La idea, o mejor la necesidad, de escribir esta historia surgió de la propia dinámica de preparación para enfrentar la cárcel, que se llevó a cabo en forma de entrenamientos dentro de la lucha de la insumisión. Esta historia es, por tanto, parte de esa lucha.
Los procesos judiciales y las condenas posteriores han obligado a los insumisos, a las familias, a los grupos antimilitaristas y muchos colectivos y grupos sociales, a afrontar una realidad para muchos desconocida: la cárcel. En este libro, la voz de los insumisos presos es también un testigo de esa realidad.
Pero este libro no es neutral: habla de los valores que tratamos de defender y vivir, en los que lo político y lo humano son dos aspectos de la misma vida, de la diversidad de experiencias personales y colectivas de la misma lucha. La experiencia y desafíos de estas personas, representan también la de otras muchas que en las últimas décadas han sufrido penas de cárcel en el Estado español por negarse a participar en el ejército.
Pero la insumisión encarcelada es además un reflejo de los límites que trata de poner el sistema. Los límites de la ley y del castigo ejemplar que, en este caso concreto, criminaliza la lucha por la desmilitarización social.
Nosotros no podemos aceptar esa criminalización, no le damos ese poder al Estado. Entendemos el poder como la capacidad de hacer y cambiar la propia vida, y por eso no esperamos. Si estuviéramos esperando a que cambiaran las leyes aún las mujeres no podrían votar, los obreros no habrían conquistado tantos derechos para todos, la ecología sería solo una asignatura de la universidad, no habría ni una sola ley ni derecho a la objeción de conciencia en el mundo, muchos países esperarían, como esperan otros, su autodeterminación, y los millones de muertos de hambre no cuestionarían este desorden mundial.
Condena que algo queda.
En los últimos dos años, y hasta la fecha (Nota: cifras de 1992), doce jóvenes han sido condenados por insumisión a penas de cárcel entre los 9 meses y los dos años y cuatro meses. Alguno ha sido absuelto. Globalmente sólo 4 de cada mil insumisos han sido juzgados y condenados.
El gobierno por su parte, está empeñado en pedir, a través de las órdenes remitidas a los fiscales, las penas máximas para los insumisos juzgados. Igual conducta ha exigido para los delitos relacionados con bandas armadas y narcotráfico.
Pero el problema no está sólo en el gobierno, ya que es un problema en el que están implicados además los poderes militar, judicial y legislativo.
El estado no sabe qué hacer con los insumisos, cómo tapar esta brecha entre la sociedad y él mismo, ni las discrepancias entre algunos sectores del Estado. En los últimos meses ha surgido un debate incluso entre esos sectores, a partir de la lectura 'ligth' de la ley que han hecho algunos jueces y fiscales para superar su propia contradicción, por lo que consideran desproporcionado o bien completamente absurdo.
La huida hacia adelante consiste en reafirmar el poder del Estado por encima de todo, y criminalizar y castigar la discrepancia. El objetivo es que el castigo sea ejemplar, y esto quiere decir aquí dos cosas. Por una parte, que disuada a otros de seguir la misma acción, porque esa desobediencia cuestiona las bases y el propio ejercicio del poder de coacción del Estado. Por la otra, ejemplar quiere decir en este caso que es selectiva, que se eligen algunos insumisos para ser castigados delante de los otros y de toda la sociedad. El castigo es así público y su función claramente simbólica.
Desde este planteamiento, las personas que han dado el paso de mantener su propia coherencia frente a la exigencia de la conscripción, cometen según el Estado, un delito. Por lo tanto, se recurre a la vía judicial y penal para intimidar a todo un sector social frente a una conducta que considera peligrosa.
Se opta por la vía judicial para resolver un problema político y para ello se escuda en la razón de la ley. Pero la ley es aquí solo el escudo del Estado. La razón es de los insumisos.
La razón del disparate.
En el Estado español hay unos tres mil insumisos (Nota: cifra del 92, hasta agosto del 94 eran exactamente 10.746) al militar (quitemos lo de "servicio") y a la prestación que lo sustituye.
Si la respuesta a este fenómeno social fuera la aplicación de la ley existente, nos encontrariamos con que habría 3000 (Nota: en agosto del 94 habría 10.746) presos más en las cárceles españolas, es decir, casi un 10 % de los presos que hay actualmente (Nota: en 1992). La insumisión sería, en número de presos, el 3er tipo de delito, detrás de los robos y hurtos y los delitos contra la salud pública.
