Pepe Beunza
Charla en Valencia con motivo del 25 aniversario de su primer Consejo de Guerra

abril, 1996

[Pepe Beunza, a la sazón activista del Sindicat Democràtic d'Estudiants en la Universidad de Valencia, fue juzgado por un Tribunal Militar en Valencia el 23 de abril de 1971 por ser el primer objetor de conciencia noviolento de nuestra historia reciente. Beunza se niega a cumplir el Servicio Militar a principios de 1971 desde posiciones muy alejadas del estoicismo apolítico de sus predecesores Testigos de Jehová, y de esta manera lo explica ante el Juez Militar en el Consejo de Guerra que le juzgó en la ciudad de Valencia, el 23 de abril del mismo año: se puede decir, por lo tanto, que se cumple en estos días el aniversario de la primera declaración política de un objetor de conciencia en España, en nuestra historia reciente. La estrategia de Beunza es el ejercicio de la objeción de conciencia mediante la desobediencia civil por medio de la noviolencia: declaración pública de su condición de objetor, consciencia de la dimensión política de la objeción, contenido antimilitarista explícito. El resultado de tal estrategia y su carácter asimismo pedagógico frente a la sociedad a la que apela es casi inmediato: poco después surgen tres nuevos casos de objetores no Testigos de Jehová. Son Víctor Boj de Reus, Jordi Agulló de Alcoi y Joan Guzmán, a la sazón Cabo de Marina.]

Yo he venido aquí para recordar que hay todavía 300 insumisos presos en las cárceles de España lo cual nos tendría que llenar de vergüenza a un país que se llama democrático. Es una lucha que está ganada a nivel popular. La mayoría de los jóvenes están en contra del servicio militar, es una lucha que está ganada a nivel jurídico, ya sabéis que ha habido muchos jueces que han absuelto a los insumisos, cuando les condenan les piden indultos, no saben qué hacer con los insumisos pero falta que al Gobierno dé una respuesta adecuada a un problema que cree que con la represión y la cárcel va a detener con lo cual lo está complicando mucho más.

Son 300 presos de conciencia que poco a poco van resquebrajando un sistema de derecho y que por lo tanto es necesario que con la mayor urgencia se resuelva de una manera democrática y justa. La gente que no quiere aprender a matar y a destruir en 1996 no se le debe condenar a la cárcel. Bien, yo por esto estoy aquí, para recordar que hace 25 años empezamos a trabajar este tema aunque merece la pena porque aún queda mucho trabajo.

Hay dos temas para mi importantísimos de explicar a la gente, uno es que la vida es demasiado bella, bonita y demasiado corta como para perderla en un cuartel obedeciendo órdenes absurdas (izquierda, derecha, izquierda) o aprendiendo a matar. Es una fuerza que mirada desde fuera no se entiende muy bien. Y el segundo tema es que como personas estamos dotadas de razón y por tanto no hemos nacido para obedecer órdenes, hemos nacido para actuar con conocimiento, con conciencia y sobre todo con responsabilidad. Estas dos ideas hay que explicarlas muy bien para que la gente cuando vea la puerta de un cuartel salga huyendo lo más rápido que pueda.

León Felipe decía que al hombre le han dormido con cuentos, y yo voy a contar un cuento para ver si logramos despertarnos. Dice que se reunieron tres faquires, los mas poderosos de la India, para demostrar su poder y su inteligencia, entonces el primero de ellos, cogió unas ramas del bosque, las manipuló, les dio forma y las trasformó en huesos. El segundo cogió estas ramas de hueso, las manipuló y las transformó en pieles y músculos e hizo un animal muy bonito. El tercero llegó, le sopló, le dio la vida y lo transformó en un tigre que se los comió a los tres. Entonces, esto es lo que estamos haciendo con nuestra sociedad actual,. Y el tigre en términos de economía se llama complejo militar industrial. Hemos llenado esta tierra tan hermosa que tenemos y tan vulnerable, la hemos transformado en un inmenso polvorín que por la actuación de cualquier loco que tenga poder para apretar un botón nos hará volar a todos. O luchamos por el desarme o vamos al suicidio colectivo. No hay muchas más opciones. Son opciones evidentes. A mi me gusta la vida, es evidente que lucharé por el desarme.

