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El bosque dividido en islas pocas,
fragrante productor de aquel aroma
que, traducido mal por el Egito,
tarde lo encomendó el Nilo a sus bocas,
y ellas más tarde a la gulosa Grecia,
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clavo no, espuela sí del apetito,
que cuanto en conocello tardó Roma
fue templado Catón, casta Lucrecia,
quédese, amigo, en tan inciertos mares,
donde, con mi hacienda,
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del alma se quedó la mejor prenda,
cuya memoria es bueitre de pesares.»

Comentarios:

De este modo, el discurso contra la navegación termina con un testimonio directo y conmovedor de las desgracias que acarrea desafiar al mar.

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