EL LIBRO DEL GÉNESIS
CAPÍTULO I
26 Dios dijo: «Hagamos
al hombre a nuestra imagen, según nuestra
semejanza; y que le estén sometidos los peces del
mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la
tierra, y todos los animales que se arrastran por el
suelo».
27 Y Dios creó al
hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los
creó varón y mujer.
28 Y los bendijo,
diciéndoles: «Sean fecundos,
multiplíquense, llenen la tierra y
sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves
del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la
tierra».
Aquí está el primer relato del historiador sagrado
de la aparición de la mujer; una creación
simultánea de los dos sexos, a imagen de Dios. Es evidente
a partir del lenguaje que hubo consultas en la Deidad, y que los
elementos masculinos y femeninos estaban igualmente representados.
Scott en sus comentarios dice: "Esta consulta de los Dioses es el
origen de la doctrina de la trinidad." Pero en lugar de tres
personajes masculinos, como se representa generalmente,
parecería más racional un Padre Celestial, una Madre
Celestial y un Hijo.
El primer paso para elevar a la mujer a su posición
correcta, como factor en pie de igualdad en el progreso human, es
el cultivo del sentimiento religioso respecto a su dignidad e
igualdad, el reconocimiento por la generación venidera de
una Madre Celestial ideal, a la que deberían dirigirse las
oraciones, al igual que al Padre.
Si el lenguaje significa algo, tenemos en estos textos una clara
declaración de la existencia de un elemento femenino en la
Divinidad, igual en poder y gloria con el masculino. ¡La
Madre y el Padre Celestial! "Dios creó el hombre a su
propia imagen, varón y mujer." [...]
El texto muestra claramente la creación simultánea
del hombre y la mujer, y su igual importancia en el desarrollo de
la especie. Todas las teorías basadas en el supuesto de que
el hombre es anterior en la creación no tienen fundamento
en la Escritura. En cuanto a la sujeción de la mujer, sobre
la que tanto la ley civil como la canónica se deleitan en
hablar, es importante señalar que a la mujer se le da por
igual el dominio sobre cada forma de vida, pero no se dice una
sola palabra que dé al hombre el dominio sobre la mujer.
Aquí tenemos el primer título de propiedad de esta
tierra verde que es concedido por igual a los hijos e hijas de
Dios. Ninguna lección de sometimiento de la mujer puede
extraerse honradamente del primer capítulo del Antiguo
Testamento.
Elizabeth Candy Stanton
Lo más importante que una mujer debe observar al leer el
Génesis es que esta parte que actualmente está
dividida entre los tres primeros capítulos (no
existía tal división hasta hace unos cinco siglos)
contiene dos historias de la creación completamente
separadas y radicalmente contradictorias, escritas por dos autores
diferentes, pero igualmente anónimos. Ningún
teólogo cristiano actual con pretensiones de poseer
estudios académicos afirma que el Génesis haya sido
escrito por Moisés. Ya hace mucho que se
señaló, y la propia Biblia lo declara, que todos los
libros que los judíos poseían originalmente fueron
quemados en la destrucción de Jerusalén hacia 588
a.C., cuando los judíos fueron llevados a Babilonia como
esclavos por los asirios (véase II Esdras, XIV, V.21,
apocrhypha). Hasta alrededor de 237 a.C. (algunos teólogos
dicen 226, otros 169) no hay ninguna constancia de ninguna
recopilación de documentos en la Jerusalén
reconstruida, y entonces, el escritor anónimo de II
Macabeos menciona brevemente que cierto Nehemías
"reunió los hechos de los reyes y los profetas y los de
David" cuando "fundó una biblioteca" para Jerusalén.
Pero la primera mención en la Biblia de un libro que
podría corresponder al Génesis la hace un escritor
apócrifo que dice que Ezra escribió "todo lo que
había sucedido en el mundo desde el principio",
después de que los judíos regresaran de Babilonia,
bajo su liderazgo, hacia 450 a.C. (véase II Esdras, XIV, v
22, de los apocrypha).
