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ACTO IV, ESCENA 2.
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OTHELLO.
DESDÉMONA.
Entra Emilia.
¡Eso decís!
¡ Que el Cielo nos perdone!
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DESDÉMONA.
OTHELLO.
para que no se seque, ¡ ser apartado así! ¡ O conservado como un estanque para que sucios sapos forniquen y engendren! ¡ Muda tu color, Paciencia! iJoven querubín de labios rosados, muéstrate como el infierno, tenebroso! ¿Es que ya no me consideráis honesta, mi noble señor? Sí, honesta como mosca de verano en el matadero, que nace fornicando... ¡ Tú, flor de maldad! Hermosa y. aun así, de perfume dulcísimo; tú, que así penetras mis sentidos. Ojalá no hubieras nacido jamás! DESDÉMONA. ¡ Dios! ¿Qué pecado de ignorancia he cometido? OTHELLO. Este hermoso papel, este bello libro de amor,
¿fue creado para escribir en él “ramera”? ¿Preguntas cuál fue el pecado? ¡ Tú! ¡ Mujer pública!
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Brasas serían mis mejillas,
que a cenizas redujeran el pudor,
si dijese tu pecado. ¿Y lo preguntas?
Cuando el hedor no soporta el cielo, y se niega la luna
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a verlo, y el viento lascivo, que besa cuanto halla,
se esconde en las vísceras de la tierra para no escucharlo... ¿Por pecado preguntas? ¡ Tú! ¡ Prostituta infame!
DESDÉMONA.
¡ Dios sabe que es injuria!
OTHELLO.
¡ Dios sabe que sois una ramera!
DESDÉMONA.
[cristiana.
Si este navío preservo para mi señor, libre del tacto ilegítimo de otra mano impura, es porque no soy ramera. Es porque no lo soy. ¿No? ¿No sois una ramera?
No, puesto que soy
OTHELLO.
DESDÉMONA.
No, y os lo juro por mi alma.

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