REFORMAR (O REFORZAR) EL EJÉRCITO
Colectivo Utopía Contagiosa

Para la gente, sin la gente

¿Reformar o reforzar?

Los nuevos enemigos

Desfiles por las calles

Militarización de las relaciones internacionales

Aspectos económicos de la reforma: insolidaridad y mentira

¿Qué es modernizar la defensa?

¿Es previsible la pasividad de la sociedad?

Notas

[Publicado en El Viejo Topo, número 111, octubre de 1997]


De la mano de las élites políticas y de los partidos parlamentarios, asistimos a -otra- reestructuración de los ejércitos españoles y a una reorientación de sus objetivos, con lo que se pasa de una concepción de ejército autárquico de recluta forzosa, material "modesto" y fuerzas armadas como "última ratio" de la situación política vigente, a un diseño de ejército profesional intervencionista, altamente tecnificado y sofisticado, integrable con cuerpos de ejército internacionales de la OTAN y la UEO y enfocado a la defensa del constructo occidental y de sus intereses (que, por cierto, siguen sin estar definidos explícitamente por la ciudadanía) en cualquier lugar del globo.

 

Para la gente, sin la gente

La reforma en ciernes del ejército de recluta obligatoria que propugna el Partido Popular nos hace acabar el siglo manteniendo y consolidando un rito sagrado para los gobiernos: reformar lo militar. Durante el siglo XX se han sucedido múltiples y muy diversas reformas militares: de Maura, Canalejas, Primo de Rivera, Azaña, Franco, la transición, los socialistas. Aún más, si miramos hacia atrás, resulta asombrosa y turbadora la falta de originalidad de una reforma que se predica como "histórica" [1]. Efectivamente, repasando las sucesivas reformas militares habidas desde el XVIII hasta la fecha, descubrimos que todas ellas han intentado dar respuesta a los mismos problemas de "pacífica convivencia de los ejércitos con la gente de a pie" y perseguido el asentamiento de los ejércitos como institución no problemática mediante las siguientes correcciones:

No hace falta mucha glosa para descubrir intereses similares a los de antaño en el presente contexto de la reforma del Ejército.

Si a pesar de estas intenciones, nunca se logró de forma suficiente el objetivo señalado, nada permite ahora augurar un futuro mejor para la reforma; si constantemente reaparecieron una y otra vez como problemas irresueltos el desafecto popular (deserciones, refractarios a las guerras, desobediencias más o menos articuladas, insumisiones y revueltas antimilitaristas) y las inercias militares de asegurarse un cierto ámbito de autonomía e impunidad (asonadas, cuartelazos, dictaduras, etc.), ningún dato permite ahora predicar una reforma tan pacífica como la que se nos presenta, pues hoy como ayer el carácter maquillador de las reformas hará saltar las expectativas de todos obligando a nuevas vueltas en círculo.

Ya en la actualidad, y como es menester en los ritos (no olvidemos que a éstos se los define como actos religiosos repetidos invariablemente con arreglo a normas prescritas), los máximos oficiantes (Aznar, el Rey, su hijo y el ministro de defensa, Serra II) han puesto especial cuidado en respetar la tradición y el más rancio protocolo en lo que han sido la mayoría de las reformas militares.

Así, la reforma se hace por y para la gente llana, pero sin la gente llana. Para nada hemos participado en las líneas maestras de la reforma: qué es lo que queremos defender y cómo lo queremos hacer. Aunque, para guardar las apariencias de participación y asunción masiva que requiere cualquier rito, se ha ofrecido al Congreso y al Senado participar, con gran fausto y boato, aunque con ninguna efectividad, en los fuegos artificiales de una Comisión Mixta para debatir y decidir aquello que ya estaba previamente arreglado conforme a los intereses militares.

La reforma busca una necesaria legitimación y aplauso dentro del Estado mediante consensos prefigurados desde arriba. Así, el documento debatido en el Parlamento dice textualmente: "Este proyecto necesita el concurso de las fuerzas políticas con representación parlamentaria y el de toda la sociedad, pues a todos, Fuerzas Armadas y sociedad española en general, va a afectar la reforma"[3]. Esta misma idea es asumida por la práctica totalidad de los miembros de la Comisión Mixta Congreso-Senado para la plena profesionalización del Ejército [4] y ha sido desarrollada, hasta la saciedad, por los responsables del Ministerio de Defensa.

