ya era muy patente. En enero de 1922 apareció el primer número de la revista Anales de la Policlínica de Cruz Roja de València, donde se detallaba la actividad médica del hospital y de la policlínica. En esta línea, hay que añadir la visita en el centro hospitalario de reconocidos cirujanos de la época. Así, el 13 de septiembre del 1924, el doctor Manuel Corachan (1881-1942), natural de Chiva y jefe del Servicio de Cirugía del Hospital de Sant Pau y Santa Creu de Barcelona, intervino a tres enfermos en el hospital de la CR. Hay que destacar que los cirujanos valencianos visitaban a menudo el servicio que encabezaba Corachan en Barcelona, donde conocieron sus discípulos Josep Trueta y Jaume Pino y Figueras.

A mediados de 1926 el hospital fue trasladado a un nuevo emplazamiento de la ciudad. Se instaló en una antigua fábrica de terciopelo –adecuada al nuevo uso– situada en la esquina de la calle del Portalet (desaparecido en la actualidad) con el número 26 de la calle Alboraia. Además, el 1930 se estableció una segunda policlínica, anexa al nuevo hospital. El cuerpo médico de esta nueva policlínica estaba formado por 23 profesionales, entre los cuales conviene destacar la pediatra Mercedes Mestre Martí, la única mujer, conocida porque durante la guerra llegaría a ser subsecretaria de Sanidad con la ministra Federica Montseny.

 

Situación del Hospital-Escuela de la Cruz Roja en València.
Nótese en la parte superior izquierda parte del campo de fútbol del Vallejo,
donde jugó el Levante UE entre 1925 y 1968.
Fuente: Arxivo Histórico Municipal, plano cadastral, cuadrante 38, subcuadrante III.Leyenda

 

Durante la etapa republicana se construyeron nuevos pabellones destinados a ensanchar la policlínica anexa al hospital, y se adquirió gran cantidad de instrumental médico. No en balde, como resultado de la intensa actividad quirúrgica que se llevaba a cabo, a mediados de 1934 empezó a practicarse de manera rutinaria la transfusión sanguínea directa, de persona a persona. El equipo transfusor estaba integrado por un médico, un farmacéutico, un practicante y por un colectivo de donantes de todos los grupos conocidos entonces. En 1935 el hospital se reorganizó y se añadieron nuevos servicios, como por ejemplo los de oftalmología, nutrición y urología. Desmembrando del servicio de cirugía, este último pasó a estar dirigido por Víctor Mollà Fambuena (1901-1972), hijo del mencionado catedrático de cirugía. El nuevo servicio experimentó notables mejoras que permitieron realizar exploraciones citoscópicas y pruebas funcionales.

La CR fue respetada por los comités revolucionarios de la ciudad, y los médicos continuaron haciendo el servicio normal, tanto en la policlínica como en el hospital, atendiendo a los heridos por arma de fuego que se producían en los tiroteos de las calles de la ciudad debido a la inestabilidad política y social provocada por el golpe militar. Por este motivo, se hizo necesaria la instalación en el mismo hospital de un puesto sanitario de urgencia, donde fueron destinados cuatro médicos. Además de este puesto, desde el mismo verano del 1936, la CR tenía cuatro instalaciones más en València: en el cine “Coliseum” (gran vía de les Germanies con la calle Castelló); en la desaparecida calle de Na Rovella; al dispensario antituberculoso de la avenida del Puerto; y al colegio de los Salesianos, situado al camino de Tránsitos con la calle de Sagunto. Cabe señalar que estos puestos de la CR estaban integrados en una red mucho más extensa formada por un total de 26 puestos, que fueron rápidamente habilitados por toda la ciudad los últimos días del mismo mes de julio del 1936. Los partes facultativos de los servicios prestados por los puestos de Cruz Roja de València en los primeros días de guerra nos acercan a la violencia con la que se vivió en las calles de València durante los primeros días después de la sublevación militar. Así, entre el día 20 de julio y el 17 de agosto del 1936 fueron atendidas en los puestos de la CR un total de 216 personas, la mayoría por contusiones, heridas, traumatismos, fracturas y heridas por arma de fuego.

