De la brevedad engañosa de la vida (1623)

Menos solicitó veloz saeta
destinada señal que mordió aguda;
agonal carro por la arena muda
no coronó con más silencio meta
que presurosa corre, que secreta
a su fin nuestra edad. A quien lo duda,
fiera que sea de razón desnuda,
cada Sol repetido es un cometa.
¿Confiésalo Cartago y tú lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
en seguir sombras y abrazar engaños.
Mal te perdonarán a ti los las horas,
las horas que limando están los días,
los días que royendo están los años.

Notas:

Los primeros versos contienen dos frases intercaladas: [Una] saeta solicitó [la] destinada señal que mordió aguda menos veloz que presurosa corre a su fin nuestra edad; [Un] carro agonal no coronó [la] meta por la arena muda con más silencio que secreta corre a su fin nuestra edad.

La señal es la diana a la que se dirige la flecha. Notemos la aliteración de eses en los dos primeros versos. En realidad, dado que Góngora, como cordobés que era, debía de pronunciar las ces como eses, la aliteración es aún mayor.

Los carros de carreras (agonales) daban siete vueltas sobre la arena del circo, y en cada una de ellas tenían que girar dos veces alrededor de las metas situadas en los extremos de la pista recta. El giro era una maniobra muy peligrosa, en la que muchos áurigas perdían el control y se salían de la pista. Por eso a menudo el público guardaba un silencio sepulcral cuando un favorito llegaba a la meta y se mantenía la tensión hasta que la superaba. También hay una aliteración en "no coronó con", que imita el sonido de las ruedas del carro.

Un cometa era una señal de un mal presagio. A quien es tan necio que duda de la brevedad de la vida, cada Sol que sale y se vuelve a poner es como un cometa que se lo está advirtiendo.

Las ruinas de Cartago, arrasada por Roma y reducida a la nada, atestiguan lo pasajera que es la pujanza y, en suma, la vida.

Licio era el nombre con que Góngora se refería a menudo a sí mismo.