Sin embargo, y en abierto contraste, nos encontramos con varias prácticas políticas, discretamente utilizadas por parte de los responsables del Ministerio de Defensa, que merman substancialmente la participación democrática y que impiden que la política de defensa tenga un carácter de auténtico consenso social:

 

¿Reformar o reforzar?

Como es preceptivo en lo referente a lo militar, se ha confundido reformar (formar de nuevo) con reforzar (fortalecer). Quizá los cansados ojos de nuestros dirigentes se han deslizado unas líneas mientras daban una cabezadita y han resbalado desde el concepto creativo de "reformar" hacia el concepto más endurecido de "reforzar". Es disculpable el error de tino al buscar el significado en el diccionario, pues sólo median unas pocas líneas entre ambos: pero no ocurre lo mismo con el error político.

El actual debate sobre la profesionalización del Ejército es, en realidad, un proceso de expansión militar que pretende conseguir un ejército de intervención violenta mediante la progresiva militarización global del concepto de "seguridad" en un quíntuple plano:

1. Construcción soterrada y calladamente de una verdadera reforma de profundidad, hacia un ejército de la "Tercera ola tecnológica" [5] y perfectamente coherente con el proceso de elaboración del ejército del bloque occidental. Esta soterrada construcción del ejército de tecnología punta, y no la sustitución de los reclutas conscriptos por soldados profesionales, es lo que justifica el brutal incremento de inversión y gasto militar que se precisará en el futuro (el referido 3% del PIB).

2. Invasión por parte de la doctrina militar y de las acciones de los ejércitos de espacios tradicionalmente autónomos y pertenecientes a la sociedad civil (sanitario, ayuda humanitaria, catástrofes, policía internacional, ecología, migraciones, etc.).

3. Reforzamiento de los instrumentos de legitimación social del ejército mediante la aplicación de tecnologías combinadas de:

4. Mantenimiento del número de efectivos militares mediante el blindaje del número de oficiales del futuro Ejército, tema que en ningún momento ha sido sacado a colación en la Comisión Congreso-Senado para la profesionalización, y que contribuye a disparar el gasto en personal del Ministerio de Defensa y ayuda a perpetuar a una élite directora de la política de defensa desvinculada de la realidad social.

5. Militarización de la Guardia Civil que, según señalan los medios de comunicación [6], estará a las órdenes del Ministerio de Defensa para la realización de misiones militares en tiempo de paz, ya sean de seguridad de puntos e instalaciones de interés militar y para la defensa, cobertura de costas y fronteras, protección marítima de costas, protección de convoyes terrestres, vigilancia del mar y vías de comunicación, policía militar, espionaje, etc. La militarización implica la inclusión de sus 73.000 efectivos más 20.000 de reserva, que se podrán sumar a los 100.000 ó 130.000 soldados más 50.000 mandos que se prevé en la reforma. El total oscila entre 247.000 y 273.000 efectivos, cifra similar a la del actual ejército, con lo que la pretendida reforma que vende como uno de sus logros el descenso del número de efectivos queda absolutamente en entredicho.

 

Los nuevos enemigos

Hasta hace poco la posición geoestratégica del Estado Español, entendida desde la óptica militar, no era mala: el enemigo era la Unión Soviética y los países del Este y nos encontrábamos en la retaguardia del escenario bélico centroeuropeo. Por aquel entonces, el enemigo del Sur no era digno de atención. El ejército, aunque de por sí poco útil, era eficaz en tal discurso para colaborar en esa labor de retaguardia que permitía tener a raya al enemigo común de occidente. Pero tras la caída del Pacto de Varsovia, el Eje Baleares-Estrecho-Canarias, antes de un valor secundario a escala internacional, cobra actualidad geoestratégica mundial y posibilita la venta de un ejército profesional como una necesidad apremiante para defendernos del enemigo exterior.

