- Prosificación: [Unos]
troncos robustos son [un] tosco adorno de este escollo duro, a
cuya greña la caverna profunda debe menos luz, menos aire puro
que a la peña. [Una] infame turba de aves nocturnas nos enseña
[que] el seno obscuro, lecho caliginoso, ser [es] de la negra
noche.
- Observaciones: Guarnición
viene de verbo guarnir, que tiene el significado de guarnecer,
proveer, dotar. Una guarnición de una cosa es algo de lo que
está dotada, sea como adorno, protección, etc. Góngora dice
que la roca que sirve de puerta a la cueva de Polifemo está
dotada, acompañada, de unos árboles a modo de decoración o que
complementan a la roca en su función de sellar la entrada.
La caverna debe menos luz a la greña que a la peña.
Equivalentemente: la greña da menos luz a la caverna que la
peña. Decir "dar menos luz" en lugar de "quitar más luz" es un
ejemplo de lítote, o atenuación, como cuando decimos "no es
tonto", en lugar de "es muy listo". Por otra parte, afirmar
que los árboles quitan más luz a la cueva que la roca es una
hipérbole, o exageración, con la que quiere expresarse lo
frondosos que eran los árboles.
En la prosificación hemos eliminado el "lo" anafórico de "nos
lo enseña" pues pierde el sentido al reordenar la frase. En el
poema, "lo" sustituye a "ser de la negra noche" (compárese con
"el coche te lo enseñaré hoy" / "hoy te enseñaré el coche").
"Nos enseña ser de la negra noche" es una oración de
infinitivo, equivalente a "nos enseña que es de la negra
noche". Es una sintaxis usual en latín (y en otras lenguas,
como el inglés).
Comentarios:
La lenta aproximación que hemos visto en la estrofa anterior sigue
su curso. Ahora estamos junto a la cueva, frente a una maraña de
árboles:
Guarnición tosca de este escollo duro
troncos robustos son, a cuya greña...
El primer verso contiene seis sílabas tónicas de un total de once.
Hay dos sílabas tónicas consecutivas (la tercera y la cuarta), a
esto hay que añadir nuevamente un verbo al final de la frase
(son), así como una acumulación de consonantes oclusivas, más eñes
y elles. Estos efectos sonoros refuerzan el carácter agreste que
se describe, a lo que hay que añadir el orden de las palabras
ligeramente más caótico que en los versos precedentes y la elisión
de artículos. Ahora entramos en la cueva:
menos luz debe, menos aire puro
la caverna profunda, que a la peña;
El interior está oscuro, el aire está viciado. De la violencia
formal de los versos precedentes pasamos a una violencia
conceptual: una lítote, una hipérbole. Si estuviéramos viendo una
película, estos efectos lingüísticos serían una música de fondo
cada vez más tensa. Ahora nos fijamos en el interior de la cueva:
Caliginoso lecho, el
seno obscuro
ser de la negra noche nos lo enseña...
La oscuridad de la cueva se corresponde con la oscuridad
gramatical. De momento no vemos (o no entendemos) nada y, al igual
que los ojos necesitan unos segundos para adaptarse a la
oscuridad, también nosotros necesitamos unos segundos para
comprender qué ocurre: se trata de una oración de infinitivo. Los
lectores de Góngora sabían latín, y por ello no tardarían en
comprender que "ser" pretende ser "que es". Una vez entendido
esto, asimilar el hipérbaton no cuesta mucho, y finalmente vemos
las aves nocturnas:
infame turba de nocturnas aves,
gimiendo tristes y volando graves.
Es probable que estos versos se inspiren en un pasaje de la
Tebaida (III, 510-512) de Estacio:
Mōnstra uolant: dīrae
strīdunt in nūbe uolūcres,
nocturnaeque gemunt striges et fērālia būbō
damna canēns. |
Vuelan criaturas monstruosas, aves de mal
agüero chillan en una nube,
y gimen vampiros nocturnos, y el búho, que canta
funestas desgracias.
|
Las
striges eran aves nocturnas (búhos, lechuzas) que los
antiguos creían que chupaban la sangre.
Los versos son lentos y cadenciosos, como el vuelo de las aves.
Ambos tienen los acentos en las mismas sílabas. El ritmo del
primero descansa sobre dos sílabas idénticas y lúgubres: tur...
tur, que parecen evocar los gemidos de las aves, de los que habla
el verso siguiente. Las tres palabras, infame, turba, nocturnas
son cultismos que en la época de Góngora no eran usuales. Tenemos
aquí un ejemplo de cómo el trabajo de Góngora y otros autores hizo
que palabras como "nocturno", que en su día fueron objeto de
burlas (como cuando Quevedo llamaba a Góngora "nocturnal", tanto
por su oscuridad como por usar la palabra "nocturno") ahora forman
parte del vocabulario de cualquier castellanohablante.
Respecto al uso de una oración de infinitivo en castellano, bien
podría haberse impuesto, pero el caso es que no fue así, y no
porque fuera una ocurrencia exclusiva de Góngora. He aquí una
muestra en un autor cuyo castellano tiene fama de modélico:
Llamábase Aldonza Lorenzo, y a
ésta le pareció ser bien darle
el título de señora de sus
pensamientos.
(Cervantes)