Cuando se tiene en cuenta que los libros judíos se
escribieron en rollos de piel, sin mucha atención a las
puntuaciones vocálicas y sin división en
versículos ni capítulos, por copistas
acríticos que alteraron pasajes con frecuencia y que no
siempre pretendían siquiera entender lo que copiaban,
entonces el lector del Génesis empieza a estar en
condiciones de entender cómo puede ser contradictorio. Y si
las libertades que se tomaron los judíos con el
Génesis fueron grandes, las de los traductores ingleses las
sobrepasaron con creces.
Por ejemplo, el primer capítulo del Génesis, en
hebreo, nos dice, en los versículos 1 y 2, "En el principio
los dioses (Elohim) crearon estos cielos (o aire, o nubes) y esta
tierra... Y un viento se movió hacia la superficie de las
aguas". Aquí tenemos el inicio de una fábula
politeísta de la creación, pero, tan convencidos
estaban los traductores ingleses de que los antiguos hebreos
tenían que haber sido originalmente monoteístas, que
tradujeron lo anterior como "En el principio, Dios creó el
cielo y la tierra... y el soplo de Dios (!) se cernía sobre
la superficie de las aguas."
Actualmente se admite por lo general que alguien (nadie pretende
saber quién) en un momento dado (nadie pretende saber
exactamente cuándo) copió dos mitos de la
creación en el mismo rollo de piel, uno a
continuación del otro. Hace unos cien años, el Dr.
Astruc, de Francia, descubrió que desde Génesis I
v.1 hasta Génesis II v.4, se presenta un relato completo de
la creación, por un autor que siempre usaba la palabra "los
dioses" (Elohim) al hablar de la formación del universo, y
la usa unas 34 veces,mientras en Génesis II v.4 hasta el
final del capítulo III, tenemos una narrativa completamente
distinta, por un autor de estilo indudablemente diferente, que usa
la palabra "Yahveh de los dioses" 20 veces, pero "Elohim"
sólo tres veces. El primer autor, evidentemente, atribuye
la creación a un consejo de dioses que actúan
concertadamente, y no parece haber oído hablar de Yahveh.
El segundo atribuye la creación a Yahveh, un dios tribal
del antiguo Israel, pero representa a Yahveh como uno de dos o
más dioses que hablan con él (en Génesis III
v.22) sobre el peligro de que el hombre adquiera la inmortalidad.
Los teólogos modernos han denominado por conveniencia estas
dos fábulas, respectivamente, la historia Elohísca y
la Yahvista. No sólo difieren en el punto que acabo de
señalar, sino también en el orden de los actos de la
creación, en la actitud mutua del hombre y la mujer y sobre
la libertad humana ante las prohibiciones impuestas por la deidad.
Para mostrar las notorias contradicciones, las pondré en
columnas paralelas:
Elohísta
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Yahvista
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Orden de la creación:
Primero: Agua.
Segundo: Tierra.
Tercero: Vegetación.
Cuarto: Animales.
Quinto: Humanidad: varón y hembra.
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Orden de la creación_
Primero: Tierra,
Segundo: Agua.
Tercero: Hombre varón, sólo.
Cuarto: Vegetación.
Cinco: Animales.
Sexto: Mujer.
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En esta historia el hombre y la mujer son
creados simultáneamente, ambos por igual a imagen
de los dioses, después de que los animales hayan
sido traídos a la existencia.
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En esta historia el hombre varón es
modelado en arcilla antes de que los animales hayan sido
creados y antes de que la mujer haya sido creada.
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Aquí se da al hombre y a la mujer el
dominio conjunto sobre la tierra, sin límites ni
prohibiciones.
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Aquí la mujer es castigada a estar
sometida al hombre por violar una ley prohibitoria.
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Todo sin excepción es juzgado "muy
bueno".