El propio Ministerio de Defensa afirma que "la nueva estrategia militar parte de la premisa básica de que España no tiene enemigos. No obstante, se insiste en la necesidad de mantener una adecuada capacidad militar para hacer frente a las exigencias derivadas de la seguridad nacional y actuar colectivamente en la defensa común de Europa" [7]. Esto lo remata el General Alonso Baquer, que explica en la Comisión Mixta sobre la profesionalización del Ejército que "la población española, en general, se siente más segura hoy que nunca. Y, por lo tanto, nunca dice que tengan que reforzarse los presupuestos de defensa. ¿Por qué? Porque se siente radical y profundamente segura (...). La población se siente segura a nivel de política internacional y de seguridad internacional. Los índices de inseguridad están más cerca del delincuente común. (...) Esto, por ejemplo, ha supuesto una eliminación en el lenguaje estratégico de la palabra 'amenaza' y su sustitución por la palabra 'riesgo'" [8].

Bien mirado, ni la Directiva de Defensa Nacional, ni las comparecencias del Ministro de Defensa en la Comisión parlamentaria para explicarla [9], ni las de los diferentes jefes militares ante la Comisión Mixta Congreso-Senado que estudia la reforma del servicio militar, explicitan cuál es el verdadero sentido de este Ejército novedoso y agresivo que se predica de tan absoluta y evidente necesidad, limitándose a decir que ha de servir a la seguridad española y ser eficaz para afrontar los riesgos e inestabilidades que nos pudieran afectar en un contexto internacional tan cambiante e impreciso como el actual.

Sin embargo, esta indefinición es bien útil para el Ministerio de Defensa, pues le permite apostar por todas las posibilidades existentes con el único fin, oculto a la opinión pública de reforzar el Ejército.

¿Existe realmente una amenaza por parte de los países del Magreb cuando la mayor parte de su maquinaria bélica tiene marca CEE y es dependiente de nuestras industrias para su reparación y aprovisionamiento? ¿No sería más adecuado pensar que si un observador objetivo y neutral tuviese que señalar quién es una amenaza para alguien en ambos márgenes del Mediterráneo, señalaría a los países de Europa como la única amenaza real, e indicaría que los países del Magreb son los que sufren la opresión económica y militar que les imponen sus vecinos de arriba? ¿No es el conflictivo escenario mediterráneo más bien fruto de desigualdades de desarrollo económico, social, ecológico, educativo, etc., que de entelequias militares?

Para aviso de suspicaces apuntamos unas declaraciones del General Alonso Baquer: "Objetivamente hablando, no se debe temer una situación bélica en la relación norte-sur del Mediterráneo occidental. Se debe admitir la existencia de problemas pendientes. Se debe admitir la irrupción de crisis temporales" [10].

Sin embargo, un acercamiento más puntual al enemigo que señalan los documentos oficiales permite conocer algunos perfiles, ciertamente metafísicos, de tal futurible. Así, son considerados nuestros principales riegos o enemigos los atentados de toda índole contra "el modelo de sociedad... un orden internacional más estable y seguro, basado en la convivencia pacífica, la defensa de la democracia y de los derechos humanos y el respeto a las normas de derecho internacional" [11], lo que amenace a la "soberanía e independencia, integridad territorial y ordenamiento constitucional, la paz, la libertad, y la prosperidad de los españoles y los intereses estratégicos nacionales allí donde se encuentren"[12]. En definitiva, la defensa de nuestros intereses occidentales, algo que tiene antecedentes en los conceptos militares de "Grand area" de la política de defensa norteamericana de la guerra fría y de "Lebensraum" (espacio vital) del III Reich, que Heinz Dietrich analiza en un interesante trabajo [13].

 

Desfiles por las calles

Para definir este enemigo tan desdibujado, podríamos seguir una labor deductiva inversa consistente en preguntarnos para qué puede valer un ejército de las características del que se bosqueja, desplegado territorialmente de la forma en que se está desplegando y pertrechado con los materiales e infraestructuras con que va a contar (por poner un ejemplo, carros de combate Leopard, fragatas de invasión, portaaviones, aviones de ataque de la tercera ola, misiles de puntería milimétrica, equipos de telecomunicaciones y espionaje de "absoluta capacidad y solvencia", armas de láser, soldados que incorporarán en sus uniformes cámaras de vídeo, radar, visor nocturno, detectores de minas, equipos electrónicos, munición ultraletal, soldados angloparlantes, etc.). ¿Para qué puede valer este tipo de ejército?

