Numerosas reimpresiones
de esta obra, que es la que ha alcanzado mayor difusión en el conjunto
del fondo editorial universitario -varios cientos de miles de ejemplares-
han permitido a
muchos valorar el drama de la Conquista, no
ya sólo desde la perspectiva española, sino también
desde la indígena.
Visión de los Vencidos ha marcado el
inicio de una nueva forma de historiografía cuyo propósito
central es mostrar "la perspectiva y la imagen del otro". No es extraño,
por tanto, que este
libro concebido y estructurado por Miguel
León Portilla, haya sido inspiración de otros. Esta obra
en la que hablan quienes contemplaron el enfrentamiento con los hombres
de Castilla, ha
sido traducida ya en muchas otras lenguas
como el inglés, francés, alemán, italiano, polaco,
sueco, húngaro, serbo-croata, hebreo, japonés, catalán
y portugués. Además de las numerosas
reimpresiones que de ella ha hecho la Universidad
Nacional, otras más han aparecido en castellano, Cuba y España.
Como lo expresó José Emilio Pacheco, es éste "un gran poema épico de los orígenes de nuestra nacionalidad...un libro clásico y una obra indispensable para todos los mexicanos".
El maestro León-Portilla ha revisado el texto de este libro para la presente edición actualizando la información incluida en el apéndice y en las referencias bibliográficas.
Visión de los Vencidos vuelve a publicarse
así en esta decimosegunda edición, conmemorando tres fechas
muy significativas: los 450 años de la imprenta en México,
50 años de la aparición
del primer volumen de la Biblioteca del Estudiante
Universitario y 30 años de la primera edición de este libro,
el de mayor difusión de la referidad Biblioteca al servicio, de
modo especial, de
los estudiantes universitarios.
ROBERTO MORENO DE LOS ARCOS
Coordinador de Humanidades
Introducción
Revelación y asombro para los europeos
de los siglos XVI y XVII, fueron las crónicas, noticias y relaciones
de los descubridores y conquistadores del Nuevo Mundo. Europa -continente
antiguo, poseedor de larga historia- mostró
avidez por conocer las extrañas formas de vivir de esos "pueblos
bárbaros", que sus navegantes, exploradores y conquistadores iban
"descubriendo".
Los datos aportados,
con espontaneidad o con doblez, por los "cronistas de Indias", se recibieron
en Europa con el más vivo interés. Pudieron convertirse algunas
veces en tema de
controversia, pero nunca dejaron de ser objeto
de reflexión. No sólo los conquistadores y los frailes misioneros,
sino también los sabios y humanistas europeos, los historiadores
reales,
intentaron forjarse imágenes adecuadas
de las diversas realidades físicas y humanas existentes en el Nuevo
Mundo.
Los resultados fueron
diversos. Hubo "proyecciones" de viejas ideas. Se pensó, por ejemplo,
que determinados indígenas eran en realidad los descendientes de
las tribus perdidas de los
judíos. Tal es el caso de fray Diego
de Durán a propósito del mundo náhuatl. Otras veces
las relaciones e historias eran una apología más o menos
consciente de la Conquista, como en el
caso de Hernán Cortés. En algunas
crónicas aparecen los indígenas del Nuevo Mundo como gente
bárbara, idólatras entregados a la antropofagia y a la sodomía,
mientras que en otras
son descritos como dechado de virtudes naturales.
Ruta de los conquistadores
Aprovechando las noticias
que llegaban, se escribieron luego en Europa historias con el criterio
humanista propio de la época. Bastaría con recordar las décadas
De orbe novo del
célebre Pedro Mártir de Angleria,
en las que tantas veces expresa su admiración al describir las artes
y formas de vida de los indios. O el impresionante cúmulo de información
de primera
mano que acerca de las Indias allegó
e incorporó en su Historia General el cronista real Antonio de Herrera.
En resumen, puede decirse que la historiografía, no ya sólo
española y
portuguesa, sino también francesa,
inglesa, alemana e italiana, cobraron nueva vida al hacer objeto de su
estudio las cosas naturales y humanas del Nuevo Mundo.
Pero, frente a este
innegable estupor e interés del mundo antiguo por las cosas y los
hombres de este continente, rara vez se piensa en la admiración
e interés recíproco que debió
despertar en los indios la llegada de quienes
venían de un mundo igualmente desconocido. Porque, si es atractivo
estudiar las diversas formas como concibieron los europeos a los que, por
error, llamaron "indios", el problema inverso,
que lleva a ahondar en el pensamiento indígena -tan lejano y tan
cercano a nosotros- encierra igual, si no es que mayor interés.
¿Qué
pensaron los hombres del Nuevo Mundo, en particular
los mesoamericanos, nahuas, mayas y otros al ver llegar a sus costas y
pueblos a los "descubridores y conquistadores"? ¿Cuáles
fueron sus primeras actitudes? ¿Qué
sentido dieron a su lucha? ¿Cómo valoraron su propia derrota?
