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Arde la juventud, y los arados peinan las tierras que surcaron antes, mal conducidos, cuando no arrastrados de tardos bueyes, cual su dueño errantes; sin pastor que los silbe, los ganados los crujidos ignoran, resonantes, de las hondas, si, en vez del pastor pobre, el céfiro no silba, o cruje el robre. |