No resulta creíble que sus misiones prioritarias vayan a ser, contra lo que dijo el jefe de la Fuerza de Acción Rápida (FAR) española [14], las de hacer desfiles por las populosas calles. Tampoco adivinamos el rostro amable de los repartidores de ayuda humanitaria, o de los pacificadores del universo, tras el escandaloso pertrecho de armas e infraestructuras previsto. Más bien parece que nuestro Ejército, en la actualidad apunta al Sur: Sur físico y geográfico; Sur social y cultural...

Para ser más precisos, nuestra defensa debe ser considerada como un apéndice del entramado militar occidental, en cuyos planes geoestratégicos hemos pasado de ser la tradicional retaguardia del teatro de operaciones del Rhin (donde ahora, cautivo y desarmado el enemigo, sobra el exceso de caqui) a ser prioritariamente parte del nuevo "limes" del imperio, más allá del cual se ubica, por decirlo con cierta sutileza, la barbarie de los incivilizados y fanáticos "terceros mundos" (pues son varios y diferentes los rostros de estos enemigos), el paso obligado y la fuente de los recursos que hacen desangrarse a nuestra economía.

 

Militarización de las relaciones internacionales

Como ya hemos visto, con la nueva reforma se consigue, en el aspecto puramente militar, potenciar la integración definitiva de los ejércitos del estado poniéndolos al servicio del megaejército occidental, instrumento principal de la acción política internacional.

Pero en política internacional el logro de la reforma es de mayor calado: se busca conseguir, mediante una política de defensa intervencionista, que aumente la presencia del gobierno español en los foros internacionales. Esta necesidad política de buscar el prestigio internacional es lo único que permite a los gobernantes justificar un ejército moderno y preparado, con capacidad disuasiva hacia nuestros enemigos hipotéticos, lo que a su vez conlleva la necesidad de dotar a dicho ejército de rubros suficientes y de prestigio para que pueda defendernos de ese enemigo tan poco concreto pero ciertamente instalado en el subconsciente colectivo.

El Partido Popular, como anteriormente el Partido Socialista, no ha sido capaz de encontrar otra carta de presentación más eficaz en los foros internacionales que el envío de carne de cañón (soldados en supuestas misiones humanitarias) a los conflictos internacionales. Las principales actuaciones internacionales "made in spain" están de la mano de lo militar:

 

Aspectos económicos de la reforma: insolidaridad y mentira

En una situación de recursos económicos limitados es evidente que si se gasta en defensa no se puede gastar en necesidades sociales más apremiantes como educación, cultura, sanidad, vivienda, cooperación internacional, etc. Se trata de un tema de opciones. Por otro lado, el argumento que oponen los partidarios de lucrarse con la industria militar es el de que dicha industria crea muchos puestos de trabajo que hay que mantener. Sin embargo, el propio Ministerio de Trabajo de los EEUU reconocía que con 2.000 millones dólares se pueden crear las siguientes cantidades de puestos de trabajo en diversas ramas de la economía:

Una transposición de estos datos a la realidad nacional parece aceptable, sobre todo si tenemos en cuenta el contexto social y de derrumbe del estado del bienestar en que se afana la clase política. El gasto en material militar y en las Fuerzas Armadas es un gasto insolidario con las necesidades sociales de la población. En realidad, no sólo no contribuye a crear riqueza sino que nos hace producir bienes que no tienen ninguna utilidad, con el consiguiente despilfarro, endeudamiento exterior, gasto de energía y de otros bienes no renovables; pequeño detalle en que algunos sindicatos no suelen caer cuando protestan por el desmantelamiento de industrias militares.

El gasto en material militar ahonda las injusticias también en el plano internacional. Tampoco desde el punto de vista de la seguridad puede admitirse el gasto militar pretendido, pues su legitimidad vendría dada por la demostración de su validez para contribuir a la seguridad de la gente y a la resolución de los conflictos, circunstancias que, paradójicamente, aparecen como desenmascaradoras del propio gasto militar, ya que los conflictos actuales tienen diversas causas (ideológicas, económicas, culturales, etc.) ante las que hay que oponer medios causales, cuya solución no alcanzamos a comprender que venga por la vía de la inversión en fragatas, submarinos atómicos o portaaviones. No se puede luchas contra las migraciones forjando un nuevo telón de acero militar en la ribera norte del Mediterráneo. Lo lógico es hacer desembolsos en políticas de medio ambiente, de cooperación internacional solidaria, de educación intercultural y de educación para la paz.

 

¿Qué es modernizar la defensa?