Es cierto que estas
preguntas no podrán contestarse en todos los casos. Mas, por lo
menos, habrá algunas respuestas, tratándose de las culturas
indígenas que alcanzaron mayor
desarrollo. Sus textos y pinturas por una
parte, y las relaciones españolas por otra, constituirán
las dos caras distintas del espejo histórico en el que se refleja
la Conquista. Como es
natural, las imágenes logradas por
mesoamericanos y españoles mostrarán grandes variantes. No
obstante condenaciones e incomprensiones mutuas, en el fondo ambos tipos
de imágenes
son intensamente humanas. En cuanto tales,
deberán estudiarse sin prejuicio. Porque, su examen sereno, mas
allá de fobias y fílias, ayudará a comprender la raíz
del México actual,
consecuencia viviente del encuentro violento
de esos dos mundos. 1
Dentro de Mesoamérica,
son las culturas maya y náhuatl las que ofrecen el más amplio
testimonio indígena de la Conquista. Ambas fueron culturas con historia,
escritura y transmisión
oral. Una breve mención del interés
que tenían por la historia esos pueblos indígenas, pondrá
de manifiesto el porqué de su empeño por conservar su propia
visión de la Conquista.
Interés por la historia en el mundo indígena
Las estelas mayas y
otros monumentos conmemorativos mayas y nahuas, los códices históricos,
xiuhámatl, "libros de años", del mundo náhuatl prehispánico,
redactados a base de una
escritura principalmente ideográfica
e incipientemente fonética, dan testimonio del gran interés
que ponían, entre otros, nahuas y mayas por preservar el recuerdo
de los hechos pasados de
alguna importancia. Complemento de lo anterior
eran los textos fielmente memorizados en sus centros prehispánicos
de educación, donde se enseñaban a los estudiantes, además
de otras
cosas, las viejas historias acerca de cuanto
había sucedido, año por año, tal como se consignaba
en sus códices.
Un único testimonio
vamos a aducir de este aprecio indígena por conservar su historia,
tomado de quien, sin pretender la alabanza de los indios, allegó
en pleno siglo XVI, mejor que
nadie, relaciones y noticias acerca de la
Historia general de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra
Firme de el Mar Océano, o sea, el cronista Mayor de Felipe II, don
Antonio de
Herrera. Sea excusa de una larga cita el interés
de la misma. Escribe así Herrera en el libro X de su Década
cuarta:
Conservaban las naciones de Nueva España, la memoria de sus antiguallas: En Yucatán, i en Honduras, havia vnos Libros de Hojas, enquadernados, en que tenian los Indios la distribucion de sus tiempos, i conocimiento de las Plantas, i Animales, i otras cosas naturales.
En la Provincia de Mexico, tenian su Libreria, Historias, i Kalendarios,
con que pintaban; las que tenian Figuras, con sus proprias Imagen i con
otros Caracteres, las que no tenian Imagen proprias: asi figuraban cuanto
querian.
Y para memoria del tiempo, en que acaecia cada cosa, tenian aquellas
Ruedas, que era cada vna de vn Siglo de cinquenta i dos Años; i
al lado de estas Ruedas, conforme al Año, en que sucedian cosas
memorables, iban pintando con las Pinturas, i Caracteres dichas, así
como poniendo vn Hombre pintado con vn Sombrero, i vn Saio colorado, en
el Signo de Caña, que corria entonces, como señalaron el
Año, que los Castellanos entraron en su Tierra, i asi
en los demas sucesos.
I como sus Figuras no eran tan suficientes, como nuestra Escritura,
no podian concordar puntualmente en las palabras, sino en lo substancial
de los conceptos: pero vsaban aprender de coro, Arengas,
Parlamentos, i Cantares. Tenian gran curiosidad, en que los Muchachos
los tomasen de memoria, i para esto tenian Escuelas, adonde los Ancianos
enseñaban a los Mozos estas cosas, que por tradición, se
han siempre conservado mui enteras.
I luego que entraron los Castellanos en aquella Tierra, que enseñaron
el Arte de Escrivir a los Indios, escrivieron sus Oraciones, i Cantares,
como entre ellos se platicaban, desde su maior antiguedad: por
sus mismos Caracteres, i Figuras escrivian estos razonamientos, i de
la misma manera escriven el Pater noster, i el Ave Maria, i toda la Doctrina
Christiana. 2
Pues bien, nahuas y
mayas que tanto empeño ponían y "tanta curiosidad tenían"
en "conservar la memoria de sus antiguallas", no dejaron perecer el recuerdo
-su propia visión- del más
impresionante y trágico de los acontecimientos:
la Conquista hecha por hombres extraños, que acababan por destruir
para siempre sus antiguas formas de vida. El presente libro -especie
de antología de textos y pinturas-
ofrece algunos rasgos de las varias imágenes que los mesoamericanos
de idioma náhuatl de Tenochtitlan, Tlatelolco, Tetzcoco, Chalco
y Tlaxcala se
formaron acerca de Cortés y los españoles,
acerca de la Conquista y la ruina final de su metrópoli, México-Tenochtitlan.
