insumisión en los cuarteles:
un paso adelante


MOVIMIENTO DE OBJECIÓN DE CONCIENCIA

versió en català

Estimadas amigas, estimados amigos, organizaciones y colectivos sociales y gentes de otros grupos:

Os hacemos entrega de este modesto dossier que quiere ser la carta de presentación de una campaña del Movimiento de Objeción de Conciencia (MOC) que desde ahora esperamos tenga una presencia constante dentro del trabajo transformador y emancipatorio de los grupos de base. Desde hace ya prácticamente tres años venimos considerando la necesidad de profundizar en la estrategia de desobediencia civil antimilitarista que ha venido siendo la insumisión, articulando las respuestas que requieren, en primer lugar, las transformaciones actuales del modelo militar de defensa, y en segundo término los intentos de amortiguar la repercusión pública que la campaña de insumisión ha tenido en los últimos años, principalmente mediante la sustitución de parte de las penas de encarcelamiento con que se ha venido castigando la disidencia antimilitarista por las nuevas modalidades de muerte civil y condena al ostracismo.

Queremos presentaros, por lo tanto, esta nueva campaña que llamaremos insumisión en los cuarteles. Tras muchos meses de preparación, desde febrero de 1997, antimilitaristas insumisos pertenecientes al MOC han ido respondiendo al llamamiento para incorporarse a filas, sometiéndose en apariencia a la obligatoriedad del Servicio Militar. Una vez obtenida su condición de militares, los insumisos del MOC abandonan los cuarteles respectivos para presentar pública y colectivamente su desobediencia mediante acciones noviolentas preferentemente en lugares ligados con la estructura militar de defensa (cuarteles, gobiernos militares, empresas armamentísticas...). Hasta el momento son 26 los insumisos en los cuarteles que, procedentes de Bilbao, Pamplona, Elche, Valencia, Tenerife, Madrid, Valladolid, Sevilla, Galicia, Barcelona y Palma de Mallorca, están desarrollando esta nueva forma de desobediencia civil antimilitarista, 6 de ellos han sufrido prisión preventiva, y 10 se encuentran ya juzgados y condenados en Consejo de Guerra por delito de deserción a 2 años y 4 meses de prisión militar. Varios de ellos se encuentran encarcelados en la prisión militar de Alcalá de Henares. Nuevos Consejos de Guerra contra insumisos en los cuarteles (o personas que participaron en las acciones de presentación), hasta unos 40, irán desarrollándose en próximos meses.

En este dossier introducimos brevemente algunas cuestiones prácticas relativas a la insumisión en los cuarteles y consideraciones genéricas sobre su contenido, sus razones y su pertinencia en el momento presente, etc. Pero también: reflexiones en torno a los ejes de esta nueva campaña de desobediencia civil antimilitarista, principalmente: transformaciones actuales del modelo militar de defensa (el nuevo escenario abierto con la desaparición del Servicio Militar, profesionalización de los Ejércitos, metamorfosis de la OTAN e integración plena del Estado español) y alternativas al mismo.

Esperamos que el asunto dé para continuar hablando del mismo con vosotras y vosotros de forma continuada. Nos gustaría asimismo conocer vuestra percepción del tema y ojalá encontremos pronto la posibilidad de escuchar vuestra opinión y de tener vuestra colaboración.

Saludos, abrazos y besos antimilitaristas e insumisos.

València, enero de 1999

Si deseais cualquier información respecto este dossier, el MOC de València queda a vuestra disposición provisionalmente en el local de CEDSALA a València: c/Roger de Flor 8, baix / (96) 391.67.02, o bien en los siguientes teléfonos personales: Carlos (96.330.89.53), Marcelo (96.384.29.14).


ÍNDICE DEL DOSSIER

 

I. LA INSUMISIÓN EN LOS CUARTELES: UNA NUEVA ESTRATEGIA DEL MOC

Qué es la insumisión en los cuarteles

Por qué y para qué de la insumisión en los cuarteles

 

II. INSUMISIÓN, ANTIMILITARISMO: SITUACIÓN ACTUAL

Nuestra posición ante el Ejército

Situación del Ejército hoy

 

III. EL NUEVO ESCENARIO INTERNACIONAL

La legitimación de la geoestrategia militarista durante la Guerra Fría y su crisis

Los nuevos desafíos de la OTAN

La novedad de las intervenciones de paz OTAN fuera de su área

Ejército profesional y reestructuración de la industria de defensa europea

La gestación de la unión europea del armamento

 

IV. BASES PARA UNA ALTERNATIVA NOVIOLENTA A LA DEFENSA MILITAR

Aspectos nacionales (Estado español)

Aspectos internacionales

Hacia un nuevo concepto de defensa

La alternativa de defensa noviolenta: la defensa popular noviolenta

 

Este dossier ha sido elaborado por el Moviment d'Objecció de Consciència de València en febrero-marzo de 1997 a partir de documentos de trabajo del KEM-MOC/Grupo Antimilitarista de Iruñea (agosto 1996), MOC Cantabria (noviembre 1996) y Utopía Contagiosa («Bases para una alternativa noviolenta a la defensa militar», Leganés, 1995).


I. LA INSUMISIÓN EN LOS CUARTELES. UNA NUEVA ESTRATEGIA ANTIMILITARISTA DEL MOC.

La insumisión en los cuarteles, como la insumisión hasta ahora practicada, es una estrategia basada en la desobediencia civil. Por ello conviene subrayar desde un primer momento lo siguiente: que la desobediencia no es una práctica sagrada para los antimilitaristas y las antimilitaristas, ni constituye tampoco necesariamente su esencia transformadora.

La desobediencia para nosotros y nosotras es parte de la propuesta de defensa social alternativa a la defensa militar; una herramienta de incisión discursiva, la más eficaz que hemos encontrado en la actual situación política, con vocación de transformación de la realidad. Pero es una herramienta que puede ser puesta asimismo al servicio de pretensiones reaccionarias. Por lo tanto, en nuestro empeño transformador se hace imprescindible ser ciudadosos con aquellos aspectos que le confieren un sentido de cambio social: el discurso y las prácticas que la acompañan.

Respecto al primero, es necesario tener presente que el Ejército no es un poder aislado sino interrelacionado por completo con el resto de los poderes que dan estabilidad al estado de cosas presente. Siendo nuestro objetivo provocar una transformación de éste, nuestro discurso no debe solamente referirse a la deslegitimación del Ejército sino que debe tener en cuenta una perspectiva globalizadora.

En cuanto a las actitudes, no podemos reeditar aquellas que criticamos en otras instituciones. Es imprescindible mantener tanto la coherencia como la conciencia del superior potencial de transformación de lo que se hace sobre lo que se dice.

Se trata para nosotras y nosotros, por lo tanto, no de acabar con el Ejército sin más, sino de transmitir en el proceso una ética transformadora y emancipatoria a través de discursos y hechos. En este proceso queremos trabajar para encontrar vías de actuación y expresión que nos permitan aparecer no como un movimiento «anti», sino constructor de algo alternativo.

 

Qué es la insumisión en los cuarteles

La insumisión en los cuarteles quiere ser una nueva estrategia del movimiento antimilitarista en un momento en el que los proyectos de cambio en el Ejército exigen una nueva dinamización que nos permita hacer frente a la hegemonía del pensamiento único.

Básicamente consiste en acudir al cuartel cuando así se le requiere al joven para, una vez adquirida la condición de militar, abandonarlo y realizar una presentación única colectiva, explicando los motivos de la desobediencia.

Posteriormente, el insumiso asumiría las consecuencias legales que de su acto se deriven y que se materializarán previsiblemente en penas privativas de libertad, determinadas por Tribunales Militares en Consejos de Guerra.

 

Por qué y para qué de la insumisión en los cuarteles

Como ya hemos insistido, nuestro principal objetivo es profundizar en el proceso deslegitimador del Ejército, evidenciando sus verdaderas funciones e iluminando su lado oculto, haciendo especial énfasis en el Ejército humanitario y en ese nuevo modelo profesional que la población está percibiendo en ocasiones con un matiz positivo porque viene a solucionar las tensiones que el mantenimiento de la conscripción causa.