El ministerio, por otra parte, une en su proyecto de profesionalización dos conceptos que no tienen por qué ir parejos: la profesionalización del servicio militar no es inseparable de la modernización del armamento. El Ministerio de Defensa identifica modernización con modernización del armamento.

Si el análisis fuera coherente con el devenir de los tiempos, se buscaría la modernización de la política de defensa civilizando sus métodos y objetivos. Los riesgos a los que estamos sometidos no se arreglan mediante la profesionalización del servicio militar, tampoco se solucionan con la modernización del armamento. La conclusión es fácil: el enfoque del Ministerio de Defensa es doblemente erróneo y contraproducente: no sólo no promueve las soluciones, sino que, además, empeora los problemas.

Por el contrario, la verdadera modernización del sistema de defensa debería pasar previamente por la modernización del concepto de defensa, pasando desde la actual visión, puramente territorial, militarista y violenta, a otra de "defensa social" o "seguridad humana", basada en la defensa de las conquistas sociales, económicas y políticas y que implica iniciar procesos de transarme y reconversión.[15]

 

¿Es previsible la pasividad de la sociedad?

Es muy probable que la situación política que se va a plantear con la reforma de los ejércitos tras su profesionalización vaya a mantener, desde la sociedad y el movimiento pacifista, las constantes de oposición, no-colaboración y desobediencia que sufrieron las demás reformas históricas.

La reforma clónica que ahora se inicia va ser contestada por la sociedad, entre otras cosas porque no se ha contado con ella para su desarrollo y, por lo tanto, no responde a sus intereses. A título tentativo, son previsibles oposiciones sociales a la reforma en varios planos:

a) Políticamente:

Porque la sociedad, en los próximos años, va a reclamar su soberanía y su mayoría de edad en los temas de defensa, rechazando el paternalismo y el secretismo militar, para exigir conscientemente su participación en la adopción de las decisiones que definen las grandes líneas de la política de defensa (cuáles son los enemigos, los riesgos; cuál es la mejor metodología para enfrentarse a ellos; cuál es el gasto más adecuado y la manera más efectiva de participación ciudadana, etc.).

Muy probablemente, al difundir el movimiento pacifista, durante los próximos años, alternativas de defensa y campos de trabajo ajenos a lo militar, la sociedad va a tomar opciones que entrarán en contradicción con las propuestas, más o menos maquilladas, de los militares.

b) Económicamente:

Dado que el modelo de ejército profesional y muy tecnologizado es un sumidero de gastos públicos rechazado ampliamente por la sociedad, como lo demuestran las encuesta del CIS, y profundamente insolidario con la situación económica real, tanto a escala nacional como internacional, es de prever que las actuales campañas contra el gasto militar consigan concienciar a un mayor número de personas y provoquen una dinámica de desobediencia similar a la que objetores e insumisos desencadenaron y desencadenan contra la conscripción.

Duplicar el gasto militar, como pretende veladamente el Ministerio, va a tener consecuencias inmediatas. A las actuales campañas de objeción fiscal a los gastos militares se están sumando diversos movimientos sociales, sindicales y políticos, sensibles a las consecuencias contra los más desfavorecidos del militarismo de nuevo cuño.

Por otra parte, el modelo es inviable desde la propia lógica económica, pues sólo puede subsistir mediante la exportación de conflictos y guerras al Tercer Mundo (o en la periferia del Primer Mundo) en los que, paradójicamente, la pretendida solución militar no puede aportar soluciones constructivas sino meros parches. La evaluación social de este fracaso anunciado generará resistencias a financiar un modelo de desarrollo basado en lo militar, que nos empobrece a la larga y que carece de justificación ética.

Este modelo de desarrollo es doblemente generador de dependencias: por un lado condiciona la mayor parte de la investigación tecnológica a los usos militares impidiendo el desarrollo de tecnologías directamente diseñadas y aplicables en el desarrollo humano; por otro lado, al ser el Estado Español una potencia de segundo o tercer orden a nivel económico, el modelo de desarrollo basado en lo militar genera una dependencia del modelo de desarrollo diseñado por Estados Unidos en su propio beneficio económico y político.

c) Internacional:

El objetivo de nuestros políticos en política internacional es que el Estado Español consiga un lugar prominente en los foros internacionales de toma de decisiones. La única metodología utilizada para ello es el envío de ejércitos allende nuestras fronteras.

