En un
pastoral albergue que la guerra entre unos robles lo dejó por escondido o lo perdonó por pobre, |
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Límpiale
el rostro, y la
mano siente al Amor que se esconde tras las rosas que la muerte va violando sus colores. |
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Amor le
ofrece su venda, mas ella sus velos rompe para ligar sus heridas: los rayos del Sol perdonen. |
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do la paz
viste pellico y conduce entre pastores ovejas del monte al llano y cabras del llano al monte, |
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Escondióse
tras las rosas porque labren sus arpones el diamante de Catay con aquella sangre noble. |
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Los
últimos nudos daba cuando el Cielo la socorre de un villano en una yegua que iba penetrando el bosque. |
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mal herido
y bien curado se alberga un dichoso joven que, sin clavarle amor flecha, lo coronó de favores. |
12 |
Ya le
regala los ojos, ya le entra, sin ver por dónde, una piedad mal nacida entre dulces escorpiones. |
32 |
Enfrénanlo
de la bella las tristes piadosas voces que los firmes troncos mueven y las sordas piedras oyen; |
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Las venas
con poca sangre, los ojos con mucha noche, lo halló en el campo aquella vida y muerte de los hombres. |
16 |
Ya es
herido el pedernal, ya despide el primer golpe centellas de agua. ¡Oh piedad, hija de padres traidores! |
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y la que
mejor se halla en las selvas que en la Corte, simple bondad, al pio ruego, cortésmente corresponde. |
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Del
palafrén
se derriba, no porque al moro conoce, sino por ver que la hierba tanta sangre paga en flores. |
20 |
Hierbas
aplica a sus llagas, que si no sanan entonces, en virtud de tales manos lisonjean los dolores. |
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Humilde se
apea el villano y sobre la yegua pone un cuerpo con poca sangre, pero con dos corazones. |
60 |
A su
cabaña los guía, que el Sol deja su horizonte y el humo de su cabaña les va sirviendo de Norte. |
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Corona un
lascivo enjambre de Cupidillos menores la choza, bien como abejas hueco tronco de alcornoque. |
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Desnuda el
pecho anda ella, vuela el cabello sin orden; si lo abrocha es con claveles, con jazmines si lo coge. |
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Llegaron
temprano a ella, do una labradora acoge un mal vivo con dos almas, y una ciega con dos soles. |
68 |
¡Qué
de nudos le está
dando a un áspid la invidia torpe, contando de las palomas los arrullos gemidores! |
88 |
El pie
calza en lazos de oro porque la nieve se goce, y no se vaya por pies la hermosura del Orbe. |
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Blando heno
en vez de pluma para lecho les compone, que será tálamo luego do el garzón sus dichas logre. |
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¡Qué
bien la destierra
Amor haciendo la cuerda azote, porque el caso no se infame y el lugar no se inficione! |
92 |
Todo sirve
a los amantes, plumas les baten, veloces, airecillos lisonjeros, si no son murmuradores. |
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Las manos,
pues, cuyos dedos desta vida fueron dioses, restituyen a Medoro salud nueva, fuerzas dobles; |
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Todo es
gala el Africano, su vestido espira olores, el lunado arco suspende y el corvo alfange depone. |
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Los campos
les dan alfombras, los árboles pabellones, la apacible fuente sueño, música los ruiseñores. |
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y le
entregan, cuando menos, su beldad y un reino en dote, segunda invidia de Marte, primera dicha de Adonis. |
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Tórtolas
enamoradas son sus roncos atambores, y los volantes de Venus sus bien seguidos pendones. |
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Los troncos
les dan cortezas en que se guarden sus nombres mejor que en tablas de mármol o que en láminas de bronce. |
120 |
No hay verde fresno sin letra
ni blanco chopo sin mote; si un valle "Angélica" suena, otro "Angélica" responde. |
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Choza,
pues, tálamo y lecho, cortesanos labradores, aires, campos, fuentes, vegas, cuevas, troncos, aves, flores, |
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Cuevas do
el silencio apenas deja que las sombras moren profanan con sus abrazos a pesar de sus horrores. |
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fresnos, chopos, montes valles,
contestes de estos amores, el Cielo os guarde, si puede, de las locuras del conde. |
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