Un trabajo semejante
podrían preparar también los mayistas, que disponen asimismo
de relaciones indígenas de la Conquista, entre otras, las contenidas
en los Anales de los Xahil,
Títulos de la Casa Ixquin-Nehaip, en
la Crónica de Chac-XulubChen, y por lo menos fragmentariamente,
en algunos de los libros de losChilam Balam. 3
Toca tratar ahora, con la brevedad que exige
esta introducción, acerca del origen y modo como se escribieron
y pintaron los varios testimonios dejados por hombres de cultura náhuatl,
varios de ellos testigos de la Conquista,
y que constituyen la que hemos llamado una Visión de los vencidos.
Relaciones y pinturas nahuas acerca de la Conquista
Fray Toribio de Benauente,
Motolinía, llegado a México-Tenochtitlan en junio de 1524,
formando parte del célebre grupo de los doce franciscanos venidos
a Nueva España, es el primero
en descubrir el interés que tuvieron
los indios por conservar sus propios recuerdos acerca de la Conquista.
He aquí las palabras mismas de Motolinía, al principio del
Tratado Tercero de
su Historia de los indios de la Nueva España:
Mucho notaron estos naturales indios, entre las cuentas de sus años, el año que vinieron y entraron en esta tierra los españoles, como cosa muy notable y que al principio les puso muy grande espanto y admiración. Ver una gente venida por el agua (lo que ellos nunca habían visto, ni oído que se pudiese hacer), de traje tan extraño del suyo, tan denodados y animosos, tan pocos entrar por todas las provincias de esta tierra con tanta autoridad y osadia, como si todos los naturales fueran sus vasallos. Así mismo se admiraban y espantaban de ver los caballos y lo que hacían los españoles encima de ellos...A los españoles llamaron teteuh, que quiere decir dioses y los españoles, corrompiendo el vocablo decí;an teules...
Asimismo los indios notaron y señalaron para tener cuenta con el año que vinieron los doce frailes juntos . . . 4
En la actualidad
se conservan varias de esas relaciones nahuas, en las que, como lo nota
Motolinía, consignaron la venida de los españoles y los principales
hechos de la Conquista.
Esas relaciones y pinturas, junto con otras
varias historias escritas un poco más tarde también por indígenas,
son enconjunto más de doce. De desigual importancia, antigüedad
y extensión,
son suficientes para estudiar los rasgos característicos
de la imagen que se formaron los cronistas de lengua náhuatl acerca
de la Conquista. Brevemente describiremos las principales de
estas relaciones, tomando en cuenta tanto
su antigüedad, como su mayor o menor extensión.
a) Cantares acerca de la Conquista
Parece ser que los
más antiguos testimonios indígenas sobre la Conquista encontraron
natural expresión en varios cantares, compuestos a la usanza antigua,
por algunos de los pocos
cuicapicque o poetas nahuas sobrevivientes.
Así, para no citar otros, pueden recordarse al menos aquellos dos
poemas, verdaderos ejemplos de los llamados icnocuícatl, "cantos
tristes", o
elegías, en el primero de los cuales
se describen los últimos días del sitio de Tenochtitlan,
mientras que en el segundo se refiere cómo se perdió el pueblo
mexícatl. Copiamos aquí siquiera
unas estrofas de cada uno de dichos poemas,
para mostrar ya cuál fue la reacción de los mexicas, al contemplar
destruído su mundo y forma de vida antigua:
En
los caminos yacen dardos rotos,
los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas,
enrojecidos tienen sus muros.
Gusanos
pululan por calles y plazas,
y en las paredes estan salpicados los sesos.
Rojas están las aguas, están como teñidas,
y cuando las bebimos,
es como si bebiéramos agua de salitre.
Golpeábamos, en tanto los muros de adobe,
y era nuestra herencia una red de agujeros.
Con los escudos fue su resguardo,
pero ni con escudos puede ser sostenida su soledad...5
Llorad,
amigos míos,
tened entendido que con estos hechos
hemos perdido la nación mexicatl.
¡EI agua se ha acedado, se acedó la comida!
Esto es lo que ha hecho el Dador de la Vida en [Tlatelolco. . . 6
Como indica el doctor
Ángel Ma. Garibay, al analizar Como indica el doctor Angél
Ma. Garibay, al analizar estos documentos en su Historia de la literatura
náhuatl, para la composición
del segundo de esos poemas podría fijarse
la fecha dc 1523 y para la del primero el año siguientc dc 1524.
