DIARIO
DE LAS
SESIONES DE CORTES

CONGRESO DE LOS DIPUTADOS
–––––––––––––––
PRESIDENCIA DEL EXCMO. SR. D. LUIS JIMÉNEZ DE ASÚA
–––––––––––––––

SESIÓN CELEBRADA EL MIÉRCOLES 15 DE ABRIL DE 1936

[...] El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Presidente del Consejo de Ministros tiene la palabra.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Azaña): Señores Diputados, en circunstancias un poco extrañas se ha visto el Gobierno, con respecto a su presentación ante las cortes, por las causas que todos vosotros conocéis. Hace días que el Ministerio hubiera hecho aquí el esbozo de su programa de gobierno y después del debate correspondiente hubiera recabado el voto de confianza que necesita para normalizar su situación parlamentaria; no ha podido ser así, y hasta hoy no hemos tenido ocasión propicia para cumplir este deber. Trataré de hacer algunas indicaciones respecto al programa del Gobierno con la brevedad y sobriedad posibles, sobriedad y brevedad que están autorizadas por dos motivos: el uno, que el programa de gobierno nuestro es el programa electoral del Frente Popular, que todo el mundo conoce y que me excuso de leer y aun de enunciar siquiera, puesto que ello me llevaría un tiempo innecesario y fatigaría, sin necesidad también, a la Cámara, y el otro, que en la tarde anterior tuve ocasión de decir algunas palabras que, si no son exactamente el programa del Gobierno, han bastado para comunicar al Parlamento y al país entero algo relativo a nuestra posición política y a nuestra conducta política, que vale, por lo menos, tanto como la enumeración de los puntos programáticos que vamos a realizar en nuestra tarea legislativa. Mi propósito esta tarde, por tanto, es dar ocasión —no digo pretexto; ocasión— para que el Parlamento examine nuestra política, la que ya hemos realizado y la que nos proponemos realizar, y que al final del debate recaiga la votación que el Gobierno necesita para seguir en su puesto.

Las circunstancias extrañas a las que se refiere Azaña son la dimisión prematura de Manuel Portela Valladares, que obligó a Niceto Alcalá Zamora a designar a Azaña presidente del Consejo de Ministros antes de que se reuniera el Parlamento, seguido del largo periodo que las Cortes habían dedicado casi exclusivamente a discutir las denuncias de fraude electoral en primer lugar y la destitución de Alcalá Zamora en segundo lugar. Azaña trató de presentar su gobierno el 3 de abril, pero el debate se centró en la propuesta de destitución de Alcalá Zamora y su discurso de presentación quedó pendiente de réplica.

Como he dicho en algunas ocasiones, señores Diputados, el programa que vamos a realizar, que es el programa de nuestra coalición de izquierdas, contiene ante todo una parte que podemos llamar de reparaciones y de sanciones (cuando hablo de partes no me refiero a su distribución en el tiempo, sino en un orden puramente lógico y que no excluye la simultaneidad de su cumplimiento). Estas medidas legislativas y de gobierno, que atañen a reparaciones y sanciones de hechos pasados, consisten principalmente en la amnistía, en las reparaciones debidas a los que han padecido persecuciones políticas, como son funcionarios y obreros víctimas de medidas de este orden; en la investigación y depuración de los abusos y extralimitaciones legales ocurridos y que se comprueben por los órganos adecuados del Poder, con motivo de los sucesos políticos del año 1934, y en algunas otras disposiciones de este carácter, complementarias de las anteriores.

La amnistía. Nosotros hemos obtenido de la Diputación permanente del Parlamento anterior un texto legal, de términos generales, que ya ha sido aplicado; pero cumple decir al Gobierno que ese texto legal no nos basta y que prontamente, apenas terminado el debate que se inicia con esta declaración ministerial, el Gobierno presentará una ley complementaria de amnistía, abarcando todos aquellos puntos que interesan a los partidos que representamos en el Poder.

La readmisión de obreros se ha hecho en la forma que todos vosotros conocéis, partiendo de un hecho, legal en su apariencia, injusto en su fondo, y que ha causado profunda impresión en nuestro ánimo cuando, al llegar al Gobierno, hemos tenido que examinar los antecedentes de esta cuestión. Me refiero concretamente al decreto del Ministerio de Trabajo, de Noviembre del año 1934, en el que, con motivo de las huelgas entonces en curso y de los movimientos políticos que las acompañaban, se suprimió, de raíz y a rajatabla, la jurisdicción normal para los conflictos de trabajo, y después de declarar por decreto, en términos generales, la ilegalidad de unas huelgas, se abolió la jurisdicción que podía hacer esta declaración con pertinencia, con competencia y con justicia. Delante de este hecho, que nosotros hemos estimado como injusto e ilegal, no hemos tenido otra solución, ni teníamos otro propósito, que deshacer los efectos de aquella medida. A esto han obedecido los decretos del Gobierno relativos a la readmisión de los obreros despedidos de su trabajo en aquella circunstancia.

Forma parte de esta serie de medidas de carácter reparador, justiciero y sancionador, todo lo que ya ha empezado a hacerse con motivo de los sucesos, mejor dicho, de los abusos ilegales y atropellos cometidos, o que pueda descubrirse que se han cometido con ocasión de los movimientos políticos del año 1934. Nosotros nos hemos limitado a instar, por los órganos legales adecuados, la actividad de los Tribunales de Justicia, a aprestar la responsabilidad de los órganos de Gobierno en este particular y a esperar tranquilamente las consecuencias de la gestión, bien entendido que no nos apartamos de lo que en las propagandas electorales hemos dicho y yo personalmente he afirmado también, respecto a que de lo que se trata es de individualizar las responsabilidades, de saber quién ha cometido un delito y quién no. El que haya cometido un delito responderá de él ante los Tribunales de Justicia. Yo no estoy dispuesto a permitir que la responsabilidad personal, individualizada y exigida, se extienda como una mancha de aceite por los alrededores del culpable.

Aunque tiene otro carácter completamente distinto, Sres. Diputados, porque es puramente política y constitucional, forma parte de estas medidas de reparación la restauración de la legislación autonómica votada por las Cortes Constituyentes, que no solamente es una convicción política nuestra y un sistema de gobierno que nosotros instauramos y mantenemos, sino algo más, porque nos encontramos ahora con la sentencia del Tribunal de Garantías Constitucionales, que ha declarado lo que era evidente: la inconstitucionalidad de la ley de enero de 1935, a cuyas consecuencias nos atenemos y que estamos dispuestos a aplicar.

Se refiere aquí Azaña a la supresión de la autonomía de Cataluña.

El primer grupo de medidas de orden político que el Gobierno se propone traer al Parlamento no son, ciertamente, las más graves, ni las más importantes, ni de las que están en el primer plano de nuestras preocupaciones; pero las vamos a traer enseguida. Estas medidas, que llamo de carácter político porque afectan a la reorganización de algunas instituciones del Estado, son, en primer término, la reforma del sistema electoral del Tribunal de Garantías Constitucionales, parte no despreciable de nuestro programa; la reforma de la ley Electoral del presidente del Tribunal Supremo; una ley de competencias, que ya está elaborada, aunque todavía no la ha aprobado el Consejo de Ministros, dirigida a delimitar exacta y definitivamente, según el espíritu y la letra de la Constitución, las distintas jurisdicciones que hay todavía en España, y además, la reforma del Reglamento de la Cámara.

Naturalmente, señores, la reforma del Reglamento de la Cámara no puede ser un proyecto de ley ni una iniciativa especial del Gobierno traída a debate de las Cortes; tiene que hacerse aquí por iniciativa de los grupos parlamentarios, y muy substancialmente, contando para ello, porque ha de ser ley común para todos, con la colaboración de las oposiciones. Pero este tema es uno de los puntos principales de nuestro programa y está articulado en términos que me importa recordar. Dice así: "Se procederá por las Cortes a la reforma de su Reglamento, modificando la estructura y funciones de las Comisiones parlamentarias, a cuyo cargo correrá, con el auxilio de los órganos técnicos a ellas incorporados, el trámite formativo de las leyes". En estos términos, más o menos, piensa el gobierno solicitar la colaboración de los grupos de la mayoría e invitar a las oposiciones a que concurran a una obra que, como digo, ha de ser común con el propósito que se enlaza bastante con unas palabras pronunciadas por mí aquí en la última tarde. Se trata, Sres. Diputados, de dar a la institución parlamentaria eficacia, celeridad y autoridad máximas, cuya disminución en las Cortes vienen produciendo los desgastes naturales del régimen.

Nadie podrá decir, Sres. Diputados, que soy un adversario o un desabrido frecuentador del Parlamento; más bien se me ha tachado de lo contrario. Nos hemos encontrado con una institución secular rodeada de prestigios, atacada de inconvenientes, nacidos tal vez de su vetustez o su inadaptación a los problemas políticos y económicos de nuestro tiempo. Tenemos una constitución parlamentaria; dentro de estos términos hemos de movernos, pero estoy convencido, y creo que los grupos que han suscrito este programa lo estarán también, porque si no no lo hubieran firmado, de que si queremos salvar la esencia del Parlamento, si queremos mantener con eficacia y autoridad una institución de responsabilidad y de publicidad que un país libre necesita para vivir, como son las Cortes, necesitamos adaptarlas a la vida moderna, a las necesidades del Estado moderno, a la rapidez, energía y competencia de un Estado tan complejo como el moderno; no se pueden meter dentro de la clásica tradición parlamentaria a que venimos viviendo sujetos desde hace tantos años. Éste es el espíritu y la intención con que hemos puesto en nuestro programa este capítulo, al que concedo una importancia capital.

Estas reformas políticas, con ser interesantes, no son, naturalmente, las que por el momento preocupan más nuestra atención. Di fuésemos a reducir todo a una rúbrica estaría permitido decir que lo que más nos agobia y lo que más debe excitar el interés del Parlamento y de los partidos son las cuestionas que afectan a la economía nacional, y toda obra que nosotros traigamos aquí ha de tener, directa o indirectamente, un reflejo o un apoyo en los problemas de la economía española. ¿Cómo podemos nosotros acentuar la gravedad de estas cuestiones? Pues tenemos dos puntos de referencia: una demostración aguda de la crisis actual es, por ejemplo, la situación del cambio, y otra demostración aguda de la crisis actual es, por ejemplo, el paro obrero.

Entre estas dos cuestiones tan agudas, aunque de tan distinto carácter al parecer, está encerrado todo el problema de la economía española, y la acción de cualquier Gobierno que se precie de responsabilidad, de competencia y de saber lo que se hace tiene que moverse dentro de estos límites. Problema del cambio, problema de la finanza española, problema comercial, problema de las obras públicas; todo esto cabe dentro de una misma rúbrica, o por lo menos el Gobierno para estudiarlo, para explicarlo y proponer soluciones, dentro de la misma rúbrica lo comprende.

El cambio. El año 33, en septiembre, nosotros dejamos el Centro de Contratación de Moneda al corriente de sus obligaciones y con una masa de maniobra que se acercaba a los 800 millones de francos. La situación tenía tal carácter que nos era permitido pensar, sin agravio, en el rescate de la prenda física que, como todos saben, hay depositada en un banco francés. Ha pasado el tiempo (me guardaré aquí de hacer inculpaciones; no desconozco lo que estos problemas tienen a veces de indomables por la voluntad más acerada), ha pasado el tiempo y hoy comprobamos la situación enteramente cambiada y en sentido grave y delicado. Yo me permití decir en el mes de octubre del año pasado, en público, unas palabras de alarma. No se nos contestó o se nos contestó despectivamente. La situación actual, Sres. Diputados, que yo no quiero ensombrecer, es profundamente seria. La deuda comercial es onerosísima. Nadie ignora que el Centro de Contratación no puede atender las peticiones cotidianas que se hacen; hay un atraso de muchos meses —no tengo por qué cifrarlo— y nos hemos encontrado, además, con arreglos o convenios de pago —¿cómo lo diré?— que, pro fortuna, nosotros no hemos suscrito; convenios de pago que han venido a agravar la situación, privando al Centro de Contratación de Moneda de la relativa libertad de movimientos que ha tenido hasta que tales convenios fueron suscritos y que hoy no tiene. Tal es el caso, y nadie ignora que, por falta de pago, nos hemos visto al borde de carecer de primeras materias para el movimiento de algunas industrias. Esto no es un secreto; resulta lamentable, pero nosotros no lo hemos creado.

Examinemos la situación de la Hacienda. Tampoco es muy lisonjera. El presupuesto en déficit, déficit que tampoco quiero en este momento achacar a nadie personalmente; pero yo recuerdo que en el año 31, y sobre todo el 32, cuando confeccionamos el primer presupuesto ordinario, la República tuvo que liquidar una masa de deudas atrasadas procedentes de otros tiempos. Entonces todo se liquidó y se pagó, y el movimiento del presupuesto, cuando empezamos a estudiar el de 1933, era absolutamente lisonjero y satisfactorio. La situación hoy es totalmente la contraria. Medias que no vamos a examinar ahora, adoptadas por Gobiernos anteriores, no han servido para ninguna clase de remedios, teniendo nosotros que afrontar ahora enérgicamente, dolorosamente (nos vemos obligados una vez más a hacer liquidaciones de una herencia que no podemos aceptar a beneficio de inventario, porque las obligaciones de gobierno no lo permiten); teniendo que afrontar una vez más un problema tremendo, onerosísimo, pero las Cortes comprenderán que no hay más remedio que sacar adelante la solvencia de España y la normalización de su vida económica y hacendística. Para esto, los sacrificios que se precisen, tendremos que hacerlos entre todos.

Obras públicas, comercio. Todas las cuestiones que afectan a la economía nacional viene a refluir en este problema de que yo hablaba antes como una de las manifestaciones agudas de la crisis: el paro. Nosotros nos hemos encontrado con la política comercial española a veces en flagrante contradicción con la política hacendística española, y se hace necesario organizar las cosas de modo que haya una dirección común en ambos establecimientos y ambas direcciones, para que no se dé el caso de que disposiciones tomadas en Hacienda, en defensa, por ejemplo, de la moneda, sean contrariadas por disposiciones del Ministerio de Agricultura, o el de Industria, en defensa de otros intereses respetables, pero que molestaban o perjudicaban al problema hacendístico principal. Mientras nosotros, con la política comercial, no acertemos a hacer descender el desnivel de nuestra balanza de pagos, todos los sacrificios que se hagan para liquidar o reducir la deuda comercial procedente de la situación del cambio monetario serán estériles y la situación se reproducirá periódicamente mientras la política comercial española no esté enérgicamente dirigida, seguramente dirigida y sabiéndose a lo que se va.

