Oye, pueblo sagaz,
republicano que llevas "Dios y libertad" por lema, tu dios es un vil ídolo: en su insano furor, de Dios tu libertad blasfema. Tiene la libertad limpia la mano de oro y de sangre, su equidad suprema de la equidad de Dios es santa hermana. ¿Es esta libertad la mejicana? |
Mas tu odio a
Europa te arrastró muy lejos: tu libertad con él has fusilado, y en lugar de romper tus grillos viejos, otros grillos más duros te has forjado. Escuchaste del yankee los consejos, y del yankee en la red te has enredado, pues tanto odias tu sangre de europea... ¡Ojalá seas yankee y yo lo vea! |
No lo es: tu libertad
liberticida se ceba en los vencidos, atropella la libertad que en la conciencia anida de quien difiere de opinión con ella; al que encomienda a su merced la vida, por el afán de degollar, degüella; y va, cual hiena vil, con el insulto a hozar en el cadáver insepulto. |
¡Ojalá seas
yankee y luterana! Porque para llegar hasta ese día has de arrojar la lengua castellana, la religión del Hijo de María, y tu ruin libertad republicana en el vil lodazal de tu anarquía; y sin fuerza, sin honra y sin altares, entregarás al yankee tus hogares. |
La libertad es generosa:
empieza por lidiar y vencer; triunfa y perdona, sólo acepta del alma la nobleza, odia la tiranía y la destrona. La tuya les arranca la cabeza por quitar a los reyes la corona. Méjico audaz, de regicidio rea, si ésa es tu libertad, ¡maldita sea! |
Pero el yankee jamás
será tu hermano, no irá a par contigo, no lo esperes: dueño una vez del suelo mejicano, se apropiará tus minas y placeres, te obligará a sembrar para él tu grano y dará a sus colonos tus mujeres, porque tu raza india hallará fea... ¡Ojalá seas yankee y yo lo vea! |
Oye, Méjico,
aún: Maximiliano no tendrá vengadores en la Tierra, mas deliras si sueñas que tu mano lo hizo tu prisionero en buena guerra. No: Dios te lo entregó, y es un arcano de su justicia que en su juicio encierra. No tienen en la Tierra vengadores los que cual Cristo y él son redentores. |
¡Ojalá pronto tu
anexión reclamen los Estados Unidos, pueblo iluso! Y haz que a su madre en español no llamen tus hijos, siervos ya del yankee intruso, y odio en la leche de su madre mamen al padre vil que en su poder les puso. Es la ley del talión, nación ingrata: a hierro muere quien a hierro mata. |
Dios de su raza redentor le
ha hecho y él sus crímenes viejos ha expiado; tú, con las balas que le enviaste al pecho, cuanto a Europa te liga has fusilado; todos los lazos mutuos has deshecho, mas tal nudo al romper con tal pecado, olvidaste en tu cólera insensata que muere a hierro quien a hierro mata. |
Desparrama tus hordas
liberales por tu suelo infeliz republicano, y que borren las últimas señales que hay en él de español y de cristiano, borrando en tus banderas nacionales tu "Dios y libertad" en castellano; porque ¡oh, nación de deicidio rea! Dios con tu libertad no se aparea. |
Lo sabes como yo: Maximiliano tu corona en las sienes no se puso por propia voluntad, ni fue tirano ni usurpador en Méjico, ni intruso: fue a engañarle un partido mejicano diciendo que era tu nación, fue iluso, fue víctima, vivió y murió tu amigo, y es venganza su muerte, no castigo. |
¿Un pueblo
independiente y soberano quieres ser? — el derecho está en tu abono: mas eres más sacrílego y tirano que el rey peor que se sentó en un trono. ¡Asesinas al buen Maximiliano, a la Europa, tu madre, por encono! Méjico, en él de parricidio rea, ¿Ésa es tu libertad? — ¡Maldita sea! |