8 de marzo, día internacional de la mujer
“Ni dios, ni patrón, ni marido”
Elda Munch
Tierra y Libertad
El 8 de marzo se conmemora el día
internacional de la mujer. Repasemos brevemente la historia de esta fecha: El 8
de marzo de 1857, las obreras textiles y de la confección de Nueva York,
realizaron una gran huelga y se manifestaron en las calles exigiendo el derecho
al trabajo y condiciones más dignas. El 8 de marzo de 1908, un grupo de obreras
textiles neoyorquinas de la fábrica Cotton, reclamaron en las calles por la
jornada de 8 horas, abolición del trabajo infantil e igualdad del voto para la
mujer, mientras que otras 129 obreras permanecieron en el establecimiento y
fueron masacradas en el incendio provocado por sus propietarios y la policía en
respuesta a estas reclamaciones. El 8 de marzo de 1910, Clara Zetkin propuso en
la Conferencia internacional de mujeres socialistas, celebrada en Dinamarca,
que todos los años se realizara una manifestación internacional unificada en
pro de los derechos y la libertad de la mujer, lo que se aprobó como resolución
firmada por más de cien delegadas de 17 países. En 1952, la O.N.U. instituyó el
8 de marzo como día internacional de la mujer y a 1975, lo declaró "año
internacional de la mujer". El 8 de marzo de 2001, una empleada del
hipermercado "Libertad" de Rosario, fue encerrada en una cámara
frigorífica durante media hora, por la supuesta comisión de faltas que no
fueron debidamente aclaradas en su momento, pero que, según se supo más tarde,
en realidad se trataba de que esta empleada se negó reiteradamente a acceder a
los requerimientos sexuales de su superior.
La opresión del
sistema capitalista y patriarcal
Este breve recuento pone
de relieve las condiciones de trabajo en que se desempeñaron -y aun lo hacen- millones
de mujeres en todo el mundo, y que constituyen una de las tantas formas de
opresión puestas en práctica por el sistema capitalista y patriarcal. El
patriarcado es la ideología que rige la transmisión cultural, de generación en
generación, de escalas de valores y mandatos sociales, así como la normativa
legal vigente en cada país y época. En otras palabras, el patriarcado es la
superestructura que ejerce el control social sobre la vida cotidiana de mujeres
y hombres, dentro y fuera del hogar, del ámbito laboral y de cada uno de los
lugares en los que interactuemos.
El sistema oprime a ambos
géneros, pero en las mujeres la opresión se profundiza por su especificidad. La
historia de la sindicalización femenina en Argentina, es muy clara al respecto.
Los sindicatos específicos surgen a partir de que había oficios que eran
desempeñados sólo por mujeres, lo que posibilitaba que las mujeres lucharan por
mejoras salariales, reducción de la jornada laboral, mayor higiene en los
lugares de trabajo (frigoríficos, fábricas de fósforos, etc.) y también, contra
otros abusos que los patronos cometían contra ellas precisamente por ser
mujeres. Algunos las despedían si quedaban embarazadas; otros no las despedían
pero no les permitían amamantar a sus bebés ni menos aún les reconocían
licencias por maternidad, y era también muy frecuente, lo que hoy se conoce
como acoso sexual y que está penalizado en las legislaciones de algunos países,
entre ellos España, y en Argentina, sólo en el sector público. Pero es preciso
recordar y ser autocríticos, puesto que en los sindicatos mixtos, se
privilegiaba la lucha por mejoras salariales y reducción de la jornada laboral,
y las reclamaciones que realizaban las obreras, vinculados a problemas
específicos como los mencionados, no eran tenidas en cuenta ya que los
dirigentes por lo general eran varones y a estas reclamaciones las consideraban
como "cuestiones de menor importancia". Lo que demuestra que el
patriarcado atraviesa las clases sociales, e instituye una alianza de género
-entre varones- cuyo resultado es el no reconocimiento de estas reclamaciones,
ni por los compañeros varones del sindicato, aun cuando se tratara de
anarcosindicalistas, ni por los patronos y encargados.