Con respecto a estos problemas que hemos de esclarecer largamente, con todos los antecedentes que la cuestión tiene, hay que tener presente, señores, una consideración de orden moral, si se puede decir así, o que afecta a los hábitos españoles. Grande es la crisis en España, cada vez más acentuada, pero hemos tenido, digamos, la suerte de que la crisis universal España ha tardado más en sentirla. Las razones no son de este lugar, pero todos los españoles que no tienen la desgracia de haber caído en la miseria y en la falta de trabajo, que es otra enfermedad, están habituados a una cierta facilidad de vida, a que no falte nada, a que todo transcurra normalmente, y nos alegra mucho que los extranjeros que vienen a nuestra Nación y oyen nuestras lamentaciones por las molestias que sentimos nos digan: "¡Pero si ustedes viven en un país privilegiado; si aquí hay de todo, si aquí la vida es barata, si se vive muy bien, mejor que en parte alguna!" Sí, sí, muy bien; pero esta facilidad de vida relativa, comparada con otras naciones, nos cuesta cada año una pérdida sustancial en la riqueza española, y es preciso llamar la atención del país sobre la necesidad de entrar, decididamente y abnegadamente tal vez, por un sistema de privaciones, si queremos normalizar la vida económica española. Algún día tendremos que decirnos los unos a los otros y decirle al país que si queremos abandonar esta vida fácil, relativamente, y no pagarla cada año con pérdidas irreparables de la riqueza y del caudal españoles, será menester que el país, a través de su política comercial, a través de su política de cambio, llegue a imponerse privaciones y abstenciones necesarias que en otras partes ya se han impuesto y que aquí a los españoles, cuando se les anuncien, les parecerá que significan la pérdida de toda su comodidad, o tal vez una catástrofe nacional; pero por este camino hay que entrar resueltamente si se quiere hacer algo de saneamiento y de ordenación en la economía nacional.

A través de la política comercial, a través de la política presupuestaria y fiscal, tenemos nosotros la pretensión de hacer esta obra de saneamiento, por lo menos de saneamiento, y hasta donde sea posible de reanimación de la economía española. Factor importante para ello será, naturalmente, el grupo de leyes fiscales que el señor Ministro de Hacienda leerá aquí dentro de breves días. La índole de la materia, mientras los textos no sean conocidos, comprenderán los señores Diputados que me aconseja la mayor reserva.

Además de la vigorización de los impuestos o de los recursos fiscales que haya que establecer de nuevo, una nota considerable de orden político y social, no sólo de orden económico, encontraréis en los proyectos del Ministerio de Hacienda, aprobados ya por el Gobierno, que se dirigen a gravar las grandes concentraciones de riqueza territorial en función de la reforma agraria que el Gobierno está desarrollando y va a desarrollar con el concurso del Parlamento. Estos proyectos del Ministerio de Hacienda no disimulan su propósito, Sres. Diputados, como el Gobierno no ha disimulado los suyos.

Ha solido ser una práctica corriente en España, al gastar los dineros en obras públicas, que, o se improvise el gasto, o la necesidad a que se atienda no sea bastante examinada, o se rindan los Gobiernos a los requerimientos de los grupos o de los intereses locales, derramando a voleo el dinero por los terrenos peninsulares para construir caminos que se borran a las primeras lluvias o para hacer otro género de obras cuya necesidad o utilidad no ha demostrado nadie, o se improvisen planes según el agobio del hambre, perdiendo de vista el interés definitivo del Estado, de la sociedad y de la economía españolas. Nosotros no queremos seguir por este camino. Habrá que pedirle al país sacrificios para las obras públicas, pero hemos de saber, primero —y se le dirá al Parlamento y el Parlamento lo acordará—, en qué se va a gastar el dinero, sobre qué industrias va a repercutir el gasto oficial y la consignación del presupuesto, qué vigor podremos inyectar a través de las obras públicas a las industrias más necesitadas, que todos sabemos cuáles son; qué utilidad inmediata o distante pueden reportar los trabajos que se emprendan. no estamos dispuestos a que el dinero de las obras públicas se reparta en socorros. Socorros, no; trabajo de restauración de la economía nacional, todo el que los recursos del Tesoro y del contribuyente permitan; pero convertir las obras públicas en una mal disfrazada obra de beneficencia, creo que es contrario a todos los intereses económicos y políticos del país. (Muy bien.)

Todo esto tiene un límite. Es muy fácil, señores, decir: "Háganse obras públicas", y con una varita mágica, de una roca arrancar un torrente de oro o de papel que pretende representarlo; pero hay que pensar en la totalidad de la situación financiera y económica de España, ha que pensar en eso, pero pensar, no por gusto ni por deporte, sino para atenerse al resultado de nuestros pensamientos. Cualquier imprudente lanzaría ahora al país por una cuesta abajo de inflación que produciría una mayor circulación inmediata, un bienestar relativo, con la catástrofe a fecha fija. Nosotros no podemos ni debemos empujar al país a una catástrofe conocida, ni podemos tampoco mantener el engaño a la gente humilde, haciéndole creer que con una política de este tipo sería mejor su situación o se enriquecería, si lo que ele diéramos con una mano se lo quitábamos con la otra a consecuencia de los efectos de la inflación. Hay que andar en esto con mucha prudencia, y el Gobierno no dará un paso ni saber dónde pone el pie. (Aprobación.)

El capítulo inmediato de nuestras reformas, que no lo sitúo en el tiempo, sino en la exposición, que simultáneamente vendrá al Parlamento, es la política agraria. En este particular creo poder decir desde ahora que no hay un solo número del programa electoral del Frente Popular que no esté ya articulado en un proyecto del ley. Tendréis aquí, dentro de dos o tres días, el proyecto de ley derogando la contrarreforma agraria del año 1935; el proyecto de rescate y readquisición de bienes comunales, rescate de los que hayan sido usurpados y readquisición de los que convenga introducir nuevamente en el patrimonio comunal; otra ley rectificando o revisando los desahucios que se han decretado en aplicación de la ley de Arrendamientos vigente; una nueva ley de Arrendamientos, que esta mañana no más tarde ha sido examinada  por el Consejo de Ministros y está pendiente de los últimos toques de su redacción; unas nuevas bases de ley Agraria; otra ley permitiendo la consolidación de la propiedad de los arrendatarios, y una ley, que vendrá más tarde, en que se toman ciertas disposiciones con tierras procedentes de donaciones y mercedes de la Corona y que pondrán a disposición de la Reforma agraria la masa de tierras que el Estado español necesita para hacer estas reformas sin sacrificarse hasta derramas la última gota de sangre de sus venas. (Muy bien.)

Quedará para después la organización del crédito agrícola, la instalación del Banco Agrícola, sin lo cual todo lo que se pueda decir y hacer en este sentido carecería de base económica para su desarrollo en lo por venir. Son un grupo de seis leyes —me parece que son seis—, que abarcan punto por punto todas las comprendidas en el programa electoral. De paso, y mientras el Parlamento podía funcionar, el Gobierno ha atacado este problema, dentro de los estrechos límites que nos concede la vigente ley Agraria, en las provincias donde era más urgente y necesaria nuestra intervención. A estas horas se ha dado tierra en las provincias extremeñas a 70.000 pequeños labradores, a 70.000 yjnteros; dentro de unos meses, cuando lo necesiten, se les dará dinero y más adelante, gobernando esta mayoría, su situación será considerada para que el problema de los yunteros no se vuelva a presentar más. Y hemos acelerado también la otra política de asentamientos, que es, hoy por hoy, todo lo que podemos hacer, dotándoles de tierra y de los fondos necesarios para la explotación. El Gobierno os presentará un día, una vez aprobadas estas leyes agrarias, la fórmula de crédito indispensable para dar efectividad, no en el papel, a toda la reforma agraria que tenemos en curso.

Restableceremos toda la legislación social de las Cortes Constituyentes. Por de pronto se derogarán las derogaciones hechas por el Parlamento anterior; tiempo habrá después de mejorar y completar aquella legislación. Se montarán las instituciones complementarias de la defensa y protección del trabajo, y refiriéndome de una manera concreta al problema de los salarios, sin que nosotros, por las razones que antes he dicho, tengamos la intención ni los medios de hacer una política de exaltación desatinada de los salarios, es preciso reconocer, Sres. Diputados, que en no pocas industrias o clases de trabajo y en no pocas regiones españolas el salario ha caído mucho más bajo que el nivel corriente de la vida española, con ser tan humilde, y esto no se puede consentir; humillación y derrumbamiento del salario que no han sido debidos a causas económicas, delante de las cuales a veces hay que doblar la cerviz, sino a acción política (Muy bien.), a desquites y despropósitos políticos, despropósitos políticos que, aunque yo repito una vez más que no me han constituido en consejero de nadie, no acabo de comprender cuál es el espíritu que domina a los que, creyendo defender de esta manera sus intereses, no han hecho más que almacenar en el alma del proletariado un espíritu de desquite que quisiera poder decir que no estaba justificado. Vamos a crear en la ley el delito de envilecimiento doloso del salario, para que quien haga esta clase de maniobras tenga que responder de ellas ante los Tribunales de Justicia, y reorganizaremos toda la magistratura social en la forma que las Cortes, sobre las ponencias del Gobierno, estimen más adecuada para secundar esta política. Además, hemos de traer como complemento de esta primera etapa las leyes orgánicas que la Constitución pide, alguna de las cuales, ya vigentes, no nos parecen buenas para el régimen local y provincial, y, naturalmente, hemos de traer también una ley orgánica de reorganización de la Administración de Justicia. Todo esto constituye la base de trabajo de esta primera etapa parlamentaria.

He dicho al principio que no iba a enumerar todos los artículos de nuestro programa; he subrayado los que nos preocupan hoy, de momento, y sobre ésos es sobre los que recabaremos la atención de las Cortes, para que, sin levantar mano —y vosotros sabéis que a nosotros no nos duele permanecer en las Cortes indefinidamente—, el Parlamento se aplique a aprobar y a mejorar los proyectos del Gobierno. Después traeremos otras cosas.

Me será permitido decir aquí, como un inciso que no deja de tener interés en esta posición del Gobierno, una palabra acerca de la situación de España con respecto a lo que ocurre en el mundo. Señores, no podemos disimular que la política internacional en Europa atraviesa por una crisis grave. Hemos de decir que el Gobierno, en este particular, se atiene a lo que es su trayectoria política y a lo que son nuestras declaraciones en la oposición, aplicadas ya efectivamente desde el Gobierno. Nuestro país ha trabajado en la Sociedad de Naciones con la lealtad y el desinterés que no nacen solamente de nuestro carácter, sino de nuestra posición en el mundo. Sin ambiciones que nos cieguen, sin conflictos ni competencias de carácter internacional, nos ha sido permitido mantener en la Sociedad de Naciones una posición de absoluto desinterés y de elevado concepto de los propósitos de aquella organización. Nosotros permanecemos y queremos seguir permaneciendo en ella. Y ame doy cuenta de que el papel y el voto de España no pueden ser decisivos en una materia de esta magnitud; pero mientras la Sociedad de Naciones aliente y sea lo que sus fundadores han querido que sea, España cooperará a la obra pacificadora de la Sociedad de Naciones. Sin embargo, nosotros, que tenemos adquiridas obligaciones por pertenecer a la Sociedad, tenemos entendido que estas obligaciones son recíprocas, y España cumplirá sus obligaciones que nazcan del Pacto mientras los demás miembros de la Sociedad cumplan las suyas. Trabajando en la Sociedad de Naciones por una política de pacificación o cooperando a los esfuerzos bienintencionados por mantener la paz, que se hacen en Ginebra, España atiende a este fin general y al suyo propio, que es, en último término, conservar su libertad de determinación, libertad que nosotros tenemos que poner en franquía por una actividad diplomática lo bastante inteligente para que no nos encontremos metidos donde no tenemos obligación de estar, ni en compromisos o deberes que no nos incumba aceptar, y sólo podemos aceptar lo que, dentro del marco de la Sociedad de Naciones —en cumplimiento recíproco e igual de lo que allí se convenga y convenga a la paz en el mundo…, nosotros estemos obligados, por lealtad, a tomar sobre nosotros; otra cosa, de ninguna manera. (Muy bien.)

A partir de aquí Azaña expone su visión de la política:

Si se me permite ahora, Sres. Diputados, decir dos palabras más respecto de nuestra política interior, añadiré algo que no puede enumerarse en un programa electoral ni un programa de gobierno, pero que, a mi juicio, tiene cierto valor, porque expresa, más que las palabras y los textos legales del porvenir, el ánimo, la disposición y la resolución del Gobierno al acometerlo. Nosotros, desde el Gobierno republicano, queremos hacer y hacemos una política basada en el interés nacional y, además, estamos obligados a darnos cuenta —y creo que nos damos cuenta— del fenómeno social y político a que estamos asistiendo en nuestro país. Sobre estas dos bases inexcusables tiene que fundarse nuestra política. Hemos de pensar bastante en nosotros mismos, nosotros como españoles y pueblo español, obligación que siempre es valedera, pero hoy más que nunca, dada la furiosa competencia que azota a todo el mundo. Me estará permitido recordar, Sres. Diputados, sin melancolía, que, entre los despropósitos que se han desatado contra nosotros en los años pasados, figuraba, como más señero, el de que nosotros somos la antipatria.

Nosotros somos la antipatria, y yo estoy seguro de que no arde en ningún alma con tanta fuerza la pasión del bien público como en la nuestra, y ésa es la única justificación de nuestra presencia en la política. Y cuando se está a la cabeza de un gran pueblo, como lo es España, aunque sea débil; cuando se está a la cabeza de un gran pueblo cargado de rancios e indecibles sabores, el alma más frívola se cubre de gravedad pensando en la fecundidad histórica de los aciertos y de los errores. (Muy bien.) Yo, Sres. Diputados, no he sido nunca un frívolo, como no sea para los que confunden la frivolidad con la falta de pedantería, y las gentes sin imaginación, que son la peste del mundo, andan por ahí buscándonos semejanzas o diferencias con otros lugares de la Tierra. Las gentes sin imaginación y sin don de la observación, porque yo estoy persuadido de la profunda originalidad española; y como no se puede hablar ni escribir contra el genio del idioma, tampoco se puede gobernar contra el genio propio de nuestro pueblo. Sería inútil intentarlo, sería un fracaso intentarlo.