La pena que el gobierno quiere aplicar a los insumisos es la máxima contemplada en la legislación: 2 años 5 meses y un día. Esto supondrá que la juventud deberá pagar al Estado español una factura de 7.000 años de cárcel (Nota: contando una pena de 2 años-4 meses-1 dia, en agosto del 94 la factura subía a 25.074 años de cárcel) por su negativa a aceptar la prestación militar y la prestación sustitutoria.
Como por cada insumiso hay 4 personas autoinculpadas de incitarle y apoyarle en su "delito", y por tanto -según el código penal- cómplices y agentes del mismo, el monto de la factura social sería de 28.000 años (Nota: 100.296 años en agosto del 94) más los 7.000 anteriores. Total 35.000 años de cárcel (Nota: 125.370 años en agosto del 94). Los presos por delito de insumisión serían entonces 12.000 personas (Nota: 53.730 personas en agosto del 94), es decir, la tercera parte de los/as presos/as totales.
Tiene razón una ley así ?
La deslegitimación deslegitimada.
Durante muchos años, los objetores y gentes del movimiento antimilitarista, hemos conocido los tribunales militares, los consejos de guerra, las prisiones militares. Ahora también los tribunales y cárceles "civiles". El objetivo que el estado pretende con este cambio no es, sin embargo, disminuir el poder militar, sino neutralizar la acción antimilitarista y diluirla en un sistema judicial-penitenciario que tipifique el comportamiento desobediente como un delito más.
Pero la insumisión encarcelada ha ganado fuerza y comprensión y lo único que se deslegitima es la respuesta penal y el sistema que la cárcel representa. De todo ello es testigo este libro, en la voz de sus protagonistas.
En general la experiencia de cárcel, si no positiva, si fue interesante, aunque haya sido también en cierto sentido una experiencia dolorosa. Tengo la sensación de que me ha ayudado a conocer ciertas realidades mucho mejor y me ha aportado muchas cosas.
Por una parte ha estado la experiencia política y la más individual, es decir, lo que me ha supuesto a nivel personal, psicológico. Aprendí que la libertad no está en los muros, sino dentro de nosotros/as mismos/as. Realmente uno empieza a perder su libertad no cuando está en una prisión sino cuando empieza a aceptar que está en prisión y empieza a obedecer. De alguna forma eso ha sido mi experiencia en prisión. (...)
(...) Siempre podemos tener claro a nivel teórico que el militarismo nos controla, pero tal vez no lo vivimos de una forma muy inmediata y de alguna forma, el estar en prisión militar, supuso la experiencia de estar bajo el control de los militares. La prisión trata de que tú dependas para todo de lo militar. Todas las facetas de tu vida dependen de ellos: las relacciones, tu ropa, tu cepillo de dientes, ...todo depende de ellos.
(...) Para mí, a supuesto, en primer lugar, conocer una realidad que desconocía y difícilmente imaginaba. Como supongo contaré más tarde, a supuesto descubrir un ámbito más de represión por parte del sistema y en su forma, tal vez, más cruda y dura. Una estructura más en la cual el militarismo es su más árido sentido, se torna en realidad y contra la cual creo que hay que articular formas de lucha. Por otra parte es duro rehuir el servicio militar para llegar aquí y encontrarse con las mismas actitudes y el mismo sistema de valores.(...)
Esa es su primera reacción
Esa es la otra reación.
De vuelta
Nadie se atreve a hablar. O mejor, todo el mundo habla para no hablar. Me doy cuenta de que a
la gente le da miedo preguntarme cómo he vivido toda esta historia. Hay interés en apoyarme,
pero creo que no saben muy bien cómo. Y yo, que ahora me doy cuenta de esto, cuento cosas y más
cosas como se cuentan batallitas.
Hasta ahora no ha habido el espacio para compartir todo esto, ni para evaluar, porque ha estado
siempre entre todo lo demás, en un pasillo, en un ya me imagino, en un qué tal.
Las mujeres nos enseñaron que los sentimientos y la política van más juntos de lo que pensábamos. Los presos y presas saben que sus familias comparten la pena de cárcel. Esta entrevista cuenta lo que viven los padres y madres de uno y tantos insumisos.
El entrenamiento se planteó como un espacio de encuentro de los insumisos de distintos grupos antimilitaristas, que ya han sido juzgados o que tienen juicios próximamente. En él se trató de aclarar dudas, compartir experiencias, plantear estrategias de resistencia y mejorar la preparación de cara a la experiencia de cárcel.
Sabado 25
La influencia que está teniendo la cárcel en los insumisos presos, depende de la cárcel en concreto,
ya que cada una es distinta, de las características y situación personal, así como del grado
de apoyo exterior. Todas estas variables mediatizan la vivencia de la experiencia de cárcel.