Por lo tanto, nos parece imprescindible enviar un mensaje claro, crítico, repetido y distinto al oficial en el momento en que el «nuevo» Ejército se está alumbrando. Hemos de estar presentes en el nacimiento de la enésima matamorfosis de la bestia, obstaculizándola antes de que se consolide entre la adhesión acrítica de amplios sectores sociales.

Nuestro proyecto necesitaba de un medio diferente que le aportara la fuerza que lo novedoso posee para atraer el interés de la sociedad y cuya imagen no esté tan estrechamente unida a la mili como la de la insumisión que hasta ahora se ha practicado. Queremos evitar así, en lo posible, apriorísticas asociaciones de ideas, invitando a otras personas y colectivos a escuchar nuestro mensaje y nuestras propuestas.

Además, la insumisión en los cuarteles continúa evidenciando que hay un conflicto entre el Ejército y la sociedad que hoy gira en torno al Servicio Militar pero que, con esta nueva estrategia, trataremos de ampliar al modelo de Ejército en gestación, para contribuir al desarrollo y extensión del debate respecto del modelo que defensa que la sociedad necesita y desea.

La insumisión en los cuarteles, estrategia que es compatible con otras que han venido desarrollándose y sustituible por cualquiera que pudiéramos considerar más adecuada, efectiva y coherente en un futuro, nos permite además, a nuestro juicio, resituar el debate de nuevo en el terreno militar, lo cual puede facilitar tanto la adecuación de nuestro discurso como la percepción social de la insumisión como una reacción al militarismo en sus múltiples expresiones y no como una vía de escape para insolidarios sociales que merecen reprobación y castigo.

Con la insumisión en los cuarteles pretendemos responder a uno de los principales interrogantes que se nos abren en el presente, a saber: ¿qué podemos hacer para acabar con el militarismo en sus metamorfosis actuales? Esta estrategia, como en general la desobediencia civil que hemos venido practicando, supone un trabajo colectivo participativo y abierto, frente a la especialización y limitación creciente en las responsabilidades de la defensa militar que supondrá la profesionalización del Ejército y las pretensiones de profundizar el secretismo institucional que rodea a las cuestiones de defensa.


II. INSUMISIÓN - ANTIMILITARISMO: SITUACIÓN ACTUAL

Desde que hace unos años pusiéramos en marcha la campaña de insumisión con tanta ilusión como incertidumbre hemos ganado en presencia social y conseguido extender tanto la desobediencia como el discurso y las formas que a ésta han acompañado a sectores amplios e ideológicamente muy variados.

Tras una campaña excesivamente larga, que ha generado ya cierto cansancio tanto en los colectivos como en la sociedad, nos encontramos ahora en un nuevo escenario decorado con nueva legislación y proyectos de cambio en los ejércitos.

La aparición de un nuevo Código Penal reconduce la regulación legal de la insumisión que, siguiendo la línea marcada por otras anteriores, trata de ocultar cada vez más la represión. A la vez, se esfuerza por desnaturalizar el debate restándole contenido antimilitarista y transformador con el fin de que los insumisos aparezcan como un grupo de insolidarios en conflicto con la sociedad [1].

Parece ser que en alguna medida el debate se está alejando de lo militar mientras, paradójicamente, los insumisos, las y los antimilitaristas, entramos en esferas donde vamos a ser nosotros y nosotras, y no los militares, quienes sentimos la necesidad de justificar no sólo nuestra desobediencia, sino incluso nuestra propia existencia.

Por otro lado, la irrupción del proyecto de profesionalización del Ejército ha trasladado a la sociedad la idea de que «el problema de los insumisos» está en vías de solución, restándole así a la insumisión un cierto dinamismo social. Esta idea se ha visto reforzada por el hecho de que algunos de los sectores que han venido apoyando la insumisión han basado su actitud más en motivos de simpatía hacia quienes se niegan a hacer la mili o en la solidaridad para con los presos que en una verdadera concienciación sobre el papel del militarismo en la configuración de nuestras sociedades.

Nos encontramos, en definitiva, en una encrucijada en la cual esta mili en estado terminal es ya parte del pasado, mientras el futuro se va conformando con los nuevos ejércitos profesionales, metamorfoseados eventualmente en humanitarios, pero secretamente preparados para mantener el injusto orden internacional que padecemos. Un Ejército que sigue en pie porque está al servicio del sostenimiento de ciertos privilegios y desigualdades, mientras que su sola existencia supone una agresión a la paz en tanto que el despilfarro que supone el gasto militar impide destinar recursos necesarios a solventar urgentes carencias sociales; el florecimiento de una industria militar impulsa y, más aún, necesita de la existencia de guerras y muerte; etc.

Los grupos antimilitaristas no podemos permanecer pasivos antes esta nueva realidad que nos exige un esfuerzo renovado, un desafío que nos llama a recobrar el impulso y la ilusión, a renovar el discurso y nuestras prácticas.

 

Nuestra posición ante el Ejército

Aunque como movimiento político transformador nuestro fin último es la construcción de un nuevo modelo de sociedad, todavía hoy seguimos creyendo que nuestra prioridad específica es trabajar por la desaparición de los ejércitos.

En efecto, la desaparición de los ejércitos no es un fin en sí mismo, pero su eventual disolución nos liberaría al menos de uno de los principales garantes y condiciones de posibilidad de un orden injusto, un obstáculo para la transformación social y una amenaza para una paz verdadera basada en la justicia.

Cuando menos, trabajando por ello contribuimos a que nuestras sociedades investiguen nuevas formas de resolver los conflictos y, casi necesariamente, a buscar nuevas formas de organización social; análogamente cabe considerar un objetivo en proceso evidenciar el hecho de que el militarismo no es la única realidad posible. Consiguientemente, la desaparición de los ejércitos, e incluso el proceso de trabajo colectivo para la consecución de este objetivo, es imprescindible con vistas a una transformación social.

No es, pues, ni un discurso, ni un proyecto, ni un trabajo, ni un objetivo inútil.

Ahora bien: para avanzar en este camino, necesitamos primeramente realizar un estudio serio sobre la cambiante realidad militar actual y las relaciones que el Ejército mantiene con el resto de los poderes públicos y privados. Sólo así nos será posible construir un discurso sólido, profundo y afilado que nos permita realizar con garantías una labor desligitimadora eficaz.

 

Situación del Ejército hoy

El Ejército está experimentando una auténtica revolución ante la que, paradójicamente, nosotras y nosotros parecemos no acabar de reaccionar.

La mundialización del mercado y el desarrollo tecnológico están facilitando que los movimientos de capital sean muy rápidos y cambiantes. En consecuencia, los ejércitos, que tienen que defender nuevos intereses, están evolucionando hacia cuerpos más reducidos, tecnologizados, efectivos y que puedan desplazarse rápidamente.

Por otro lado, la buscada aureola de institución democrática necesita de unas nuevas formas de legitimación social. Tiende a desaparecer el Ejército como poder efectivo, pasando a ser cada vez más una institución al servicio de otras formas de poder. Asistimos a la construcción de un Ejército tecnificado, sin criterios ni pensamiento político propio, una higiénica máquina de matar exclusivamente, en la que nadie siente responsabilidad por las aberraciones que por doquier se cometen, gracias a una sólida autojustificación ideológica.

La legitimación social que es el verdadero talón de Aquiles de los ejércitos hoy, se sustenta en la cobertura del discurso político oficial y en el acceso a los medios de comunicación, a partir de prácticas de marketing bien estudiadas como las siguientes:

• La justificación ideológica y a nivel de discurso basada en ideas tradicionales sobre la perversa naturaleza humana, la histórica necesidad de disuasión...

• La nueva imagen del Ejército como institución democrática al servicio del poder político (público), y por tanto al servicio del pueblo.

• Las misiones humanitarias y de interposición en conflictos lejanos y cruentos con gran seguimiento por parte de los medios de comunicación.

• El nuevo discurso basado en la visión de los ejércitos occidentales como defensores de los más débiles en situacion de conflicto bélico.

• En los momentos de intervención armada más dura el control que se ejerce sobre la transmisión de noticias no permite la emisión de las imágenes más crueles ni de las informaciones más comprometedoras, y esta conculcación de derechos básicos se justifica por las necesidades de situaciones de crisis.

• El Ejército empieza a aparecer como incruento, y la guerra como una institución cada vez más aséptica a través de imágenes menos brutales y más parecidas a las de los videojuegos, donde el sufrimiento humano está excluído.