7
b) La relación anónima de Tlatelolco (1528)
Pero además de los poemas, existen las
Relaciones netamente indígenas, escritas ya desde 1528. Verdaderamente
importante es en este sentido el manuscrito 22 de la Biblioteca Nacional
de
París, conocido bajo el título
de "Unos Anales Históricos de la Nación Mexicana", escrito
en nahuatl por autores anónimos de Tlatelolco hacia 1528. Tan valioso
testimonio pone al
descubierto un hecho ciertamente extraordinario:
el de un grupo de mexicas, que antes de la fundación misma del Colegio
de Santa Cruz, llegaron a conocer a la perfección el alfabeto latino
y se sirvieron de él para consignar
por escrito diversos recuerdos de sus tiempos pasados y sobre todo su propia
visión de la Conquista. Si como documento son valiosos estos anales,
desde
un punto de vista literario y humano lo son
todavía mucho más, porque en ellos se expresa por vez primera
con no pocos detalles el cuadro de la destrucción de la cultura
náhuatl, tal como
lo vieron algunos de sus supervivientes. La
versión castellana de este texto, preparada por Garibay sobre la
base de la reproducción similar del mencionado manuscrito de la
Biblioteca
Nacional de París, se incluye íntegramente,
en lo que a la Conquista se refiere, en el capítulo XIV de este
libro. En el elenco bibliográfico que va al final de esta obra,
podrán hallarse las
referencias correspondientes, tanto de la
versión castellana, como de otra al alemán, así como
de la reproducción facsimilar de tan importante testimonio.
c) Testimonios de los informantes de Sahagún
Sigue en importancia y antiguedad al texto
de 1528, la mucho más amplia relación de la Conquista que,
bajo la mirada de fray Bernardino de Sahagún, redactaron en idioma
náhuatl varios
de sus estudiantes indígenas de Tlatelolco,
aprovechando los informes de algunos ancianos, testigos de la Conquista.
Según parece, la primera redacción de este texto "en el lenguaje
indiano, tan tosco como ellos lo pronunciaron",
como escribe Sahagún, quedó terminada hacia 1555. Posteriormente
fray Bernardino hizo un resumen en castellano de la misma. Se tiene
noticia de que hubo una segunda redacción
asimismo en náhuatl, concluída hacia 1585 y en la que, según
Sahagún, se hicieron varias correcciones, respecto de la primera,
ya que en
aquélla "se pusieron algunas cosas
que fueron mal puestas y otras se callaron que fueron mal calladas..."
No es posible decir
si ganó o perdió el texto con esta enmienda, ya que se desconoce
el paradero del texto en náhuatl revisado. El hecho es que, tal
como hoy se conserva la relación de la
Conquista, debida a los informantes de Sahagún,
constituye el testimonio más amplio dejado al respecto.Abarca desde
los varios presagios que se dejaron ver,"cuando aún no habían
venido
los españoles a esta tierra", (incluido
en el capítulo I de este libro), hasta uno de los discursos, "con
que amonestó Don Hernando Cortés a todos los señores
de México, Tezcoco y
Tlacopan", exigiéndoles la entrega
de oro y de sus varios tesoros.
En este libro se incorporan
numerosas secciones de tan valioso testimonio. De igual manera que en el
caso anterior, se ofrecen al fin las correspondientes referencias bibliográficas.
d) Principales testimonios pictográficos
Tanto en lo que se refiere a la obra de los
informantes de Sahagún, como en otras varias recopilaciones llevadas
a cabo por hombres de lengua náhuatl, encontramos la supervivencia
de su
antigua manera de escribir la historia, sobre
la base de pinturas. Mencionamos aquí tan sólo algunos de
los principales trabajos en este sentido: las pinturas correspondientes
al texto
náhuatl de los informantes de Sahagún,
que hoy día se conservan en el Códice Florentino. El célebre
Lienzo de Tlaxcala, de mediados del siglo XVI, que ofrece en ochenta cuadros
una
relación de los tlaxcaltecas, aliados
de los conquistadores. La serie de pinturas del impropiamente llamadoManuscrito
de 1576 (ya que en él se ofrecen datos de fecha posterior a la citada),
conocido también bajo el nombre de
Códice Aubin, en el que al lado de importantes textos, se conservan
también ilustraciones alusivas. Hay asimismo dibujos de procedencia
indígena en el
manuscrito conocido como Códice Ramírez,
debido probablemente a la recopilación de datos que en los años
anteriores a 1580, llevó a cabo el jesuita Juan de Tovar, así
como en la obra de
fray Diego de Durán, quien, como se
sabe, tuvo acceso a otros muchos testimonios indígenas hoy desaparecidos.
De esas fuentes pictográficas,
provienen las ilustraciones que se incluyen en el presente libro y que
fueron copiadas por la hábil pluma de Alberto Beltrán.
e) Otras relaciones indigenas más breves
Además de las ya mencionadas fuentes
pictográficas, existen otras varias relaciones indígenas
de menor extensión, de algunas de las cuales se transcribirán
aquí varios fragmentos. En el ya
citado Códice Aubin, o de 1576, se
encuentran varios textos de sumo interés. De él se tomó
una de las versiones indígenas que acerca de la matanza del Templo
Mayor se dan en el capítulo
IX de este libro.