Sin embargo, la realidad política internacional ya empieza a cuestionar la utilidad de los mecanismos de intervención pseudohumanitaria de los ejércitos para resolver conflictos que tienen raíces económicas, políticas, culturales, etc., muy complejas. El papel del ejército como instrumento de ayuda humanitaria injustificará la necesidad de mantener ejércitos potentes y caros, a medida que se vaya desenmascarando el fracaso del modelo de relaciones internacionales militarizadas y de intervención militar internacional. Con ello, la principal baza publicitaria de los ejércitos puede volverse en su contra, al desvelarse su poca utilidad en la resolución de conflictos internacionales (véase el relativamente poco útil papel realizado en Bosnia, el fiasco de Somalia o el papelón de Albania).

Por consiguiente, el objetivo de nuestros políticos, muy probablemente, va a carecer de base y la sociedad va a reclamar una actuación internacional distinta basada en la cooperación internacional solidaria, instrumentos de mutua confianza y de desarme multinacional, etc.

Por otra parte, y en el caso concreto del Estado Español, las situaciones de riesgo descritas por la doctrina de defensa de los sucesivos gobiernos se ciñen a la ribera Sur del Mediterráneo. Tampoco en dicho supuesto parece aceptable de cara a la sociedad la justificación de un Ejército de tercera generación para atajar unos riesgos que en ningún caso tienen un componentes bélico o militar.

d) Crítica y oposición del propio ejército:

Dentro del estamento militar no faltan las voces que estiman que el sentido del Ejército no es el que se le quiere dar con esta reforma de moda, sino que, como dice el Teniente General Juan Cano Hevia, "éticamente los ejércitos tienen una razón de ser, sola y suficiente (...) Esa razón ética es estrictamente defensiva y me parece que los españoles de hoy, en lugar de tratar de obviar la Constitución para seguir aparentes corrientes foráneas, debemos sentirnos orgullosos de pertenecer al pequeño grupo de países que hace coincidir la razón existencial de sus ejércitos con la ética. Claro que, una vez que existen, las fuerzas de defensa bélica de una sociedad estatal pueden ser empleadas ocasionalmente en otras funciones, como la ayuda a la población en casos de catástrofe, más nada de esto, que podría ser resuelto de otra forma, justifica la existencia de la organización militar." [16]

En algunos ambientes del ejército la actual reforma es vista como una devaluación de la propia función y sentido de los ejércitos, lo que genera tensiones internas y rechazos a su implantación. Ello unido a la incomprensión o el rechazo a la intervención militar exterior, y a las críticas sociales a los intentos de legitimación de los ejércitos, es un factor que puede fácilmente desencadenar un malestar que provocará nuevas exigencias de protección y espacio opaco reservado por parte de los ejércitos, agudizando su separación de los intereses sociales. A la larga, esto implicará nuevas tensiones militarismo/civilismo y nuevos recelos y exigencias sociales de control de la amenaza militar.

e) Los propios temores del Ministerio de Defensa a la aceptación social de su reforma:

La piedra de toda la reforma, y a la vez su talón de Aquiles, consiste en que sea aceptada de forma no problemática por la sociedad para descansar en la legitimación y aceptación social del ejército y la disposición de la sociedad para sufragarlo y dotarlo de las colaboraciones necesarias.

El Ministerio de Defensa, consciente de que la sociedad cada vez está más desvinculada de la manera militarista y violenta de entender la defensa, hace propaganda de sus bondades inventándose el ardid de que es necesario fomentar la conciencia de la defensa nacional en nuestra sociedad. La triquiñuela es un desesperado intento de remilitarizar la sociedad a través de los ámbitos educativo y cultural, con el único fin de propagar el militarismo y autojustificar la existencia de un ejército de intervención.

Este aspecto indica el punto más débil de todo el proyecto de ejército profesional en ciernes, pues en el mismo se adivina, no sólo el reconocimiento de la escasa aceptación social de los ejércitos como instrumento de cohesión e identificación de los ciudadanos con la idea de Estado, sino sobre todo, la honda preocupación por que, si la reideologización pretendida no se consigue, siga en el futuro, como ya pasó en anteriores reformas, un grave problema de no aceptación del propio Ejército, con capacidad para, entre otras cosas, permitir la articulación de propuestas disidentes de un importante contenido simbólico y práctico.

f) Social:

Los datos oficiales avalan que, especialmente en nuestro Estado, existe un amplio y creativo movimiento de disidencia hacia el militarismo, con espectaculares índices de objetores e insumisos, con campañas contra los gastos militares y contra las guerras, con importantes rechazos a la vinculación del comercio internacional a lo militar, con un muy desarrollado trabajo de educación para la paz, y un largo etcétera.