Creemos que es necesario que los insumisos presos midan los pasos a dar y el grado de confrontación
o implicación que pueden mantener. Es muy importante que la experiencia de carcel no queme a las
personas, y ya que la prisión está pensada para eso, que los insumisos y sus grupos de referencia
actúen de forma que se disminuya ese impacto.
Hemos conocido algunos casos de personas las que, especialmente en la condición de preventivo y
en las cárceles militares, la carcel les ha afectado y se han desmovilizado posteriormente.
En esta cuestión han influido al menos estas tres cuestiones: gente que no tenía claro el tema
de la cárcel; otros que tuvieron poco apoyo exterior, en una situación en la que tal vez se habían
idealizado las posibilidades de movilización; y la necesidad que todos tenemos, posteriormente,
de tener tiempo para reintegrar la experiencia de cárcel en nuestra vida.
Respecto a los insumisos presos hemos observado en nuestra propia experiencia, un riesgo de
autopercepción como el "centro" del mundo, y esta percepción aunque sea normal dada la situación
de inseguridad y aislamiento de la carcel, puede mediatizar la relación con la gente y la interpretación
de lo que se está haciendo fuera.
En una situación así es posible que el preso eche mano de justificaciones ("yo estoy preso...")
y que aumente su postura crítica respecto afuera, sin tener en cuenta el contexto que se da en
el exterior. Por nuestra parte, hemos observado desde el exterior, en algunas ocasiones, una
sobreprotección respecto al preso, que nos desplaza e impide una mejor valoración de la realidad.
La necesidad humana de sentir una valoración positiva de nuestra postura está también relacionada con
lo que se haga en el exterior. El insumiso preso necesita recursos, para afrontar la historia a
nivel personal, que le permita una vivencia positiva, aunque dura, de la experiencia. Desde dentro,
uno se hace siempre la pregunta del sentido o rentabilidad de nuestra postura y la respuesta es,
en este caso, personal y colectiva. Y son también los recursos personales y colectivos, los
que tienen que hacer frente a esta experiencia.
Creemos que la experiencia de carcel está siendo útil para ampliar el horizonte de la lucha
antimilitarista. Le está dando más coherencia y amplitud, ya que no se trata sólo de luchar por
la libertad de los insumisos, sino de hacer una crítica de la carcel como sistema militarista.
En este sentido se ha avanzado algo en la estrategia de la insumisión: hay un aumento de sensibilidad,
aunque muchas veces sea sólo a nivel local, frente al tema de la carcel y la situación de los
presos y presas. Esta situación ha sufrido también un cambio, desde la condición de preventivos a
condenados que se han dado en este tiempo, y han cambiado también la postura dentro y la propia
vivencia de la cárcel.
La limitación de los derechos y la arbitrariedad de la carcel, se está conociendo un poco más
en el exterior a partir de la experiencia de los insumisos en prisión. Esto está contribuyendo a que
se conozca mejor la situación de los presos/as y a que aumente la crítica social a la carcel.
La represión selectiva que se está sufriendo está dirigida a producir cansancio en la lucha.
Nosotros tenemos también la sensación de un cierto estancamiento, una focalización en lo judicial,
y una falta de debate, que vienen dadas por la propia situación y las respuestas que están siendo
más bien locales.
La carcél está suponiendo un desafío para el movimiento antimilitarista y para otros muchos grupos.
Ese desafío ha contribuido a eliminar debates superfluos, excesivamente ideologizados o puntillosos,
y ha servido para aclarar posturas.
Se ha pasado también de unos primeros momentos de apoyo selectivo -cada grupo a "sus" presos-, a
un apoyo más global y positivo. A nivel personal desde dentro hemos visto también la estupidez de
sentirse "de un grupo" y la necesidad de una amplitud de miras en el trabajo antimilitarista. Es
positivo favorecer la interrelación de los grupos y una visión más amplia y compleja de la
sociedad.
Pero esos desafíos que plantea la cárcel son distintos para el propio preso, para la gente que
apoya, y para el movimiento. A veces estas diferencias llevan a incomprensiones respecto a las posturas
mantenidas, a no ver otras realidades, o incluso a una vivencia de que en algunas cosas se vuelve
para atrás y que cosas que se pensaba que estaban claras, a la hora de la verdad no lo están
tanto.
La gente se ha movilizado en favor de la insumisión, y los movimientos se han activado mucho
localmente, aunque posteriormente el grado de implicación haya sido el mismo. Esta situación no
es sólo, ni fundamentalmente, propia de la insumisión, sino del contexto social que, salvo en
algunos lugares, es poco participativo.