Otros importantes testimonios
nos ofrecen don Fernando Alvarado Tezozómoc en sus dos crónicas
"Mexicana" y "Mexicáyotl", así como el célebre historiador
oriundo de Chalco,
Domingo Francisco de San Antón Muñón
Chimaltain Cuauhtlehuanitzin, de caya Séptima Relación se
tomó un texto incluido can cl capítulo XllI de este libro
en el que se describen las
pesquisas llevadas a cabo por Cortés,
después de tomada la ciudad.
Además del ya
citado Códice Ramírez, en el que también se contienen
importantes noticias de informantes de Tlatelolco, deben mencionarse las
breves secciones acerca de la Conquista
contenidas en los Anales Tepanecas de Azcapotzalco
y en los más breves de México y Tlatelolco. De todas estas
fuentes se ofrece, como en los casos anteriores, la correspondiente referencia
bibliográfica al final de este libro.
f) Testimonios de los aliados indígenas de Cortés
Deficiente resultaría esta presentación
de textos indígenas acerca de la Conquista, si no se incluyeran
en ella, por lo menos en algunos casos, los testimonios de algunos escritores
indígenas
y mestizos, que hacen gala de descender de
quienes se aliaron con Cortés para conseguir la derrota de los mexicas.
La pintura que de algunos hechos nos ofrecen, distinta de las otras
descripciones indígenas, no cae fuera
del título general de este trabajo Visión de los vencidos.
Porque, si es cierto que los tlaxcaltecas y los tetzcocanos lucharon al
lado de Cortés, no deja de
ser igualmente verdadero que las consecuencias
de la Conquista fueron tan funestas para ellos como para el resto de los
pueblos náhuas: todos quedaron sometidos y perdieron para
siempre no poco de su antigua cultura
De estos testimonios, además del ya
citado Lienzo de Tlaxcala, se aducen aquí algunos textos tomados
de la Historia de Tlaxcala, redactada en castellano por Diego Muños
Camargo,
mestizo que escribió durante la segunda
mitad del siglo XVI. Es particularmente interesante su versión,
claramente tendensiosa, de la matanza de Cholula, texto que se incluye
en el capítulo
V de este libro.
Ciudad de Tenochtitlan
La interpretación
histórica de la Conquista, desde el ángulo de los tetzcocanos,
nos la ofrece el célebre descendiente de la casa de Tetzcoco, don
Fernando de Alva Ixtlilxóchitl. Tanto en su
XIII relación, como en su Historia
chichimeca, escritas ambas en castellanos, se encuentran numerosos datos
recogidos por Ixtlilxóchitl de antiguas fuentes indígenas
en náhuatl hoy
desconocidas, pero interpretadas con un criterio
muy distinto al de los escritores de México y Tlatelolco. Los textos
de Ixtlilxóchitl que aquí se transcribirán son en
algunos casos
particularmente interesantes. Así para
citar sólo un ejemplo, aquel breve cuadro que pinta la reacción
de la vieja indígena Yacotzin, madre del príncipe Ixtlilxóchitl,
hijo de Nezahualpilli y
aliado de Cortés, que calificó
a su hijo de loco y sin juicio por haber abrazado tan de prisa la religión
de "esos bárbaros" (los españoles) , que en forma tan violenta
habían hecho su
aparición en Anáhuac .8
Tales son, descritas
de manera general, las principales fuentes indígenas de las que
provienen los textos e ilustraciones que en este trabajo se ofrecen. Preservándose
en ellas el testimonio
de quienes vieron y sufrieron la Conquista,
sin hipérbole puede afirmarse que la presentación de estos
documentos, con todas las limitaciones propias de quienes llevamos a cabo
la versión
y selección de los mismos, constituye
un cuadro indígena de la Conquista: una Visión de los vencidos.
Valor humano de las relaciones indígenas de la Conquista
Un estudio comparativo de los textos y pinturas
indígenas que acaban de describirse mostrará sin duda numerosos
puntos de desacuerdo respecto de las diversas crónicas y relaciones
españolas de la Conquista. Sin embargo,
más que constatar diferencias y posibles contradicciones entre las
fuentes indígenas y las españolas, nos interesan aquí
los textos que van a
aducirse en cuanto testimonio profundamente
humano, de subido valor literario, dejado por quienes sufrieron la máxima
tragedia: la de ver destruídos no ya sólo sus ciudades y
pueblos,
sino los cimientos de su cultura.
No es exageración
afirmar que hay en estas relaciones del hombre náhuatl pasajes de
un dramatismo comparable al de las grandes empopeyas clásicas.
Porque, si al cantar en la Ilíada
la ruina de Troya nos dejó Homero el
recuerdo de escenas del más vivo realismo trágico, los escritores
indígenas, antiguos poseedores de la tinta negra y roja de sus códices,
9 supieron
también evocar los más dramáticos
momentos de la Conquista. Valgan como ejemplo de lo dicho, unos cuantos
párrafos entresacados de los documentos que en este libro se presentan.