Este nuevo escenario nos obliga a un acercamiento sostenido por un discurso adecuado a lo que hoy es y no a lo que ha sido históricamente si realmente queremos deslegitimar lo que el discurso oficial sostiene y oculta.


 

III. EL NUEVO ESCENARIO INTERNACIONAL

En los últimos meses hemos asistido a dos hechos de capital importancia en la reestructuación del sistema de defensa europeo: el anuncio de la profesionalización de las Fuerzas Armadas (FFAA) anunciada por los gobiernos francés y español, y el proceso de reestructuración de la OTAN iniciado ya tras la caída del Muro de Berlín y la desaparición del Pacto de Varsovia. Este capítulo pretende analizar e interpretar estos cambios de forma somera. Creemos que estas transformaciones hay que entenderlas dentro de un contexto vertebrado por dos ideas principales: el cambio en el concepto de seguridad provocado por el hundimiento de la Unión Soviética y el proceso de integración europea iniciado con el fin de la II Guerra Mundial.

 

La legitimación de la geoestrategia militarista durante la Guerra Fría y su crisis

La Guerra Fría sirvió de cobertura ideológica del intervencionismo de los EE.UU. Bajo el pretexto de una hipotética agresión soviética y el peligro comunista, los EE.UU. desarrollaron una política exterior basada en el terrorismo de Estado, bien en forma de intervencion militar (Costa Rica, Corea, Guatemala, Vietnam...) o mediante la ayuda militar a países bajo dictaduras, en muchos casos instaladas tras golpes de Estado a cuya gestación Washington no era ajeno (casos de Brasil, Chile, Argentina, Honduras, El Salvador...). Este esquema propagandístico se vino abajo con el desmoronamiento de la Unión Soviética, debiendo acudirse entonces a un nuevo marco ideológico que legitimase el intervencionismo. Surgen así nuevos «peligros» que justifican esta política agresiva: el narcotráfico (que sirvió de pretexto para la invasión de Panamá), el terrorismo islámico, etc. Pero estos nuevos argumentos no bastan para justificar los enormes gastos militares o el mantenimiento de estructuras militares de la envergadura de la OTAN. Se impone la necesidad de buscar un nuevo modelo de pensamiento.

En 1949 nace la OTAN con dos objetivos principales como fundamento: la defensa de sus miembros ante un posible ataque soviético, y la creación de un marco de cooperación militar occidental bajo tutela estadounidense. En noviembre de 1989 cae el Muro de Berlín. En los 15 meses siguientes el mundo asistiría a la reunificación de Alemania y la disolución del Pacto de Varsovia, finalizando de esta forma la Guerra Fría. Una vez disuelto el Pacto de Varsovia la Alianza pierde aquello que le daba sentido, es decir, su razón de ser en tanto que antagonista, lo cual obliga a una revisión de sí misma y del concepto de seguridad que la sostenía y que al tiempo reproducía: ya no hay que hacer frente a una hipotética agresión soviética, con lo cual la seguridad concebida en tanto que mantenimiento de la integridad territorial frente a la agresión externa pierde sentido. Se vislumbra la necesidad de edificar un nuevo orden mundial sobre este caos internacional, un mundo donde ya no se observa la posibilidad de una confrontación universal y donde las únicas perturbaciones de «la paz mundial» pueden darse en forma de conflictos regionales en zonas del Sur o del Este. Se desarrolla entonces un «nuevo» concepto de seguridad asociado a este «nuevo» orden mundial: ya no se trata de hacer frente a una hipotética agresión del antagonista político, sino de resolver conflictos bélicos y situaciones de crisis que perturben la buena marcha del capitalismo triunfante en un mundo universalmente democrático o democratizable una vez que la Historia, por fin, ha llegado a su término. Evidentemente, en este nuevo escenario son los EE.UU. y sus socios europeos, no siempre bien avenidos y cada cual con intereses propios, quienes habrán de velar por la «paz y seguridad mundiales», bien a través de estructuras militares como la OTAN con objetivos redefinidos -el mantenimiento de la paz y la gestión de la crisis-, bien manteniendo la hegemonía y dirigiendo con mano firme los aparatos militares de las instituciones supranacionales.

 

Los nuevos desafíos de la OTAN

Pero antes de hacer frente a sus nuevos cometidos, la OTAN ha de adecuarse a las nuevas condiciones. Tras el derrumbamiento de la Unión Soviética comenzó un proceso de reestructuración en torno a tres conceptos: la ampliación hacia el Este, el papel de los europeos en la nueva Alianza y las operaciones fuera del área.

Desde tiempo atrás han existido dos posturas divergentes respecto del papel de los europeos en la Alianza, debate que vino intensificado por el avanzado proceso de integración europea, principalmente a raíz del Tratado de Maastricht. Por un lado, hay quienes proponen fortalecer el «pilar europeo» de una OTAN reconstituída y adaptada a los nuevos tiempos, en la cual los EE.UU. mantengan la hegemonía, los europeos inviertan más en defensa y tengan más mandos a su cargo, y se desarrolle una política de progresiva colaboración con los ex-miembros del Pacto de Varsovia. Esta posición sería la defendida por los gobiernos del Reino Unido, Holanda, Portugal, Noruega, Turquía y por la burocracia dirigente de la OTAN. Por otro lado, están quienes consideran que EE.UU. debe ser aliado estratégico de la Unión Europea (UE), pero que ésta necesita asimismo una «identidad de defensa» propia, con Fuerzas Armadas particulares en coordinación con los aliados militares. Francia y Alemania encabezan esta posición con el apoyo de España, Bélgica, Dinamarca, Luxemburgo y de forma ambigua por Italia y Grecia. Esta postura común de los gobiernos francés y alemán en el ámbito de la política exterior y de seguridad se vería truncada por las diferentes posturas mantenidas en los últimos años en relación a la ampliación de la OTAN hacia el Este. Mientras Alemania lo considera un aspecto fundamental para su seguridad, Francia no tiene tanta prisa y prefiere que se deje claro con anterioridad cuál va a ser el papel de la UE en la futura OTAN. Por ello preferiría, junto con España e Italia, que el proceso fuese más lento y que se mire prioritariamente hacia el Mediterráneo, considerando que es ahí donde se sitúan los focos de inestabilidad más graves del futuro.

 

La novedad de las intervenciones de paz OTAN fuera de su área

En cuanto al asunto de las operaciones fuera del área la cuestión es la siguiente: el artículo V del Tratado de la Alianza define el ámbito geográfico de actuación de la OTAN, circunscribiéndolo a los límites geográficos de los países miembros del Tratado. Por tanto, la OTAN se define a sí misma como una organización puramente defensiva. Todo ello tenía sentido en 1949 a la firma del Tratado y mientras se mantuvo el antagonismo durante la Guerra Fría, pero una vez desaparecida la Unión Soviética se evapora asimismo la legitimación que ofrece el argumento de la posible agresión. Es en este contexto de necesidad de nuevos argumentos que apareció Bosnia. A raíz del conflicto en los Balcanes se refuerza el debate sobre las operaciones fuera del área, decidiéndose en 1994 que la OTAN podría realizar operaciones militares fuera de los límites del artículo V, pero sólo para operaciones de mantenimiento de la paz.

En la cumbre de Bruselas de 1994 los EE.UU. pusieron sobre la mesa el concepto de Fuerzas Operativas Combinadas Conjuntas (FOCC), idea que no fue desarrollada en el momento debido a las discrepancias entre quienes podemos llamar simplificando aliancistas y europeístas. Y es en la cumbre de la OTAN que tuvo lugar en Berlín los días 3 y 4 de junio de 1996 que se llegó a un principio de acuerdo. Las FOCC se aprueban y quedan definidas como unas fuerzas multinacionales que se agrupan en función de la misión que vayan a desempeñar. Se acuerda además la formación de una Identidad de Seguridad y Defensa Europea (IESD) que permitiría a los países miembros de la UE realizar operaciones militares conjuntas con la infraestructura de la OTAN sin que la participación de los EE.UU. sea necesaria. Las FOCC son la piedra angular para el desarrollo de este proyecto, pues operarían bajo las órdenes de la UEO. Todo ello sobre el papel: sólo resta una transformación material efectiva de la OTAN que permita llevar los planes a la práctica. Y es ahí donde comienzan los problemas. De momento, la utilización de las FOCC por la UEO debería ser aprobada en cada caso por el Consejo Atlántico, donde los EE.UU. mantienen el derecho de veto, aunque una vez dado el visto bueno en determinadas situaciones el resto escapa a su control. Por otro lado, los Cuarteles Generales de las FOCC residirían en los actuales mandos regionales, y en este punto Francia y los EE.UU. se han enzarzado en una discusión por el mando Sur, con base en Nápoles, que actualmente poseen los EE.UU. sin pretensiones de ceder su soberanía; Francia no parece dispuesta a admitir tal situación ya que el Mediterráneo es su zona prioritaria de interés, habiendo amenazado con no llevar a cabo su anunciada reintegración en la estructura militar de la OTAN.

