Pedro Gutiérrez Bueno

    El farmacéutico Pedro Gutiérrez Bueno (1745-1822) fue uno de los principales escritores de obras de enseñanza de la química durante los años finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Tras asistir a los cursos de los Reales Estudios de San Isidro, Gutiérrez Bueno consiguió superar el examen del Real Tribunal del Protomedicato y fue admitido en el "Real Colegio de Boticarios" de Madrid, por lo que pudo regentar una botica en esa ciudad a partir de 1777. Desde los primeros años de su carrera, Gutiérrez Bueno armonizó su trabajo como boticario con la dirección de determinadas industrias químicas, como la que, a partir de 1780, funcionó en la villa de Cadalso, destinada a la fabricación de solimán, un compuesto de cloruro mercúrico empleado con fines terapéuticos. Más adelante, "en atención a sus conocimientos en la Química", obtuvo licencias para establecer fábricas de "agua fuerte" y de "aceyte vitriolo" en esta misma ciudad. Su primera publicación estuvo dedicada a los métodos de análisis de aguas minerales, tema sobre el que escribió varios estudios particulares, especialmente durante sus años al frente del Real Laboratorio de Madrid. En 1787 fue nombrado profesor de esta nueva cátedra de química establecida por el gobierno en Madrid y ocupó este cargo hasta los años finales del siglo XVIII, cuando Louis Proust pasó a dirigir un laboratorio que unificaba diferentes establecimientos de Madrid.

El gobierno encargó a Gutiérrez Bueno durante esos años la elaboración de trabajos relacionados con la química, por ejemplo, censuras de libros entre los que figuró la traducción del Traité élémentaire de chimie de A. Lavoisier. También realizó informes sobre cuestiones tales como la fabricación de pólvora, la instalación de pararrayos, el reconocimiento de minas o la fabricación de tintes, tema este último al que Gutiérrez Bueno dedicó varias obras. Una parte importante de estas comisiones consistieron en el análisis de diversos productos de origen mineral y vegetal así como de varias aguas minerales. Todo ello muestra que los trabajos de química de Gutiérrez Bueno se extendían más allá de los posibles usos médicos de esta ciencia, incluyendo numerosos asuntos relacionados con lo que, en esos años, se denominó "química aplicada a las artes", al igual que hicieron otros médicos o farmacéuticos de ese período.

Poco despúes del inicio de las clases, Pedro Gutiérrez Bueno escribió un "Curso de química, teórico y práctica, para la enseñanza del Real Laboratorio de Química de esta Corte", que apareció en Madrid en 1788. Junto con este curso, Pedro Gutiérrez Bueno publicó en 1788 la primera traducción del Méthode de nomenclature chimique de A. Lavoisier, L.B. Guyton de Morveau, A. Fourcroy y C. Berthollet, texto que había aparecido en francés un año antes. Ambas obras fueron reeditadas años más tarde y dirigidas a un nuevo público, los alumnos del Real Colegio de Cirugía de Madrid, aunque, en realidad, fue también empleado por los aspirantes al título de farmacéutico. Esta situación se debió a que Gutiérrez Bueno ocupó la cátedra de química del colegio de cirugía sólamente durante los primeros años del siglo XIX, dado que, en 1804, pasó al recientemente creado Colegio de Farmacia de Madrid, como director y profesor de química.