Entonces, ¿cómo empezó todo esto? Es importante explicar la cronología, porque puede dar algunas luces y sobre todo porque ahora es un movimiento con la fuerza extraordinaria de 350.000 objetores. Somos el país de Europa con más objetores y con más insumisos, y cuando hay un movimiento de esta fuerza, es importante explicar la historia, sobre todo porque no son temas que continuamente salgan en los medios de comunicación, entonces un día que se puede vale la pena explicarlo. Ahora si tengo que explicar "batallitas" porque me toca: «el que no conoce la historia, pues repite los errores».

Yo vivía en Valencia y participaba en las luchas universitarias, las típicas carreras, encerrones, el miedo, la policía nos perseguía, nos pegaba... Luchábamos dentro de la Universidad en el Sindicat Democràtic d’Estudiants. Eramos un grupo de gente activa con ganas de libertad, con mucha represión y con ganas de cambiar todo esto. Situáos: la época del Che Guevara, la lucha armada en Latinoamérica, Luther King, movimiento de defensa civil americano... había muchas actividades. Y todos los "barbudos" de Valencia nos juntábamos en un bar de la calle la Nave y por allí pasaban las ideas de libertad. Y por allí pasó un "barbudo" que iba a Sueca a aprender el cultivo del arroz. Él venía de Francia, de una comunidad que se llamaba El Arca, fundada por Lanza del Vasto, discípulo de Gandhi, que era noviolento. Trabajaban la tierra, hacían agricultura ecológica, y se nos pusieron los ojos como flanes al escucharle. Ese hombre siguió su camino. Ni siquiera sabrá que fue el que inició la movida aquí. Aquel verano dos compañeros del grupo fueron a esta comunidad de Francia y a mí también me interesaba. En esta época, si no salías al extranjero era muy difícil, y me fui también a verla. Me impactó.

Hacían yoga, iban todos con sandalias, vestían con algodón, eran vegetarianos, practicaban agricultura ecológica y habían ocupado una central nuclear unos años antes. Aquí sabíamos de las centrales nucleares y que eran peligrosas. Yo pasé por allí una semana y cuando volví no dejaba de explicar lo que había visto. Conocimos a los primeros objetores de conciencia, que.vivían en los Pirineos, en Francia, y ayudaban a los agricultores en vez de hacer la «mili». Cuando lo explicábamos, había gente que nos escuchaba y gente que pensaba que estábamos locos.

Entonces entre carrera y carrera, manifestación y manifestación , explicábamos lo que era la noviolencia. Era muy difícil porque el ambiente en aquella época era bastante afín a la lucha armada. Cuando explicábamos que no íbamos a la «mili» era difícil. La gente que luchaba contra el franquismo cuando la hacía pasaba desapercibida porque la represión en la mili era brutal. Ya pasabas fichado y te llevaban de guardián o no te dejaban llevar armas.

Nosotros pensamos que teníamos que empezar la lucha por la objeción aquí también . Hacíamos campamentos con Lanza del Vasto en un pueblecito de Barcelona y nos juntábamos todos los que estábamos en el tema de la objeción de conciencia: Dalmau, Xirinacs, Gonzalo Arias... nos juntábamos todos y nos íbamos animando unos a otros. El tema de la objeción era desconocido y no había forma de conseguir información. Aquí los únicos que hacían objeción eran los Testigos de Jehová. Así que fuimos a hablar con ellos pero nos dijeron que ellos iban a la cárcel pero que esperaban que viniera el fin del mundo y que no había que hacer nada. Era gente muy heroica y valiente pero un poco estéril. Había que hacer una lucha diferente.

La lucha antimilitarista ya empezó un siglo antes: la lucha contra las quintas, la Semana Trágica de Barcelona... Había una fuerte tradición antimilitarista en el movimiento obrero y en el movimiento anarquista pero con el franquismo desapareció hasta que empezaron los Testigos en 1957. Como he dicho, era muy difícil conseguir información así que íbamos al extranjero a trabajar con la gente, sobre todo con los objetores franceses. Todas las vacaciones cogía la mochila y viajaba en auto-stop Francia, por Europa, a ver a la gente que había hecho objeción, a recoger material, experiencias.

