EL EJÉRCITO, A NUESTRO JUICIO


[Para complementar este escrito, se recomienda recordar los siguientes artículos de Carlos Pérez Barranco: "Insumisión en los cuarteles sobre fondo de amapolas", BEA nº 2; "Prisión militar y agresiones neonazis", BEA nº 7. Y también: "La insumision en los cuarteles, una nueva estrategia antimilitarista del MOC", BEA nº 1; "Pepe Beunza: declaración frente al Consejo de Guerra en Valencia, 23 de abril de 1971. Primera declaración política de un objetor de conciencia en un tribunal español en la historia reciente", BEA nº 5; "Gonzalo Arias y José Antonio Pérez: declaraciones de autoinculpación, en favor del insumiso-desertor Carlos Pérez Barranco, 1997", BEA nº 5.]

Carlos Pérez Barranco

La puesta en escena merece la pena ser descrita. Primero, la propia Base General de Menacho, residencia habitual de la Brigada Extremadura XIª, clave en el nuevo diseño intervencionista del ejército, y una verdadera ciudad militar de casi 5000 habitantes. Una de las bases "insignia" de la última reforma del Ejército, reluciente y enorme en medio del encinar, a 17 km. De Badajoz. Una carretera secundaria con apenas tráfico para llegar, y en el enorme arco de entrada al recinto militar, por encima incluso del "todo por la patria", un "felices fiestas" de bombillas navideñas que, sin llegar al "el trabajo os hará libres" de triste memoria, no dejaba de resultar grotesco y algo siniestro, teniendo en cuenta, además, que el texto solamente podía leerse del derecho al entrar... Seguramente para las unidades de la Policia Militar y la Guardia Civil que custodiaban la entrada a la base durante los días de los consejos de guerra, resultarían mucho más insólitas las "amenazadoras" concentraciones antimilitaristas que, nutridas con gentes de diferentes zonas del Estado español, se dieron en aquel lugar tan poco accesible.

Después, el escenario central, la sala donde tuvieron los consejos de guerra o las "vistas", por jurídicamente correcto. Un lugar que solamente tuvieron la oportunidad de pisar quienes pasaron la selección que imponían las fuertes medidas de seguridad y la rastrera maniobra de llenar con soldaditos de la propia base la mayor parte del ya escaso aforo de la sala. Supongo que por minimizar la profundidad de la incursión de indeseables y desestabilizadores, en lugar de la –habitual para estas cosas- biblioteca de la base, se habilitó para los juicios de esos días un bloque semejante a la "escuela" de la Base, mucho más cercana a la entrada. En dicha aula, situada abajo, digna por lo tanto del primer ciclo de primaria, se esperaba y se contemplaba el paisaje: medio batallón de la Policía Militar de la base rodeando el pequeño edificio, un acto de condecoración en el "desfilódromo" con música militar incluida -lo cual nos facilitó comprobar, una vez más, la verdad de la regla de tres que compone el paralelismo entre la música y la justicia y sus homónimos militares-, aviones de caza sobrevolando el lugar, mandos de la base curioseando... Arriba, en una especie de sala de vídeo, se había improvisado una sala de vistas con unos bloques de tarimas, unas mesas macizas para el tribunal, el fiscal militar y el abogado, y un banquillo digno de los vestuarios del gimnasio para los reos. En el terreno de los símbolos, un gran crucifijo plateado presidía la mesa de los cinco componentes del tribunal, una gran "enseña" nacional dominaba el espacio entarimado, y una gran tele, situada a más altura que la bandera, al modo de un bar, presidía por tanto la sala toda.

Juicios y desobediencia

Pero, aunque pueda parecer chocante en principio, lo que sucedió en el interior de aquella sala el 16 y 17 de diciembre -y lo que ha venido sucediendo en los últimos 27 años de juicios a objetores de conciencia e insumisos- no es, ni mucho menos, lo importante dentro de una campaña de desobediencia civil consciente. Para empezar, la influencia de los argumentos de una defensa esencialmente política, no personalizada, que reconoce pero justifica la desobediencia en base a su legitimidad, sobre un tribunal que en pocas ocasiones se habrá enfrentado a casos tan jurídicamente claros, es mínima. Solamente posibles simpatías éticas o ideológicas de éste pueden servirle para tender puentes entre el discurso de la legitimidad y el de la legalidad, por lo que la condena, en este caso de 2 años y 4 meses en la prisión militar de Alcalá de Henares, está dada antes de empezar. Pero es que, además y por encima de eso, no son las salas de vistas los foros donde busca expresarse la insumisión, ni los jueces son los interlocutores del diálogo que quiere abrir. Lo verdaderamente esencial para esta herramienta con vocación de transformar la realidad es lo que pasa fuera de las paredes del juzgado, antes y después del juicio, es decir, las solidaridades y complicidades que consiga sumar y convertir en acción colectiva la desobediencia, el grado de atención que pueda atraer el hecho de estar siendo reprimida, la oportunidad de difundir un discurso que cuestione al hegemónico militarista.

El "efecto boomerang" de la represión a la desobediencia civil

Ha sido la conciencia de que "la razón de eficacia que asiste a la desobediencia civil es su capacidad de rentabilizar la represión de tal forma que suponga un coste para el represor, coste que se mide en términos de legitimidad" [1], y no ningún malsano gusto por el martirio personal lo que ha llevado al movimiento antimilitarista a aceptar esa represión (juicios, cárcel, inhabilitaciones) para instrumentalizarla, dándole la máxima dimensión pública posible. Los diez consejos de guerra contra insumisos-desertores desde marzo de 1997 hasta ahora son un buen modelo de ello (un resumen de la campaña en torno a los tres últimos, el 16 y 17 de diciembre, puede encontrarse al final de este artículo). También lo son de cómo los encargados de aplicar la represión maniobran justamente en el sentido contrario, amortiguando e invisibilizando la posible repercusión social de ésta, escondiéndola de la atención pública y de la movilización social, dilatando plazos, etc. Los juicios no son consecuencia sino parte de la campaña de desobediencia civil desde el momento en que son tranformados en escenificaciones de un conflicto entre prioridades militares y aspiraciones socialmente compartidas (paz, libertad, solidaridad, democracia), llevadas a la práctica en su sentido pleno. Así, puertas afuera, los juicios a los insumisos han pasado a ser verdaderos juicios sociales al Ejército allí donde se les ha envuelto de una buena campaña antimilitarista.

En el contexto de la "insumisión en los cuarteles", los juicios de Badajoz, con su importante eco mediático, marcan la consolidación de la campaña y el enriquecimiento del debate generado por la desobediencia antimilitarista. El conflicto sigue abierto y esta iniciativa se convierte en una buena "piedra" en los engranajes de la llamada "profesionalización", hasta hace poco engrasados con placebos como los recientes indultos y las hipócritas reformas penales para los insumisos. Antes de terminar su intervención en el último de los consejos de guerra, el fiscal militar se felicitaba y felicitaba al tribunal por el desarrollo tan tranquilo de las dos sesiones de juicios en la base de Menacho. Creo que nosotr@s, por razones distintas, también podemos estar content@s.

[1] X. Agirre Aranburu; R. Ajangiz; R. Sainz de Rozas; P. Ibarra; "La Insumisión: un singular ciclo histórico de desobediencia civil"; Ed. Tecnos, 1998


 Índex d'Insubmissió a les casernes - Índice de Insumisión en los cuarteles