Lo que pasa, señores, es que a nuestros ojos, y con nombres nuevos laten otra vez los eternos problemas que han agitado siempre a los hombres, empeñados en ennoblecer y en revalorizar su vida; pero por debajo de los sistemas y de las doctrinas, y de los programas políticos, y de las declaraciones de los Gobiernos, valederos para un año, para un siglo, este problema eterno, humano, hoy español, es siempre el mismo. ¿Y cuál es el fenómeno a que nosotros estamos asistiendo? A mi juicio, y a juicio del Gobierno, el fenómeno a que asistimos hoy en España es el acceso al Poder político de nuevas clases sociales, y este fenómeno, que lo localizamos en el comienzo de este siglo, en el primer tercio de este siglo, para un observador reproduce, con nombres nuevos y técnicas nuevas, contiendas y luchas que se remontan a lo más lejano de nuestra historia. Se habla respecto de esta cuestión de factores económicos. Está muy bien: el peso del factor económico en la estructura de un país y en sus contiendas políticas siempre ha existido, ha existido desde antes de que los historiadores, los observadores de la vida social, lo dijesen; y si una política, y una política como la nuestra, no puede existir ni exhibirse ante el Parlamento sin mostrar las bases de su fondo y su contenido económico, porque no sería decoroso ni serio no hacerlo así, ninguna política tampoco puede excusarse de exhibir sus títulos morales, quiero decir el manadero profundo y vivo de nuestra emoción cívica, que es anterior al problema y al factor mismo económico. Y nuestra emoción cívica, Sres. Diputados —si puedo hablar en nombre vuestro (Asentimiento.)—, es española y democrática. Española, por la sangre, y democrática, porque nosotros afirmamos el valor perpetuo del fondo humanístico de la civilización española. (Muy bien.) Lo afirmamos así, porque para nosotros una sociedad no puede fundarse en el sacrificio cruel de una gran masa en aras de una entelequia, para levantar pirámides que sirvan de sepulcro a un semidiós, llámese rey o llámese Estado. Los reyes se justificaban ante Dios, pero el Estado republicano —y por eso somos nosotros republicanos— tiene que justificarse todos los días delante de sus contemporáneos. Estamos, pues, Sres. Diputados, como hombres, y como españoles, y como demócratas, delante de este fenómeno histórico grandioso del acceso al Poder de clases sociales españolas que hasta ahora estuvieron desprovistas de él, y desde los puntos de vista que acabo de exponer, nuestro deber de políticos y de gobernantes es acercarnos a ese fenómeno con el propósito de organizar de nuevo la democracia española, a la cual se le han caído de puro viejas las antiguas jerarquías, y nosotros, Gobierno y partidos republicanos y partidos de la coalición, nos acercamos a ese fenómeno por el que transcurre España con un criterio nivelador e igualitario en lo económico, para liquidar los altibajos de la sociedad española, que son tan bruscos y tan violentos como los contrastes de su paisaje natural, y nos acercamos con un criterio político altamente ennoblecedor de la vida personal, porque no hemos perdido el juicio, ni el sentimiento humano, ni el respeto a la civilización humana hasta el punto de querer sacrificar a entelequias a que antes aludía el valor propio de la vida personal.

Lo que nosotros quisiéramos, Sres. Diputados, es que nuestra obra —la nuestra, hoy; la de otros, mañana— transcurriese con todas las dificultades y fracasos que son inherentes a cualquier política —cuando uno hace política desde aquí ya sabe que está llamado a fracasar—, que transcurriese con estas dificultades y fracasos, pero qeu contribuyéramos lo suficiente para que se desarraigara de entre nosotros la apelación cotidiana a la violencia física. Ya sé yo que estando arraigada como está en el carácter español la violencia, no se puede proscribir por decreto; pero es conforme a nuestros sentimientos más íntimos el desear que haya sonado la hora en que los españoles dejen de fusilarse los unos a los otros. (Muy bien.) Nadie tome estas palabras por apocamiento ni por exhalación de un ser pusilánime, que se cohíbe o se encoge delante de los peligros que pueda correr el régimen que está encomendado a su defensa. No. Nosotros no hemos venido a presidir una guerra civil; más bien hemos venido con la intención de evitarla; pero si alguien la provoca, si alguien la mantiene, si alguien la costea en la forma en que en nuestro tiempo puede sostenerse una guerra civil (Muy bien.), nuestro deber, Sres. Diputados, tranquila y sonrientemente, estará siempre al lado del Estado republicano. (Muy bien. —Grandes aplausos.) Quisiera que se entendiera así y que me entendieran a medias palabras, no sólo vosotros, Sres. Diputados de la mayoría, no sólo toda la Cámara, sino todo el país. Señores Diputados, nunca he tenido la pretensión de dar una lección a nadie, ni de enseñar tampoco a nadie; yo tengo que aprenderlo todo; pero una sola cosa quisiera que se les pegase a los demás de mí: la calma, que es también una fuerza política, y cuando veo que en toro de sucesos más o menos considerables, a veces insignificantes, al propósito perturbador y alarmista de los que ls producen les ponen los más fervientes servidores del régimen el tornavoz y el resonador de su propia alarma, me entristezco y acabo por concluir que quienes de tal modo proceden se prestan al juego inocente de dar valor a lo que por sí no lo tiene. Con las instituciones normales del Estado basta y sobra para esto; pero si hiciera falta alguna disposición especial, aquí están las Cortes, que seguramente en defensa de la institución republicana no nos la negarían.

Azaña terminó su discurso creando un clímax retórico:

Señores Diputados, no quiero molestaros por el momento más. Aguardo las observaciones que se quieran hacer a lo que acabo de decir. Quisiera, sí, que quedase en vosotros, por el tiempo que hayamos de durar aquí, cuál es el tono de nuestro sentido político, cuál es el fin remoto de nuestra acción política, hablando desde el fondo de mi conciencia; cuál es la justificación de nuestra presencia en la política y en el Gobierno. Vosotros podréis discutir programas y leyes, podréis derribar Gobiernos y ensalzar otros; pero el airón que caracteriza nuestra presencia en la vida pública permanecerá siempre el mismo. República, y República redención de España, que es lo que late en nuestras almas, con los aditamentos y ensanchamientos de horizontes que creo que he hecho algo más que dejar entrever. Muchos de vosotros habréis tenido, seguramente, la misma impresión que yo recorriendo algunas comarcas españolas. Pocos habrá aquí más viajeros que yo y cuando paso por algunas provincias de nuestro país, bellas desde la creación, miserables hoy, donde la pobreza española se ha comido hasta la corteza de los árboles y ya no queda nada por destruir, muchas veces me digo que nuestro país, por esas muestras, parece una tierra magnífica echada a perder por sus moradores. Pues este mismo estrago de la tierra española la observamos todos los días en el espíritu español, más doloroso,más grave, más difícil de restaurar que el estrago físico, y tanto como hablamos y hablan otros del acaparamiento de las riquezas españolas, que se pierden sin explotación, lo que yo más temo, lo que más me preocupa, adonde van a parar todos mis pensamientos, es la pérdida de las fuerzas naturales del espíritu español, que no han encontrado hasta hoy una mano amorosa que se ponga en cóncavo debajo del manadero y lo sostenga y lo acerque a los labios, para que nuestro país pueda beber lo que tanta falta le hace. (Muy bien.)

A acabar con este estrago del espíritu español, Sres. Diputados, nuestra política está adscrita. Si no estuvieran desacreditados algunos vocablos, yo sé bien el que pronunciaría ahora, pero no lo pronuncio. Sépase que nosotros somos republicanos y que con la República queremos restaurar y retupir el espíritu de España, y aunque estos principios pasan por encima de todos los Parlamentos, de todas las formaciones parlamentarias, de todos los partidos y de todos los Gobiernos, vosotros, Diputados de la mayoría, mientras lo seáis y mientras seáis mayoría y este Gobierno sea vuestro Gobierno, tenéis por ahora una misión que cumplir, que consiste en penetraros de esta emoción y de este espíritu y en ayudarnos a nosotros, que sueltos no valemos nada, a llevar este airón a la ley española y a la pacificación y saneamiento del espíritu del pueblo español. De vuestra cohesión, de vuestra disciplina, de vuestra abnegación, por encima de la abnegación y de la devoción a los partidos, depende todo esto. Mientras vosotros queráis ayudarnos, aquí estaremos; pero toda esta fuerza numérica y política, toda esta emoción y todo este empuje sépase de una vez para siempre que yo lo tengo colgado de un pelo y qu eestoy dispuesto a echarlo por el suelo en cuanto se tuerza en lo más mínimo nuestro propio respeto, la integridad de nuestra obra y la disciplina y la devoción de la causa republicana que nosotros hemos venido aquí a defender y a representar. (Muy bien. —Grandes aplausos.)

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Calvo Sotelo tiene la palabra.

José Calvo Sotelo había arrebatado a Antonio Goicoechea el liderazgo del partido monárquico Renovación Española, y ahora estaba aventajando en popularidad a José María Gil Robles entre los simpatizantes de la derecha. Mientras Gil Robles se declaraba "accidentalista", es decir, que no objetaba nada al sistema democrático republicano en sí mismo, mientras respetara los derechos de los católicos, Calvo Sotelo se manifestaba abiertamente contrario a la democracia y prefería un sistema monárquico de corte fascista, como el italiano. Sus dotes oratorias no quedaban atrás de la de Azaña.

El Sr. CALVO SOTELO: Señores Diputados, me levanto a hablar después de haber escuchado el discurso —aplaudido con tanto entusiasmo por el grupo republicano de la minoría gubernamental— del Sr. Azaña, invadido mi espíritu por cierta perplejidad.

Calvo Sotelo está destacando que en realidad sólo la minoría republicana del gobierno (pero no los socialistas ni los comunistas que integraban con los republicanos el Frente Popular) mostraron entusiasmo por el discurso de Azaña, pues éstos no compartían su devoción hacia la República democrática (a la que apoyaban temporalmente, en la medida en que sirviera a sus fines, pero estaban dispuestos a derruirla si se les presentaba la ocasión de hacerlo), y tal vez se hubieran sentido aludidos cuando Azaña hablaba de que no estaba dispuesto a sacrificar a las personas en nombre de un semidiós (llámese rey o llámese Estado), que igualmente pueden verse como un repudio del fascismo y del comunismo.

En los primeros días de sesión de este Parlamento, cuando sólo era Junta de Diputados, habíamos intentado unos cuantos Diputados pertenecientes al Bloque Nacional plantear el problema, qu eentonces y hoy nos parecía de primer plano, del orden público. Ello no fue factible. Se constituyó la Cámara, y al llegar el día de hoy y no tener la seguridad de que este tema fuera abordado, decidimos presentar una proposición a la Mesa; mas al formular el Sr. Presidente del Consejo de ministros la declaración que todos le hemos oído, estimo yo que en torno a ella, recogiendo parte de lo que en ella se ha dicho, y de lo que no se ha dicho bastantes cosas, me será lícito abordar de lleno y a fondo aquel problema, que ha latido de una manera tácita, quisiéralo o no el Sr. Azaña, en todas sus palabras, y que de todos modos, aunque así no fueste, está latiendo de una manera profunda y vigorosa en el pensamiento de todos los españoles. Daría, creo yo, muestras esta Cámara de ser una cámara neumática con aire enrarecido, pese a lo juvenil que ella es, si se abstrajese de tocar temas tan trascendentes como los que se están ventilando en las calles de Madrid y de una porción de pueblos, aldeas y villorrios españoles, en eso que el señor Azaña... (Un Sr. Diputado pronuncia palabras que no se perciben. —Rumores.) Puesto que ha sonado la primera interrupción, voy a rogar  los Sres. Diputados de la izquierda que me guarden respeto; yo (no tengo necesidad de decirlo, porque entra en mi temperamento) he de guardarlo también (Un Sr. Diputado: El que nos guardáis en la calle a nosotros. — El Sr. Presidente reclama orden.) defendiendo con ardor mis ideas, que son antípodas de las vuestras. Creo yo que no pretenderéis que disfracemos nuestro pensamiento, porque eso sería el colmo de la bajeza. Y la bajeza no entra en nosotros, ni vostros la podéis reclamar a nadie. Pido respeto; yo lo guardaré también.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros, que ha hecho hoy una declaración ministerial, formuló ante nosotros, en realidad, otra, a nuestro juicio más trascendente, el día 2 o 3 de abril; y me ha de permitir que le diga que está formulando a partir del día 15 de febrero otras que, también a mi juicio, son más elocuentes y superan en importancia a las dos verbales que hemos escuchado en este hemiciclo.

No es frívolo el Sr. Azaña, nos lo ha dicho esta tarde; es ensayista, ensayista ciertamente estimable; y yo no sé si el ensayismo tiene por base la interpretación frívola de lo que se considera trascendente o, por el contrario, la representación trascendente de lo que es solamente una frivolidad, porque es lo cierto que el señor Azaña, en una de sus últimas palabras del final de su discurso, literariamente abundoso en periodo elocuentes y aun bellos, nos decía: "Soy la calma, personifico la calma; el Gobierno no quiere presidir la guerra civil". Señor Azaña, eso, dicho en la Cámara (suponiendo que la Cámara se hubiera reunido para entonces) el día 10 de marzo o el 1 de marzo, podía haber pasado en silencio y sin una protesta; pero hablar de calma, como característica de gobierno, a las seis, siete u ocho semanas de actuación de los hombres que constituyen este Gobierno, cuando la garantía de la vida es en la calle una cosa inexistente (Grandes rumores y protestas.), cuando por todas partes se pasea la amenaza de la disolución social y se grita, como se gritaba ayer por muchedumbres uniformadas: "¡Patria, no; Patria, no!", cuando al grito de ¡viva España! se contesta con vivas a Rusia y cuando se falta al honor del Ejército y se escarnecen todas las esencias de la Patria (Fuertes y prolongados rumores y protestas.),

Calvo Sotelo alude a los disturbios que se habían producido el día anterior durante desfile en conmemoración del quinto aniversario de la República, en el transcurso del cual estalló una bomba y hubo tiroteos en los que murió, entre otros, un primo de José Antonio Primo de Rivera.

cuando todo eso está ocurriendo durante seis, siete u ocho semanas, yo me pregunto: ¿es posible tener calma? Envidio a S.S., Sr. Azaña, por la muestra formidable de su temperamento frívolo. Protesto de esa calma, como otros españoles que están viviendo en la inquietud y en la zozobra y que no saben si España existe o ha muerto. (Un Sr. Diputado: Vosotros sois los empresarios de los pistoleros. —Otro Sr. Diputado: Vosotros los pagáis.)

Es evidente que los "Sres. Diputados" de izquierdas no estaban a la altura de su papel: en las calles había grupos violentos tanto de izquierdas como de derechas, y Calvo Sotelo pedía una acción enérgica del gobierno para erradicar una y otra, pero para los diputados "de izquierdas", la violencia contra la derecha era comprensible y justificable, hasta el punto de que en las réplicas a Calvo Sotelo están negándola implícitamente, pues sólo hacen referencia a la violencia ejercida por la derecha, principalmente atribuible a los falangistas, no a los monárquicos representados por Calvo Sotelo.