Francia abandonó la estructura militar en 1966, debido a su disconformidad con la hegemonía estadounidense en el seno de la Alianza. A finales de 1995, Francia comenzó su progresiva reintegracion. Ha sido el principal defensor de la necesidad de una política europea de defensa conjunta y en este sentido se manifestó el Embajador de Francia en España durante una conferencia en el CESEDEN el 29 abril de 1996, un mes antes de la cumbre de Berlín: «... para poder defender sus intereses y su lugar en el mundo, Europa debe dotarse de medios institucionales y operativos nuevos, sobre todo en el ámbito de la política exterior.» Desde el punto de vista francés, la caída del Muro ha hecho evidente «la necesidad de pasar del antiguo sistema de seguridad basado en una estrategia estática y exclusivamente defensiva a un sistema mucho más flexible, pragmático y activo, capaz si fuera necesario de comportamientos y acciones ofensivas.» Y es necesario «poder hacerlo de manera autónoma, porque Europa es a partir de ahora más directamente responsabale de su seguridad y de la estabilidad de su región. En efecto, ayer, América y Europa estaban unidas, estratégicamente emparejadas, según la expresión consagrada, por un lazo automático de seguridad, en el marco de la OTAN. Hoy, la nueva naturaleza de las crisis hace menos evidente este automatismo. Los europeos deben por tanto ser capaces, en caso necesario, de actuar sólos, y deben dotarse de los medios necesarios para ello.» Y para ello, Francia ha decidido reestructurar su sistema de defensa en dos frentes: la profesionalización del Ejército y la reestructuración de la industria de defensa. [3]

 

Ejército profesional y reestructuración de la industria de defensa europea

El 22 de febrero de 1996 Francia anunció su intención de profesionalizar sus Fuerzas Armadas para el 2002. Esta iniciativa sería rápidamente secundada por el Gobierno español: el 17 de abril PP y CiU anuncian haber llegado a un acuerdo para la supresión del Servicio Militar en un plazo de 6 años.

Respecto a la reestructuración de la industria de defensa europea, se trata de un asunto viejo. En 1976 se creó en el seno de la OTAN el Grupo Europeo Independiente de Proyectos (GEIP) con el objetivo de una «utilización más eficaz de los recursos de defensa europeos mediante una más estrecha cooperación entre los países miembros.» Los días 22 y 23 de noviembre de 1984 se llevó a cabo la primera reunión ministerial del GEIP en la que se decidió, entre otras cuestiones, «la importancia de mejorar el potencial de las naciones con industrias de defensa menos desarrolladas y proporcionar adecuadas compensaciones a aquellas naciones que opten por adquirir productos europeos» y «la utilización eficaz de los recursos en la base europea de industrias de defensa» mediante una «mayor disciplina para no lanzar un proyecto nacional de desarrollo cuando ya exista uno en otro lugar de Europa, nacional o en colaboración», y finalmente, el «estímulo al establecimiento de relaciones industriales europeas, para proyectos específicos y, si fuese posible, sobre una base más permanente.» [4]

Fruto de esta declaración de intenciones fue el famoso proyecto conjunto del Avion de Combate Europeo (EFA). El EFA nació en 1976 impulsado por Alemania, Gran Bretaña, Francia e Italia. En 1983 España se sumó al proyecto. La primera gran crisis se produjo en 1985 cuando Francia, a pesar de lo acordado en el comunicado de la reunión del GEIP en La Haya, anunció su abandono para fabricar su propio avión de combate, el Rafale de Dassault. Con la marcha de Francia, el proyecto quedó repartido de la siguiente forma: España participa con el 13% del capital y de los gastos a través de Construcciones Aeronáutica (CASA), Alemania aporta el 33% a través de Deutsch Aerospace (DASA), Gran Bretaña mediante British Aeroespace (BAe) colabora con otro 33%, y finalmente Italia aporta el 21% restante a través de Alemania. El motor del avión lo construye el consorcio Eurojet, en el que España participa igualmente con el 13% a través de la empresa Industrias de Turbo Propulsores (ITP), formada por CASA (12,75%), Bazán (12,75%), Sener (25,5%), Banco Bilbao Vizcaya (4%) y Rolls Royce (45%). En 1992 Alemania también estuvo a punto de abandonar el proyecto: los continuos aumentos del presupuesto original hacían que el Parlamento alemán se cuestionara el aprobar nuevas partidas presupuestarias.

El proyecto ha finalizado ya su etapa de investigación y desarrollo del prototipo, empezando la fase de producción en la que España va a gastar cerca de 1 billón de pesetas en los próximos años. Para ello el pasado 21 de octubre el Ministro de Defensa, Eduardo Serra, y el de Industria, Josep Piqué, anunciaron la firma de un convenio por el cual el Ministerio de Industria financiará en 1997 este proyecto y el de la fragata F-100 mediante créditos reembolsables: Industria presta el dinero a las empresas fabricantes CASA y Bazán, y cuando vendan el producto a Defensa (el primer avión se prevé para el 2001) devolverán el dinero (todo ello fue acompañado de la adecuada campaña propagandística en medios, mediante la cual esta operación se presentó como una buena noticia de cara a la reactivación de la economía y la lucha contra el desempleo).

Pero quizá lo más reseñable en lo que se refiere a la industria de defensa europea hayan sido los acuerdos y fusiones realizados en los últimos años en el sector. En este baile los principales actores han sido las empresas francesas del sector aeronáutico Dassault y Aeroespatiale, la británica BAe y las francesas del sector de la electrónica y telecomunicaciones Thompson y Matra. Hay que hacer notar que estos dos sectores industriales son de la máxima importancia en el ámbito militar y que suponen la punta de lanza en cuanto a investigación y tecnología.

A finales de 1996 BAe y Dassault llegaron a «un acuerdo de principio en un acuerdo de cooperación en aviones militares de próxima generación», que vendrían a sustituir al EFA y al Rafale. Además, «al margen de esta primera etapa de colaboración, las dos compañías estudian la posibilidad de un verdadero matrimonio de sus actividades de aeronáutica y defensa.» [5] Poco después, en febrero de 1996, el Gobierno francés lanzó la privatización de Thompson, grupo que cosnta de una sección de defensa (Thompson CSF) y otra de electrónica de consumo (Thompson Multimedia). La operación finalizó el pasado 16 de octubre, con la venta de Thompson a Matra (que venderá a su vez Thompson Multimedia a la coreana Daewoo), con lo cual se configura la segunda sociedad mundial especializada en tecnología militar, justo detrás de Lockheed-Martin-Loreal. Aparte de la compra de Thompson, Matra fusionó sus actividades en el sector de misiles con BAe en mayo de 1996, creando al 50% la sociedad Matra BAe Dynamics. En julio, el Gobierno francés anunció que Aeroespatiale (pública) y Dassault se fusionarían, con lo que conformarían el otro gran polo de la industria de defensa francesa. Además, Aeroespatiale y DASA llevan tiempo negociando programas conjuntos.

