EL
DESASTRE DE LA ARMADA INVENCIBLE
Felipe II concibió la armada en sus residencias habituales del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, al noroeste de Madrid. La idea cobró cuerpo a través de numerosos escritos a sus secretarios o misivas en su nombre. Varios supuestos de orden católico, unos derechos hereditarios poco sólidos del monarca Felipe II sobre Inglaterra y el plan concebido por el marqués de Santa Cruz en el que se pretende crear una gigantesca armada llevaron al monarca en el año 1584 a empezar a reunir un gran número de barcos para lograr este fin. LA ARMADA
Tres años después la impaciencia se aceleró. Numerosas cartas procedentes de El Escorial partían con la intención de conseguir buques de guerra y un armamento acorde a tan magna gesta, Nápoles, Cartagena, Málaga, Génova, Vizcaya e incluso el Adriático, contribuyeron a ello. LA
MARCHA SOBRE INGLATERRA
LA FELICISIMA ARMADA LA
FLOTA EL
FRACASO DEL PRIMER INTENTO Sin embargo, la flota tuvo que suspender su marcha cuando sólo habían transcurrido siete millas de trayecto. El motivo fue el fuerte viento que se había levantado y que hacía imposible la navegación de la flota más numerosa de la historia naval, creada hasta el momento. No sólo no habían avanzado nada sino que se encontraban todavía más lejos de Lisboa que cuando se ordenó la orden de partida. Felipe II ordenó al duque que solucionase los problemas de inmediato y diera la orden de salida en las condiciones que fuesen. LOS
INGLESES SE ADELANTAN LOS
ARDUOS PREPARATIVOS Vientos contrarios, víveres incomestibles y falta de agua potable comenzaban a crear quebraderos de cabeza al duque de Medina Sidonia. Un tercio de la Armada se encontraba indispuesta, enferma o muerta. El Rey desatendió las súplicas de sus jefes militares y ordenó una nueva salida para el 10 de Julio (en nombre de Dios y de su majestad). Los preparativos de la Armada terminaron el 20 de Julio y zarparon el día 21 sin conocer que la flota comandada por Drake, Howard, Frobisher y Fenner se encontraban tan sólo a varios días de camino de la Coruña, donde pretendían llegar para sorprender a toda la Armada, desorganizada e indefensa en su puerto. Sin embargo, el mal tiempo les obligó a retroceder hacia Plymouth, con lo que el peligro de una emboscada desapareció. LAS
CIFRAS ESPAÑOLAS El apoyo humano en tierra se resume a 146 hombres gentiles, 238 oficiales de reemplazo con sus correspondientes criados, funcionarios de justicia y más de 160 artilleros, 180 sacerdotes y frailes, seis cirujanos y seis médicos. No todos eran españoles pues se contaba con portugueses, italianos, alemanes, flamencos e incluso irlandeses y portugueses, en número aproximado de 4000 personas. LOS
INGLESES EL
ORIGEN DIVINO DE LA EMPRESA Las disputas y viejos rencores debían aplazarse hasta después de la expedición bajo pena de muerte por traición. Nadie debía llevar dagas para evitar roces con el resto de la tripulación. Existía un santo y seña para cada día de la semana: Lunes Espíritu Santo, martes La Santísima Trinidad, miércoles Santiago, jueves Los Ángeles, viernes Todos los Santos, sábado Nuestra Señora y domingo Jesús. "Mares grandes y peligrosos, mas con Jesucristo crucificado todo se puede" era la consigna que parecía estar presente entre la tripulación, pues se creía fervorosamente en la ayuda divina. EL
PLAN El Rey no cambió su plan. Sin embargo, era consciente de lo arriesgado de la empresa y en caso de no contar con esa ayuda local, el duque de Parma, debía solicitar tolerancia para la iglesia católica, rendición de las ciudades holandesas controladas por los ingleses y el pago de una indemnización de guerra. El
DUQUE DE MEDINA SIDONIA El secretario del rey, Juan de Idiáquez, le envió la carta que le nombraba Capitán General del mar Océano y le otorgaba el mando de la flota naval española asentada en Lisboa, con la responsabilidad de conquistar Inglaterra, en nombre de Dios y del rey. Uno de los motivos fundamentales era el mal estado de salud del Marqués de Santa Cruz, comandante en jefe de la flota naval. El Duque jamás aceptó de buen grado la misión encomendada alegando inexperiencia en asuntos navales, su ignorancia estratégica y táctica de la empresa. Felipe II le recordó con una carta de donde procedía su casto y guerrero linaje familiar. LA
MEDIA LUNA O EL PÁJARO Los flancos estaban protegidos por dos alas de galeones y otras embarcaciones que marchaban en línea recta. Todo su frente ocupaba una extensión de cuatro millas y las personas que la divisaran desde lo alto de un monte podrían comprobar su aspecto, muy parecido a una media luna. En caso de que algún barco decidiera internarse por algunos de los extremos de la media luna sería atenazado de inmediato al cerrarse ambos flancos, quedando en su centro desguarnecida y a merced de los barcos centrales españoles. LA
TOMA DE CONTACTO: UN RESPETO EVIDENTE La Armada realizó una formación cerrada confiada más en el poder del abordaje que en el de su propia artillería al contrario qu e los ingleses. Las dos flotas más poderosas del mundo se habían armado con el propósito de enfrentarse de forma diferente. Cuando todo estaba dispuesto ninguna de ellas podía llevar a la práctica sus planes de combate por su diferente concepción en la forma de llevar a cabo el ataque. LAS
PERDIDAS INICIALES O EL PRIMER ABANDONO EL
COMBATE MÁS ARDUO El desatino de las andanadas artilleras provocó un enorme gasto de munición que ocasionó nimios daños a una flota inglesa que permanecía más bien expectante a la actuación inexperta de los navíos españoles. El combate se pareció más a una lucha en tierra que a un combate naval. David Howarth, especialista del tema lo resume de una forma muy hábil “mucho ruido y pocas nueces”. ¿ABORDAJE
O FUEGO ARTILLERO? Varios días después, los navíos españoles se dirigieron a Calais con la intención de recoger los refuerzos del Duque de Parma que supuestamente les esperaban. Los ingleses les seguían a corta distancia y dispuestos a lanzar su artillería en cualquier momento.