En este sentido, la
consigna que citamos en el título y hacemos nuestra, que perteneció al grupo
editor del periódico anarcofeminista La Voz de la Mujer, editado entre 1886 y
1887 en Buenos Aires, es la síntesis perfecta de la concepción ideológica de
estas precursoras, que trajeron el feminismo a la Argentina, e ilustra muy bien
cuáles son los pilares desde los cuales el patriarcado, ejerce, multiplica y
perfecciona su poder.
Para qué conmemoramos
el 8 de marzo
El objetivo de la
conmemoración de esta fecha es reflexionar activamente sobre la evolución de
las condiciones de vida y trabajo de las mujeres en todo el mundo, así como
fomentar acciones tendentes a mejorarlas en las que ya se hayan logrado
avances, y revertir las situaciones de indignidad e injusticia. En la
actualidad, las feministas y los movimientos de mujeres afirmamos que todas
lasa mujeres somos trabajadoras, lo que permite el reconocimiento del trabajo
reproductivo, es decir, del trabajo doméstico.
Años atrás, se
diferenciaba entre las mujeres que cumplían una jornada laboral fuera del
hogar, sujeta a remuneración, y las que "sólo" se desempeñaban como
"amas de casa". El resultado de esa diferenciación, solía ser la
descalificación del trabajo doméstico y de toda su problemática específica.
Dentro de esta lógica, el trabajo doméstico "no era" un trabajo, y
las amas de casa "trabajaban menos" que aquéllas que lo hacían fuera
de su hogar, remuneradas.
Los aportes del activismo
feminista, y muy especialmente del feminismo marxista, analizaron y
describieron en detalle la naturaleza del trabajo doméstico (reproductivo, no
remunerado, de jornada completa, multiplicidad de tareas); los fundamentos de
su especificidad "femenina" (los argumentos biologistas esgrimidos
desde el patriarcado, tanto por varones como por mujeres, que pretenden "demostrar"
que el trabajo doméstico es "natural" a las mujeres, que les es
"intrínseco"), las problemáticas que esconde para la salud física y
emocional de las mujeres (alienación, depresión, empastillamiento y
automedicación, entre los más conocidos) todo lo cual a su vez, permitió
avanzar tanto sobre propuestas de asignación de salarios y jubilación otorgados
por el Estado, como en debates que con el correr del tiempo movilizaron a
varones sensibles a estos temas, abriendo paso a estudios y grupos de reflexión
sobre lo que hoy se conoce como "nueva masculinidad".
En la actualidad, se
produce una nueva realidad de dos caras: Por un lado, en los varones más
jóvenes existe una mayor apertura a tomar a su cargo parte de las tareas
domésticas, y por otro, un creciente número de varones que las realizan al
permanecer más tiempo dentro del hogar, tras haber sido despedidos de sus
lugares de trabajo, en tanto sus compañeras se convierten en "jefas de
hogar".
No obstante, esa mayor
apertura no significa que asuman el trabajo doméstico con el mismo grado de
responsabilidad que las mujeres, sino que participan más, pero siempre en el
plano de la "ayuda", lo que de nuevo coloca la mayor carga de
responsabilidad del trabajo doméstico sobre las mujeres.
Los varones que están
subocupados o desocupados y que por lo tanto se hacen cargo del trabajo
doméstico, no lo hacen por haber superado su "machismo", sino porque
no les queda otra alternativa. Al mismo tiempo, es a partir de estas
circunstancias como paulatinamente llegan a cobrar conciencia de qué es y qué
implica el trabajo doméstico.
Y en el terreno de las
autocríticas necesarias, que haya muchos varones de ideas
"progresistas", "de izquierdas" y ácratas, de ninguna
manera significa que no sean machistas. No es novedad que la tantas veces
proclamada y defendida "igualdad entre los géneros" en los ámbitos
militantes, luego no se concreta ni en los locales, ni en las parejas, ni en
las familias. Señalemos asimismo, que no todas las mujeres militantes de estos
mismos sectores tienen conciencia de género, y no faltan las que sienten tirria
a la palabra feminismo.