Aquí no había ningún objetor por reivindicar. Los Testigos no querían que los reivindicáramos porque decían que lo suyo era diferente. Entonces, como nadie se animaba, pues dije: «yo haré objeción». Me lo pensé durante dos años y me decidí. A partir de ese momento me tenía que preparar para ir una temporada larga a la cárcel. Es una cosa extraña prepararte para ir a la cárcel. Aprendí a hacer yoga, a tocar la flauta. El yoga me ayudaría a estar cerrado en un sitio, la flauta si me dejaban tenerla, pues una cosa más, que como instrumento musical apacigua. Aprendí a trabajar con las manos, pensé que como las manos también me las dejarán... también practicaba la huelga de hambre, así que un día a la semana no comía y me preparaba por si tenía que hacer huelga de hambre para saber lo que era eso. Íbamos al extranjero, hacíamos huelga de hambre en apoyo a objetores extranjeros, participábamos en manifestaciones para coger más experiencia.

Cuando le decía a la gente que no iba a hacer la mili, que iba a hacer objeción de conciencia, me decían que estaba loco, así que fui a que me hicieran un reconocimiento psiquiátrico, aunque yo pensaba que estaba bien. Para mi la acción tenía dos finalidades: una era aguantar el tiempo de cárcel y seguir vivo y poder hacer muchas cosas, y la segunda era que durante el tiempo que estuviera en la cárcel el tema de la objeción cogiera un poco de fuerza y se reconociera el derecho a negarte a hacer la mili. Un aspecto personal y un aspecto sociopolítico. Me fui a hacer el reconocimiento, fui a un gabinete psiquiátrico de Barcelona y me dijeron si quería que declararan que estaba mal de la cabeza para no hacer la mil. Yo les dije que no, que quería que declararan que estaba bien de la cabeza para negarme a hacerla. Les costó un poco pero al final lo entendieron: «Ya estás preparado para negarte y en principio no tienes ninguna "tecla rara" que te pueda fallar».

Lo siguiente era crear grupos de apoyo para que cuando entrara en la cárcel, este tema no pasara desapercibido. Hay que tener en cuenta que había mucha gente que desertaba pero eran problemas que se quedaban escondidos. A un militar que la gente se esconda no le trae problemas. Al militar le preocupa lo que digas, y que todo el mundo se vaya a su casa. La fuerza de los militares está en la gente que les obedece. No hace falta ni matarlos, ni empujarlos, simplemente, no hay que obedecerles. Entonces su fuerza se acaba enseguida.

Que uno diga que no hay que obedecer y que anime a la gente se convierte en algo grave y peligroso para el sistema militar. Para mí era interesante que esto se hiciera público, que cogiera fuerza y tuviera trascendencia.

Cuando llegó enero del 71 consideré que estaba más o menos preparado (nunca lo estás del todo) pero tenía ganas y ya me tocaba. Fui al cuartel de Marines y dije que no iba a hacer la mili. En aquella época, en la Universidad, estaba metido en todos los líos que había y me conocía bastante gente. En la unidad que estaba me encontré con compañeros de estudios.

Mi negativa tuvo una repercusión muy fuerte. Cuando dije que me negaba a vestir uniforme me llevaron a un calabozo oscuro, sin luz, en el CIR (Centro de Instrucción de Reclutas) de Marines. Ahí estaba todo el día corriendo, cuando entraba en calor pues me sentaba. durante los 9 días que estuve intentaron convencerme de hacer la mili. Yo les decía que quería que se reconociera el derecho a no hacerla. Estaban acostumbrados a hablar con los Testigos pero yo era algo más raro. Les decía que, aunque católico, hacía objeción por ser noviolento. En aquella época, los obispos presidían los desfiles militares y en las monedas ponía «Francisco Franco, Caudillo de España por la gracia de Dios». Era impensable que un católico hiciera objeción de conciencia. El capitán me decía: «Si viene un ejército, nos invade, matan a tu madre y violan a tu novia, ¿qué?». Y yo le contestaba: «¿qué pasa, que cuando váis a otros países os dedicáis a matar madres y violar novias». Él decía que no, que no hacían eso. Así que yo le contestaba: «¿por qué voy a pensar que si vienen van a hacer esas barbaridades? Igual si vienen los franceses salimos ganando porque allí hay más libertad que aquí». Ya veían que no me convencían y además yo por suerte tenía la flauta y estaba todo el día tocando. Era una forma de tocar la conciencia a los que estaban allí haciendo la mili. Claro que eso era hacer proselitismo y les prohibían a los soldados hablar conmigo. Yo le decía al capitán: «vosotros les tenéis aquí 15 meses y no les convencéis, y yo hablo con ellos 15 minutos y les convenzo: eso significa que hay algo que no funciona».Discusiones de estas todos los días.

