CATECISMO DEL REVOLUCIONARIO
Sergei Necháyev
La actitud del revolucionario hacia sí mismo
1. El revolucionario es un hombre dedicado. No tiene intereses
personales, no tiene relaciones, sentimientos, vínculos o
propiedades, ni siquiera tiene un nombre. Todo en él se
dirige hacia un solo fin, un solo pensamiento, una sola
pasión: la revolución.
2. Dentro de lo más profundo de su ser, el revolucionario
ha roto -y no sólo de palabra, sino con sus actos- toda
relación con el orden social y con el mundo intelectual y
todas sus leyes, reglas morales, costumbres y convenciones. Es un
enemigo implacable de este mundo, y si continúa viviendo en
él, es sólo para destruirlo más eficazmente.
3. El revolucionario desprecia todo doctrinarismo y rechaza las
ciencias mundanas, dejándolas para las generaciones del
futuro. Él conoce una sola ciencia: la ciencia de la
destrucción. Para este fin, y sólo para este fin,
estudia la mecánica, la física, la química y
quizá también la medicina. Para este
propósito, el revolucionario estudiará día y
noche la ciencia de los hombres, sus características,
posiciones y todas las circunstancias del orden presente en todos
sus niveles. La meta es una sola: la más rápida y
más segura destrucción de este sistema asqueroso.
4. El revolucionario desprecia la opinión pública.
Desprecia y odia la actual moralidad pública en todos sus
aspectos. Para él sólo es moral lo que contribuye al
triunfo de la revolución. Todo lo que la obstruye es
inmoral y criminal.
5. El revolucionario es un hombre condenado a muerte. No teniendo
piedad hacia el estado ni hacia la sociedad educada, él a
su vez no espera que ellos tengan piedad hacia él. Entre
ellos y él hay una tácita, continua e
irreconciliable guerra a muerte. Debe estar preparado para morir
cualquier día. Y deberá entrenarse a sí mismo
para resistir la tortura.
6. Siendo severo consigo mismo, el revolucionario deberá
ser severo con los demás. Todos los tiernos y delicados
sentimientos de parentesco, amistad, amor, gratitud e incluso el
honor deben extinguirse en él por la sola y fría
pasión por el triunfo revolucionario. Para él
sólo debe existir un consuelo, una recompensa, un placer:
el triunfo de la revolución. Día y noche
tendrá un solo pensamiento y un solo propósito: la
destrucción sin piedad. Manteniendo la sangre fría y
trabajando sin descanso para esa meta, estará listo para
morir y para destruir con sus propias manos todo lo que le
estorbe.
7. La propia naturaleza del verdadero revolucionario excluye toda
forma de romanticismo, así como toda clase de sentimientos,
exaltaciones, vanidades, odios personales o deseos de venganza. La
pasión revolucionaria debe combinarse con el cálculo
frío. En todo tiempo y lugar, el revolucionario no debe
ceder ante sus impulsos personales, sino ante los intereses de la
revolución.
La relación del revolucionario con sus camaradas
8. Para un revolucionario, un amigo es sólo aquél
que ha probado con sus actos que también él es un
revolucionario. La amistad, dedicación u otras obligaciones
hacia ese amigo depende de su utilidad para la causa
revolucionaria.
9. La solidaridad entre los revolucionarios no requiere
discusión. La fuerza del trabajo revolucionario depende de
ella. Los camaradas que estén en el mismo nivel de
comprensión y pasión revolucionaria deben, en la
medida de lo posible, discutir juntos las principales acciones y
alcanzar conclusiones unánimes. Sin embargo, durante la
ejecución del plan cada uno debe confiar sólo en
sí mismo. Al realizar las diversas acciones destructivas,
cada uno deberá actuar solo, y buscará consejo o
ayuda de sus amigos sólo si ello es necesario para el
éxito.
10. Cada camarada tendrá a la mano a varios revolucionarios
de segundo o tercer rango, no tan completamente dedicados como
él. Debe considerarlos como parte del capital
revolucionario puesto a su disposición, y procurará
sacar de ellos la máxima utilidad posible. Debe
considerarse a sí mismo como un capital condenado a ser
invertido para el triunfo de la causa revolucionaria, pero no
tendrá derecho a disponer personalmente de ese capital sin
el consentimiento de otros camaradas plenamente iniciados en la
causa revolucionaria.
11. Cuando un camarada tenga problemas, y haya que decidir si
salvarlo o no, el revolucionario no se guiará por sus
sentimientos personales, sino solamente por los intereses de la
causa. Por tanto, debe sopesar cuidadosamente la utilidad del
camarada en problemas contra el costo del esfuerzo necesario para
salvarlo, y debe decidir qué tiene mayor peso.
La relación del revolucionario con la sociedad
12. La aceptación de un miembro nuevo dentro la
organización, de alguno que haya probado su lealtad no
mediante palabras sino mediante sus actos, es algo que sólo
podrá decidirse por consentimiento unánime.
13. Un revolucionario entra al mundo del Estado y al llamado mundo
intelectual, y vive dentro de ellos, con el solo propósito
de su destrucción rápida y total. No será un
revolucionario si experimenta alguna simpatía por algo de
ese mundo, o si se detiene ante la destrucción de
algún estado de cosas, relación o persona que
pertenezca a ese mundo en el cual todo debe ser odiado igualmente.
Peor para él si tiene familia, amigos o relaciones
amorosas; no podrá ser un revolucionario si eso detiene su
mano.
14. Con el propósito de la destrucción despiadada,
el revolucionario puede, y frecuentemente debe, vivir en sociedad,
simulando ser lo que no es. El revolucionario deber penetrarlo
todo en todas partes: las clases más altas y medias; el
almacén del mercader; la iglesia; la mansión del
aristócrata; los mundos de la burocracia, el
ejército, la literatura; la División Tercera
(policía secreta); e incluso el Palacio de Invierno (del
Zar).
