Romance de Angélica y Medoro (1602)

Este romance está basado en un episodio del Orlando Furioso, de Ludovico Ariosto, una de las obras favoritas de Góngora. El conde Orlando (conocido también por otros nombres, como Rolando o Roldán), caballero de la corte de Carlomagno, se enamora de Angélica, hija de Galafrón, rey de Catay (la China) refugiada en occidente por las intrigas de una usurpadora. Orlando la persigue a lo largo de diversas aventuras, pero Angélica se enamora de un pobre soldado sarraceno llamado Medoro. Cuando el conde llega a los lugares donde Angélica y Medoro han consumado su amor, enloquece, arranca árboles, destruye rebaños, mata pastores y campesinos, sigue errante y desnudo hasta que al cabo de un tiempo recupera la razón (gracias a Astolfo, que viaja hasta la Luna, donde encuentra la razón de Orlando encerrada en una botella cuyo contenido le hace respirar).

En un pastoral albergue
que la guerra entre unos robles
lo dejó por escondido
o lo perdonó por pobre,
4

Límpiale el rostro, y la mano
siente al Amor que se esconde
tras las rosas que la muerte
va violando sus colores.
24

Amor le ofrece su venda,
mas ella sus velos rompe
para ligar sus heridas:
los rayos del Sol perdonen.
44
do la paz viste pellico
y conduce entre pastores
ovejas del monte al llano
y cabras del llano al monte,
8

Escondióse tras las rosas
porque labren sus arpones
el diamante de Catay
con aquella sangre noble.
28

Los últimos nudos daba
cuando el Cielo la socorre
de un villano en una yegua
que iba penetrando el bosque.
48
mal herido y bien curado
se alberga un dichoso joven
que, sin clavarle amor flecha,
lo coronó de favores.
12

Ya le regala los ojos,
ya le entra, sin ver por dónde,
una piedad mal nacida
entre dulces escorpiones.
32

Enfrénanlo de la bella
las tristes piadosas voces
que los firmes troncos mueven
y las sordas piedras oyen;
52
Las venas con poca sangre,
los ojos con mucha noche,
lo halló en el campo aquella
vida y muerte de los hombres.
16

Ya es herido el pedernal,
ya despide el primer golpe
centellas de agua. ¡Oh piedad,
hija de padres traidores!
36

y la que mejor se halla
en las selvas que en la Corte,
simple bondad, al pio ruego,
cortésmente corresponde.
56
Del palafrén se derriba,
no porque al moro conoce,
sino por ver que la hierba
tanta sangre paga en flores.
20

Hierbas aplica a sus llagas,
que si no sanan entonces,
en virtud de tales manos
lisonjean los dolores.
40

Humilde se apea el villano
y sobre la yegua pone
un cuerpo con poca sangre,
pero con dos corazones.
60

Notas:

v. 23: tras las rosas [a las] que la muerte...
vv. 27-28: Según Plinio, al diamante sólo podía ablandarlo la sangre de macho cabrío. El Amor se escondió en Medoro para que sus flechas pudieran penetrar el diamante que era Angélica gracias a la sangre del herido.
v. 34: Las centellas son de agua porque son lágrimas.
v. 36: Las facciones de Medoro.
v. 44: Porque al rasgar sus velos, descubre sus ojos, competidores del Sol.
vv. 53-56: Y la simple bondad que mejor [más fácilmente] se halla en las selvas que en la corte, corresponde al pío ruego.
v. 60: Porque Angélica ha puesto en él su corazón.

A su cabaña los guía,
que el Sol deja su horizonte
y el humo de su cabaña
les va sirviendo de Norte.
64

Corona un lascivo enjambre
de Cupidillos menores
la choza, bien como abejas
hueco tronco de alcornoque.
84

Desnuda el pecho anda ella,
vuela el cabello sin orden;
si lo abrocha es con claveles,
con jazmines si lo coge.
104
Llegaron temprano a ella,
do una labradora acoge
un mal vivo con dos almas,
y una ciega con dos soles.
68

¡Qué de nudos le está dando
a un áspid la invidia torpe,
contando de las palomas
los arrullos gemidores!
88

El pie calza en lazos de oro
porque la nieve se goce,
y no se vaya por pies
la hermosura del Orbe.
108
Blando heno en vez de pluma
para lecho les compone,
que será tálamo luego
do el garzón sus dichas logre.
72

¡Qué bien la destierra Amor
haciendo la cuerda azote,
porque el caso no se infame
y el lugar no se inficione!
92

Todo sirve a los amantes,
plumas les baten, veloces,
airecillos lisonjeros,
si no son murmuradores.
112
Las manos, pues, cuyos dedos
desta vida fueron dioses,
restituyen a Medoro
salud nueva, fuerzas dobles;
76

Todo es gala el Africano,
su vestido espira olores,
el lunado arco suspende
y el corvo alfange depone.
96

Los campos les dan alfombras,
los árboles pabellones,
la apacible fuente sueño,
música los ruiseñores.
116
y le entregan, cuando menos,
su beldad y un reino en dote,
segunda invidia de Marte,
primera dicha de Adonis.
80

Tórtolas enamoradas
son sus roncos atambores,
y los volantes de Venus
sus bien seguidos pendones.
100

Los troncos les dan cortezas
en que se guarden sus nombres
mejor que en tablas de mármol
o que en láminas de bronce.
120

Notas:

v. 68: Ciega de amor.
v. 79: Marte sufrió su primera envidia cuando vio a Venus enamorada de Adonis y sufriría la segunda al ver a Angélica enamorada de Medoro. Si lo hubiera estado de Adonis, habría sido para éste una dicha mayor que el haber recibido los favores de Venus.
vv. 81-96 estas estrofas aluden a un rito nupcial que Angélica y Medoro celebran en la cabaña. Los vv. 91-92 significan "para que no pueda decirse que su amor es ilícito o deshonesto".
v. 101: Desnuda [en cuanto a] el pecho es un acusativo de relación, propio de la gramática latina.
vv. 105-106: La nieve de sus pies se disfruta más entre lazos de oro.
vv. 106-107: Un chiste. Irse por pies es huir. Medoro calza con oro los pies de Angélica para tenerlos contentos y que no huyan. Angélica huye numerosas veces en el Orlando gracias a un anillo mágico.

No hay verde fresno sin letra
ni blanco chopo sin mote;
si un valle "Angélica" suena,
otro "Angélica" responde.
124

Choza, pues, tálamo y lecho,
cortesanos labradores,
aires, campos, fuentes, vegas,
cuevas, troncos, aves, flores,
132
Cuevas do el silencio apenas
deja que las sombras moren
profanan con sus abrazos
a pesar de sus horrores.
128

fresnos, chopos, montes valles,
contestes de estos amores,
el Cielo os guarde, si puede,
de las locuras del conde.
136

Notas:

v. 128 A pesar de los horrores de las cuevas, que no preocupan a los amantes.
v. 134: Contestes son testigos que corroboran un mismo hecho.