Creemos que es importante aprovechar y profundizar en la brecha abierta por la insumisión y
evitar una cierta tendencia a lamentarse de que se pierde contenido o una focalización en los
problemas: se han abierto muchas perspectivas y es nuestra tarea afrontar esta nueva realidad de
forma constructiva.
La cárcel ha puesto en cuestión la respuesta el Estado de la insumisión. Esta ha cobrado un protagonismo
social mayor, y ha aumentado en los últimos años la comprensión hacia nuestra actitud y los
motivos que nos mueven. En la actualidad, hay una mayor reivindicación social de la insumisión,
de sus valores.
Los intentos, por parte del Estado, de criminalizar la insumisión no han resultado, y a las contradicciones
generadas, hay que añadir las que existen dentro de los propios sectores del Estado y la política
institucional. Esas contradicciones están empezando a plantearse también en el propio sistema penitenciario,
dada la actitud crítica y de favorecer el conocimiento social de la carcel que tratamos de mantener.
Esta crítica cuestiona el propio sistema penitenciario, y es coherente y enriquecedor a nivel político
y humano.
La insumisión no ha sido tampoco encuadrable dentro de un partido o grupo político, y esto es algo
que la gente ha percibido. Esta transversalidad de nuestra postura favorece la implicación de distintas
personas y grupos sociales, así como la comprensión de los horizontes de la lucha.
Ya que no ha podido disminuir la conciencia social favorable a la insumisión, el Estado trata
ahora de disminuir el número de insumisos con algunas medidas legales y judiciales. La cárcel
es utilizada entonces como elemento que transmita la imagen de que existe una penalización
grave de la insumisión, y que esto haga que los jóvenes tengan miedo. A veces nuestra propia experiencia
de cárcel puede ayudar a potenciar esa función simbólica que tenemos que tratar de relevar.
Observamos una utilización o derivación de la crítica al reclutamiento forzoso hacia una tendencia
en boga que pregona el ejército profesional. Creemos que, en este sentido, hay que dar pasos
más adelante que cuestionen a nivel social este ejército y planteen otras alternativas y críticas
al modelo y planteamiento de la "defensa" militar.
La lucha antimilitarista se encuentra ahora con algunos desafíos, para introducir elementos
de cambio en su propia práctica, a partir de lo aprendido y las perspectivas abiertas en estos
años. Estos desafíos incluyen la necesidad de ampliar el discurso, de involucrar a gente nueva,
y de innovar las acciones y formas organizativas.
La experiencia de la cárcel nos ha dado la oportunidad de conocer mejor esa realidad y la función
que está cumpliendo en esta sociedad. El militarismo se ve más globalmente desde la cárcel, porque ésta
es también una institución emblemática del militarismo en la sociedad: en las relaciones que
están establecidas, en la función que cumple, y en los valores por los que se rije y trata de inculcar.
Hay muchas cuestiones que reflejan esta realidad: la división en grados que son una especie de
estratos sociales dentro de la cárcel; los presos con categoría de semifuncionarios; la estructura
de la cárcel que es una especie de mini-Estado; la dependencia absoluta del preso con respecto a la
institución; el funcionamiento jerárquico en el que el Director es el vértice de una pirámide en la
que tiene el poder absoluto; la prepotencia y provocación de algunos funcionarios y la demostración
continua de poder sobre ti; la obediencia ciega, la uniformización, la búsqueda de salidas individuales
que se trata de inculcar; la indefensión del preso frente a la Junta de Régimen; la arbitrariedad
en la aplicación de la ley, etc.
Todas estas cuestiones son parte de la realidad que hemos vivido. En la carcel tampoco hay posibilidad
de disidencia dentro de los que participan en la institución, todas las sanciones se ponen por
unanimidad. Frente al discurso de la reinserción social y el tratamiento que se debe dar en la cárcel,
nosotros hemos visto que las medidas de régimen, la seguridad y la disciplina establecida, priman
sobre cualquier medida asistencial e incluso sobre la propia legalidad. Si reivindicas un derecho,
en contra de la opinión de un funcionario o la cárcel, prima su valoración negativa de tu comportamiento
como desobediencia sobre la reivindicación que haces de tus derechos. La única defensa que tienen los
presos en la cárcel es externa, depende de la voluntad y criterios del Juez de Vigilancia,
que en ocasiones es garantía y en otras muchas no.
