ENTREVISTA A EDUARDO SERRA


Rafa Ajangiz

¿Que cómo va la profesionalización del Ejército? Bien, muy bien, como España, porque España va bien. Cada vez hay más objetores, majos chicos, de los 93.000 de 1996 a los 127.000 de 1997 y este año vamos camino de un incremento del 40%. No son un problema, no. En realidad nos están haciendo un favor, porque en el Ejército no sabríamos que hacer con ellos, sobran en nuestro diseño. Por eso estamos haciendo lo imposible para agradecérselo, a los insumisos también excedente de cupo, amnistía para los que llevan más de tres años esperando, nueve meses de PS en lugar de trece, indultos para los insumisos, menos inhabilitación, nada de cárcel, ni para los insumisos en los cuarteles...

Tenemos soldados suficientes, si, de sobra con los 90.000 de este año. Acabamos de decidir un máximo de 170.000 efectivos y a cualquiera le salen las cuentas: 90.000 X 9 meses = 67.500 + 32.000 soldados pagados al día de hoy + 50.000 mandos = 170.000. Exactamente. ¿Los voluntarios remunerados? Nos llegan a montones. Y eso que este año es muy importante para nosotros, que vamos a contratar a 18.000 cuando hasta ahora íbamos a 3.500 netos por año. Y el año que viene otros 17.000 y así, año tras año hasta el 2003. Es cierto que el número de solicitudes por plaza ha caído del 6,46 en 1996 al 3,98 en 1997 y al 2,60 en la primera convocatoria de este 1998 y que las unidades centrales en nuestro diseño, los bravos paracas, los aguerridos legionarios, sólo han recibido una solicitud por plaza, pero mucho mejor así, facilita mucho la selección y nos evita el disgusto de decirle que no a un magnífico muchacho o a una simpática señorita, que también las tenemos.

¿Presupuesto? Muy bien, gracias. Para este 1998 conseguimos aumentarlo en 27.437 millones y para el año que viene aumentaremos otro tanto si la estructura del gasto público nos deja. Es complicado, ¿sabe? La unión monetaria nos exige reducir aún más el gasto público y, en cualquier caso, está tan ajustado por capítulos que no podemos hacer grandes trasvases entre ministerios. ¡Bastante ha sido que Industria se solidarice con nosotros y nos pague el Eurofighter, las fragatas, los Leopard...! Lo ideal sería incrementar progresivamente el presupuesto para llegar a 1,25 billones pero por ahora no lo vemos muy claro. Confiamos en que la economía siga bien y que podamos sacar de alguna parte las 93.605 brutas que hemos prometido a los 120.000 soldados que queremos contratar. No es mucho, lo sabemos, pero mejor así, ese sueldo garantiza soldados vocacionales y no aprovechados que quieren vivir del Estado sin dar ni golpe.

Nos gustaría consensuar nuestro proyecto con el máximo de fuerzas políticas posible. Pero es que no se avienen a razones y piden imposibles. Mucho electoralismo es lo que hay. Si no fuera por los catalanes... La verdad es que fue brillante su idea de ofrecer el fin de la mili como justificación pública de un Pacto de Gobierno de contenidos muy poco vendibles. Aunque en menuda nos hemos metido, porque siguen apretando con esto de la profesionalización para seguir tirando de la cuerda. No conseguimos acordar con ellos ni el total de efectivos ni el gasto militar. Esta indefinición me carcome un poco pero igual nos viene bien si las condiciones no nos permiten llegar al objetivo.

Estamos mirando al futuro, que es lo nuestro, porque tenemos muchas legislaturas por delante. Y el futuro es un Ejército integrado, admirado por la sociedad, normalizado. No como hasta ahora, con ese pasado tan problemático. Porque en el fondo ese es el problema, si no había suficientes soldados o presupuesto era porque la sociedad no sentía al Ejército como algo suyo. Al final, aunque parezca mentira, hay una razón democrática en la viabilidad de nuestro proyecto. Pasa en todas partes: todos los Ejércitos han tenido problemas de reclutamiento en sus momentos de baja credibilidad. Por eso, ahora nuestro objetivo único es disolver en la medida de lo posible ese heredado divorcio entre Fuerzas Armadas y sociedad. Y por eso estamos promocionando hasta la saciedad el nuevo modelo de Ejército, con esa publicidad masiva sobre las plazas que ofertamos, con muchas noticias sobre cómo nos van las cosas, sobre las muchas cosas que hacemos ¡fíjese! en los dos útimos meses hemos conseguido meter en los periódicos una noticia cada día, con el inminente programa sobre las beldades del Ejército que estamos a punto se sacar en TVE, con la imagen tan bonita de las mujeres en el Ejército, con nuestro flamante programa escolar, etc. El mecanismo más eficaz para normalizar el Ejército es habituarnos a él.

Y, ya que estamos entre amigos, le voy a decir algo: también es esencial evitar todo tipo de conflicto al respecto, mal favor le haríamos al nuevo Ejército si naciera entre disputas. Bueno, reconozcámoslo, la situación de la conscripción es hoy en día un absoluto desastre, un caos, descontrol total, y la verdad es que no tenemos suficientes soldados y que la gente anda haciendo cálculos para no pringar y que los que están con prórrogas objetan en cuanto se las quitamos, y que la PS está bloqueada, y además están esos insumisos que se cuelan en los cuarteles, y... Pero, ¿para qué vamos a meternos en ese follón si en el fondo es incontrolable, si sólo nos va a dar disgustos, y todo para algo que se acaba en dos días? Es mejor callar, contemporizar, ceder al escaqueo, incluso adelantar el fin de la mili con tal de evitar que el Ejército se vea envuelto en movidas como las que tanto mal le han hecho durante estos años. Mejor que no haya movidas, algo hemos aprendido del PSOE. Porque, en definitiva, las movidas actúan sobre lo simbólico, sobre el vínculo entre Fuerzas Armadas y sociedad que nosotros necesitamos estrechar.

La cosas están bien como están, y bien visto, lo que pasa hoy no constituye una amenaza real para el futuro de nuestro proyecto. Se silencia y punto. Nos haría mucho más daño que los sectores que se dicen progresistas en esta sociedad se unieran en una demanda común de abolición del Ejército y destapasen la lógica que nos asiste a los que mandamos: acumular poder y acumular capital, vivir de la desigualdad. Que esos sectores fueran capaz de coordinar sus discursos y acciones y que sobre cuestiones concretas, hoy el gasto, mañana el paro, al otro la solidaridad con el Sur, etc., pudieran terminar convenciendo a la sociedad de que apuntarse o sostener lo militar es una aberración y que todo nuestro proyecto se viniera abajo por falta de soldados y que cada medida fuera automáticamente una polémica. Calladitos y divididos están mucho mejor. Porque la verdad es que no las tenemos todas con nosotros, hoy el Ejército es un gigante con pies de barro, y la crisis que hemos abierto puede desembocar en el éxito, en un Ejército creíble y fuerte, o en el fracaso, en un Ejército desestructurado y cuestionado. ¡Pueden pasar tantas cosas! ¡Hay tantas variables en juego! ¡Las ganas que tengo de que pasen diez años y al menos esa amenaza no se materialice, de que el movimiento antimilitarista termine siendo tan incapaz de movilizar y convencer como sus colegas europeos! ¡Oiga! ¿Pero ha grabado todo esto? ¿Y dice Ud. que es de Mambrú? ¿De qué me suena eso? Oiga, mire, he decidido anular esta entrevista. Fernández, quítele esa grabadora.

Julio, 1998


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