En pocas líneas
narran los informantes indígenas de Sahagún el modo como
comenzó la terrible matanza del Templo Mayor perpetrado por Pedro
de Alvarado. Después de describir el
principio de la fiesta de Tóxcatl,
"mientras se van enlazando unos cantos con otros", aparecen de pronto los
españoles entrando al patio sagrado:
Inmediatamente cercan a los que bailan, se lanzan al lugar de los atabales: dieron un tajo al que estaba tañendo: le cortaron ambos brazos. Luego lo decapitaron: lejos fue a caer su cabeza cercenada.
Al momento todos acuchillan, alancean a la gente y le dan tajos, con las espadas los hieren. A algunos les acometieron por detrás; inmediatamente cayeron por tierra dispersadas sus entrañas. A otros les desgarraron la cabeza: les rebanaron la cabeza, enteramente hecha trizas quedó su cabeza.
Pero a otros les dieron tajos en los hombros: hechos grietas, desgarrados quedaron sus cuerpos. A aquéllos hieren en los muslos, a éstos en las pantorrillas, a los de más allá en pleno abdomen. Todas las entrañas cayeron por tierra. Y había algunos que aún en vano corrían: iban arrastando los intestinos y parecían enredarse los pies en ellos. Anhelosos de ponerse a salvo, no hallaban a donde dirigirse . . . 1O
Otro cuadro, obra maestra
del arte descriptivo de los nahuas, nos pinta el modo como vieron a esos
"ciervos o venados", sobre los que montaban los españoles, es decir,
los caballos. Ya
Motolinía, en el párrafo que
se citó más arriba, nos habla de "la admiración de
los indios al contemplar los caballos y lo que hacían los españoles
encima de ellos". Ahora son los
informantes de Sahagún quienes nos
ofrecen su propia descripción. Tal es su fuerza, que parece una
evocación de aquella otra pintura extraordinaria del caballo, que
dejó escrita en hebreo
el autor del Libro de Job. Escuchemos la descripción
dada por los hombres de Mesoamérica:
Vienen los "ciervos" que traen en sus lomos a los hombres. Con sus cotas de algodón, con sus escudos de cuero, con sus lanzas de hierro. Sus espadas, penden del cuello de sus "ciervos".
Estos tienen cascabeles, están encascabelados, vienen trayendo cascabeles. Hacen estrépito los cascabeles, repercuten los cascabeles.
Esos "caballos", esos "ciervos", bufan, braman. Sudan a mares: como agua de ellos destila el sudor. Y la espuma de sus hocicos cae al suelo goteando: es como agua enjabonada con amole: gotas gordas se derraman.
Cuando corren hacen
estruendo; hacen estrépito, se siente el ruido, como si en el suelo
cayeran piedras. Luego la tierra se agujera, luego la tierra se llena de
hoyos en donde ellos
pusieron su pata. Por sí sola se desgarra
donde pusieron la mano o pata...11
Finalmente, para no
alargar más la serie de ejemplos que podrían aducirse, copiamos
tan sólo el breve relato conservado por los autores anónimos
del manuscrito de Tlatelolco de 1528,
en el que mencionan la suerte que corrieron
aquellos sabios o magos, seguidores de Quetzalcoátl, que vinieron
a entregarse a los conquistadores en Coyoacan, después de sometido
ya todo
el Valle de México. Llegaron con los
libros de pinturas bajo el brazo, los poseedores de la antigua sabiduría,
simbolizada por la tinta negra y roja de sus códices. No sabemos
porqué
voluntariamente optaron por entregarse. Pero
los conquistadores les echaron los perros. Sólo uno pudo escapar.
Escuchemos el testimonio indígena:
Y
a tres sabios de Ehécatl (Quetzalcóatl), de origen tetzcocano,
los comieron los perros. No más ellos vinieron a entregarse. Nadie
los trajo. No más venían trayendo sus papeles con pinturas
(códices). Eran
cuatro, uno huyó: sólo tres fueron alcanzados, allá
en Coyoacán.12
Escenas como las citadas
abundan en las relaciones indígenas que aquí se publican.
Quien lea el presente libro, no podrá menos de sorprenderse al encontrar
en la documentación
indígena incontables pasajes, tan dramáticos
y en cierto modo tan plásticos, que parecen una invitación
al artista, pintor o dibujante, capaz de llevarlos al lienzo o al papel.
Por otra parte, la riqueza de información y el modo mismo como la presentan los nahuas en sus relaciones, abre sin duda el camino a numerosos temas de investigación.