Esta colaboración resultaba imprescindible si se quería garantizar el éxito de la empresa. Las reticencias a intervenir por parte del duque de Parma se manifestaron continuamente porque siempre pensó que la idea de invadir Inglaterra era descabellada y desproporcionada. Los retrasos fueron desastrosos para el desenlace final. Cuando al fin se decidió a reunir a un cuantioso número de embarcaciones de pequeño calado ya era demasiado tarde. Un día antes la armada había sufrido un estrepitoso descalabro del que no se recuperaría. El hecho ocurrió a tan solo doce millas de esta plaza. EL
DESASTRE: LA BATALLA DE GRAVELINAS La Armada se vio obligada a retirarse en franca desorganización hacia las Gravelinas. Los españoles cometieron el grave error de quedarse sin apenas munición al comienzo de la batalla. Los ingleses sabedores de este hecho no dieron cuartel a los buques españoles que fueron continuamente asediados por una funesta lluvia de proyectiles que hacían blanco sobre los cascos españoles causándoles tremendos e irreparables daños. Afortunadamente para los españoles la munición de los ingleses se agotó muy rápidamente a consecuencia de su perseverante ataque y asedio de la retaguardia española. Mientras tanto la armada se limitaba a huir en desbandada. Los ingleses decidieron esperar hasta el amanecer para atacar. La mañana siguiente comprobaron que la Armada se encontraba lejos pues se había marchado en franca retirada. Ésta no contaba ya ni con un solo proyectil. La mayor parte de los buques hacían agua y en las cubiertas se amontonaban los escombros y los enfermos. LAS
CAUSAS DE UN DESASTRE ANUNCIADO Felipe II tampoco reunió a su Estado Mayor para realizar los preparativos de tan magna empresa. La desorganización, descoordinación y despreocupación del monarca motivó en gran parte el fracaso final. Si a ello unimos los escasos conocimientos del monarca sobre navegación, la desatención de consejos de los profesionales del ejército y de sus cortesanos, el desenlace se aventuraba poco propicio para los soldados españoles. Algunos autores han llegado a señalar que el Marqués de Santa Cruz falleció a causa de un infarto propiciado por los continuos reproches y negativas del rey a sus especializados consejos sobre la flota naval. Felipe II creía que los protestantes ingleses eran una minoría despreciable y poco sólida mientras que pensaba que los católicos eran la mayoría. Su esperanza en la ayuda divina le hizo pensar que los ingleses se rendirían inmediatamente con solo ver a la Armada española cerca de sus costas y que aún no siendo así contaría con la inestimable ayuda y colaboración de los fieles católicos que se levantarían en armas en su favor a su llegada. Pero, sin duda, el error más grave, trágico y evidente fue pensar que Inglaterra le otorgaría los honores propios de un rey. Los barcos ingleses contaban con una mayor capacidad de maniobra y disponían de unos mandos mucho más especializados -eran verdaderos marinos conocedores de la técnica naval-. Los españoles no dejaban de ser sencilla y simplemente militares y, por que no decirlo, un tanto inexpertos. A todas las desgracias y despropósitos se unieron otras fatalidades, como por "castigo divino". El viento cambiaba continuamente de dirección desorientando a los barcos españoles y dejándolos en numerosas ocasiones a merced de los ingleses. Finalmente, la mayor puntería de los proyectiles ingleses que, en Gravelinas comenzaron a impactar de forma más contundente sobre los buques españoles, decantó la victoria final en favor de los ingleses. Mientras tanto los proyectiles de los españoles detonaban a mitad de camino o se desviaban o no detonaban, en la mayoría de las veces. Esto se debe, según coinciden un gran número de estudiosos, a que los españoles contaban con una muy deficiente munición y una pésima artillería. Entre sus cañones se pudieron verificar mucho tiempo después, algunos que no disponían del alma o estaban fabricados con defecto. Estas y otras causas condujeron a la derrota y al desastre final de la Armada Invencible. SIR
FRANCES DRAKE En abril de 1588 realizó una incursión en la costa de Cádiz, arrasando cuanto encontró a su paso y consiguiendo un enorme botín. A su llegada a Inglaterra la reina Isabel le instó a finalizar las hostilidades que ya se habían tornado imparables. La Armada estaba a punto de partir hacia Inglaterra. BIBLIOGRAFÍA Fuente: Investigación propia |