Cuando llevaba ya 9 días pedía ver al juez, me sacaban y yo sonreía a los que estaban haciendo instrucción. Tenía que mostrar que estaba bien, que moralmente no habían podido conmigo. De allí me llevaron a la cárcel modelo de Valencia, donde entré medio asustado. Cuando llevaba un mes, ya conocía a la gente. Y luego entraron presos políticos.

Me procesaron y me condenaron en Consejo de Guerra el 23 de abril de 1971 por «desobediencia». Después me llevaron a la cárcel de Jaén, que era de presos políticos, a cumplir la condena. Una cárcel de «políticos» era una isla de libertad. Tenía libros, y hasta cursillos de terrorismo si quería... Había de todo. Fue una experiencia interesante, yo hablando de noviolencia y objeción de conciencia y los presos políticos no entendían nada. Me acogían bien porque yo también luchaba y tuvimos discusiones muy interesantes y fue una forma de introducir el tema en el ambiente de oposición al franquismo.

En el momento que yo entro en la cárcel empieza la campaña de apoyo. Yo no entro a la cárcel para pudrirme allí sino para motivar. La campaña se había montado en toda Europa con organizaciones internacionales. Su primera fase era una «marcha por la paz» desde Ginebra encabezada por 15 españoles. La acción noviolenta es pública, no clandestina porque se utiliza la represión como una forma de lucha y si no se prepara muy bien, esta represión no sirve para mucho. Una acción noviolenta hay que procurar que dure, que tenga trascendencia pública a través de los medios de comunicación. Es preciso escoger el momento, que te coja la policía en un callejón oscuro y que no se entere nadie. Hay que procurar que te detengan con prensa, radio y televisión y que tenga repercusión. La represión es nuestra forma de lucha. No es que vamos de mártires sino que es una herramienta más.

Una acción noviolenta en España duraba lo que tardara en llegar la policía. Eso daba muy poco de juego. En cambio, una marcha desde Ginebra hasta Valencia duraba 45 días de acción pública. En cada ciudad hacíamos ruedas de prensa, acciones... Cada vez estaba más cerca de la frontera, más emocionante y tenía más apoyo. En la frontera se hizo una sentada y los grises cargaron, pero estaba lleno de medios de comunicación y tuvo repercusión. Detuvieron a los españoles y se empezó a ocupar embajadas, detener el Talgo en Francia... Cuando iban los ministros al extranjero, salían los objetores cantando «¡Libertad para Pepe!». Mi nombre era muy simpático en el extranjero y fue una campaña de marketing muy buena. Fue divertido.

Yo hablo de la cárcel y no explico ningún drama. Creo que el humor es una arma muy capaz para cambiar la sociedad y para luchar contra el militarismo. Porque para mi el militarismo es el absurdo tomado en serio. Entonces el humor es el arma más eficaz. Para luchar contra el militarismo. Mientras tienes humor eres capaz de luchar contra ellos.

Un problema que era desconocido pasó a ser conocido. En octubre-noviembre del 71 dieron el indulto «Matesa» y también me tocó a mí. Pero luego me tocó otra vez entrar al cuartel, en Barcelona. Me decían que era un cuartel "bueno", un destino muy bueno. Y yo contestaba que cualquier destino es bueno para desertar. En vez de ir al cuartel me fui al barrio de Orriols que era un barrio desfavorecido, con problemas. Y hablamos con la comunidad de vecinos, con la comunidad parroquial para montar una guardería. Yo empecé a dar clase en una escuela nocturna.

En aquella época la «mili» no se cuestionaba a nivel popular. La gente iba, los padres se emocionaban en la jura de bandera... La mili cumplía un papel como un rito de iniciación a la vida adulta. Tenías que pasar por eso «para ser un hombre». Era un mensaje que había calado mucho. Entonces explicar el antimilitarismo o la negativa a hacer la mili no era fácil. Habíamos pensado, la forma pedagógica: trabajar en una escuela de adultos, montar una guardería, cuidar ancianos... Esto es mucho más eficaz y era una forma pedagógica de explicar el antimilitarismo.