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Hay un árbol del mal, cuyo fruto
dice Yahveh que causa la muerte súbita, pero no es
así, pues Adán vivió 930 años
tras comerlo.
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Al hombre y a la mujer se les dice que
"cada planta que lleva sus semillas sobre la faz de la
tierra y cada árbol... está para
vuestro disfrute". Por lo tanto, se les da libertad
perfecta.
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Al hombre se le dice que hay un
árbol del que no debe comer "pues el
día en que lo hagas, morirás sin duda."
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Se da al hombre y a la mujer el dominio
sobre todos los animales: "sobre toda cosa que se mueve
sobre la tierra".
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Un animal, "una cosa que se mueve" recibe
el dominio sobre el hombre y la mujer, y resulta ser
más fidedigno que Yahveh Elohim (compárese
Génesis II v17 con III vv. 4 y 22).
|
Ahora, puesto que es evidente que las dos historias no pueden ser
ciertas a la vez, la mujer inteligente, que comprende que debe
preferir una a la otra, puede decidir según su propio
juicio cual es más digna de ser aceptada por una mujer
inteligente. [...] Mi opinión es que la segunda historia
fue manipulada por algún judío en un intento de dar
"autoridad celestial" para exigir a una mujer que obedezca al
hombre con que se ha casado. En un trabajo que estoy terminando
presento algunos hechos sobre la historia del antiguo Israel que
será de particular interés para quienes quieran
entender el origen del sometimiento de la mujer.
Ellen Battelle Dietrick
CAPÍTULO II
21 Entonces el Señor
Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y
cuando este se durmió, tomó una de sus
costillas y cerró con carne el lugar vacío.
22 Luego, con la costilla que
había sacado del hombre, el Señor Dios
formó una mujer y se la presentó al hombre.
23 El hombre exclamó:
«¡Esta sí que es hueso de mis huesos y
carne de mi carne! Se llamará Mujer, porque ha sido
sacada del hombre».
24 Por eso el hombre deja a su
padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a
ser una sola carne.
25 Los dos, el hombre y la
mujer, estaban desnudos, pero no sentían
vergüenza.
Puesto que el relato de la creación del primer
capítulo es acorde con la ciencia, el sentido común
y la experiencia de la humanidad en las leyes naturales, resulta
natural preguntarse por qué hay dos relatos contradictorios
del mismo hecho en el mismo libro. Es fácil deducir que la
segunda versión, que se encuentra en cierto modo en las
distintas religiones de todas las naciones, es una mera
alegoría que simboliza cierta concepción misteriosa
de un editor altamente imaginativo.
El primer relato dignifica a la mujer como un factor importante de
la creación, igual en poder y gloria con el hombre. El
segundo la convierte en una mera idea de última hora. El
mundo funcionaba perfectamente sin ella. La única
razón para crearla es la soledad del hombre.
Hay algo sublime en sacar orden del caos, luz de la oscuridad, en
dar a cada planeta su lugar en el sistema solar, en dar
límites a los océanos y las tierras, algo totalmente
inconsistente con una ligera operación quirúrgica
para encontrar el material con que crear a la madre de la especie.
Es sobre esta alegoría sobre la que todos los enemigos de
las mujeres apoyan sus arietes para probar su inferioridad [...]
Elizabeth Candy Stanton
CAPÍTULO III
1 La serpiente era el
más astuto de todos los animales del campo que el
Señor
Dios había hecho, y dijo a la mujer:
«¿Así que Dios les ordenó que no
comieran
de ningún árbol del jardín?».
2 La mujer le
respondió:
«Podemos comer los frutos de todos los árboles
del jardín.
3 Pero respecto del
árbol que está en medio
del jardín, Dios nos ha dicho: «No coman de
él ni lo toquen, porque de lo
contrario morirán».
4 La serpiente dijo a la
mujer: «No, no
morirán.
5 Dios sabe muy bien que
cuando
ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los
ojos y serán como dioses,
conocedores del bien y del mal».