Piénsese por
ejemplo en estudios tales como el de "la imagen indígena del otro"
(los españoles), que podría mostrar los diversos esfuerzos
realizados por los indios para comprender
quienes eran esos hombres desconocidos, venidos
de más allá de las aguas inmensas 13. Proyectando primero
sus viejos mitos, creyeron los mexicas que Quetzalcóatl y los otros
teteo
(dioses) habían regresado. Pero, al
irlos conociendo más de cerca, al ver su reacción ante los
objetos de oro que les envió Motecuhzoma, al tener noticias de la
matanza de Cholula y al
contemplarlos por fin frente a frente en Tenochtitlan,
se desvaneció la idea de que Quetzalcóatl y los dioses hubieran
regresado. Cuando asediaron a la ciudad los españoles, con frecuencia
se les llama popolocas (bárbaros).
Sin embargo, nunca se olvidan los cronistas nahuas del poder material superior
de quienes en un principio tuvieron por dioses. Implícitamente,
en
función de su pensamiento simbólico,
a base de "flores y cantos", conciben una imagen del otro tan radicalmente
extraño. Los rasgos de esa imagen están precisamente en los
textos que
acerca de la Conquista escribieron. He aquí
un posible tema de investigación. Ciertamente de interés.
Pero, no es ese el
único aspecto que podría estudiarse. Además del asunto
propiamente histórico de comparar los testimonios indígenas
con los de los españoles, es posible contraponer
las ideas propias de ese mundo indígena
casi mágico, que tenía su raíz en los símbolos,
con la mentalidad mucho más práctica y sagaz de quienes,
superiores en la técnica, se interesaban
principalmente por el oro. Y queriendo llevarse
todavía más adelante este espíritu comparativo, podría
aducirse aún una tercera actitud, abundante asimismo en variantes
accidentales. Nos
referimos a la impresión que dejó
la Conquista en el ánimo de los primeros misioneros. Motolinía,
Olmos, Las Casas y Sahagún no contemplaron con sus propios ojos
el esplendor del
mundo prehispánico, antes de la Conquista,
pero conocieron al menos los testimonios que acerca de la antigüa
cultura rindieron sus informantes. Las noticias que pudieron allegar acerca
del pasado de los nahuas, parangonadas con
la situación de los mismos dos lustros después, les permitió
valorar la Conquista.
Particularmente Fray
Bernardino de Sahagún, quien más que nadie reunió
datos innumerables acerca de las instituciones culturales del mundo náhuatl
prehispánico, se expresa con
dureza, pero con justicia, acerca de los resultados
de la Conquista. No es posible -esto puede ser objeto de un estudio aparte-
aducir aquí los varios párrafos que dejó escritos
fray
Bernardino en diversos lugares de su Historia
general de las cosas de Nueva España, acerca de lo que fue a su
juicio la Conquista. No nos resistimos, sin embargo, a transcribir siquiera
unas líneas en las que compara la ruina
de los nativos con la maldición que Jeremías fulminó
contra Judea y Jerusalén, amenazándolas con su total destrucción.
Después de citar Sahagún
parte del capítulo V del Libro de Jeremías,
concluye diciendo:
Esto
a la letra ha acontecido a estos indios, con los españoles, pues
fueron tan atropellados y destruídos ellos y todas sus cosas, que
ninguna apariencia les quedó de lo que eran antes. Así están
tenidos por
bárbaros, y por gente de bajísimo quilate (como según
verdad, en las cosas de policía, echan el pie delante a muchas otras
naciones que tienen gran presunción de políticas, sacando
fuera algunas tiranías que su
manera de regir contenía). En esto poco con gran trabajo se ha rebuscado;
parece mucha la ventaja que hicieran, si todo se pudiera haber. 14
Tal es el parecer de
un hombre extraordinario, que a diferencia de muchos de sus compatriotas,
no buscaba el oro, sino el conocimiento integral de una gran cultura humana
y la
incorporación de sus valores y su gente
al Evangelio de Cristo.
Para terminar, queremos
señalar que esta especie de antología de las principales
relaciones indígenas de la Conquista, muy lejos de ser una edición
crítica de las mismas, no va
acompañada de las numerosas aclaraciones
y notas que pudieran hacerse a dichos documentos. Destinándose a
estudiantes y aun público no especializado, únicamente se
explican en el
texto, entre paréntesis y en algunas
notas al calce, algunos nombres y conceptos que no podrían comprenderse
fácilmente sin su correspondiente aclaración.
Agradecemos de manera
especial al doctor Ángel Ma. Garibay K; recordado maestro que, con
espíritu humanista, redescubrió estos textos, su generosidad
al permitirnos aprovechar sin
restricción alguna las traducciones
preparadas por él de casi todos los textos que aquí se ofrecen,
así por haber revisado los originales de este libro.
Como en otros casos,
es también ahora Alberto Beltrán quien ha copiado fielmente
las pinturas y dibujos de procedencia indígena referentes a la Conquista,
que aquí se publican. A tan
valioso colaborador expresamos nuestra gratitud,
así como de una manera muy especial a la Universidad Nacional Atónoma
de México que incluye esta obra en su prestigiada "Biblioteca
del Estudiante Universitario".