Me fui al barrio de Orriols y allí montamos un servicio civil. El riesgo era que nos dejaran allí toda la vida. Yo no quería estar toda la vida haciendo el servicio civil, así que mandamos una carta al capitán General.: «Si hay que hacer algo por la patria, mi patria es el Barrio de Orriols...». En la época aquella, no dieron señales de vida. Les decía que era desertor y no venían a buscarme. Entonces tuvimos que hacer algo más público,como dar charlas y escribir cartas a la prensa. Un resumen de esta carta salió en La Vanguardia de Barcelona y al día siguiente ya teníamos a los militares allí. El célebre comisario Ballesteros que era el torturador de aquella época de la Brigada Político-Social de Valencia y que muchos valencianos recordamos por sus malos tratos en comisaría ya me conocía: «Beunza, venga, otra vez para adentro». Me llevaron al cuartel de Bonrepós. Era militar y la policía civil no me podía tocar. Allí me procesaron por deserción. Consejo de guerra por deserción: un año de cárcel con accesoria, destino a cuerpo disciplinario. Para cuando acabara la condena tenía que hacer el tiempo de mili que faltaba en un batallón de castigo en el Sahara. Estuve 2 meses de cárcel en cárcel hasta llegar al Sahara. Una vez allí, se me plantea el problema de aceptar o no aceptar. Era un batallón dentro de la Legión que no llevaba armas porque una vez se las dieron y mataron al capitán. Aquellos estaban muy locos pero sabían quien era el enemigo. Entonces se aceptaba.

Allí pasé 15 meses. La campaña seguía. Se manifestaban en las ramblas de Barcelona, vino un objetor alemán y se encadenó a una cabina telefónica pidiendo la libertad para los objetores presos. En aquella época nadie se encadenaba y hasta que los policías encontraron las tijeras estuvo casi hora y media. Era como la plaza de toros en un día de fiesta. La segunda fase de la campaña consistió en parte en buscar gente que siguiera haciendo objeción, o una objeción colectiva. Después de mi objeción, vino uno de Alcoi, Jordi Agulló y otro de Barcelona pero el movimiento se quedó paralizado y al no aumentar el número de objetores también se paralizaron los grupos de apoyo.

Era una lucha que también "quemaba" mucho, era muy intensa. Yo estuve dando charlas, con Justicia i Pau dándome cobertura para que organizara una campaña de objeción de conciencia colectiva. Un año y medio de charlas explicando que queríamos hacer una petición al gobierno para que reconociera el derecho a la objeción de conciencia y que queríamos que la gente que estuviera dispuesta a hacer el servicio civil, el gobierno lo reconociera como legal, pues que el gobierno lo firmara como legal. Recogimos 800 firmas y las presentamos. Aunque pensábamos que el gobierno diría que no, lo queríamos hacer igual. Empezamos 5 personas, buscamos un barrio de l’Hospitalet, Can Serra y allí fuimos a hablar con la asociación de vecinos y la comunidad parroquial. De este grupo varios eran prófugos y explicamos que podían tener problemas. Estuvimos allí 8 meses y entonces se hizo pública la acción, creció al hacerse pública. Cuando vino la policía se los llevaron al penal de Figueres. En aquella época murió Franco.

Había mucho miedo porque no se sabía lo que iba a pasar pero se veía más próxima la libertad. En aquel verano vino la amnistía. Este grupo salió de la cárcel y surgieron otros grupos en Alicante, Málaga, Zaragoza... grupos que fueron el germen de la lucha por la insumisión. Cuando llego la amnistía, éstos salieron a la calle pero volvían a llamar a filas, así que seguía habiendo objetores en la cárcel. Hasta que en 1978, Gutiérrez Mellado dio la orden a los cuarteles que cuando una persona dijera que quería ser objetor lo mandaran a su casa y firmara la orden de incorporación aplazada. De una manera muy sencilla resolvió el problema de la objeción.

Durante 8 años, hasta 1983 que surgió el MOC, toda la gente que hacia objeción, les decían «vete a tu casa». Esto lo explicábamos y la gente no se lo creía. Y así pasó. Se vaciaron las cárceles de objetores.


Informació MOC València.