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ESTROFA XLII SIGUIENTE

No a las palomas concedió Cupido
juntar de sus dos picos los rubíes,
cuando al clavel, el joven atrevido,
las dos hojas le chupa, carmesíes.
Cuantas produce Pafo, engendra Gnido,
negras víolas, blancos alhelíes,
llueven sobre el que Amor quiere que sea
tálamo de Acis ya, y de Galatea.

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El idilio de Acis y Galatea llega a su clímax. La "escena del beso" de la primera mitad de la estrofa es la misma que aparece en cientos de películas:

No a las palomas concedió Cupido
juntar de sus dos picos los rubíes,
cuando al clavel, el joven atrevido,
las dos hojas le chupa, carmesíes.
Cupido no permitía a los amantes besarse, es decir, Acis no podía besar a Galatea amparándose en que ella se lo consentiría por amor o, más claramente: Galatea no estaba dispuesta aún a dejarse besar. Sin embargo, Acis, atrevido, decide robarle un beso. Notemos lo adecuado de las metáforas: Acis se fija en los labios de Galatea. Para él son un rubí, es decir, una piedra preciosa que atrae a la vista e incita a la codicia; pero cuando los besa, pasan a ser las hojas de un clavel, suaves al tacto.

Como en tantas películas, el beso robado hace que Galatea abandone toda resistencia y se entregue definitivamente a Acis. Ahora el buen gusto pide que un fundido nos lleve a otra escena dejando el resto a la imaginación del espectador. Así lo hace Góngora:

Cuantas produce Pafo, engendra Gnido,
negras víolas, blancos alhelíes,
llueven sobre el que Amor quiere que sea
tálamo de Acis ya, y de Galatea.
La mera palabra tálamo es suficiente para insinuar lo que ocurre ahora. El Amor (o sea, el consentimiento mutuo que no existía aún en los cuatro versos precedentes) ha convertido en tálamo de la pareja el sitial que les sirve de refugio. Lo que sigue se resume en una disgresión, que es como un apartar la vista: sobre el tálamo llueven las más exquisitas flores del amor.
 
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