El Sr. PRESIDENTE: Ruego a los Sres. Diputados que no interrumpan.

El Sr. CALVO SOTELO: Señores Diputados, a partir del 16 de febrero dijérase que se ha volcado sobre España un ventarrón de fuego y de furor. (La Sra. Nelken: Y hasta el 16 de febrero ¿qué? Que se lo pregunten a los de Carballín. ¡A ver lo que se volcó! ¡Siga, siga!)

El 16 de febrero es la fecha de la victoria electoral del Frente Popular. Margarita Nelken era diputada por el Partido Socialista Obrero Español. Carballín fue una de las localidades asturianas donde los legionarios traídos de Marruecos llevaron a cabo una represión más cruenta de la rebelión de Asturias de 1934. Algunos se pasearon con collares de alambre en los que habían ensartado las orejas de sus víctimas. Sin embargo, eso no justifica las palabras de Nelken, que viene a decir que la conducta inadmisible de unos legionarios (algunos de los cuales fueron fusilados) justifica que grupos de izquierda fueran por Madrid matando a militantes de derecha.

Yo no quiero molestar a la Cámara con el detalle, con el pormenor de las ocurrencias habidas en este plazo de tiempo, conocidas en el extranjero mejor que en España; pero, en fin, he de daros, en resumen, unas cifras compendio en las que no va nada que implique matiz de apreciación, sino tan sólo una serie de hechos globales que, numéricamente, se pueden traducir. Desde el 16 de febrero hasta el 2 de abril —mis datos no alcanzan al periodo posterior— ha habido lo siguiente: asaltos y destrozos, en centros políticos, 58 (Un Sr. Diputado: ¿Y desde el 6 de octubre?);

El 6 de octubre de 1934 fue cuando empezó la represión en Asturias. Calvo Sotelo dice que los sucesos se conocían mejor en el extranjero porque la prensa española estaba sometida a censura en virtud de la "Ley de Defensa de la República", y precisamente por eso empleaba la técnica de citar sucesos y aportar documentación de acontecimientos para que constaran en los diarios de sesiones y así fueran públicas. La prensa estaba autorizada a reproducir pasajes del Diario de Sesiones, y así los datos que aportó Calvo Sotelo fueron publicados en el diario ABC unos días más tarde.

en establecimientos públicos y privados, 72, en domicilios particulares, 33; en iglesias, 36. (Un Sr. Diputado: Muy poco, cuando no os han arrastrado a vosotros todavía.) Incendios, en centros políticos, 12; en establecimientos públicos y privados, 45; en domicilios particulares, 15; en iglesias, 106, de las cuales 56 quedaron completamente destrozadas; huelgas generales, 11; tiroteos, 39; agresiones, 65; atracos, 24; heridos, 345; muertos, 74. (La Sra. Ibárruri: ¿Cuánto dinero habéis tenido que pagar a los asesinos? —La Sra. Nelken: Vamos a traer aquí a todos los que han quedado inútiles en Asturias. —La Sra. Ibárruri: Sería más cómodo arrastrar a los asesinos. —Varios Sres. Diputados pronuncian palabras que no se perciben.) 

Dolóres Ibárruri era diputada por el Partido Comunista de España. Las réplicas a Calvo Sotelo son absurdas: vienen a decir que es la derecha quien perpetraba los actos violentos, pero Calvo Sotelo se está refiriendo casi exclusivamente a los actos perpetrados por la izquierda. Obviamente, se trata sólo de la mitad de los hechos, pues faltaría documentar todos los actos violentos cometidos por la derecha, pero no por ello es absurdo replicar que sólo la derecha era responsable de la violencia, como lo es justificarla por la represión brutal en Asturias.

El Sr. PRESIDENTE: ¡Orden, orden! Ruego a los Sres. Diputados que no interrumpan, que dejen hablar al orador, que después será contestado.

El Sr. CALVO SOTELO: Eso pienso, y hago constar que mientras la presidencia me ampare en mi derecho permaneceré impertérritamente en pie, dispuesto a decir todo lo que tengo que decir. (Nuevas interrupciones: Todas las agresiones han partido de vosotros. —¡Qué cinismo!) Advierto que las interrupciones que tengan carácter ofensivo, viniendo de algunas personas para mí no lo serán. (La Sra. Ibárruri: Id a decir esas cosas en Asturias. —Continúan los rumores.)

Iba diciendo, Sr. Presidente, que con su venia entregaré a la Redacción del Diario de Sesiones los datos cuya lectura omito para no prolongar mi intervención. (Rumores.) Y advierto que entre esos episodios los hay tan horrendos, que los mismos que me interrumpen serían los primeros en guardar silencio, porque no hay ninguna persona, no ya con figura, con alma, que quiere decir figura humana, que ante ciertos episodios canallescos y horrendos, cualesquiera que sean sus autores y sus víctimas, no sienta indignación. (Nuevas protestas.)

El Sr. Azaña se limitaba a calificar de tonterías el incendio de las iglesias. (Denegaciones. — El Sr. Sánchez Albornoz: Pero, Cuándo lo ha dicho?) Nunca, Sr. Azaña, se puede calificar así el incendio de un templo. (Rumores y protestas. —El Sr. Presidente reclama orden. —La Sra. Nelken: Hay cosas que no se pueden oír con paciencia, ni con campanilla ni sin ella.)

Claudio Sánchez Albornoz era diputado por Izquierda Republicana, el partido de Azaña. Calvo Sotelo alude al discurso que Azaña había pronunciado en las Cortes el 3 de marzo:

Ya sé yo que en torno al desorden público no hay sólo el escándalo que legítimamente produce el desmán de una muchedumbre indisciplinada o desobediente, no. Este escándalo lo comparten todas las personas y, sobre todo, los que queremos gobernar dentro de la ley, que nuestro país no sea un campo de Agramante. Ya lo sé; pero hay la explotación política del suceso. Y eso es lo que ya no es legítimo; y sobre todo, señores Diputados, hay que condenar el desmán, el incencio , el asalto, la invasión, como el Gobierno no sólo los condena, sino que ha buscado y busca la manera de reprimirlos y, sobre todo, de impedirlos. Hau que condenar el desmán, la violencia, el terrorismo, dondequiera que se manifieste y hágalos quien los haga. Y yo digo, Sres. Diputados, que me escandaliza en mi conciencia de hombre honrado que una persona que anda por ahí, cualquiera (naturalmente no aludo a nadie), que una persona que anda por ahí, cualquiera, gente de la calle, diga: "Han quemado tres iglesias. ¡Qué horror!" Yo también digo, si no qué horror, ¡qué tontería y qué lástima! Pero dicen: "Ah, ¿no han matado a Fulano? ¡Hombre, qué lástima! A ver si otra vez apuntan mejor".

Según esto, Azaña debía de estar escandalizado de los diputados, si no de su partido, sí de su coalición, como el que lamentaba un poco antes que no hubieran arrastrado a Calvo Sotelo y a sus seguidores todavía.

Grandes son las pérdidas que ha experimentado el arte español, y yo supongo que al margen de la religión el arte os interesará a todos. Con los incendios y saqueos, el arte español... (Rumores. —Un Sr. Diputado: Vosotros sí que habéis dejado a las iglesias en cuadro. —El Sr. Álvarez Angulo: Sin un cuadro. —Risas.)

Tomás Álvarez Angulo era diputado por el Partido Socialista Obrero Español. Las réplicas aluden a que la Iglesia puso a nombre de particulares muchas de sus propiedades para evitar que fueran nacionalizadas. El desprecio cínico de los diputados de izquierdas a los problemas de orden público, hacia la religión y ahora vemos que incluso hacia el arte y la cultura, contribuyeron significativamente a enemistar a la izquierda con un importante sector de la sociedad española que en principio no estaba implicada en las justas reinvindicaciones que hacía la izquierda sobre las malas condiciones del proletariado y de una parte del campesinado, y que incluso podría haber simpatizado con ellas.

Esculturas de Salzillo, magníficos retablos de Juan de Juanes, lienzos de Tiziano, tallas policromadas, obras que habían sido declaradas monumentos nacionales, como la iglesia de Santa María, en Elche, han ardido en medio del abandono, cuando no con la protección cómplice de los representantes de la autoridad públcia. (Protestas. —Un Sr. Diputado: Los habían vendido ya los arzobispos.) Todo esto ha producido consternación en el extranjero y, por supuesto, en España, y ha contribuido a ciertos efectos económicos de qeu ahora voy a hablar, relacionándolos con palabras del Sr. Azaña, en este aspecto del problema político. (Un Sr. Diputado: Los patriotas son los que se llevan el dinero fuera. —La Sra. Nelken: Vamos a hablar del "straperlo", que es lo patriótico. —Siguen los rumores.)

Estas cosas, Sr. Azaña, han ocurrido bajo la égida de este Gobierno, siéndole imputable íntegramente la responsabilidad, porque en su declaración del otro día el Sr. Azaña, después de confesar que contaba con esto el Gobierno, que daba por supuesto que se habían de producir ciertos estados coléricos en la muchedumbre, insinuaba como dos exculpaciones, o más bien atenuaciones: una, la de que había tenido que recoger el Poder abandonado; y yo, en cierto modo, he de decir que no le falta razón en el argumento, porque es lo cierto que el Sr. Portela (Rumores.), que durante su efímero mandato político derrochó una arrogancia casi frenética y desenfrenada, después, en el primer momento, en el primer vagido de la adversidad, sólo pudo prodigar vacilaciones fugitivas y decrépitas. Tiene razón en parte el Sr. Azaña en lo que se refiere a esa exculpación de las primeras horas o de los primeros días de su gestión ministerial.

En efecto, Azaña se había lamentado de que cuando dimitió Portela Valladares, poco después de las elecciones, muchos gobernadores civiles y otras autoridades abandonaron sus cargos (temiendo ser linchados por la izquierda triunfante) y Azaña había recibido el país en un cierto estado de desgobierno.

Ahora bien; Sr. Azaña, los sucesos más graves han ocurrido cuando su señoría llevaba ya al frente del Gobierno, no días, sino semanas; si fue el 19 de febrero cuando su señoría tomó posesión de la Presidencia y era ya el 13 de marzo cuando ardía, a doscientos pasos del Ministerio de la Gobernación, la iglesia de San Luis. (Varios Sres. Diputados: ¿Quién la quemó? —Un Sr. Diputado: El obispo de Alcalá. Rumores y protestas.)

El Sr. PRESIDENTE: ¡Orden, Sres. Diputados; dejen hablar al Sr. Calvo Sotelo!

El Sr. CALVO SOTELO: ¿Sabéis lo que ha ocurrido ayer y lo que está ocurriendo hoy en Jerez? (Nuevas protestas. —El Sr. Presidente reclama orden.) Pues en Jerez, según parece, han ardido esta noche varios conventos, un periódico y un centro político; en tanto la fuerza pública está recluida porque el representante de la autoridad le prohíbe salir a la calle. (El Sr. Muñoz Martínez: Entérese bien S.S., no diga falsedades. Un Sr. Diputado: El cura de San Luis está procesado por llevarse las alhajas. —Siguen los rumores.)  Los edificios que han incendiado o intentado incendiar en Jerez, Sr. Presidente del Consejo —los leeré para que S.S. tenga noticia detallada—, son: convento de San Francisco, de Santo Domingo, de las Mínimas, de las Reparadoras, del periódico "Guadalete" y de un centro de derechas. (Varios Sres. Diputados: ¡Para la falta que hacían! —El Sr. Muñoz Martínez: ¿Y de dónde partieron los disparos que han producido los heridos sino del interior de los conventos?)

Manuel Muñoz Martínez era diputado por Izquierda Republicana (el partido de Azaña) y era a la sazón gobernador  civil de Cádiz (la provincia a la que pertenece Jerez). El centro de derechas al que alude Calvo Sotelo era el domicilio de Joaquín Bernal Vargas, el jefe de la Falange Española en Jerez, donde era un partido muy minoritario. Un grupo numeroso de izquierdistas trató de asaltarlo y Bernal empezó a disparar a los asaltantes desde la azotea. La Guardia Civil acudió para detenerlo a él y a otros falangistas. Bernal recibió un tiro al salir de su casa, otro mientras era conducido a la cárcel y otro al llegar.

El Sr. PRESIDENTE: Señor Muñoz, no interrumpa al Sr. Calvo Sotelo.

El Sr. MUÑOZ MARTÍNEZ: A las cuatro de la tarde de hoy han hecho disparos desde un convento y han producido heridos. (Rumores y protestas.)

El Sr. CALVO SOTELO: Pero, ¿quién quema? Voy a emplear textos vuestros a ver si rendís crédito a lo que dicen Diputados que se sientan en esos bancos o personas que comulgan con vuestras ideas. ¿Quién quemó el periódico "La Nación"? (Nuevos rumores y protestas.) Lo dijo el representante socialista Sr. Álvarez del Vayo. (Se reproducen los rumores.)

El Sr. PRESIDENTE: Ruego a los Sres. Diputados que asistan a la Presidencia, que atiendan a sus demandas y guarden calma. Cuando el señor Calvo Sotelo termine su discurso será debidamente contestado; pero las interrupciones, que, por otra parte, son el arma parlamentaria más difícil de esgrimir, muchas veces producen efectos contrarios a los que los Sres. Diputados se proponen con ellas. Por eso suplico a todos los Sres. Diputados que asistan a la autoridad de la Presidencia y guarden silencio.

Ciertamente, replicar a las denuncias de Calvo Sotelo diciendo que no pasa nada si se queman conventos porque no hacían ninguna falta, o reprochar que se dispare desde los conventos para contener a unas multitudes que trataban de incendiarlos sin que las fuerzas de orden público intervinieran para impedirlo, no hacía sino ratificar la situación de desamparo que denunciaba la derecha.

El Sr. CALVO SOTELO: El Sr. Álvarez del Vayo, diputado socialista, dijo en un mitin en Barcelona, hace quince días, que los incendios producidos, así en "La Nación" como en las iglesias de San Ignacio y de San Luis, eran debidos a que el pueblo de Madrid quería hacer una protesta ante el ritmo lento con que el Gobierno desarrollaba el programa del Frente Popular. Y con palabras más expresivas, tomadas íntegramente del discurso del sindicalista o comunista —no conozco exactamente su filiación— Sr. Ansín en el mitin celebrado en Cartagena el día 5 de este mes, se dice lo siguiente: "No debemos contentarnos con quemar una o mil iglesias. Eso es espectáculo que tiene algo de fausto, algo deslumbrante, más o menos magnífico, pero que no tiene base sólida para garantizar nuestro bienestar en el día de mañana. La única mantera de hacer efectiva nuestra liberación económica es expropiando a la Deuda privada, al Banco de España, expropiando a todos los que explotan y expolian al pueblo español". (Aplausos y protestas. —El Sr. Presidente reclama insistentemente orden.)