Durante el verano del 1936 el personal del Hospital de la CR estaba integrado por 24 médicos formados en las principales especialidades. Ante el clima político reinante en la ciudad de València, todos los médicos del CR se tuvieron que afiliar a partidos políticos o sindicatos de izquierda. Cómo en épocas anteriores, ninguno de ellos recibía remuneración. Eran profesionales que trabajaban en el sector privado y/o en diferentes instituciones médicas de la ciudad (Beneficencia Municipal, Hospital Provincial, Cuerpo Municipal de Sanidad, mutuas profesionales, etc.) y que, por lo tanto, actuaban como voluntarios en este hospital. El hospital también tenía un practicante, dos enfermeras y 12 portaliteras. Durante esta etapa, la capacidad del centro sanitario era de 20 camas.

En noviembre de 1936, el Comité local de la CR de València quedó constituido por representantes de los partidos políticos y de los sindicatos que integraban el Frente Popular. El nuevo comité –encabezado por el médico Muñoz Carbonero, ya mencionado– acordó la destitución de Enrique Bonet, médico y representante del hospital de la CR; sin embargo, las autoridades sanitarias revolucionarias recordaron que Bonet «se debe de lleno al Comité Sanitario Popular», y ratificó la destitución. Estamos, por lo tanto, ante un conflicto de competencias entre el Comité local de la CR y el Comité Sanitario Popular.

Otra consecuencia de la guerra para el hospital fue la movilización del personal. Así, en abril de 1937 los cirujanos José Antonio Borrás y Antonio Fernández Moscoso pasaron a estar bajo las órdenes del teniente coronel Enrique Gallardo, y fueron destinados en el hospital de sangre de Alfambra, uno de los numerosos que cubrían la asistencia sanitaria de los heridos del frente de Teruel. En enero de 1938, en el contexto del avance de las tropas franquistas hacia el Mediterráneo después de haber reconquistado Teruel, Borrás fue destinado en el hospital de sangre de l'Alcora (Castelló). Otros médicos movilizados fueron Víctor Mollà, como jefe de un equipo quirúrgico en el tren hospital número 1, que circulaba entre València y Sarrión, evacuando heridos del frente de Teruel; y Dámaso Segrelles y Miguel Blandas, destacados en el hospital de sangre de Garaballa (Cuenca).

Uniforme de dama enfermera auxiliar de la Cruz Roja. Fuente: Borrás, J.A.
El uniforme como signo exterior de la misión humanitaria
de la enfermera auxiliar de Cruz Roja
.
València, Imp. Organización Bello, [1948].
 

En el comienzo del año 1939, con la previsible victoria de los sublevados, se incrementaron las detenciones en València. En este clima de nerviosismo e incertidumbre, la CR centró sus esfuerzos en la liberación de estos prisioneros. El mismo José Antonio Borrás fue detenido el 27 de enero de 1939 y conducido a una celda checa habilitada en las Escuelas Pías de la calle de los Carniceros; trasladado a la prisión Modelo, fue finalmente liberado gracias a las gestiones realizadas por Muñoz Carbonero. No era la primera vez que Muñoz visitaba una prisión: a lo largo de la guerra había asistido a los internos de las diferentes prisiones de la ciudad de València, de Gandía y de Alicante, trayéndoles ropa, medicamentos, comida y autorizando el traslado a los hospitales de aquellos que estaban enfermos.

El Hospital-Escuela de la CR de València tenía una vocación científica que, incluso, se mantuvo a lo largo de la contienda. Este carácter se traducía a menudo en conferencias, en sesiones clínicas y en publicaciones en revistas médicas. La prensa valenciana de la época se hacía eco. De esta forma, en la edición del Pueblo del 7 de marzo de 1937 se puede leer: “En ciclo de conferencias organizado por este Comité mañana jueves, a las seis de la tarde, en el local del Hospital, Alboraya, 28, disertará el doctor don José Antonio Borrás sobre el tema La tolerancia del organismo para los proyectiles de guerra. Se invita a las autoridades sanitarias y Cuerpo Médico de València.” Días después, Mollà impartió una sesión clínica basada en su experiencia como cirujano de primera línea. Además, Mollà publicó parte de su casuística en sendos artículos aparecidos en la Crónica Médica (1937 y 1938). A pesar de la militarización, la producción científica de Mollà no desterró las enfermedades civiles ni su especialidad, como lo demuestra la publicación el 1938, en la misma revista, del caso clínico Megauréter bilateral en una niña de once años.