 

La gestación de la unión europea del armamento

El proceso, por lo tanto, está bien claro. De nuevo en palabras del Embajador francés en España durante la conferencia anteriormente referida, «la autonomía estratégica sólo puede ser garantizada si se dispone de su propia base tecnológica e industrial de defensa», y para ello «la industria europea de defensa debe de reestructurarse.» Y por si acaso aún quedan dudas, Jean-Yves Helmer, de la Délégation Génerale pour l'Armament (DGA) declaraba recientemente: «Hay que crear una Agencia Europea del Armamento (AEA). Es una iniciativa que no ha funcionado en el seno de la UEO y que, por tanto, hemos decidido impulsar bilateralmente, de acuerdo con Alemania. Esta iniciativa ha de concretarse antes del próximo 9 de diciembre, fecha de la próxima cumbre franco-alemana», en espera de que «el Reino Unido e Italia se sumen enseguida a este embrión de AEA y que Holanda y Bélgica lo hagan también relativamente pronto.» [6]

Parece que hay interés en ciertos sectores políticos, industriales y militares en potenciar la industria de defensa como motor económico. Esta postura es mantenida por el Gobierno español desde hace tiempo, y buena prueba de ello es el esfuerzo dedicado a este sector: en el periodo 1982-1992 el 47% de la inversión pública fue a parar a industrias del sector militar. Y así lo confirma el reciente acuerdo firmado por Defensa e Industria para financiar la construcción del EFA y la fragata F-100.

Concluyendo. El proceso de reestructuración que sufre el modelo militar tiene como móviles la necesidad de buscar nuevas formas de legitimación del aparato militar y el avanzado estado de integración alcanzado en Europa. Maastricht marcó el camino para la definitiva unión económica (veremos si pueden cumplir los plazos previstos), pero dejó sin definir otros aspectos relativos a una posible unión política. En marzo del 96 se constituyó en Turín una Conferencia Intergubernamental (CIG) para la revisión del Tratado de Maastricht. Los puntos a revisar son precisamente aquellos relativos a la integración política que no quedaron definidos en el 91: la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) y los temas relacionados con la Defensa, por un lado; la ampliación y la reforma de las estructuras políticas de la UE, por otro. Nos parece claro que Europa se está preparando para ser una potencia no sólo de orden económico, como ya lo es es la actualidad, y que en ese sentido se están tomando la decisiones adecuadas en el ámbito militar y de la defensa [7].


IV. BASES PARA UNA ALTERNATIVA NOVIOLENTA A LA DEFENSA MILITAR

Para delimitar previamente cuáles pueden ser los posibles modelos de defensa alternativos al militar en el futuro es necesario definir, previamente, en qué momento de la evolución de las políticas de defensa y en qué contexto histórico nos encontramos.

 

Aspectos del Estado español

Se puede resumir la evolución de la política defensiva en el Estado español en tres grandes momentos:

1.- En la época franquista el Ejército estaba ampliamente sobredimensionado y era ineficaz para las labores defensivas, pero orientado hacia el llamado enemigo interno, con el fin de controlar cualquier intento de contestación al régimen dictatorial. El papel de los militares excedía el terreno defensivo y se ampliaba hasta el intervencionismo descarado en la dirección política y social del conjunto de la sociedad.

2.- En la época de la transición se empezó a reformar la estructura militar con el fin de quitarle peso político y también para racionalizar la política de material y personal.

3.- En la época de gobierno del PSOE se ha continuado dicha reestructuración técnica y política y se ha dotado al Ejército de un nuevo campo de acción: el terreno internacional. Así, tras un tormentoso referéndum se integró el Estado español en la OTAN y se aumentaron progresivamente las acciones reales en territorio ajeno con nuestra aportación, entre otras, a las operaciones Tormenta del Desierto y en la actuación bajo la bandera ONU en la antigua Yugoslavia [8]. Esta evolución demuestra que es posible la reforma, incluso en profundidad, de la estructura defensiva en España, y que la única condición indispensable es que exista voluntad política para ejecutarla. Por lo tanto, a la vista de la evolución histórica en materia defensiva del Estado español, la postura que siempre ha calificado de imposible cualquier cambio que ha propuesto el movimiento pacifista, queda a su vez descalificada.

 

Aspectos internacionales

Además de la evolución que se ha desarrollado de forma somera en el apartado anterior, también son importantes los cambios en la situación internacional que hemos enfocado de manera más amplia en el capítulo previo, y que ahora resumimos en los aspectos que más nos interesan de cara a nuestras conclusiones posteriores:

Los últimos años se pueden considerar una época de transicion y de indefinición, con la consiguiente crisis de valores. Se parte de un mundo en constante peligro de guerra nuclear y de destrucción total por alguna de las superpotencias y con una profunda guerra de desgaste basada en diferencias ideológicas. Y actualmente nos encontramos en mundo en el cual los expertos en política nos presentan un futuro altamente incierto, no ha disminuido el peligro nuclear (antes bien, se ha magnificado en algunos aspectos al encontrarse el armamento nuclear repartido entre más manos y regímenes no muy estables), el enfrentamiento meramente ideológico ha dejado paso a la explosión de los latentes conflictos étnicos, religiosos, y sobre todo al conflicto Norte-Sur o ricos-pobres.

En el ámbito defensivo, estos años que vivimos son inciertos porque se están redefiniendo las bases que daban sentido y utilidad a la defensa militar: el garante del papel de los Estados y de las soberanías nacionales. En esta época el papel omnipotente y omnipresente del Estado es cuestionado desde cuatro ángulos distintos:

por los nacionalismos internos que rebelan que aquello que se nos presentaba en la historia reciente como monolítico esconde en ocasiones una realidad muy plural y conflictiva, que hay que aprender a respetar y a articular de manera constructiva;

por los proyectos de uniones supraestatales (UE, OTAN, protagonismo de la ONU en acciones militares y/o humanitarias), que necesitan la superación de valores y objetivos defensivos militares clásicos como son el concepto de Patria y la defensa a ultranza de las fronteras;

por el papel cada vez más importante de las multinacionales que defienden intereses particulares apoyándose en los Estados, o actuando al margen de ellos, e incluso por encima de ellos, haciendo en muchos casos que conceptos como la soberanía popular expresada a través de los mecanismos de la democracia representativa a nivel de Estado-Nación sean poco más que papel mojado;

por la emergencia de un nuevo tipo de actor nacional e internacional como son las organizaciones no gubernamentales (ONGs) que articulan, mediante prácticas y con significaciones políticas muy plurales, nuevos intereses legítimos de la sociedad que se expresan en gran medida al margen de los designios estatales.

En conclusión, el garante por antonomasia del Estado, y el Ejército lo es, se encuentra en una situación de profunda crisis de identidad, definición, expectativas y, lo que es más grave, de utilidad.

Uno de los resultados de todos estos procesos históricos es el planteamiento, tanto desde la estructura militar como desde la sociedad civil, de las siguientes preguntas: ¿qué es lo que hay que defender y cómo hay que defenderlo? Y como consecuencia de la respuesta que se dé a esta pregunta, ¿cuál es la utilidad del Ejército y del militarismo?.

Volviendo a circunscribir nuestras reflexiones al ámbito del Estado español, el proceso de reflexión realizado dentro de los ejércitos y del propio Ministerio de Defensa llega a la conclusión de que

«la nueva estrategia militar parte de la premisa básica de que España no tiene enemigos. No obstante, se insiste en la necesidad de mantener una adecuada capacidad militar para hacer frente a las exigencias derivadas de la seguridad nacional y actuar colectivamente en la defensa común de Europa.» [9]

Sin embargo, se pone especial énfasis en redefinir la función de la Fuerzas Armadas de manera que, según el ex-Ministro de Defensa Julián García Vargas en la Comisión de Defensa del Congreso,

«debe orientarse a la gestión de crisis internacionales que pueden afectar a los intereses vitales propios o poner en riesgo la estabilidad internacional», y así «la inestabilidad que vemos a nuestro alrededor nos obliga a centrarnos en tareas de gestión de crisis limitadas que comprenden tanto operaciones de mantenimiento como de imposición de paz, entendida ésta como la acción para detener a un agresor.» [10]

De este paradójico análisis en el que no se reconocen enemigos, pero se preven inestabilidades y crisis, sin delimitar cuáles son, surgen por arte de birlibirloque la necesidad de mantener el Ejército, de profesionalizarlo, de dotarlo con mejoras técnicas, etc.