El segundo intento exculpatorio del Sr. Azaña se cifra en este conato de argumentación: no es posible reaccionar frente a unas masas hambreadas durante dos años —creo que éstas fueron sus palabras—, que se sienten vejadas y maltratadas, y el Gobierno —palabras textuales también—, por piedad y misericordia, no reacciona. Luego, Sr. Azaña, había en ese conato de argumentación un reconocimiento elocuente y valioso: el de que si el Gobierno hubiera querido habría podido cortar aquellas reacciones de esa clase. (Muchos Sres. Diputados pronuncian palabras que no es posible entender.) Yo, que reconozco que ante una reacción fulminante, explosiva, pero fugaz, habrá casos en que el Poder público pueda y deba contemporizar, entiendo que es un concepto gravísimo del Poder público admitir que tal contemporización se mantenga frente a una reacción de este tipo que dura, no ya horas, ni siquiera días, sino semanas y hasta meses. (La Sra. Nelken: Y lo que durará. —El señor Presidente reclama orden.) Que el Sr. Azaña tome nota de esas palabras por si, andando el tiempo y conservándose en la Presidencia del Gobierno, al cabo de equis meses, se encuentra antes masas que vuelvan a sentirse vejadas, inquietadas y hambreadas y quieran hacer aplicación literal de la doctrina que nos explicaba hace unas horas.

¿Cuáles son los efectos de esa política de orden público, que yo calificaría más bien de desorden público, por condescendencia o por inhibición de las autoridades del Estado? Se podrían examinar en muchos aspectos: en el familiar, en el social, en el político, etc. Yo no los quiero considerar fundamentalmente más que en uno, en el que ha merecido la máxima atención de parte del Jefe del Gobierno. Esto, en cierto modo, se justifica, puesto que en la mayoría gubernamental constituye una parte importante el núcleo marxista, calificado por su interpretación materialista de la Historia, de la política y de la vida.

Esos efectos son, en primer término, una penosísima pesadumbre en el concepto mundial, acerca de lo que pueda sobrevenir en la vida pública española. No he de molestar vuestra atención con la lectura del fárrago de textos periodísticos que podría traer en apoyo de mis palabras, porque, además, no quiero obtener vuestra repulsa hacia ellos, diciendo que son periódicos de derecha o conservadores; pero no más tarde de anteayer me he encontrado con uno que merece los honores de ser repetido, porque no es de un periódico de derechas: es de "L'Ère Nouvelle", el periódico en que colabora Herriot más asiduamente y que es órgano de la "entente" de izquierdas francesas. El juicio de este periódico, quieran o no el Sr. Azaña y los partidos republicanos de la mayoría, tiene un valor que no tendría el de otros periódicos de distinta significación. "Desde el día 1º de marzo, en todo el país —se refiere a España— reina el desorden. ¿Y qué desorden? En casi todos los grandes centros los elementos de extrema izquierda han emprendido una campaña de violencias que toda democracia debe condenar". (Varios Sres. Diputados pronuncian palabras que no es posible entender. —El Sr. Presidente reclama orden.) "Es singularmente paradójico reprochar a los regímenes de dictadura el uso de la fuerza y proceder exactamente como ellos cuando la ocasión se presenta. Nadie ignora que los atentados se suceden en ciertas ciudades desde hace un mes. Y se conocen al detalle, a pesar de la censura de Madrid, los odiosos actos cometidos contra muchas Sociedades representativas de doctrinas opuestas a las del nuevo régimen... Estos mismos excesos prueban que el Gobierno de Madrid está siendo desbordado por sus aliados de extrema izquierda. Y todos los demócratas que, entre nosotros, han aplaudido el nacimiento de la República española y sus primeros esfuerzos, se inquietan hoy al verla deslizarse en una pendiente tan peligrosa. El peligro para una democracia ano está solamente en los partidos de la reacción. Aquel que constituyen los partidos revolucionarios no es menos grave para ella. Habiendo dado jaque a uno, España parece incapaz de reaccionar contra el otro." (El Sr. Suárez Picallo: Un patriota español no debe citar nunca un texto extranjero en contra de su país. —Rumores y protestas. —El señor Presidente reclama orden.)

Ramón Suárez Picallo era diputado por el Partido Galeguista, un partido nacionalista gallego integrado en el Frente Popular, como puede deducirse de lo peregrino de su argumento (o por su ignorancia supina, como la calificará Calvo Sotelo un poco más adelante).

Y ¿cuáles son los efectos que esto ha producido y tiene que producir, fatalmente en el orden económico? A la ligera, porque tampoco es hora ni ocasión de penetrar en el detalle íntimo de cada uno de estos problemas, permitidme que yo enumere tres o cuatro principales consecuencias: Primera, el valor de la fortuna mobiliaria española, representado por los títulos de la Deuda, las acciones y obligaciones, y computado en función de las cotizaciones de la Bolsa de Madrid, que es señera a estos efectos, con relación a los principales títulos de cada uno de esos grupos, ha descendido desde el día 14 de febrero hasta el día 11 de abril; que me parece fue el último de sesión hábil de Bolsa, en 1.936 millones de pesetas (Rumores), merma neta que significa pérdida, porque nadie se aprovecha de esa disminución de una cifra tan formidable de fortuna que, utilizada a los efectos del crédito, podría haber servido de gran cosa al desarrollo económico nacional. (Rumores y protestas. —El Sr. Presidente reclama orden.)

Segundo efecto: aumento de la circulación fiduciaria. Aludía a ello el Sr. Azaña con palabra prudente: "Hay que evitar la inflación —eran las suyas— y nosotros no desarrollaremos una política que la pueda provocar". Indudablemente será sana esa política, porque la inflación ya se sabe cuáles son sus efectos, mortales para toda economía, pero especialmente para las clases media y menesterosa. Pues bien; la circulación, que era al comienzo del año de 4.700 millones, aproximadamente, y antes de las elecciones apenas había pasado de los 4.850 millines, en los balances del Banco de España, de 4 de abril, suma ya 5.330 millones.

Tercer efecto: la cotización de la peseta. La cotización de la peseta ha sufrido una depreciación del 12 al 15 por 100, a partir del 16 de febrero, no por causas intrínsecas de orden económico —que todas son las mismas que antes—, sino por causas políticas de orden psicológico, que son las que de manera más eficaz y directa presiden la cotización de la moneda... (Grandes rumores.) El cambio oficial de la peseta antes del 14 de febrero era, con relación al franco francés, de 2 francos, 2.04 o 2.05, y la peseta en billetes legalizados —porque los otros sólo se cotizan en las Bolsas negras— se ha hecho, en los primeros días del mes de abril, en París, a 1, 1.70, 1.73 y 1.74, con pérdida del 12 al 14 por 100.

Cuarto efecto: la contracción del turismo. En momentos como éstos, en que uno de los países más privilegiados en materia de turismo, Italia, tenía cerrada esa fuente por las razones de política internacional que todos conocéis, España estaba llamada a haber cosechado frutos opíparos pro la gran avalancha de turistas que en nuestras fiestas de primavera estaban dispuestos a venir a nuestro país. (Grandes rumores.) La contracción del turismo ha producido el resultado (Fuertes rumores.) de que la mayor parte de esos turistas hayan abandonado su propósito (Continúan los rumores. —El Sr. Presidente reclama orden.) y únicamente hayan llegado a España unos cuantos turistas ingleses, mientras millares y millares de turistas de otros países, dispuestos a venir, se han quedado en sus países respectivos. (Continúan los rumores.) De todo esto sabe más que yo el Sr. Ministro de Estado. (Rumores.) Porqe es que si no vamos a apreciar estos fenómenos internacionales y nos vamos a entregar a esa ignorancia supina que desea, por lo visto, aquel Diputado que me censuraba porque leo alguna cosa extranjera, entonces decidlo así (Risas.), pero no habléis de Rusia. El Sr. Ministro de Estado sabe que el Instituto... (Fuertes rumores. El Sr. Presidente agita la campanilla reclamando orden.); el Sr. Ministro de Estado sabe que el Instituto de Derecho Internacional, que (Fuertes rumores y protestas. —El Sr. Presidente reclama orden.) en octubre de 1934 había de celebrar en Madrid una de sus reuniones periódicas, tuvo que suspenderla... (Continúan los rumores y protestas.)

El Sr. PRESIDENTE: La Presidencia vuelve a rogar a los Sres. Diputados que dejen hablar al Sr. Calvo Sotelo.

El Sr. CALVO SOTELO: No tengo prisa, señor Presidente. Cuando me dejen hablar, continuaré. (La Sra. Nelken: Es mucha dictadura y mucho recuerdo del "straperlo". —El Sr. Fuentes Pila: ¡Bien que se aprovechó S.S. de la Dictadura" —La Sra. Nelken: ¿Yo? —El Sr. Fuentes Pila: Sí. ¿Quiere S.S. que se lo diga? —La Sra. Nelken pronuncia palabras que no se perciben.)

Santiago Fuentes Pila era diputado por la Agrupación Regional Independiente (un partido de derecha de Cantabria).

El Sr. PRESIDENTE: ¡Orden, Sres. Diputados! Los diálogos, en esa forma, no son parlamentarios. Continúe el Sr. Calvo Sotelo.

El Sr. CALVO SOTELO: Decía que el Instituto de Derecho Internacional, que ya en octubre del 34, por las circunstancias de política interior que todos recordáis, tuvo que suspender la reunión periódica anunciada para el citado mes de aquel año en Madrid, ahora, en abril, debía haber celebrado aquella sesión, con asistencia de prestigiosas personalidades de la ciencia jurídica internacional, y, si no estoy mal informado, se realizaron gestiones oficiosas, plausibles además, cerca de nuestros representantes diplomáticos en Ginebra, y no sé si en algunas otras poblaciones, asegurando a los miembros de ese alto organismo que podían venir a España con toda tranquilidad. He podido ver el telegrama en que los dirigentes de ese organismo contestaban que, en atención a las circunstancias de desorden imperantes en España, suspendían la reunión. Luego tiene alguna importancia en el orden internacional que se desarrolle una política de calma, de calma frívola, como el Sr. Azaña defendía hace unos minutos, frente... (Rumores y protestas impiden oír al orador.) Tiene una importancia evidente. ¿Quién lo duda? ¿Quién lo puede dudar? Como que el problema de orden público, que, resuelto es un problema subalterno, cuando está sin resolver es un problema primario. No digo que sea el más trascendental o substantivo; pero sí el primero, cronológicamente. Si un Estado no sabe garantizar el orden, la paz, los derechos de todos sus ciudadanos... ¡que dimitan los representantes de ese Estado! (Fuertes rumores y protestas.)

A la hora de ahora, en Europa, ningún pueblo tiene que preocuparse del mantenimiento del orden público con la acuciosidad con que ha de hacerlo el Estado español. Por eso, los Estados de todos esos pueblos —los de dictadura, como de Parlamento democrático; los corporativos, como los no corporativos; los totalitarios, como los no totalitarios— consagran sus actividades a la resolución de los demás problemas: los jurídicos, económicos, sociales y financieron. Y aquí, ¿qué importa que hagáis el programa de orden económico-social, si os falta lo de más importancia, la premisa, la primera piedra, que es la posibilidad de trabajar? (Aplausos en la derecha. —La señora Neklen: Se pueden hacer campos de concentración, para dar gusto, como en Alemania e Italia.) Porque en España —y entro así en una zona mucho más importante que esta otra, por la que apenas he podido transitar a causa de las interrupciones tan vehementes como tenaces de esos señores de la izquierda—, porque en España, digo, no sabemos hasta qué punto puede ser garantía del orden social el Gobierno del Frente Popular. Hay que distinguir el Frente Popular-coalición electoral, del Frente Popular-Gobierno. Como coalición electoral, a mí no me duelen prendas, y en aras de una nobleza que me parece inexcusable en los diálogos más apasionados, he de decir que el Sr. Azaña prestó, quizás, un servicio a España, porque en un cuerpo electoral de mayoría marxista ha obtenido una representación mayoritaria republicana. ¡Ah! Pero el Gobierno del Frente Popular es cosa muy distinta del Frente Popular como coalición electoral. De esto es de lo que hay que hablar. (Rumores.) ¿Hasta qué punto el Frente Popular puede ser, quiere ser, debe ser garantía del orden social? Fijao bien que he hablado de orden social; no quiero ya hablar de orden público. El orden social es una categoría superior al orden público; el orden público es la paz en la calle, y el orden social es la subsistencia de un conjunto de principios y de instituciones que constituyen la base del sistema social vigente en España, que se llama orden burgués. (Fuertes rumores. —Un Sr. Diputado: No hay orden social con hambre.) Rechazado el vocablo "burqués", si queréis, pero ahí estáis vosotros como representantes de la burguesía. (El señor Presidente del Consejo de Ministros: Aquí estamos en representación de nuestros electores.) Pero vuestros electores, Sr. Azaña, han dado su confianza a un programa que es la afirmación de la esencia burguesa (Rumores. —Un Sr. Diputado: Y la exigencia de responsabilidades.), y os lo voy a demostrar con la lectura de vuestro propio programa.

La burguesía —lo dije, creo, a consecuencia de una interrupción, la noche que defendí el acta de Orense—, la burguesía no es la plutocracia ni el capitalismo. Todo capitalista es un burgués, pero no todo burgués es capitalista; se puede ser burgués y anticapitalista, y cuando hablamos de la burguesía expresamos un sentido de libertad civil, de solidaridad social, de iniciativa individual en la superclase o en la negación de la clase, en la negación de fronteras cerradas para entrar o salir, que es todo lo contrario del concepto de clase marxista, y, en último término, fundado, como cimiento económico, en un principio de propiedad privada, en acto o en potencia, como meta u origen que no tiene que ver nada con las deformaciones que suponga la plutocracia o el capitalismo financiero, contra el que tantas páginas hemos escrito muchos que merecemos indudablemente, un respeto científico (Fuertes rumores y protestas.), puesto que sabemos producirnos dentro del que llamáis ambiente corrompido (Continúan los rumores.) de la burguesía en un sentido espiritualista y universal.