Un hecho diferencial de este centro hospitalario era también su vocación docente. Efectivamente, al poco de su inauguración, el Sanatorio Quirúrgico de la Cruz Roja –como se conocía el hospital en el emplazamiento originario– inició una labor docente encaminada a la capacitación de mujeres voluntarias que acabarían recibiendo el título de “damas enfermeras”. Nacía así el Hospital-Escuela de la Cruz Roja de València, una institución que tenía entre sus objetivos, además de la asistencia en situaciones de emergencia, incluyendo la pobreza extrema, la formación de enfermeras auxiliares que ayudarían en caso de necesidad.

Las llamadas “damas enfermeras” respondían a un modelo, promovido desde la Corona española por la reina Victoria Eugenia, que pretendía formar un cuerpo auxiliar de mujeres voluntarias que, en situaciones de crisis humanitaria, especialmente las derivadas de catástrofes naturales y de conflictos armados, actuaran siguiendo las directrices de los médicos y, en definitiva, de las autoridades de la CR. Según el decreto de creación de este cuerpo, de 1917, tenían que asistir a los enfermos o heridos de manera abnegada y altruista de acuerdo con las necesidades de la CR, trabajando preferentemente en los hospitales o dispensarios propios. El título, fuera de la institución, no tenía ningún valor y, por lo tanto, no facultaba para el ejercicio profesional de la enfermería. La subordinación a la jerarquía, la obligación de adaptarse a las circunstancias y la asignación por género de las tareas –curas básicas de los enfermos, preparación de las comidas, limpieza de las instalaciones o del instrumental, etc– estaban fijadas por un reglamento que distinguía entre damas de primera y de segunda, según la duración del periodo de prácticas en los hospitales o dispensarios de la CR.

Con los requisitos, deberes y limitaciones descritos, resulta obvio que este cuerpo auxiliar estuviera reservado a las mujeres de las clases de más bienestar, es decir, de la aristocracia y de la burguesía. Mujeres que no tenían como objetivo introducirse en el mundo laboral, sino ocupar una parte de su tiempo libre adquiriendo un título lucidor, de prestigio, en la sociedad de su tiempo, que se manifestaba por el uso de un uniforme propio y la ostentación mediante un lazo con los colores de la CR, a imagen y parecido de la reina Victoria Eugenia, que ostentaba la presidencia de la institución en España. Es revelador que el decreto 1917/60 que instituía la condición de dama enfermera de la CR, igual que la Ley de bases de reorganización, de 1916, se hubiera publicado dentro de la sección del Ministerio de la Guerra en La Gaceta de Madrid.

Retrato de la reina Victoria Eugenia vestida de dama enfermera.
Fuente: La Reina Victoria Eugenia, Enfermera,
blog Gomeres. Salud, historia, cultura y pensamiento, Universitat de Granada.
 

La legislación que propició la reorganización de la CR subordinada a la sanidad militar y, en definitiva, la normativa que hizo posible el surgimiento de la figura auxiliar de la dama enfermera, no puede ser considerada ajena a un contexto de dominación colonial del continente africano por parte de las potencias europeas, en concreto al reparto del Magreb entre Francia y España, ni al estallido de la I Guerra Mundial, que obligó a las mujeres europeas a ocupar masivamente los puestos de trabajo vacantes por la movilización militar de la población laboral masculina.