Si se ahonda un poco más se descubre que es el flanco Sur el que proporciona los mayores focos de inestabilidad y posibles conflictos. Son países como Marruecos, Argelia, Túnez y Libia los posibles agresores y/o enemigos potenciales como señala el propio Ministerio de Defensa: «el Mediterráneo es un escenario inquietante para la paz y la seguridad de Europa por su virtual conflictividad.» [11]

Pero si realmente queremos profundizar en lo que sería el núcleo del conflicto entre el Estado español y los países del Norte de Africa, conviene que estudiemos atentamente la siguientes tablas comparativas, cuyos datos están tomados del Informe sobre Desarrollo Humano 1994 del Programa de las Naciones Unida para el Desarrollo (PNUD):

PAÍS Población 92 PNB 92 (Millones dólares) PNB 92 per cápita (dolares)
España 39.077.000 547.947 14.020
Libia 4.873.000 30.000 6.300
Túnez 8.405.000 14.615 1.740
Argelia 26.375.000 48.326 1.830
Marruecos 6.269.000 27.210 1.040

 

PAÍS   Índice de desarrollo humano Esperanza de vida al nacer % de alfabetización de adults
España 1993 0'923 77'0 97'5
  1994 0'888 77'4 98'0
Libia 1993 0'658 61'8 63'8
  1994 0'703 62'4 66'5
Túnez 1993 0'600 66'7 65'3
  1994 0'690 67'1 68'1
Argelia 1993 0'528 65'1 57'0
  1994 0'553 65'6 60'6
Marruecos 1993 0'433 62'0 49'5
  1994 0'549 62'5 52'5

La conclusión que fácilmente se deduce es que el verdadero conflicto es la diferencia entre las difíciles condiciones de vida de los países norteafricanos y las cómodas condiciones generales del Estado español. Así, el conflicto que toma relevancia no es el que enfrenta a las Fuerzas Armadas de dos Estados, sino las desigualdades políticas, económicas y sociales que existen entre dos sociedades. Dichas desigualdades tienen unas causas históricas y son, ciertamente, generadoras de conflictos. Pero lo que no es verdad es que la manera de solventar estos conflictos tenga que pasar obligatoriamente por el uso de las armas y de los ejércitos, ni tampoco se entiende entonces que en gran medida el desarrollo de nuestra industria militar nacional y europea se apoye precisamente en el mantenimiento de algunos de estos mismos países, que son nuestros «enemigos o focos potenciales de conflicto», como clientes de tan siniestro negocio [12].

 

Hacia un nuevo concepto de defensa

Esta conclusión y este análisis nos exige un cambio paradigmático de nuestro habitual concepto de defensa. Dicho cambio requiere otras coordenadas de referencia a las cuales no estamos acostumbrados y esto, en primera instancia, nos lleva generalmente a rechazar estas conclusiones derivadas del análisis de los datos, aunque en el fondo la sepamos lógicas y coherentes. Normalmente tendemos a engañarnos y a buscar excusas del tipo «es un análisis correcto, muy bonito, pero desde una postura muy utópica» para despreciar esta manera de discurrir y poder volver a la tranquilidad de nuestros viejos esquemas de análisis en los que nos moveremos con más comodidad.

Sin embargo, lo que viene a continuación es el mismo análisis... pero realizado por un organismo tan poco sospechoso de albergar deseos desestabilizadores como es el ya mencionado PNUD:

 «El concepto de seguridad se ha interpretado en forma estrecha durante demasiado tiempo: en cuanto a seguridad del territorio contra la agresión externa o como protección de los intereses nacionales en la política exterior o como seguridad mundial frente a la amenaza de un holocausto nuclear. La seguridad se ha relacionado más con el Estado-Nación que con la gente. Se dejaban de lado la preocupaciones legítimas de la gente común que procuraba tener seguridad en su vida cotidiana. Para muchos, la seguridad simboliza la protección contra la amenaza de la enfermedad, el hambre, el desempleo, el delito, la represión política y los riesgos del medio ambiente.

»En definitiva, la seguridad humana se expresa en un niño que no muere, en una enfermedad que no se difunde, en un empleo que no se elimina, en una tensión étnica que no explota en violencia, en un disidente que no es silenciado. La seguridad humana no es una preocupación por las armas: es una preocupación por la vida y por la dignidad humanas.

»La idea de seguridad humana, aunque simple, probablemente constituirá una revolución en la sociedad del siglo XXI. Una consideración del concepto básico de seguridad humana debe centrarse en cuatro de sus características esenciales:

La seguridad humana es una preocupación universal. Es pertinente a la gente de todo el mundo, tanto en países ricos como en países pobres. Hay muchas amenazas que son comunes a toda la gente, como el desempleo, los estupefacientes, el delito, la contaminación y las violaciones de los Derechos Humanos. Su intensidad puede variar de un lugar a otro, pero todas esas amenazas contra la seguridad humana son reales y van en aumento.

Los componentes de la seguridad humana son interdependientes. Cuando la seguridad de la población está amenazada en cualquier parte del mundo, es probable que todos los países se vean afectados. El hambre, la enfermedad, la contaminación, el tráfico de estupefacientes, el terrorismo, los conflictos étnicos y la desintegración social ya no son acontecimientos aislados, confinados dentro de las fronteras nacionales. Sus consecuencias llegan a todo el mundo.

Es más fácil velar por la seguridad humana mediante la prevención temprana que con la intervención posterior. Por ejemplo, los costos directos e indirectos del virus de inmunodeficiencia humana (SIDA) ascendían a unos 240.000 millones de dólares en el decenio de 1980. Unos pocos miles de millones de dólares invertidos en la atención primaria a la salud y en la educación en planificación familiar podrían haber ayudado a contener la difusión de esta enfermedad mortal.

La seguridad humana está centrada en el ser humano. Se preocupa por la forma en que la gente vive en una sociedad, la libertad con la que puede ejercer diversas opciones, el grado de acceso al mercado y a las oportunidades sociales, y la vida en conflicto o paz.» [13]

En definitiva, se hace necesario conformar una concepción de la defensa novedosa y que realmente sea alternativa a los distintos modelos de defensa militar existentes (como son la defensa nuclear, la defensa militar periférica o en profundidad, las defensas no ofensivas, la defensa popular de guerrillas o las moderna guerras de baja intensidad, e incluso cualquier modelo militar que se nutra de soldados de reemplazo o de voluntarios). Estos modelos no son más que distintas maneras puntuales de ejecutar la misma política basada en el uso de la fuerza o en la amenaza de su usos, vienen legitimados por la posibilidad de un hipotético enemigo externo, sostenidos por una política exterior agresiva y competitiva en unas relaciones económicas que fomentan la dependencia y la pobreza.

 

La alternativa de defensa noviolenta: la defensa popular noviolenta

Desde el sector noviolento del movimiento pacifista llevamos años propugnando e intentando desarrollar tanto de forma teórica como en la práctica una alternativa a la defensa militar que denominamos defensa popular noviolenta (DPNV). Lejos de rehuir el debate social y político de la defensa de la sociedad, el movimiento pacifista noviolento lo potencia y lo asume como un área de trabajo en la que quiere desarrollar una línea de pensamiento teórico y una práctica política coherente que sea asumible y realizable por el conjunto de la sociedad.

Generalmente, la necesidad de configurar una alternativa a la defensa militar incluso por parte de grupos sociales de base se ha entendido como una obligación de responder de manera diferente a las agresiones y enemigos conceptualizados desde una perspectiva militarista, por ejemplo: cómo responder con actitudes no violentas o con formas de organización no militarizadas a la agresión de un ejército enemigo. Esta perspectiva conlleva multitud de paradojas y contradicciones, en tanto que deja incontestado uno de los aspectos fundamentales de cualquier concepto global de la defensa, a saber: cuáles son los verdaderos enemigos de las sociedades, de qué hay que defenderse. La DPNV parte de la necesidad real que tiene la sociedad de defender sus intereses, y plantea un cambio paradigmático en la concepción de la defensa. En línea, por ejemplo, con los recientes planteamientos sobre «seguridad humana» del PNUD que anteriormente visitábamos, la idea de defensa que se plantea desde la DPNV es la de defender los logros y derechos sociales, políticos y económicos que ha conseguido la Humanidad a lo largo de su desarrollo histórico.

Pero además, respondiendo a la segunda cuestión importante que plantea cualquier concepto de sistema defensivo, es decir, cómo debemos o podemos defendernos, el planteamiento metodológico de la DPNV opta por la noviolencia como la manera más coherente y positiva de intervenir en los conflictos. Desde esta perspectiva, la acción noviolenta no se entiende (nunca se ha entendido así, por cierto) como pasividad y sumisión ante las injusticias, sino como una forma de hacer aflorar los conflictos que generan violencia y de tratarlos de manera constructiva.