Calvo Sotelo está describiendo la ideología fascista, que era perfectamente asumible para la burguesía (y la asumió en muchos lugares de Europa como defensa contra el comunismo) y era anticapitalista, si bien sus palabras son en gran medida compatibles con casi cualquier ideología no comunista, como la socialdemocracia. De hecho, a continuación un filofascista se muestra en condiciones de dar lecciones de democracia (en las que él mismo no cree) a una coalición que se presentaba como democrática:

Pues bien; el programa del Frente Popular contiene afirmaciones como éstas:

Una, "Estamos dispuestos a mantener el principio de autoridad en todo su vigor"; otra, "La República que conciben los partidos republicanos no es una República dirigida por motivos sociales o económicos de clase, sino un régimen de libertades democráticas impulsadas por motivos de interés público y de progreso social". Ésta es la definición de la burguesía en su modalidad democrática; en este sentido yo digo que el Gobierno tiene el deber de defender el orden social burgués, y digo que puede defenderlo, si quiere, porque le sobran resortes.

Lo que he de plantear aquí ante vosotros, y aunque os moleste la intervención mía, porque ya la realizo, no pensando sólo en vosotros, sino también en el país para que sepa cómo pensamos todos (Fuertes rumores), he de decir que el Gobierno, que puede y debe mantener el orden social, me temo mucho que no lo quiera mantener, a juzgar por los hechos que voy a examinar objetivamente con toda frialdad, (El Sr. Ansó: ¿A quién brinda S.S. ese toro, Sr. Calvo?) No entiendo de metáforas taurinas, ni me atrevería yo, antiparlamentario, a establecer un símil entre esto y el ruedo taurino, Sr. Ansó.

Mariano Ansó era diputado por el partido Izquierda Republicana. Se nota que no era socialista ni comunista porque su observación no es de las que causaban vergüenza ajena. Simplemente le estaba preguntando a quién se dirigía, puesto que dice que habla para otros. La respuesta es que Calvo Sotelo está hablando para la prensa.

Me fundo en estas consideraciones: primera, que el sistema del Frente Popular es un santo y seña soviético, es una consigna soviética. (Risas y protestas.) En agosto de 1935 la formuló Dimitrof en el Congreso celebrado en Moscú y en términos bien claros diciendo: "Hace ya quince años que Lenin confesó que no se podía intentar en una jornada la revolución comunista, que había que pensar en fórmulas transitorias". Pues bien —agregaba, sin pensar, naturalmente, en España, sino en términos generales, pensando en todos los países—; el Frente Popular es una fórmula transitoria magnífica, y los comunistas, en tanto en cuanto los Gobiernos del Frente Popular den libertad a su actuación, deben sostenerlos.

Se refiere a Georgi Dimitrov Mijáilov, presidente de la Internacional Comunista.

Lo cierto es que el Frente Popular no ha cuajado más que en Francia y en España; no ha cuajado en ninguno de los otros países europeos (Rumores y protestas.) hasta ahora, a pesar de que en ellos existen potentísimos partidos socialistas que han roto sus relaciones con el comunismo, negándole el paso al Frente Popular. (Un Sr. Diputado: Aquí no lo rompemos.) Haced lo que queráis; a mí no me importa eso.

El Frente Popular español y el Frente Popular francés son ya una excepción en la política europea contemporánea; pero esta excepción se agrava en cuanto a España, porque no hay exacta paridad entre uno y otro. Porque el comunismo francés es, proporcionalmente, menor que en España; porque el partido socialista francés está integrado en la II internacional, es evolutivo y no revolucionario ni partidario de la acción directa; porque el partido radical francés tiene una solidez, unas bases y un arraigo que, naturalmente, no pueden ostentar partidos republicanos como éstos de reciente cuño, y porque incluso en la contextura social y económica francesa se produce una clase media potentísima que apenas existe en España. Por todos estos motivos, el Frente Popular francés es mucho menos peligroso que el Frente Popular español. El Frente Popular francés parece, por todos los síntomas, que va a obtener un triunfo; pero el país francés sabe que ni Daladier, ni Sarraut, ni Herriot, ni ninguno de esos políticos que pueden asumir la jefatura del Gobierno francés abrirán paso al comunismo; y esto es lo que no sabe España del Sr. Azaña, porque aunque el Sr. Azaña sea anticomunista, todavía no ha exhibido garantías plenas de que habrá de cerrar el paso a los intentos comunistas, cualesquiera que sean los métodos por los que estos intentos hayan de llevarse a efecto. (Fuertes rumores y protestas.)

Hay otro hecho, que es la bolchevización progresiva del partido socialista español, que también hay que traer aquí, aunque os moleste (Rumores y denegaciones.), si bien no debiera molestaros que haya quien estudie vuestros documentos y programa y, en último término, que os preste un poco de publicidad al aportarlo aquí para su discusión. Tres documentos debemos tener a la vista: el proyecto del programa para el partido proletario único, que acaba de publicar el partido comunista; el programa que sirvió a la revolución de octubre del 34, y el anteproyecto de nuevo programa del partido socialista, redactado por la Agrupación socialista madrileña y que, indudablemente, refleja el sentir de los que constituyen la parte mayoritaria de ese partido. A la vista de estos tres documentos es bien lícito afirmar la bolchevización progresiva del partido socialista español y, por ende, la imposibilidad de que, en contacto esos elementos con vosotros, el Gobierno del Frente Popular sea una garantía firme contra los avances del comunismo, que son visibles.

Yo no tengo tiempo para entrar en los detalles, pero, desde el punto de vista que examino sí quiero hacer alusión a tres puntos concretos: uno, el del derecho a las autonomías regionales; otro, el de la socialización de la industria privada, y otro, el de la Deuda pública. Aún hay que aludir a un cuarto extremo, relativo al Ejército. Respecto al derecho a las autonomías regionales, coincidiendo los dos documentos últimos, se afirma como postulado la liberación de Galicia, Vasconia y Cataluña, reconociéndoles el derecho de autodeterminación de los pueblos, aunque quieran llegar a la independencia total de España. (Rumores. —Varios Sres. Diputados interrumpen.) En cuanto a los socialistas, aun cuando yo no vivía en España, tengo en la memoria la idea de que el Sr. Largo Caballero, siendo Ministro de Trabajo y votándose el proyecto de Estatuto catalán, se opuso fervientemente a que se traspasase la facultad de legislación social a la Generalidad de Cataluña. La rectificación se comprende, porque es consigna de Rusia, pero consigna fatal. (Fuertes rumores.) Se proclama el derecho a la autodeterminación de los pueblos porque es un medio expresivo de romper las unidades políticas; pero, ¿acepta Rusia esa doctrina? (Afirmaciones.) ¡Qué ha de aceptarla! A pesar de toda la literatura difundida, es lo cierto que ni en Ucrania, ni en los países del Cáucaso rige. (Protestas.)

Ni en muchas otras de las repúblicas socialistas soviéticas integradas en la URSS. La ingenuidad de los comunistas en todo lo tocante a la reverencia de sus mitos ha sido siempre proverbial.

El Sr. PRESIDENTE: Olvida S.S. que estamos discutiendo el programa del Frente Popular y del Gobierno y no el del partido socialista español.

El Sr. CALVO SOTELO: Pero es que tiene estrecha relación una cosa con otra porque el partido socialista forma parte de la mayoría ministerial.

El Sr. PRESIDENTE: El Gobierno ha expuesto un programa y a él hay que atenerse en la discusión.

El Sr. CALVO SOTELO: Pero hay en estos programas una indicación de orden táctico que tiene más importancia que todas las relativas a lo dogmático, a saber: que estos partidos quieren (lo ha dicho sobre todo el Sr. Largo Caballero, sus órganos periodísticos, el anteproyecto de la Agrupación socialista) la conquista del Poder para el proletariado por todos los medios que sean posibles. (Afirmaciones y rumores.) Esta afirmación me da el derecho de traer aquí a examen el programa, porque si se dijera que ese programa se iba a llevar a cabo única y exclusivamente por las vías evolutivas del sufragio; claro que no sería momento de discutirlo aquí, pero como se afirma "grosso modo" la licitud de todos los medios para implantarlo, tengo perfectísimo derecho a considerarlo ensamblado con la política general del Gobierno. (Grandes rumores. —La presidencia reclama orden.)

En el segundo punto, la socialización de la industria, no quiero más que rapidísimamente hacer notar el cambio incomprensible de la doctrina. No he de compararla con afirmaciones de algún miembro dignificado de esa minoría como el Sr. Prieto, que no más tarde que el año 34 decía que sería una verdadera desgracia y una tragedia el adueñamiento del Poder íntegramente por la clase proletaria, pero sí quiero compararlo con un documento próximo, a saber: el programa que os sirvió para la revolución de octubre, como lo he leído en "El Liberal" de Bilbao. ¿Qué se decía de la socialización de la industria? Pues vale la pena, porque son cuatro renglones, de que lo diga con las palabras textuales. Respecto a la socialización de la industria se decía esto: "No siendo conveniente realizar de momento en la mayor parte de las industrias españolas modificaciones esencialmente socializadoras, que ofrecerían por su complejidad los peligros de un fracaso, ante las circunstancias de debilidad incipiente de nuestra industria, el programa en este aspecto será por ahora limitado a una serie de medidas encaminadas al mejoramiento moral y material de los trabajadores".

Se recogía la incipiencia de la industria española y por ende la imposibilidad de socializarla: y esto no es una opinión particular, sino el programa de la revolución de octubre del 34. Peero ahora se afirma la socialización íntegra de la industria española. Como no es momento para entrar en el fondo del problema, cuando algún señor comunista o socialista comunizado (Risas.) quiera demostrarnos cómo es posible esa socialización íntegra de la industria española, discutiremos de todo, pensando en España. (Un señor Diputado: Lo haremos sin discutirlo. —El señor Ansó: Repare S.S. en lo congruente que es todo eso con el discurso del Presidente.) El programa del Gobierno tiene una vinculación directa con el problema de orden público, que es el orden social y depende de la actitud de esas fuerzas. Pues qué ¿no es desorden social querer conquistar el Poder por todos los medios posibles y anunciar la abolición de la Deuda pública? ¿Cómo cohonesta su señoría, Sr. Ministro de Hacienda, que acaba de realizar con éxito dos operaciones modestas de Deuda y que tendrá que realizar otras, su presencia ahí con el amparo de una fuerza que dice que cuando pueda y por los medios que sea va a la abolición de toda la Deuda? Por lo que respecta al Ejército, ¿cómo no he de hablar del Ejército? Ya lo creo que voy a hablar del Ejército, empleando muy pocas palabras de mi cosecha propia y las más de la vuestra. ¿Qué piden esos programas respecto del Ejército? El de la revolución de octubre, la disolución del ejército, con su reorganización inmediata a base de reducir contingentes y eliminar a los generales, jefes y oficiales.

El anteproyecto socialista pide la supresión del Ejército permanente y el armamento general del pueblo. (El Sr. Álvarez Angulo: Hace cincuenta años lo pedía ya.) Pero hace cincuenta años no era un partido gubernamental como ahora, era un partido de oposición; ésa es la diferencia. (Rumores y diálogos que corta la Presidencia.)

El programa del partido comunista pide "la liberación inmediata de Marruecos, la disolución del Ejército, Guardia Civil y Asalto; la liquidación de generales, jefes y oficiales; la elección de los comandantes por los soldados, etc."

¿Cómo se interpreta esto? Lo ha interpretado hace seis días el Sr. Largo Caballero —sigo refiriéndome a palabras vuestras— cuando al final de su discurso en el Cine Europa, de Madrid, dijo que para "terminar con la amenaza —no sé qué clase de amenazas, de conminaciones o de confabulaciones— para llegar a eso, hace falta que se purifiquen todos los mandos del Ejército e ir a una organización tal que si es preciso para garantía de la República que los generales vayan a ser cabos y los cabos generales, se vaya".

Bien, ésa es vuestra teoría, explicada por el representante más autorizado del socialismo español. Pues ahora voy yo al tema político planteado por el Sr. Azaña. Forman parte de la mayoría esas fuerzas: esas fuerzas apoyan al Gobierno, le señalan rumbos, le formulan exigencias. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: No.) Perdone S.S. Tengo aquí el texto de un Diputado socialista... (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Tendrá S.S. todos los textos que quiera; pero a mí nadie me señala un rumbo ni me formula una exigencia.) Yo me remito al texto de ese Diputado socialista, el Sr. Zabalza, que en Salamanca manifestó que la amnistía de había logrado por el anuncio de la huelga general. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Es inexacto.) Pues el Sr. Zabalza rectificará. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: No me interesa.)

El problema político es éste: esas fuerzas —lo dicen con claridad y hay que agradecérselo— van a la instauración en la forma política de una dictadura del proletariado. (Rumores.) Esas fuerzas, lo decía el Sr. Largo Caballero en su penúltimo discurso, "esperan el momento decisivo, que no tardará en llegar, que se aproxima a pasos de gigante, y que nosotros señalaremos". (Un Sr. Diputado: Antes que S.S. sea Ministro. —El Sr. Comín: ¿Quién sabe? —Grandes rumores.)

Jesús Comín era diputado por el Partido Carlista.

El Sr. PRESIDENTE: ¡Orden, Sr. Comín!

El Sr. CALVO SOTELO: "Cuando llegue ese momento, que nosotros señalaremos, la clase trabajadora habrá de conquistar el Poder por los medios a que tiene derecho pacíficamente, y si es preciso por las circunstancias especiales, saltaremos por encima de todos los obstáculos". (Rumores.)

Pero no formaban parte de una mayoría gubernamental. Éste es un hecho político nuevo que es necesario escudriñar y esclarecer en todos sus aspectos y con todos sus alcances. (Siguen los rumores y las interrupciones. —El Sr. Presidente reclama orden insistentemente.)

Señor Azaña, no se puede jugar con la Historia. (Risas y rumores.) Su señoría, que la conoce y la estudia, sabe que la Historia sirve —si sirve para algo, que yo creo que sí— para dar lecciones y señalar ejemplos. (Rumores.) Y yo le digo a su señoría que ha llegado a la cúspide del Poder en esta segunda fase de la República en momentos culminantes, en que las fuerzas proletarias españolas, de gran tensión en su actual espíritu, de gran cohesión en su disciplina y de gran volumen en su cuantía, se disponen, según frase de un Diputado proletario que creo que tiene asiento aquí, a completar la revolución iniciada en octubre del 34, dando el segundo paso revolucionario, que es la instauración del comunismo. (Rumores. —El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: La instauración del comunismo, Sr. Calvo Sotelo, sería fatal para S.S. y para mí.) Evidentemente; sólo que yo lo percibo, y me parece qeu S.S. no se da cuenta del peligro. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: ¡Yo, no; yo soy un inconsciente! —Risas y rumores.)