6 Cuando la mujer vio que el
árbol era
apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para
adquirir
discernimiento, tomó de su fruto y comió;
luego se lo dio a su marido, que
estaba con ella, y él también comió.
7 Entonces se abrieron los
ojos
de los dos y descubrieron que estaban desnudos. Por eso se
hicieron unos
taparrabos, entretejiendo hojas de higuera.
8 Al oír la voz del
Señor Dios
que se paseaba por el jardín, a la hora en que sopla
la brisa, se ocultaron de
él, entre los árboles del jardín.
9 Pero el Señor Dios
llamó al hombre y le
dijo: «¿Dónde estás?».
10 «Oí tus pasos
por el jardín, respondió él,
y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me
escondí».
11 El replicó:
«¿Y quién te dijo que estabas
desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que yo te
prohibí?».
12 El hombre respondió:
«La mujer que pusiste
a mi lado me dio el fruto y yo comí de
él».
13 El Señor Dios dijo a
la mujer: «¿Cómo
hiciste semejante cosa?». La mujer respondió:
«La serpiente me sedujo y comí».
14 Y el Señor Dios dijo
a la serpiente: «Por
haber hecho esto, maldita seas entre todos los animales
domésticos y entre
todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu
vientre, y
comerás polvo todos los días de tu vida.
15 Pondré enemistad
entre ti y
la mujer, entre tu linaje y el suyo. El te aplastará
la cabeza y tú le
acecharás el talón».
16 Y el Señor Dios dijo
a la
mujer: «Multiplicaré los sufrimientos de tus
embarazos; darás a luz a tus hijos
con dolor. Sentirás atracción por tu marido, y
él te dominará».
17 Y dijo al hombre:
«Porque hiciste caso a
tu mujer y comiste del árbol que yo te
prohibí, maldito sea el suelo por tu culpa.
Con fatiga sacarás de él tu alimento todos los
días de tu vida.
18 El te producirá
cardos y espinas y comerás
la hierba del campo.
19 Ganarás el pan con
el sudor de tu frente,
hasta que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado.
¡Porque eres polvo y al
polvo volverás!».
20 El hombre dio a su mujer el
nombre de Eva,
por ser ella la madre de todos los vivientes
21 El Señor Dios hizo
al hombre y a su mujer
unas túnicas de pieles y los vistió.
22 Después el
Señor Dios dijo: «El hombre ha
llegado a ser como uno de nosotros en el conocimiento del
bien y del mal. No
vaya a ser que ahora extienda su mano, tome también
del árbol de la vida, coma
y viva para siempre».
23 Entonces expulsó al
hombre del jardín de
Edén, para que trabajara la tierra de la que
había sido sacado.
24 Y después de
expulsar al hombre, puso al
oriente del jardín de Edén a los querubines y
la llama de la espada
zigzagueante, para custodiar el acceso al árbol de la
vida.
[...] Sin embargo, puesto que nuestro principal interés es
la parte de la mujer en el drama, nos complace igualmente su
actitud tanto si es un mito en una alegoría como si es la
heorína de un hecho histórico. En este
diálogo, el lector sin prejuicios debería sentirse
impresionado por el coraje, la dignidad y la noble ambición
de la mujer. El tentador evidentemente tenía un profundo
conocimiento de la naturaleza humana, y vio a simple vista el
carácter elevado de la persona que conoció por
casualidad de sus paseos por el jardín. Y no trató
de tentarla para apartarla de su deber con brillantes joyas, ricos
vestidos, lujos mundanos o placeres, sino con la promesa del
conocimiento, de la sabiduría de los Dioses. Como
Sócrates o Platón, sus capacidades
dialécticas para hacer preguntas desconcertantes eran sin
duda admirables, y despertaron en la mujer esa intensa sed de
conocimiento que los simples placeres de recolectar flores o
conversar con Adán no satisfacían. Comparada con
Adán, parece más aventajada a lo largo de todo el
drama.
Elizabeth Candy Stanton