Los conflictos bélicos suelen ser la llamativa punta del iceberg de muchísimas tensiones y/o injusticias de todo tipo que se unen y potencian para estallar en un momento determinado. El movimiento pacifista noviolento es consciente de que la única esperanza de acabar con las guerras es colaborar en analizar y proponer medidas alternativas para los conflictos que las generan. Por lo tanto, la DPNV quiere abordar los conflictos en su raíz y no sólo sus manifestaciones puntuales o coyunturales. Por ello, existe una preferencia en la DPNV por realizar trabajos en todos aquellos conflictos generados por causa de la violencia estructural, esto es, por la violencia económica, política y social, que es la forma de violencia prioritaria generada por las estructuras del propio sistema en que nos encontramos (o generaría cualquier otro sistema) [14].

En cambio, los Estados, los ejércitos y los gobiernos se empeñan en desviar la atención y el debate hacia aquellos conflictos que ya han estallado violentamente. Nos los presentan como inevitables y en ellos encuentran la autojustificación de la existencia de los ejércitos y del militarismo. Pero el análisis de los casos haitiano, somalí, ex-yugoslavo, por citar tan sólo unos pocos ya acaecidos -o bien podríamos aventurar una reflexión sombría, con el deseo de equivocarnos: predecir asimismo aquellos casos, como el conflicto saharaui, donde el estallido violento del conflicto por la desidia internacional es un hecho anunciado-, nos lleva a concluir que una vez que la crisis ha culminado en guerra, es muy posible que se haya sobrepasado el punto de no retorno. Normalmente los contendientes no tienen ya ninguna esperanza de poder conseguir sus reivindicaciones por medios pacíficos y, lo que es peor, consideran que no existen cauces democráticos y cooperativos que les sean de utilidad porque sólo han sido educados en la resolución de conflictos por métodos violentos. En dichos momentos es muy difícil una intervención constructiva, y es entonces cuando se reconoce que la mejor actuación hubiese sido la preventiva. Y además, se reflexiona que esa acción preventiva hubiese debido ejecutarse sobre las desigualdades o injusticias (pobreza, deterioro medioambiental, incapacidad de libre ejercicio de derechos políticos y sociales, etc.) que son la base y causa última de los conflictos.

Desde este enfoque carece de sentido que el debate se centre generalmente de forma casi exclusiva en si tienen legitimidad o no las revoluciones violentas, o si son efectivas y legales las intervenciones militares de los Cascos Azules de las Naciones Unidas. Estos planteamientos son meros fuegos de artificio que pretenden desviar la atención de lo fundamental: hay que ser conscientes de que los conflictos humanos se reproducirán a lo largo del tiempo. Sin embargo, sí es posible modificar la manera de abordarlos buscando formas noviolentas y constructivas. Y, por último, es necesario asumir que los conflictos tienen bases definidas en las desigualdades sociales, políticas y económicas. Una prueba palpable y reciente de todo ello es el caso zapatista, donde la revuelta armada ha dejado sitio en el centro de los esfuerzos a las acciones diplomáticas, de negociación, de difusión y de autoorganización no para conquistar el poder político institucional mediante formas de organización verticales, sino para garantizar la autonomía de los colectivos y las gentes y para mejorar sus condiciones de vida.

Desde la DPNV se aboga por una intervención preventiva en los conflictos. De esta manera se pretende evitar que estalle la violencia o que ésta aumente, generando la progresión en la espiral de la violencia que definieron Gandhi y Luther King.

Este compromiso para abordar y paliar las situaciones que originan los conflictos, es decir, la violencia estructural, sólo es posible si se consigue fomentar que todos los individuos de nuestras sociedades intervengan de manera participativa e igualitaria en el asunto de la defensa. Es decir, que los ciudadanos y ciudadanas participen de manera noviolenta y constructiva en la defensa de sus derechos y libertades, y en la mejora de los mismos. Uno de los objetivos básicos de la DPNV es popularizar la defensa. Pero popularizar la defensa no en el sentido que pretenden las campañas recientes de nuestros gobiernos -asumir de forma entusiástica y con muestras de adhesión incondicional y acrítica las directrices de defensa militarista diseñadas de forma vertical por un grupo selecto de expertos cuyas deliberaciones y gran parte de sus actuaciones permanecen en la sombra, ajenas al control popular-, sino por el contrario: popularizar la defensa en el sentido de que todas las personas conozcan y participen abierta y democráticamente en la definición de los objetivos y de la metodología básica de la política de defensa. Defensa de las libertades, defensa de los derechos, defensa de una mejora en las condiciones de vida. El secretismo militar configura una élite que toma las decisiones sin consultar y sin poder ser inspeccionada por la ciudadanía. De esta manera se consigue el desinterés de la sociedad y la delegación continuada en un tema tan crucial, o bien las adhesiones acríticas y en absoluto participativas y democráticas.

En este sentido de trabajar contra el secreto militar, es de destacar la campaña «Por la transparencia en el comercio internacional de armas» que actualmente están promoviendo Amnistia Internacional, Greenpeace, Intermón y Médicos sin Fronteras, cuya finalidad es solicitar que se hagan públicos los negocios de importación y exportación de armamentos que realiza el Estado español para que la sociedad pueda analizarlos y decidir sobre su utilidad o inutilidad y su respeto o violación de los Derechos Humanos. Esta iniciativa representa un primer paso de lucha noviolenta de la sociedad para defender el derecho a estar informada acerca del gasto destinado al apartado defensivo militar. También es importante, y un paso más en cuanto a compromiso personal y social, la campaña pro Objeción Fiscal al Gasto Militar que desvía una parte del dinero destinado al Ministerio de Defensa, dirigiendo el tanto por ciento correspondiente al mismo en nuestra propia declaración de la renta a un destino social gestinado por ONGs que luchan por un concepto de defensa no militarista, defensa de los derechos, las libertades y la justicia, defensa de la paz y de la solidaridad.

Estos ejemplos demuestran que la DPNV no es una construcción quimérica ni irreal, sino que es una acción política comprometida y solidaria que tiene lugar aquí y ahora, en la realidad cotidiana, rindiendo algunos frutos observables. Por ejemplo: no se puede dudar de que la mentalidad de la juventud ha cambiado en lo referente a la defensa militar; si hace tan sólo 20 años se pensaba que el Servicio Militar era un deber irrenunciable y el Ejército una realidad inamovible, ahora un porcentaje considerable de los jóvenes y las jóvenes no sólo opina que no es la mejor manera de defender los intereses de la sociedad, sino que, además, un número considerable objetan al Servicio Militar, esto es, se comprometen en una campaña de no colaboración que, incluso, acaba en ocasiones adoptando actitudes de desobediencia civil, pública y colectiva, afrontando duras penas represivas, encarcelamientos e inhabilitaciones: la insumisión. La desobediencia civil antimilitarista ha sido también durante los últimos años, en el Estado español, un ejemplo clave de defensa social alternativa: defensa frente al militarismo como agresión a la sociedad incluso en situaciones de ausencia de guerra. No se puede obviar que todo esto representa un cambio en la concepción de la defensa por parte de la juventud. Tampoco se puede negar que, a la vez, es una acción política coordinada que propone análisis y alternativas a la sociedad desde la solidaridad y la legitimidad, y las propone no exclusivamente en la teoría, sino desde la práctica.

Por lo tanto, la actual alternativa a la defensa militar no es tan sólo oposición y crítica, sino que muchas organizaciones no gubernamentales y otros colectivos sociales y grupos de personas plantean al gobierno y a la sociedad alternativas constructivas y efectivas en muchos campos de la vida política y social. Otro ejemplo es la labor que han realizado las personas activas en la Plataforma 0'7%. Su reivindicación era una lucha en defensa de aquello que les importaba, la forma de colaborar a un desarrollo del Estado español basado en principios cooperativos. Su acción fue noviolenta y de diálogo, buscaban actuar de forma preventiva sobre una posible causa del subdesarrollo del llamado Tercer Mundo, esto es, el orden económico internacional que sólo lucra a los países que se llaman desarrollados. Ejemplos como éste son habituales y seguramente si cada persona analizase las actividades de los movimientos sociales en los cuales incluso puede que participe, descubriría que en muchos casos ya se están realizando acciones concretas para defender aquello que realmente interesa y que, por lo tanto, son alternativas noviolentas reales, eficaces y actuales a la política de defensa militar.