Aquí está el quid de la política española del momento: ¿había pactado Azaña con el Diablo o con unos pobres diablos? Azaña estaba convencido de que su alianza con socialistas y comunistas no suponía ningún peligro, mientras que Calvo Sotelo opinaba lo contrario. ¿Pecaba Azaña de ingenuo? De lo que no cabe duda es de que pecaba de ingenuo al pensar que, habiendo jubilado a algunos generales y alejado a otros de Madrid, había conjurado el peligro de un golpe de Estado de derechas, porque por esa época los militares estaban preparando uno, de lo que Calvo Sotelo tenía conocimiento y era uno de los instigadores. ¿No podía ser igualmente ingenuo con la amenaza de una revolución comunista? Es cierto que a la sazón los socialistas y los comunistas no estaban tramando nada relevante, pero también es cierto que, como señalaba Calvo Sotelo, no paraban de asegurar que su intención era imponerse al país por la fuerza. En ese momento no podían intentarlo, porque lo habían intentado dos años antes y habían fracasado, pero habían fracasado porque se habían enfrentado a un gobierno de derecha que no tuvo reparos en dar mano libre a los militares para que reprimieran la revuelta sin escatimar crueldad. ¿No podría triunfar una revolución similar en un futuro próximo con un gobierno más tolerante?

Su señoría, al decir que sería fatal para S.S. y para mí, ha dicho una gran verdad; pero S.S. no se acomoda a esta gran verdad, y, sobre todo, aunque sea fatal para S.S. y para mí desde luego, porque yo tengo el honor de figurar en las listas negras (Grandes rumores.), lo más grave es que resultaría fatal para España; y yo, que no tengo derecho a preocuparme de la vida de S.S. ni de la mía, tengo la obligación de pensar en la de España- Yo le pregunto a S.S.: ¿Cree S.S. que está desarrollando la política defensiva y preventiva precisa para evitar un conato de comunización española? ¿Lo cree S.S.? Porque S.S. tiene medios, como todo Poder, evidentemente firmes y fuertes, de carácter policiaco, y algunos se hacen efectivos sobre este modesto Diputado, que no sabe a cuenta de qué merece esos honores casi de predilección. Pero yo le pregunto al Gobierno: ¿es que actúa de la misma manera el Gobierno de la República frente al peligro de tipo evidentemente bolchevique que se cierne sobre España? ¿Es que S.S. sabe —¡claro que lo sabe!; es que su señoría ha procurado evitar la introducción de armamento con destino a fines comunistas en España? ¿Es que S.S. no sabe que se están armando grupos proletarios para dar el golpe el día que tengan los medios suficientes en su mano? ¿Es que no sabe S.S. que se desarrolla en los cuarteles una política enorme de indisciplina? (Grandes y prolongados rumores.) Aquí tengo un número de "El Soldado Rojo", que ha llegado a mis manos, en el que se dan nombres y apellidos de jefes y oficiales, señalándoles a la brutalidad de las gentes comunistas. ¿Es que S.S. actúa con eficacia y con decisión en el mantenimiento de las esencias del Estado, en lo que son comunes a S.S. y a nosotros? Porque el Estado, en un momento dado, en cuanto sirve de baluarte al orde social en el que hemos nacido y queremos vivir, no es sólo de su señoría, sino también nuestro, y en este sentido nosotros tenemos la obligación de velar por que se defienda y ayudar a que se defienda. (Muy bien.)

Pues éste es todo el problema; porque la revolución se puede preparar con el armamento material, pero también con el armamento moral y espiritual. Pues, ¿qué significa el ambiente de indisciplina y subversión que se ha vivido en la mañana de ayer en unas cuantas poblaciones españolas? (Rumores.) Al desfilar el Ejército, grupos cuya filiación política no cabe la menor duda, puesto que ostentaban, con orgullo para ellos, los colores azul o rojo que les acreditan inconfundiblemente... (Rumores.), profirieron gritos ofensivos contra el honor de los hombres que desfilaban uniformados. (Rumores.) ¿No cree S.S., Sr. Azaña, que se está elaborando un ambiente morbosamente contrario a la gran institución militar, que no es la institución de una forma de gobierno, sino de la Patria misma, y el soporte del Estado que a todos nos interesa? (Aplausos y rumores.)

Perdonad este discurso que ha sido cortado con frecuentísimas interrupciones, perdiendo con ello mucho de la unidad de exposición que yo le hubiera querido dar; este discurso va a terminar enseguida, pero concretando mi posición en términos bien escuetos y precisos, porque nosotros, Sr. Azaña, miramos a Rusia, sí, ¿cómo no hemos de mirar a Rusia?, y a Hungría, y al resto del mundo, pero ahora no estamos en Rusia ni en Hungría y miramos a nosotros, ¿cómo no?, y nos encontramos ante 110 Diputados que quieren implantar el comunismo en España y que se llaman ministeriales, que influyen en el seno del Gobierno. ¿Es que vamos a permanecer nosotros fríos e indiferentes como si no mediasen intereses supremos? (Rumores.) Miramos a Rusia y a Hungría, leemos y repasamos las páginas de su historia reciente, y como sabemos que aquello fue una tragedia, corta para Hungría, permanente todavía para Rusia, queremos que esa tragedia se evite en España y decimos al Gobierno que a él le incumbe esta misión y que para cumplirla no le faltarán ciertamente ni los votos ni la opinión de los que aquí estamos. (Rumores.) ¡Ah!, pero si el Gobierno muestra flaqueza, si vacila, si se produce con indecisiones que permitan suponer la posibilidad de que en la fortaleza del Estado se entrometan de una manera tortuosa los que lo quieren arrancar, nosotros tenemos que levantarnos aquí a gritar que estamos dispuestos a oponernos por todos los medios, diciendo que el ejemplo de exterminio, de trágica destrucción que las clases sociales conservadoras y burguesas de Rusia vivieron no se repetirá en España, porque ahora mismo, si tal ocurriese, nos moveríamos a impulsos de un espíritu de defensa que a todos llevará al heroísmo, porque antes que el terror rojo... (Rumores.)

Una pregunta concreta. Su señoría, Sr. Azaña, al filo de su discurso de esta tarde ha aludido a la represión de Asturias y a la reivindicación justiciera y reparadora (me parece que fueron sus propios vocablos) que el Gobierno ha empezado a desarrollar siguiendo el programa del Frente Popular. En Asturias, en octubre de 1934, hubo dos cosas: hubo una revolución y hubo una represión. Respecto a la represión ya sabemos lo que piensa el Gobierno; el Gobierno piensa que allí han podido cometerse delitos y el Gobierno ha impulsado, por medio del fiscal de la República, una política de esclarecimiento encaminada al castigo de esos presuntos o supuestos delitos. De la represión ya sabemos, pues, lo que piensa el Gobierno; pero, ¿qué piensa el Gobierno de la revolución? (La Sra. Ibárruri: Se alzaron para defender la República contra el fascismo.)

Aquí Calvo Sotelo está poniendo el dedo en la llaga, y la Pasionaria le está dando la razón: los socialistas y comunistas se alzaron contra el gobierno democrático para defenderla de una presunta amenaza fascista, igual que Calvo Sotelo estaba implicado en un complot contra el gobierno democrático para defenderlo de una presunta amenaza comunista. Nadie puede deslegitimar lo segundo sin deslegitimar lo primero.

¿Qué piensa el Gobierno respecto a la revolución? Porque pudo haber delincuencia, yo no lo reo —noblemente lo digo— en la represión... (La Sra. Ibárruri: Ya hablaremos de eso. No os reiréis.) Pero otra cosa es la revolución en sí. El Gobierno, respecto a la represión ya ha manifestado su criterio; pero ¿qué piensa el Gobierno respecto a la revolución? ¿Es que el gobierno cobija, sanciona y aprueba lo que se hizo en octubre en Asturias y lo que, con lo que se hizo en octubre en Asturias, se proponían los agentes directores y ejecutantes de aquel movimiento? Eso es lo que España tiene que saber. Yo quiero conocer tan sólo lo que piensa el Gobierno. Puesto que tan claramente ha hablado sobre la represión, que hable también sobre la revolución de Asturias.

Y, para terminar, conste bien que, con su señoría, entiendo que éste es el último ensayo democrático parlamentario que se puede intentar en la política española, y ya tiene un valor de confesión interesante, evidentemente, esesa propuesta de reforma del Reglamento de la Cámara a que S.S. ha aludido y, más que ella en sí, la manera de razonarla y explicarla, que es todo un responso a la memoria del buen Parlamento discutidor de antaño. Pero si es cierto eso, y yo comparto el juicio de S.S., ¿qué es lo que puede ocurrir si la democracia parlamentaria fracasa? Ya el Sr. Largo Caballero, en uno de sus discursos recientes, deducía la conclusión, diciendo: "Si eso ocurre, no hay más que una salida: la dictadura del proletariado". Y yo quiero decir, en nombre del Bloque Nacional, que, si eso ocurre, no se irá fatalmente a la dictadura del proletariado, porque España podrá salvarse también con una fórmula de Estado corporativo y autoritario. (Aplausos y protestas.)

"Un Estado corporativo y autoritario" es un Estado fascista.

El Sr. GIL ROBLES: Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene S.S.

José María Gil Robles lideraba la CEDA, es decir, la derecha "accidentalista", que, al contrario que Calvo Sotelo, aceptaba el sistema republicano y aspiraba a hacer respetar los derechos de los católicos frente al anticlericalismo salvaje que había puesto en práctica la izquierda, así como a defender los intereses de los empresarios y terratenientes. No era fascista y estaba mal visto por los fascistas. Aun así, manifestaba en público su disposición a "dar un giro autoritario" a la política española.

El Sr. GIL ROBLES: Señores Diputados, en este ambiente de pasión que ha producido la vigorosa intervención del Sr. Calvo Sotelo, voy a procurar pronunciar unas breves palabras serenas. Es obligado, por el momento parlamentario en que nos encontramos, examinar el programa que, con una brevedad sintética, ha enunciado el Sr. Presidente del Consejo de Ministros. La tarea es, en cierto modo, sencilla: no ha hecho otra cosa el Sr. Azaña que glosar el contenido del programa del Frente Popular, destacando en un orden, que él decía que era lógico más que cronológico, aquellos extremos cuya realización corresponde a la actual etapa parlamentaria. Con decir que, en términos generales, ese programa responde, en su ideología, a la que inspira el conglomerado que hoy apoya al Gobierno, dicho está también que no puede existir entre nosotros una coincidencia doctrinal.

Ha tenido el Sr. Azaña, no ya sólo en el discurso que ha pronunciado hoy, sino en el, quizá más interesante, que pronunció hace unos días, el buen gusto de no entablar una polémica con situaciones políticas anteriores, al menos en forma tan aguda que obligara inmediatamente a una réplica. No voy yo tampoco en la tarde de hoy a pretender entablar una polémica, para la cual espero que habrá tiempo y lugar adecuados. (El Sr. Pascual Leone: ¡Jactancia inútil!) No he entendido la interrupción del Sr. Pascual Leone. (El Sr. Pascual Leone: Jactancia inútil.)

Álvaro Pascual Leone era diputado por Unión Republicana, un partido integrado en el Frente Popular.

Si el señor Pascual Leone entiende que su dialéctica es tan poderosa que sólo el pretender discutir con él es una jactancia o que los puntos contenidos en el programa del Frente Popular son de tal manera dogmáticos, en el terreno político, que no admiten la menor discusión, acepto esa interrupción, bastante poco oportuna; pero si el Parlamento es discusión, y frente a una doctrina expone otra y frente a una política otra distinta, tendrá que comprender que no es jactancia de ningún género, sino el cumplimiento de un deber político y parlamentario el venir aquí a discutir todo lo que el Sr. Azaña traiga para discusión en el Parlamento actual. (Muy bien.) Tiempo y lugar habrá para que se plantee la discusión en torno a todos y cada uno de los puntos que se comprende el programa esbozado por el Sr. Azaña; lo que corresponde a la tarde de hoy es pura y simplemente definir una actitud de conjunto en aquel partido, en aquel grupo político que en la oposición representa la fracción más numerosa.

Enunciaba el Sr. Azaña una serie de problemas de índole nacional, respecto de cuyos detalles no voy a entrar en estos momentos en polémica con S.S., pero que son el enunciado de una serie de preocupaciones fundamentales que afectan por igual a todos los partidos, por el hecho de ser partidos españoles. Yo no voy a hacer a S.S. el flaco servicio de decirle que en ningún momento va a tener nuestro aplauso, nuestra aquiescencia y nuestra ayuda; bastantes dificultades tiene S.S. con sus aliados para que yo fuera ahora a hacerle el pequeño servicio de mostrar una coincidencia que sería interpretada de una manera poco favorable para los propósitos de S.S. (Un Sr. Diputado: ¿Y cuando lo queríais colgar? —Otro Sr. Diputado: ¿Queréis ampliar la base otra vez? —Risas y rumores. —El Sr. Presidente reclama orden.) ¡Qué ingenioso ha sido el interruptor! Nosotros podemos y debemos tener la posición clara de venir aquí ni a pedir nada que no signifique un interés nacional ni a ofrecer nada que decorosamente a nadie se pueda ofrecer. No así vosotros, que estáis haciendo la doble maniobra de prestar conformidad a una política con la cual estáis fundamentalmente disconformes, y cometéis ante el país la hipocresía de venir a explotar el sentido izquierdista de los grupos burgueses para que sirvan de trampolín a vuestros designios. (Aplausos, protestas e interrupciones. —El Sr. Presidente reclama orden.) Pues bien, Sr. Azaña; en relación con esos problemas que no son problemas de un Gobierno, que no son problemas de una situación política, sino que son problemas que afectan a la entraña de la vida del país, para ésos, no le digo a S.S. el apoyo, pero sí la actitud comprensiva, patriótica, de grupos que no esperan nada del Gobierno, pero que deben a los altos intereses nacionales una posición clara, decidida y leal.

De otros problemas que S.S. ha planteado, ¿qué vamos a decir en la tarde de hoy? Está lleno de buenas intenciones. Su señoría aspira a encauzar el problema de la moneda, el problema del cambio, a robustecer la vida económica, a levantar las industrias en decadencia, a llevar un sentido de justicia a la vida nacional... Conforme, Sr. Azaña. Hasta que veamos cómo S.S: concreta en proposiciones netas y terminantes ese programa del Frente Popular no podemos hacer otra cosa que tener una actitud expectante, guardar la integridad de nuestra posición doctrinal y venir el día de mañana a combatir lo que doctrinalmente debamos combatir, a apoyar o coincidir en aquello que S.S. presente como un punto de coincidencia que pueda existir con nuestra posición doctrinal, siempre y en todo momento con una disciplina completa en nuestro partido y una independencia absoluta respecto a la política de su señoría.