La cárcel utiliza unos sistemas de control interno que son muy sutiles pero más "efectivos",
y se han ido modernizando los sistemas de control, que funcionan para el mismo fin. En ésto,
cárcel y ejército se parecen bastante, son dos instituciones que se complementan y se rijen
por normas y valores muy similares.
El tratamiento penitenciario sencillamente no existe: no interviene para facilitar la resocialización,
no estimula un cambio. La actuación de los Equipos de Tratamiento es más bien inquisitoria o
informativa, pero en general no educativa o facilitadora de esa integración. La única integración
que existe es la adaptación al propio medio carcelario, con lo que en vez de una acción resocializadora,
que en nuestro caso tampoco tendría ningún sentido, prima el aprender a evitar el castigo y la
adopción de conductas ficticias.
Estar presos nos ha ayudado a conocer desde dentro cuales son las funciones que está cumpliendo la cárcel:
la dosificación y reproducción de un tipo de delincuencia (delincuencia convencional); la generación
de un estigma, que lleva a la gente a adquirir una nueva identidad de preso-delincuente; el círculo
de la marginación y "droga" que en la cárcel se cierra y reproduce.
Todas estas cuestiones llevan a poner más abismos donde debería de haber puentes. La cárcel tiene la función
de proteger a la sociedad frente a lo que considera que amenaza, frente al comportamiento desviado y
frente a la disidencia. En nuestro caso, los motivos que nos llevaron a la carcel son distintos a la
mayoria de los presos, que tienen una causa económica, pero en los dos casos hay una ruptura con
lo establecido. Frente a la disidencia política, la cárcel es el emblema de miedo como forma de
control.
Socialmente la imagen que tiene la cárcel está en relación al discurso de la seguridad, pero nosotros
tenemos que contribuir a criticar esa falacia: el creciente número de presos no genera más seguridad y
la reinserción social no se facilita sino que se hace mucho más dificil. La cárcel es el ambíto de
la exclusión social y aunque es dificil que este mensaje cale en la gente, nuestra experiencia y
paso por la cárcel tiene que servir para cuestionarlo.
No podemos pasar por la cárcel de puntillas, entrando casi como presos "de confianza" o convertirnos
en una élite de presos de lujo. La solidaridad pasa aquí por el trabajo con los que más necesitan
de ella, los que sufren la arbitrariedad y la ilegalidad de la cárcel. Tenemos que tratar de
asumir esa realidad en nuestra propia práctica.
En la relación con los otros presos es importante valorar los efectos de la denuncia que se puede
hacer fuera, manteniendo unos criterios claros y una actitud de escucha, apoyo y ánimo en la reivindicación
de sus derechos. Desde el principio es importante conquistar tu espacio vital, en el que, siendo
uno más, mantengas tu propia identidad como persona y en relación al resto de los presos.
La cárcel no trata de "reinsertarnos", sino de castigarnos por nuestra postura e intimidar a otros
para que no ejerzan su opción. Pero creemos que no podemos quedarnos sólo en cuestionar el
tratamiento penitenciario respecto a nosotros, sino tambien en relación al resto de los presos. Es
un problema más estructural de la cárcel y no solo coyuntural en relación a los insumisos.
En estos procesos creemos que hay que facilitar la comunicación con el exterior y con otros
grupos que trabajan respecto a la problemática social de la marginación, de forma que las denuncias
o reivindicaciones puedan apoyarse a partir de la estancia dentro de insumisos.
Respecto a la cárcel, hay que tratar de abrir procedimientos judiciales que apoyen conquistas
básicas, reivindicando el cumplimiento de la legalidad y los derechos, de forma que se puedan ir
abriendo espacios de libertad frente a la tendencia asfixiante de la propia institución.
En este sentido, es importante valorar y definir las posibilidades de desobediencia, en la
conquista de esos espacios que reafirmen nuestra posición como personas, y limitando los efectos
o castigos duros de la cárcel. Para buscar y abrir esos espacios, puede ser útil la discusión
y contraste de nuestras experiencias en el propio movimiento, de forma que se conviertan en
puntos de referencia para nuestra acción.
Por último, es importante valorar aspectos positivos o negativos de los beneficios penitenciarios y
Tercer Grado. Para ello hay que valorar la situación personal, la situación exterior, y el impacto
político que debe tener nuestra estancia en la cárcel, teniendo claro en todo momento un compromiso
básico, como hemos planteado antes. No creemos que se puede plantear la postura frente a estas
cuestiones, como un liston a superar o una imagen a imitar. Es importante integrar las distintas
experiencias y desafíos que la cárcel nos está planteando, dentro de una misma opción de lucha
antimilitarista.
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