No es casual que una de las primeras actuaciones públicas de las damas enfermeras valencianas fuera la asistencia a los soldados heridos o enfermos –147 en total– que, procedentes del Rif, se acomodaron en el denominado Hospital de Evacuación del Cabanyal. Ubicado en el edificio de la Mutua de los Pescadores de la playa de la Malvarrosa, fue habilitado el 15 de septiembre de 1921, tal como ya se había hecho en 1909 debido a la guerra de África. Tampoco es casual que entre las primeras damas enfermeras valencianas destacaron las representantes de la aristocracia local, como por ejemplo la condesa de Torrefiel y las hijas de la marquesa de Malferit, que sería presidenta de la Junta local de la CR de València hasta la proclamación de la II República. Además, la creación del Hospital-Escuela coincidió con la llegada de una comunidad de religiosas, las terciarias capuchinas, que después de la guerra serían sustituidas por las religiosas de la Consolación. Se encargaban de la cocina y de la portería, pero también tenían responsabilidades en el ámbito de la policlínica y de las enfermerías. Todo apunta al hecho que, con la incorporación, en los años veinte, de las mujeres a las actividades del hospital, como miembros de una comunidad religiosa o como damas enfermeras, la CR se consolidó como institución en la ciudad de València.

Según el relato de José Antonio Borrás, el responsable de la formación de las damas enfermeras valencianas fue desde casi el comienzo Antoni Cortés Pastor (1891-1935). Especialista en enfermedades del aparato respiratorio y circulatorio, contó con la colaboración del resto de médicos de la institución, que impartían clases relacionadas con sus respectivas especialidades. Sin duda, Cortés Pastor seguía el programa oficial, pero no hemos podido averiguar qué manual recomendaba a sus alumnas. Desgraciadamente, en verano de 1935 sufrió un fatal accidente de tráfico cerca de Chiva. Era entonces, desde 1931, presidente del Colegio de Médicos de València. Probablemente, la desaparición repentina del responsable de docencia y, un año más tarde, el estallido de la Guerra Civil, ocasionaron, en unas circunstancias difíciles de precisar todavía, el cierre de la escuela de damas enfermeras. No obstante, sabemos por José Antonio Borrás que el número de enfermeras voluntarias había experimentado un gran incremento durante la República y que una de ellas, Patrocinio Durà, había adquirido la consideración, o quizás el cargo, de jefa de las enfermeras. Parece que su experiencia –conocía perfectamente tanto el reglamento como el funcionamiento de la casa– aseguró la continuidad de la escuela después de la Guerra Civil, pero no tenemos información sobre su procedencia y formación, ni sobre las actividades y responsabilidades que asumió en el marco de la institución, especialmente durante el conflicto armado. Conocer mejor la trayectoria de esta mujer permitiría iluminar un momento de crisis de la institución, puesto que la comunidad religiosa, las terciarias capuchinas, tuvo que abandonar el hospital. Después de la guerra, José Oltra Bergón (1898-1956), especialista en enfermedades del aparato digestivo y jefe del Servicio de Patología Digestiva del Hospital, fue nombrado profesor de enfermeras, cargo que ocupó hasta su muerte.

Lo que no contó el doctor Borràs en su discurso de entrada a la Academia de Medicina fue que el presidente del comité local de la CR entre 1932 y 1939, el mencionado Ricardo Muñoz Carbonero (1884-1944), sufrió al acabar la guerra un largo y doloroso proceso, acusado de pertenecer a la francmasonería. Padre del cineasta Ricardo Muñoz Suay (1917-1997), que hoy da nombre a la Filmoteca Valenciana, era un personaje prominente en la ciudad de València: médico de prestigio y amigo personal de Blasco Ibáñez. Había militado en varias formaciones republicanas, y llegó a ocupar el cargo de concejal en el Ayuntamiento de València antes de la dictadura de Primo de Rivera. Como tal, “se dedicó a defender con acopio de datos la necesidad de los médicos de estudiar nuestra lengua”. El proceso concluyó a raíz de su traspaso, el verano de 1944; era diabético y se había quedado prácticamente ciego.

 

Xavier García Ferrandis, Universidad Católica de Valencia «San Vicente Mártir»

Àlvar Martínez Vidal, Universitat de València

Personajes y espacios de ciencia es un proyecto de la Unidad de Cultura Científica y de la Innovación de la Universitat de València, que cuenta con la colaboración del Instituto de Historia de la Medicina y de la Ciencia 'López Piñero' y con el apoyo de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología.

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