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Y en la sombra no más de la azucena,
que del clavel procura acompañada
imitar en la bella labradora
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el templado color de la que adora,
víbora pisa tal el pensamiento,
que el alma, por los ojos desatada,
señas diera de su arrebatamiento,
si de zampoñas ciento
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y de otros, aunque bárbaros, sonoros
instrumentos, no en dos festivos coros,
vírgenes bellas, jovenes lucidos,
llegaran conducidos.

Comentarios:

Termina así la meticulosa descripción del "arrebatamiento" del peregrino, que primeramente le ocasiona un sordo dolor interior y luego se le refleja en el rostro hasta que casi le saltan las lágrimas. Observemos que los hipérbatos de los cinco últimos versos hacen que las palabras respeten el orden en que se perciben sus significados: primero se oyen las zampoñas, luego se percibe que hay otros instrumentos y luego llegan los jóvenes.

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