Los antimilitaristas y las antimilitaristas estamos acostumbradas a que se nos interpele sobre qué alternativa ofrecemos al modelo de defensa militar contra el cual trabajamos. Y sentimos extrañeza cuando esta interrogación escéptica proviene de personas, colectivos que ya están trabajando no en negativo, sino en positivo, desarrollando un modelo de defensa alternativo en su raíz al modelo militar. Algunos movimientos sociales son, somos como aquél que hablaba en prosa y no lo sabía. Estamos colaborando ya en la construcción de una alternativa de defensa noviolenta, pero quizá no seamos conscientes de ello por nuestra propia rigidez a la hora de enfocar determinadas cuestiones [15].


REFERENCIAS

[1] Ver Santiago Almiñana: "Insumisión y Nuevo Código Penal", El Viejo Topo, nº92, enero de 1996.

[2] Para que este aspecto no quede sin matices, véase la documentada investigación de Xabier Agirre Aranburu: La misión militar en Bosnia y el fiasco de UNPROFOR, edición ciclostilada de SOS Balkanes, Donostia, 1995; ampliada en el "Yugoslavia y los ejercitos. La legitimidad militar en tiempos de genocidio" en Los Libros de la Catarata. Sobre las tensiones entre los intereses no siempre conciliables de los EE.UU. y la UE en su pugna por el nuevo modelo de defensa militar internacional y su proyección en el marco del conflicto en los Balcanes, véase James Petras y Steve Vieux: "Bosnia and the revival of US hegemony", en New Left Review, nº 218, julio/agosto 1996.

[3] Conferencia del Embajador francés en España André Gadaud en el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN) el 29 de abril de 1996; publicada por la Secretaría General Técnica del Ministerio de Defensa en el Boletín del CESEDEN, nº 245, 1996. Los subrayados son nuestros.

[4] Declaración Ministerial del Grupo Europeo Independiente de Programas (GEIP), La Haya, 22 y 23 de noviembre de 1984. El subrayado, nuestro.

[5] Negocios, 14 de diciembre de 1995.

[6] El País, 20 de octubre de 1996.

[7] Hemos circunscrito a Europa los análisis y reflexiones de este apartado. Por si alguien tuviese interés en conocer aspectos relativos al ámbito de los EE.UU., y para el lector o lectora que no encuentran sentido a continuar hablando de militarismo y de complejo militar-industrial en la era de las tecnologías limpias, en las utopías tecnocráticas de las sociedades de la información, y escépticos respecto de la influencia de los renovados procesos de militarización social en la vida cotidiana y los espacios de vida de las personas, se recomienda visitar, por ejemplo, Manuel Castells: «Alta Tecnología y la transición del Estado del Bienestar urbano al Estado militarizado suburbano», en La ciudad informacional. Tecnologías de la información, reestructuración económica y el proceso urbano-regional, Alianza Editorial, Madrid, 1995, págs. 323-425: «La transformación del Estado en sociedades capitalistas avanzadas ejerce efectos fundamentales en la conformación de procesos urbanos y regionales. La crisis del Estado del bienestar urbano y el ascenso del nuevo Estado militarizado han alterado profundamente la estructura de ciudades y regiones en diferentes países y especialmente en los Estados Unidos. Esta transformación es un fenómeno político en su origen, caracterizado por el declive de la coalición del New Deal y el surgimiento de nuevas élites regionales y un nuevo bloque del poder, basado en la alianza empresarial multinacional y la clase media técnico-ejecutiva... Entramos en una nueva era política que está dominada en sus etapas iniciales por lo que llamo el Estado militarizado, aunque su desarrollo futuro pueda verse conformado y transformado por nuevos movimientos sociales y agentes políticos aún por entrar en escena... [L]as nuevas tecnologías constituyen un factor importante en esta transformación del Estado, aunque no constituyen su origen. El reto tecnológico puesto ante las instituciones del Estado militarizado se ha encontrado con una apropiación masiva de recursos científicos y económicos para la construcción de un nuevo sistema de defensa que saltará sobre el equilibrio estabilizado para adquirir una superioridad militar... [E]l ascenso de un Estado militarizado tecnológicamente orientado posee una forma definitivamente suburbana en el borde de las grandes áreas metropolitanas en regiones en expansión... Militarización, desarrollo de alta tecnología y suburbanización parecen ser procesos relacionados muy próximamente en las específicas condiciones de los Estados Unidos y como consecuencia de las políticas asociadas al ascenso del Estado militarizado... que está relacionado con la generalización de la lógica de la seguridad militar en lugares de trabajo y residencia de una buena parte de la élite tecnológica. Este proceso tiene como resultado un mayor distanciamiento social entre estos exclusivos espacios suburbanos y las sociedades locales que los rodean. Las ciudades se vuelven más segregadas internamente, no sólo social, sino cultural y funcionalmente... El Estado del bienestar nació en los hornos candentes de las grandes ciudades centrales. El Estado militarizado se expande sobre un espacio amplio de distancia y silencio» (los subrayados son nuestros). Sigue siendo recomendable consultar asimismo E. P. Thompson y Ben Thompson: La guerra de las Galaxias, Crítica, Barcelona, 1986; edición castellana y prólogo de Rafael Grasa.

[8] Véase Misiones de paz. Militares españoles en el mundo. 1979-1991, edit. Ministerio de Defensa, Madrid, 1991. Se trata de una lujosa edición que da cuenta de una manera propagandística y enfática de la participación de militares españoles en tareas de pacificación... como es el caso de la Guerra del Golfo Pérsico.

[9] Revista Española de Defensa, nº 73, edit. Ministerio de Defensa, marzo 1994; pág. 14. Énfasis nuestro.

[10] Revista Española de Defensa, nº 68, edit. Ministerio de Defensa, octubre 1993; pág. 12.

[11] Revista Española de Defensa, nº 73, edit. Ministerio de Defensa, marzo 1994; págs. 14 y 15.

[12] Véase Vicenç Fisas: Secretos que matan, Icaria, Barcelona, 1995; en las págs. 47-52:

«Desde 1988 se han firmado contratos o se ha entregado material militar [a Marruecos] por valor de 60.000 millones de pesetas. ENASA suministró camiones y blindados BMR-600; Bazán exportó seis patrulleras, un simulador de tiro y repuestos para cañones; Explosivos de Burgos sirvió munición; Sainco, un simulador táctico naval; CASA proporcionó siete aviones de transporte, y la firma IVECO-Pegaso suministrará camiones militares. Están en fase de negociación importantes contratos, por un valor superior a los 40.000 millones de pesetas.

»Desde 1988, Marruecos libra una guerra con el Frente Polisario para hacerse con el control del Sahara Occidental, y ha entorpecido la celebración de un referéndum, bajo los auspicios de las Naciones Unidas, en esa zona. En 1988 presentaba un índice de gastos militares equivalente al 4'2% del PIB. Es decir, un nivel de militarización bastante elevado.

»A finales de año, Marruecos no había firmado el Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. En cuanto a la Convención contra la Tortura, ha formulado la reserva de que no reconoce la competencia del Comité contra la Tortura para examinar información fiable que parezca indicar que la tortura se practica sistemáticamente y para emprender una investigación confidencial si ello está justificado...»

[13] Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo: Informe sobre desarrollo humano 1994, capítulo 2: «Nuevas dimensiones de la seguridad humana», Fondo de Cultura Económica, México, 1994. Los subrayados son nuestros.

[14] Durante la década de los 80 se ha definido ampliamente el concepto violencia estructural. Uno de los autores más conocidos a este respecto es Johan Galtung: Sobre la paz, Fontamara, Madrid, 1985.

[15] Pueden complementarse algunos de estos aspectos visitando también el monográfico sobre Alternativas de Defensa elaborado por Utopía Contagiosa para la revista Mambrú (Mambrú: Apartado 1286, 50080 Zaragoza; Utopía Contagiosa: Animas, 3-4ºA, 28911 Leganés, Madrid); el libro coordinado por Tritón a partir de contribuciones de varios colectivos: Gasto Militar y Alternativas Sociales. Un análisis del Gasto militar y las propuestas de los Movimientos Sociales, 1997 (Tritón: Apartado 13, 28901 Getafe); y Gonzalo Arias (ed.): Proyecto político de la Noviolencia, Nueva Utopía, Madrid, 1995.


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