15. Toda esta sucia sociedad tendrá que ser dividida en
varias categorías. La primera categoría es la de
aquéllos que deberán morir sin demora. La
Organización de camaradas revolucionarios harás
listas de los condenados, tomando en cuenta el daño
potencial que puedan hacer a la revolución, y
eliminarán en primer lugar a los primeros de la lista.
16. Al unir esas listas, y agrupar ordenadamente a los condenados,
no se tomará en cuenta la maldad personal del hombre ni el
odio que éste provoca entre los camaradas o el pueblo. Esa
maldad y ese odio pueden servir temporalmente para provocar la
sublevación de las masas. Es necesario tomar en cuenta el
grado de utilidad que su muerte podría dar a la causa
revolucionaria. Ante todo, debes destruir a aquellas personas que
más daño pueden hacer a la Organización
revolucionaria, o a aquellas otras cuya muerte súbita y
violenta provocarán el mayor terror en el gobierno,
debilitando su poder y privándolo de sus miembros
más enérgicos e inteligentes.
17. El segundo grupo está compuesto por aquellas personas a
quienes se les permite vivir temporalmente, porque sus actos
terribles conducirán al pueblo a una sublevación
inevitable.
18. La tercera categoría incluye una multitud de personas
de posición alta, animales que no tienen gran inteligencia
ni energía, pero poseen riqueza, posición social,
conexiones, influencia y poder. Debes explotarlos de todas las
maneras posibles, implicarles, confundirles, y conocer, hasta
donde sea posible, sus secretos más sucios con el fin de
esclavizarles. Su poder, influencia, conexiones y riqueza
podrían llegar a ser un tesoro inagotable y de gran ayuda
para muchas empresas revolucionarias.
19. La cuarta categoría es la de aquellos trepadores
ambiciosos y liberales de diversos matices. Puedes conspirar junto
con ellos, pretendiendo que les sigues ciegamente; pero a la vez
debes ponerlos bajo control, conocer todos sus secretos,
comprometerlos al máximo..., de tal modo que ellos mismos
ensucien y corrompan al Estado con sus propias manos.
20. La quinta categoría está compuesta por
doctrinarios, conspiradores y revolucionarios que sólo
hablan inútilmente ante muchedumbres o sobre el papel.
Debes impulsarlos hacia la acción, despedazando sus
discursos, con lo cual destruirás a la mayoría pero
lograrás unos cuantos revolucionarios verdaderos.
21. La sexta, y muy importante, categoría, son las mujeres.
Éstas deben ser divididas en tres categorías.
Primero, aquellas mujeres "cabeza hueca", inconscientes y
desalmadas, que pueden ser utilizadas de la misma manera que los
hombres de las tercera y cuarta categorías. La siguiente
categoría es la de aquellas mujeres que son apasionadas,
devotas y talentosas, pero no son propiamente nuestras, ya que no
poseen aún una comprensión cabal, austera y
revolucionaria. Ellas deben ser utilizadas como los hombres de la
quinta categoría. Finalmente, están aquellas mujeres
completamente nuestras, es decir, aquéllas que han aceptado
nuestro programa y están totalmente dedicadas a él.
Ellas son nuestras camaradas, y deberemos considerarlas como
nuestro tesoro más preciado sin cuya ayuda no podemos
triunfar.
La actitud de la Organización hacia el Pueblo
22. La Organización no tiene otro objetivo que la
liberación completa y la felicidad del pueblo, es decir,
del trabajador común y ordinario. Pero, con la
convicción de que la liberación y la
obtención de la felicidad es posible solamente por el
camino de una revolución popular totalmente destructiva, la
Organización deberá alentar, con todos sus medios y
recursos, el desarrollo e intensificación de aquellas
calamidades y males que agoten la paciencia del pueblo y lo
conduzcan a una sublevación total.
23. Por "Revolución" nuestra Organización no
entiende un modelo o patrón en el sentido clásico
occidental, un movimiento que siempre se detiene y se doblega ante
los derechos de propiedad privada y ante las tradiciones del orden
público y las, así llamadas, civilización y
moralidad. Tampoco entiende por revolución una forma que
hasta ahora se ha limitado a deponer un modelo político
para reemplazarlo por otro que intenta crear un estado
revolucionario, por llamarlo de algún modo. La única
revolución que puede ser benéfica para el pueblo
será la revolución que destruya de raíz todo
componente del Estado y que pueda exterminar todas las
instituciones tradicionales del Estado, el orden social y las
clases en Rusia.
24. La Organización no intenta imponer desde arriba una
nueva organización para el pueblo. La organización
futura crecerá, sin duda, desde el movimiento popular y
desde la vida, pero ésa será la tarea de las
generaciones futuras. Nuestra tarea es la destrucción
despiadada, terrible, completa y universal.
25. Por esto, para estar más cerca del pueblo, necesitamos
unidad con aquellos elementos de la vida popular que, desde el
principio del estado de poder de Moscú, no han dejado de
protestar, no sólo de palabra, sino con acciones, en contra
de todo aquello que está relacionado directa o
indirectamente con el Estado: en contra de la nobleza, en contra
de los burócratas, en contra del clero y en contra de los
kulaks explotadores (campesinos ricos, dueños de
plantaciones, que utilizan esclavos o siervos).
Permítasenos unirnos con los bandidos audaces, los
únicos revolucionarios verdaderos de Rusia.
26. Unir este mundo con una sola fuerza invencible e indoblegable:
tal es el objetivo de nuestra Organización, tal es nuestra
conspiración y nuestra tarea.