Defensa militar y derechos humanos


Carlos Pérez Barranco

Participar en la campaña de insumisión en los cuarteles es para mí una manera de actuar políticamente desde el antimilitarismo y la noviolencia en las recientes metamorfosis del modelo militar de defensa, impuestas, como es habitual, por una élite de expertos, desde el secretismo y de espaldas al control popular. Pero también está sirviéndome para tener una experiencia directa, en los diez días de vida cuartelera que me bastaron para desertar y en los dos meses y medio de prisión militar que llevo, sobre qué es lo que hay detrás del escenario en el que se representa el melodrama del ejército embajador de la paz y la democracia, garante de la libertad.

Detrás de la cosmética mediática, de las cámaras y los focos, los cuarteles siguen siendo tristes cementerios para libertades tan fundamentales como la de expresión y la de pensamiento. En la prisión militar de Alcalá de Henares, dada su doble naturaleza de cárcel y cuartel, esta metáfora es aún más adecuada si cabe, como hemos podido constatar en nuestras propias carnes los cuatro insumisos en los cuarteles que hemos habitado esta arquitectura concebida para someter y vigilar. Ahora, después de cuatro meses de prisión preventiva, me encuentro en libertad provisional, a la espera de que el Ejército haga sus cuentas sobre cuántos insumisos-desertores se atreve tener al mismo tiempo en la cárcel militar y me proporcione una fecha para el Consejo de Guerra que se celebrará contra mí. Buen momento para, entre recolección de apoyos y solidaridad, charlas, debates y cartas, reflexionar sobre la experiencia vivida en prisión y comprobar qué bien encaja buena parte de ésta con lo comentado más arriba.

Así, la simple el invocación al mantenimiento del "buen orden" le bastó al coronel que dirige esta cárcel para suspender nuestra libertad ideológica, interviniéndonos cualquier material escrito con contenidos pacifistas (denuncia del gasto militar, tráfico de armas, industria armamentística, verdaderas funciones del ejército y la OTAN de hoy, el ejército como fuente de valores y actitudes autoritarias, sexistas, acríticas...) o relacionados con la insumisión procedente del exterior, llegando al extremo de endurecer notablemente nuestras condiciones de vida. En aras de ese hermetismo político al que se nos quiso someter estuvimos obligados a recibir nuestras visitas a través de cabinas locutorio, cuando las condiciones materiales de la prisión permiten, como así sucede con el resto de presos, que pueda haber contacto físico entre visitantes y visitados en las salas para ello dispuestas (a diferencia de lo que sucede tristemente en cualquier prisión civil). Una clara represalia, por otro lado inútil si se piensa que, por fuerte que llegue a ser este control ideológico a que se nos somete, continuará circulando por el interior de esta cárcel material antimilitarista en un soporte difícilmente requisable y especialmente contagioso: la conciencia de un insumiso en los cuarteles. Este tipo de medidas represivas continúan con los insumisos presos en estos momentos: Elías Rozas, Ramiro Paz y Plácido Ferrándiz. En el tiempo transcurrido desde su encarcelamiento ya han tenido oportunidad de sufrir represalias del tipo de ser clasificados inminentemente en primer grado penitenciario, en régimen de aislamiento (régimen reservado para presos agresivos y peligrosos) por no realizar las tareas de limpieza impuestas por la cárcel, como forma de seguir expresando su postura ideológica de negar toda colaboración con el Ejército.

Resulta difícil de encajar todo esto con la recientemente construida imagen de un ejército casi como un servicio público en defensa de la democracia y las libertades allí donde sean amenazadas. Y es que todo apunta a que tendremos que seguir siendo el público de semejante ejercicio de hipocresía mientras siga considerándose que los asuntos de la defensa pertenecen al ámbito de lo sagrado y que solamente una élite casi sacerdotal esté investida del poder de decidir qué es lo que hay que defender, cómo hay que defenderlo y quién tiene que hacerlo, y luego presentarnos sus resultados como si de una verdad revelada se tratase. Que es posible y necesario romper el monopolio militar de la defensa y bajarla al mundo terrenal, del debate público, se prueba con campañas como la insumisión en los cuarteles. Es nuestra manera de afirmar y ejemplificar nuestra opción por una defensa noviolenta, centrada en la consolidación y el desarrollo de los derechos humanos y que, al usar como herramienta central la desobediencia civil organizada y generalizada, sea accesible al conjunto de la sociedad, haciendo innecesarios intermediarios como esos aparatos disciplinarios amputadores de la libertad llamados ejércitos.

octubre de 1997


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