Este movimiento ha apostado por un horizonte simbólico que integra, entre sus retos, el de construir una alternativa de defensa sin ejércitos. Es previsible que en el nuevo panorama de implantación de un ejército profesional la disidencia referida se organice en torno a nuevas propuestas que seguirán luchando contra el núcleo mismo del Ejército.

Entre otras significativas acciones, hoy, cuando se pensaba que el problema de la insumisión había terminado, son ya varios los jóvenes que, dando una nueva de tuerca a la estrategia antimilitarista, han ingresado en el Ejército para hacerse insumisos una vez dentro de éste e invitar a los demás soldados a desobedecer a dicha institución, garantizando el apoyo político, social y jurídico necesario para eficaz esta acción. En los próximos meses serán más los jóvenes que continúen esta nueva campaña de insumisión en los cuarteles.

Este dato confirma que la oposición al militarismo va más allá de la mera crítica al servicio militar obligatorio, para plantearse, de forma extensa, contra cualquiera de sus manifestaciones y modalidades.


Notas

1. Puede verse el informe emitido por el Colectivo Utopía Contagiosa ante la Comisión Mixta Congreso-Senado. Junio de 1997.

2. Son innumerables las leyes de los Siglos XVIII y XIX que recuerdan a ciudadanos e instituciones su deber de cumplir las leyes de reclutamiento (pues tanto se debía incumplir) y que reforman con mayor castigo la desobediencia de los llamados al reclutamiento (lo que supone lógicamente una elocuente prueba de la extensión de la desobediencia y del fracaso de la vía represiva). También lo son manuales y quejas de los militares ante la incomprensión social por los ejércitos y sus necesidades.

3. Introducción del documento "Nuevo modelo de Fuerzas Armadas", Subsecretaría de Defensa. Ministerio de Defensa. Madrid, 5 de diciembre de 1996.

4. Ejemplo elocuente es la declaración del diputado Willy Meyer Pleite en la sesión del día 19-3-1997 de la Comisión Mixta Congreso-Senado para la reforma del Ejército, afirmando el consenso total de la comisión respecto a la necesidad de un ejército profesional. Pág. 40.

5. Vid. el estudio de los famosos asesores del Pentágono en Toffler, Alvin y Heidi. "Las guerras del futuro. La supervivencia en el alba del S. XXI". Plaza y Janés. Barcelona 1994.

6. El País, 31 de Marzo de 1997.

7. Revista Española de Defensa. Editada por el Ministerio de Defensa. Número 73. Marzo de 1997. Página 14.

8. Comparecencia ante la Comisión Mixta Congreso-Senado del General Alonso Baquer, secretario permanente del Instituto Español de Estudios Estratégicos. Día 19-3-97. Página 42.

9. Comparecencia del Ministro de Defensa en la Comisión de Defensa del 7 de mayo de 1997. Diario de sesiones de la Comisión de Defensa del Congreso de los Diputados, núm. 210.

10. Comparecencia ante la Comisión Mixta Congreso-Senado del General Alonso Baquer, secretario permanente del Instituto Español de Estudios Estratégicos. Día 19-3-97. Página 43.

11. Tomado de la Directiva de Defensa Nacional 1/96 de 14 de Enero.

12. Del Objetivo de política de defensa de la Directiva de Defensa Nacional 1/96 de 14 de Enero.

13. Dietrich, Heinz. "Una ironía de la historia", en "Los vencedores. Una ironía de la historia". Edit. Txalaparta. Tafalla 1992.

14. Comparecencia ante la Comisión Mixta Congreso-Senado para la profesionalización del Ejército. 28 de mayo de 1997.

15. Véase El Viejo Topo, número 107.

16. El Mundo, viernes 14 de febrero de 1997. Páginas 4 y 5. Tribuna Libre: "De la profesionalización del ejército", Juan Cano Hevia.


Información del MOC - Informació del MOC.