EL TEATRO DE EVANGELIZACIÓN
El gusto de los indígenas por
las representaciones y mitotes en ocasión de festividades de su culto
religioso inspiró a los primeros misioneros la idea de convertir el
espectáculo
en un vehículo apropiado para
iniciar a los naturales en los temas y misterios de la fe católica.
La objetividad de la presentación fue un eficaz estímulo para
la mentalidad del
público preparado para recibirlo
y pronto constituyó el medio más seguro para sembrar la doctrina
cristiana entre los indios.
Los misioneros aprovecharon los escenarios
de las representaciones prehispánicas: Teotihuacan, Cholula, Tlaxcala.
Empiezan por hacerlas en el interior de los templos, en los
atrios de iglesias y conventos, en tablados
al aire libre, en las capillas abiertas o en el interior de los colegios.
Los actores eran gente del pueblo y de la iglesia, y los papeles
femeninos se encargaban a muchachos.
Los ribetes de profanidad en que fatalmente se cayó en procesiones
y representaciones, fueron reprimidos por el obispo Zumárraga, y
se llegó a un acuerdo definido
en este sentido en el Tercer Concilio Mexicano de 1585.
La primera pieza de este género
en la Nueva España fue una Representación del fin del mundo,
en Santiago Tlatelolco, en 1533. Esta pieza no es sino un Auto del juicio
final,
original de Fray Andrés de Olmos,
que probablementefue la misma que se escenificó después en
la capilla de San José de los Naturales, en lengua mexicana. En 1538
se
representaron en Tlaxcala: La anunciación
de la natividad de san Juan Bautista, La anunciación de Nuestra Señora,
la visitación de la Santísima Virgen a santa Isabel y La
natividad de san Juan Bautista. En ese
mismo año, también en Tlaxcala, se representó en mexicano
La caída de nuestros primeros padres. Con motivo del Corpus, tuvo
lugar La
conquista de Jerusalem, en 1539, obra
que parece haber sido escrita por Motolinia.
En la capilla de San José de
los Naturales, al finalizar el siglo XVI se representaban pasos o entremeses
con temas de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo, que perduraron
largos años. Por este mismo tiempo
fray Juan de Torquemada organizaba representaciones mudas, mímicas
llamadas nexcuitillli, que acompañaban sus sermones. Hacia 1587
se representó en Tlaxocomulco
una pieza sobre La adoración de los Reyes Magos; según refiere
fray Alonso de Ponce, con este auto se celebraba tradicionalmente la Epifanía
desde mediados del siglo XVI. Esta clase
de obras fue persistente a través de todo este siglo aun en regiones
lejanas como Sinaloa o la Mixteca. Su finalidad no fue artística,
sino de catequización. Se hacían
concesiones al gusto indígena, que privaba, como es natural, en el
aparato externo. Este teatro, tan cercano a las formas medievales por el
asunto religioso y la finalidad, es
generalmente anónimo. Poquísimas muestras han llegado hasta
nuestros días y es dudosa la identificación de los autores.
Hay referencias de
Fray Luis de Fuensalida, autor de los
Diálogos de la Virgen y san Gabriel; fray Andrés de Olmos,
que compuso el Auto del juicio final, y fray Toribio de Motolinia, a quien
se
debe La Conquista de Jerusalem.Para completar
el cuadro del teatro religioso del siglo XVI, hay que agregar al de evangelización,
escrito generalmente en lenguas indígenas, el
teatro culto.
EL TEATRO CULTO
El teatro culto se escribía en
español y en latín y se practicaba en los colegios de jesuitas
en las conmemoraciones y solemnidades. La más importante de estas
representaciones
fue El triunfo de los santos, celebrada
en noviembre de 1578, que alcanzó un éxito extraordinario. Fue
parte de los festejos de agradecimiento por el envío de las reliquias
que el
papa Gregorio XIII donó a la
Compañía. Se trata de una tragedia en cinco actos, en castellano,
con un prólogo en octavas, publicada en 1579 en la Carta del Padre
Morales,
enviada al general de la Compañía.
Los estudiantes representaron varios coloquios en latín y español
y comedias latinas, siempre con gran pompa y solemnidad. Por sus
propias limitaciones, pronto decayó
este teatro humanístico, concretándose a una función
puramente escolar.
Llega en su momento el teatro criollo,
aquél que sigue las formas de la comedia española, escrito por
autores mexicanos o que así se consideran, con un interés profesional
y un
lugar apropiado (las casas de comedias),
que va separándose gradualmente de aquel otro en el que participaba
el pueblo entero, verdadero teatro de masas, de gran contenido
social, como el que se realizó
por los tlaxcaltecas en los años 1538 y 1539.
A mediados del siglo XVI ya se encuentran
aquí, importados de la Metrópoli, entremeses de Lope de Rueda,
y se advierte la preferencia del público por las comedias españolas.
Festividades de carácter civil
o religioso dan motivo para los actos teatrales: llegadas de virreyes o arzobispos,
nombramientos de autoridades, nacimiento de príncipe heredero,
conmemoración de la consumación
de la Conquista, fiesta de san Hipólito o de Corpus. Las autoridades
eclesiásticas y virreinales estimulaban con premios la producción
teatral y se conservan los nombres de
algunos afortunados comediógrafos que recibieron algún galardón
por la creación, adaptación o dirección de comedias:
Diego Juárez,
Alonso de Buenrostro, Arias de Villalobos,
Gonzalo de Riancho, etc.
Entre los autores que, venidos a
México, aquí escribieron comedias, algunas de ellas sólo
conocidas por su nombre, están: Sancho Sánchez de Muñón,
autor de la Tragicomedia
de Lisandro y Roselia; Luis de Belmonte
Bermúdez, que escribió El diablo predicador; Gutierre de Cetina,
que compuso comedias morales y profanas, y Juan de la Cueva,
célebre comediógrafo pre-lopista.
Los dramaturgos criollos más destacados del siglo XVI fueron: Fernán
González de Eslava y el Pbro. Juan Pérez Ramírez.