Este análisis es
necesario para cobrar conciencia de cuán sutilmente opera el patriarcado en
todos los ámbitos. Más aun: Desde una posición principista, podríamos afirmar
que la existencia de los electrodomésticos permite una mayor democratización
del trabajo reproductivo. Sin embargo, la realidad es que las mujeres siguen
haciéndose cargo de casi la totalidad del mismo. Podríamos oponer que la
publicidad de estos artículos tiene como fin captar a
las mujeres, porque de ellas es la responsabilidad de estas tareas, y porque
son "más consumistas" que los varones. Pero, de nuevo, ni siquiera
encontramos actitudes de democratización en la mayoría de los varones con
"juicio crítico" y "sensibilidad social".
Con este artículo no
pretendemos agotar el tema, sino aportar una visión anarcofeminista del día
internacional de la mujer. Seguramente otras aportaciones e incluso disensos se
irán sumando.
Pero cabe destacar que el
calendario feminista tiene otras fechas igualmente importantes, que no son tan
ampliamente conocidas como el 8 de marzo, pero que también implican serios
cuestionamientos al patriarcado. Ellas son: el 28 de mayo, día internacional
por la salud de la mujer; el 19 de noviembre, día mundial para la prevención
del abuso infantil, y el 25 de noviembre, día internacional de la no-violencia
contra la mujer.
Por un 8 de marzo
anarcofeminista
Como síntesis, quiero
reflexionar por qué esta fecha también nos atañe a los anarquistas. Con el paso
del tiempo, nuestro movimiento ha canalizado la militancia en distintas
tendencias, con diversas especificidades: organizadores, individualistas,
expropiadores, pacifistas, naturistas, esperantistas, ecologistas,
primitivistas, veganos, frutarianos, punks, feministas, anti- globalización...
y sigue la lista. Sin embargo, pocas de estas tendencias han sido tan
discutidas y hasta internamente combatidas como quienes optaron por la acción
directa violenta y las feministas, y claro, como siempre, hay razones para
ello, aunque admitirlas sea verdaderamente doloroso.
La naturaleza del
feminismo anarquista es absolutamente subversivo, porque identifica al
patriarcado como el principal enemigo, la ideología que proporciona fundamento
político y aceitados mecanismos de control social a todas aquellas ideologías
que respaldan la opresión de distintas maneras; porque describe cómo opera el
patriarcado en los distintos órdenes (vida cotidiana, normativas legales,
educación, trabajo, salud, etc.); porque reconoce la transversalidad del
ejercicio del poder patriarcal así como la transmisión cultural del mismo, y
los modos cómo los ácratas, varones y mujeres, también estamos contaminados por
el patriarcado. A modo de ejemplo, para no ocultar nada, y profundizar las
autocríticas, es del todo justo señalar que las compañeras del grupo editor de
La Voz de la Mujer, tenían una marcada intolerancia por todos los que no eran
anarquistas, e incluso, por las feministas socialistas, puesto que éstas
sustentaban posiciones reformistas, tales como el sufragismo.
Es entonces la
radicalidad del anarcofeminismo lo que hace que sus militantes sean
consideradas "políticamente incorrectas" aun dentro de nuestro
movimiento, e incluso motivo de descalificaciones, burlas o censuras.
Estoy convencida que todo
proyecto político, y fundamentalmente el anarquismo, en cualquiera de sus
tendencias y especificidades, sólo es posible si está basado en la memoria, los
derechos humanos, la democracia y la igualdad de oportunidades, lo que implica
libertad, tolerancia, respeto por las diferencias, participación activa,
afinidad, empatía, solidaridad, dinámica de grupos, y agotar debates sobre cómo
construir tales proyectos políticos.
En el contexto social
mundial en que estamos viviendo, y desde crisis como la que estamos atravesando
en Argentina, que bien puede reproducirse en cualquier otra parte del globo, es
cada vez más necesario que los ácratas cobremos conciencia de nosotros mismos,
no sólo desde lo discursivo, sino principalmente desde la práctica concreta. Es
perentorio asumir los problemas, profundizar las autocríticas, enfrentarnos a
nosotros mismos en tanto individuos con distintas opciones militantes formando
parte de un movimiento que nos incluye a todos, y empezar a resolver
saludablemente todos los problemas, de manera que podamos concretar proyectos
sustentables, para crecer como movimiento y recuperar la fuerza y relevancia de
otras épocas. La radicalidad, el carácter auténticamente subversivo del
anarcofeminismo constituye un aporte fundamental en este sentido.
Documentos de la I.F.A.