El estudio de las relaciones
indígenas de la Conquista abre las puertas a posibles investigaciones
de profundo interés histórico. Que esta modesta antología
, que ahora se publica, ayude
a despertar el entusiasmo por trabajos semejantes,
es nuestro más grande deseo. El examen sereno del encuentro de esos
dos mundos el indígena y el hispánico, de cuya dramática
unión
México y los mexicanos descendemos,
ayudará a valorar mejor la raíz más honda de nuestros
conflictos, grandezas y miserias, y en una palabra del propio "rostro y
corazón", expresión de
nuestra fisonomía cultural y étnica.
MIGUEL LEÓN-PORTILLA
1 En el volumen 2 de esta misma "Biblioteca
del Estudiante Universitario" publicó Agustín Yáñez
una selección de algunas de las principales relaciones españolas
de la Conquista, a las que añadió la crónica maya
de
Chac-XulubChen. Véase: Crónicas
de la conquista, Introducción, selección y notas de A. Yáñez,
2a. edición, Biblioteca del Estudiante Universitario 2, UNAM., México,
1950. Principalmente la lectura de la relación de Andrés
de Tapia y de las secciones de las Cartas
de relación de Cortés, así como de la Historia verdadera
de Bernal Díaz, que se incluyen en ese volúmen, muestran
ya varios aspectos fundamentales de la "imagen española de la
Conquista". La otra "cara de espejo", la ofrecen
los textos indígenas nahuas que aquí se publican.
2Herrera, Antonio de, Historia general de
los hechos de los castellanos en las Islas, y Tierra-Firme de Mar Océano.
Década IV, lib. x, t. IV, Editorial Guarania, Buenos Aires, Argentina,
pp. 130-131.
3 En El reverso de la Conquista, relaciones
nahuas, mayas y quechuas, México, Joaquín Mortiz, 1964 (y
numerosas reimpresiones), he reunido algunos de los testimonios quedan
cuenta del punto de vista de dichos grupos acerca
de la invasión o conquista de que fueron
víctimas.
4 Benavente, Fray Toribio de, (Motilinía),
Historia de los de la Nueva España. México, Editorial Salvador
Chávez Hayhoe, 1941, pp. 161-162.
5 Ms. Anónimo de Tlatelolco (1528),
Edición facsimilar de E. Mengin, Copenhagen, 1945, fol. 33.
6 Ms. Cantares mexicanos, Edición facsimilar
de A. Peñafiel, México, 1904, fol. 54 vuelta.
7 Garibay K., Ángel Ma., Historia de
la literatura náhuatl, 2 vols. Editorial Porrúa, México,
1953-54, t. II, pp. 9s92.
8 Como en los casos anteriores veánse
las referencias bibliográficas de estas obras al final de este libro.
Conviene notar aquí expresamente, para evitar posibles confusiones,
que en Tetzcoco hubo tres personajes principales
llamados Ixtilxochitl. El primero fue el hijo
del céleNezahualcóyotl, conocido como "Ixtlilxóchitl
el viejo", entronizado señor de Tetzcoco hacia 1363 y muerto por
orden de Tezozómoc, señor de Azcapotzalco. El segundo es
don
Hernando de Ixtlilxóchitl, hijo de
Nazahualpilli y hermano de Coanacochtin, señor de Tetzcoco, a la
llegada de los españoles. Fue precisamente a quien reprendió
su madre Yacotzin, en el episodio aludido, p or abrazar tan de prisa
la religión de los castellanos.
Finalmente, el tercero, pariente de los dos
anteriores, es el historiador don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl
autor de la Historia chichimeca y de numerosas relaciones acerca de la
historia prehispánica de Tetzcoco, así como acerca
de la Conquista.
9 "La tinta negra y roja " (in tlilli, in
tiapalli), en el simbolismo náhuatl la yuxtaposición de estos
dos colores, negro y rojo, oscuridad y luz, evocan la idea del saber más
elevado. De los sabios nahuas (los tlamatinime), se dice
expresamente que "eran los dueños de
la tinta negra y roja".
10Textos de los informantes indígenas
de Sahagún, Códice Florentino, lib. XII, cap. XX.
11 Ibid.cap.XV
12 Ms. Anónimo de Tlatelolco (1528).
Edición facsimilar de E. Mengin, Copenhagen, 1945, fol. 38.
13 Varios años después de la
primera edición de este libro (1959), autores como Tzevetan Todorov
han desarrollado esta perspectiva de la que se deriva, básicamente,
la concepción de la Visión de los Vencidos. (Todorov, La
conquète de l'Amerique, la question
de l'autre, París,1982). Nathan Wachtel en un trabajo sobre los
quechuas, concebido desde parecida perspectiva, se apropió del título:
Visión des vançues, París. 1971.
14 Sahagún, Fray Bernardino de, Historia
general de las cosas de Nueva España, t. I, p.29.