Pero al enunciar S.S. algunos de los problemas que pretende acometer, ha tocado uno que me interesa recoger en este momento. Su señoría a nadie pretendía dar lecciones y, sin embargo, quería hacer ver la inconsecuencia en que había incurrido un partido como el nuestro —indudablemente S.S., de modo fundamental, en nosotros pensaba— al haber acometido una política de salarios que no era la adecuada a las necesidades de la justicia. Pues bien, Sr. Azaña; me interesa decirlo aquí por lo mismo que sé la tempestad de protestas que mis palabras van a levantar en determinados sectores de la Cámara. (Rumores. El Sr. Presidente reclama orden.) Nuestro paso por el Gobierno, no con plenitud, porque no teníamos integridad de autoridad tampoco, no nos ha permitido realizar en el orden social aquello que nosotros hubiéramos querido hacer. (Rumores.) Es más: no me duelen prendas y debo decirlo: entre gentes que se llaman conservadoras, entre sectores de opinión que circunstancialmente nos apoyaron porque tal vez creyeron que nosotros éramos únicamente servidores de sus intereses, hubo algo o mucho de lo que S.S. dice. No pudimos evitarlo. No sé si su señoría lo hará; pero para evitar injusticias sociales, para llegar a una más justa distribución de la riqueza, para acabar con esos desniveles tan bruscos que S.S. literariamente comparaba con las asperezas y contrastes de nuestro panorama nacional, yo le digo que nuestros votos estarán a disposición de S.S. (Un Sr. Diputado: No los queremos.) ¿Qué me importa que no los queráis si los quiere mi conciencia? (Muy bien. —Aplausos.) Lo que temo, Sr. Azaña, es que, puesto su señoría a desarrollar ese programa tan nutrido de excelentes intenciones, tropiece con dificultades que en gran parte ponía ya de relieve el señor Calvo Sotelo y que implican una contradicción evidente entre el sentido que S.S. quiere imprimir a su política y la trayectoria que quieren darle los aliados circunstanciales de hoy. Cuando S.S. trate de realizar una política justa de distribución de la riqueza, temo que S.S. choque violentamente con el concepto que en aquellas filas se tiene... (Un Sr. Diputado: Y con el cerrilismo del capitalismo español.) En cuanto haya cerrilismo vayamos a combatirlo juntos, pero no pretenda S.S. que el cerrilismo sea monopolio de los capitalistas; también en otras filas y en otras organizaciones hay mucho cerrilismo. (Aplausos y protestas.)

Su señoría, Sr. Azaña, en bellos párrafos finales, pretendía sintetizar todo el significado y el nervio de la política que quiere llevar a la práctica desde la cabecera del banco azul, amparado por una mayoría parlamentaria, y decía: se nos ha inferido una injuria al decir que nosotros significamos el desamor a la Patria. Su señoría, que siente profundamente a España, le hago la justicia de reconocerlo... (Rumores. —El Sr. Sánchez Albornoz: ¡Ya era hora!) Si en mis discursos encontráis una afirmación contraria, podréis reprocharlo, pero antes esperad a que concluya el argumento. A S.S., Sr. Azaña, que dice que siente profundamente a España —y para mí su palabra es un testimonio que me obliga a la convicción completa— le pregunto: ¿Cómo puede cohonestar ese sentido de la Patria con la colaboración de grupos que se dicen internacionalistas, que niegan la Patria, que propugnan su disolución y que recientemente han amparado a grupos que, en manifestaciones públicas se han permitido dar el grito de "¡Muera España!) (Muy bien.)

Su señoría propugnaba una política democrática y decía que estamos en estos instantes asistiendo al magnífico fenómeno de la incorporación a la política de determinadas clases sociales. Esas palabras de S.S., en cierto modo, encontraban en nosotros el eco más favorable. Nosotros vemos con simpatía, como una necesidad, la incorporación a la política de todas las clases sonciales. Al fin y al cabo, quienes tenemos el concepto de la personalidad humana y de su dignidad, que brota de unas esencias cristianas, no tenemos otro remedio que llegar a defender lo mismo que S.S. defendía: la incorporación a la política de todas las clases sociales. Pero ese sentido, netamente democrático, que significa la colaboración de todos los ciudadanos en la obra y en los empeños de gobierno y de regir la vida pública, ¿se acomoda con ese concepto de la Dictatura del proletariado, que no es más que la imposición de una clase para destruir al resto de las clases sociales? (Muy bien y rumores.)  ¿Cree S.S. que con esos votos y con esa ayuda podrá realizar esa política democrática de incorporar a todas las clases sociales a la gobernación del Estado, o, por el contrario, no va a hacer otra cosa que prestarles los medios necesarios para la destrucción de la clase a que pertenece S.S.?

Su señoría decía, con frase un poco displicente, que la labor de gobernar no era la de presidir una contienda civil. Señor Azaña, no voy a reproducir uno por uno los argumentos expuestos por el Sr. Calvo Sotelo para describir la triste situación del orden público y la más triste situación del Gobierno frente a los desórdenes que se producen. Ya S.S., el día pasado, decía, y de los grupos de la mayoría han salido interrupciones que corroboran esa tesis, que los desórdenes están promovidos por elementos perturbadores empeñados en que se mantenga un estado de agitación y de alarma y con una habilidad que no ha logrado que pase desapercibido el concepto —quizá su señoría pretendiera subrayarlo más con la poca importancia que aparentemente le daba—, ha dejado deslizar la especia de que esos agentes provocadores pueden estar ayudados, amparados o subvencionados por determinados grupos. ¿Lo cree así S.S.? Yo le rogaría que pusiera inmediatamente de manifiesto quiénes son esos agentes provocadores, quiénes les sostienen y quiénes les amparan, porque, por lo que a mí respecta, desde este momento he de decir a S.S. que a mí y al partido que en estos momentos represento nos repugna de tal manera la violencia que condenamos toda ella, venga de donde venga, y que creemos que algo más criminal que el matar es el dar dinero para que con ese dinero se mate. A ponerlos de manifiesto y a castigarlos, porque decir que existen unos agentes provocadores que actúan libremente es una confesión de impotencia por parte del Gobierno, porque el Gobierno ha debido descubrirlos, perseguirlos y castigarlos, y a estas horas, viniera la la violencia de donde viniera, tenía que haber desaparecido del ámbito de la política española. No diga S.S. como un motivo de disculpa que provienen de otros grupos las provocaciones. Persígalas S.S. donde estén. Si no lo hace, falta a sus deberes de gobernante; deja incumplida una de las primeras obligaciones del que ocupa el puesto que S.S. ocupa y expone al país a la más grande y grave de las preocupaciones, porque yo he de decir a S.S. algo que seguramente produce honda preocupación en el ánimo del Gobierno.

El partido en cuyo nombre hablo, durante estos años difíciles ha procurado realizar una política que significa encuadramiento en la legalidad de las masas, que, a partir del año 1931, fueron perseguidas y hostilizadas por vosotros, apartando de ellas toda idea de violencia, haciéndoles ver que por el camino evolutivo de una democracia se puede llegar  a la conquista legítima del Poder e influir en la gobernación del Estado con las ideas propias. Y frente a lo que nosotros hemos pretendido, nos hemos encontrado, hace años, con una persecución inplacable, el año 34, cuando aún no teníamos participación en el Poder, con una revolución antidemocrática, que lo que quería era cerrarnos el camino legítimo que habíamos conquistado con nuestros votos; y, ahora, cuando ha llegado el momento de acudir al pueblo, no habéis tenido en cuenta que las fuerzas de derechas se equiparan en número a las que ha tenido el Frente Popular, ateniéndonos sólo a los resultados de las Juntas del Censo, descontando las actas de votación que se anularon violentamente en aquellos día de abandono del Poder que transcurrieron desde el de las elecciones hasta el jueves del escrutinio. Porque S.S., con las masas que le siguen, parece que desconoce que en los momentos actuales, en todos los pueblos y aldeas de España se está desarrollando una persecución implacable contra las gentes de derecha; que se multa y se encarcela, y se deporta, y se asesina a gentes de derechas por el mero hecho de haber sido interventor o apoderado o directivo de una organización de derechas durante estos tiempos; que ahora, a los que estamos actuando dentro de la legalidad, se nos persigue y se nos atropella, y en el momento en que se va a abrir una consulta para elegir al supremo magistrado de la República, nos encontramos con que nuestras fuerzas dicen que no existe la mínima garantía, no ya de independencia para emitir el sufragio, sino de vida.

Y en estas condiciones, cuando a una fuerza política como la nuestra se la está diariamente hostilizando, y persiguiendo, y maltratando, se produce un fenómeno que a mi tranquilidad personal causaría la mayor de las satisfacciones, pero que como español y como ciudadano me produce la mayor de las angustias, y es que los partidos que actuamos dentro de la legalidad empezamos a perder el control de nuestras masas, empezamos a presentarnos ante ellas como fracasados; comienza a germinar en nuestra gente la idea de la violencia para luchar contra la persecución; nosotros, los hombres que tenemos una convicción firme, no podemos cambiar tan fácilmente de camino; pero llegará un instante en que, como deber ciudadano y de conciencia, tendremos que volvernos a nuestras masas y decirles: dentro de la legalidad no tenéis protección, porque la ley no tiene el amparo del Gobierno, que es la suprema garantía de la ciudadanía; en nuestro partido no os podemos defender; tendremos que decirles con angustia que vayan a otras organizaciones, a otros núcleos políticos que les ofrecen, por lo menos, el aliciente de la venganza cuando ven que dentro de la ley no hay una garantía para los derechos ciudadanos. (Grandes aplausos.)

Gil Robles se refería a la fuga de seguidores hacia la Falange Española, el partido fascista que desde el triunfo electoral del Frente Popular había pasado de ser un partido minoritario a tener cada vez más adeptos dispuestos a enfrentarse en las calles con los activistas de izquierdas.

Desengañaos, Sres. Diputados; una masa considerable de opinión española que, por lo menos, es la mitad de la Nación, no se resigna implacablemente a morir; yo os lo aseguro. Si no puede defenderse por un camino, se defenderá por otro. Frente a la violencia que allí se propugna, surgirá la violencia por otro lado, y el Poder público tendrá el triste papel de espectador de una contienda ciudadana en la que se va a arruinar, material y espiritualmente, la Nación. La guerra civil la impulsan, por una parte, la violencia de aquellos que quieren ir a la conquista del poder por el camino de la revolución; por otra, la está mimando, sosteniendo y cuidando la apatía de un Gobierno que no se atreve a volverse contra sus auxiliares, que tan cara le están pasando la factura de la ayuda que le dan. Su señoría, como le recordaba el Sr. Calvo Sotelo, va a traer unos proyectos que significan el responso del sistema parlamentario. Yo creo que S.S. va a tener dentro de la República, quizá, otro sino más triste, que es el de presidir la liquidación de la República democrática. Si no se rectifica rápidamente el camino, en España no quedará más solución que la violencia, o la dictadura roja que aquellos señores propugnan, o una defensa enérgica de los ciudadanos que no se dejan atropellar; por ninguno de los dos caminos la farsa de un sistema parlamentario que sirva, pura y exlusivamente, de trampolín para el asalto revolucionario de los grupos obreristas.

Yo no vengo a pedir clemencia; no vengo a solicitar del Gobierno más que justicia. Que lo piense, no es una amenaza nuestra; nosotros no cambiamos de camino, es que la opinión puede tomar por otros derroteros y cuando la guerra civil estalle en España, que se sepa que las armas las ha cargado la incuria de un Gobierno que no ha sabido cumplir con su deber frente a los grupos que se han mantenido dentro de la más estricta legalidad. Ahora, si S.S. pretende establecer una norma de convivencia, los hechos lo dirán muy pronto. Han pasado unos meses de anarquía. Su señoría no se podrá quitar jamás de encima esa mancha; quizá pueda atenuarla con una actuación en el futuro. Que para entonces es necesaria una convivencia, ¡ah!, nosotros estamos dispuestos a ella no por S.S. ni por los partidos que le siguen, sino por un ideal supremo, que es el interés de esa Patria que dice su señoría que siente tan profundamente y que nosotros, aunque no lo digamos a todas horas, la sentimos y practicamos. Por esa Patria, lo que sea necesario, incluso nuestra desaparición si los grandes intereses nacionales lo exigieran; pero no una desaparición cobarde, entregando el cuello al enemigo; es preferible saber morir en la calle a ser atropellado por cobardía. (Grandes aplausos.)

Omitimos la intervención siguiente, a cargo de Juan Ventosa, diputado por la Lliga Regionalista, un partido nacionalista catalán de corte conservador. Su retórica no estaba a la altura de la de sus predecesores y no aporta nada esencialmente nuevo al discurso. La intervención siguiente fue de Rodolfo Llopis, diputado por el Partido Socialista Obrero Español.

El Sr. PRESIDENTE: Continúa el debate y el Sr. Llopis tiene la palabra.

El Sr. LLOPIS: La minoría socialista, señores Diputados, ha tenido la bondad de confiarme el que pronuncie en la noche de hoy unas cuantas palabras, las estrictamente necesarias. No pensaba intervenir la minoría socialista, porque el Jefe del Gobierno, en su declaración, no ha hecho sino repetir lo que tantas veces más se ha dicho: que el Gobierno actual es un Gobierno que viene a cumplir el pacto, el programa del Frente Popular. Nosotros, minoría socialista, partido socialista, somos fuerzas que estamos dentro del Frente Popular, basado en un pacto, como estamos cansados de repetirlo, no sólo electoral, sino también programa de Gobierno que hay que cumplir. Por lo tanto, nosotros no tenemos nada que decir en ese sentido; el Gobierno va a cumplir, está cumpliendo el pacto, el programa del Frente Popular. Y nosotros, a nuestra vez, cumpliremos con nuestro deber, como el Gobierno cumple con el suyo, de apoyarle para que realice y cumpla ese programa. Por eso la minoría socialista ha puesto su firma al pie de la proposición de confianza que va a ser leída inmediatamente después del debate. En ese aspecto, pues, la minoría socialista no tiene nada que decir; las firmas que al pie de la proposición de confianza están y el voto que después, íntegramente, esta minoría emitirá, significa nuestra confianza en que el Gobierno está cumpliendo y va a cumplir el pacto electoral y programa de gobierno que firman todas las fuerzas implicadas en el Frente Popular.

No hubiésemos intervenido a no ser por las alusiones constantes de que esta minoría ha sido objeto en la tarde de hoy. Primero, cuando el Sr. Calvo Sotelo aparentaba sorprenderse de que nosotros, que tenemos un programa, que hoy con grandes aspavientos nos descubría, aunque se trate de un programa viejo ya de cincuenta años. Y se sorprendía de que pudiésemos hacerlo compatible con el programa electoral y de Gobierno del Frente Popular. Quería señalar estas incompatibilidades. Nosotros no tenemos sino señalar lo que todo el mndo sabe: primero, que ese programa es un programa viejo, repito, de más de cincuenta años; que nadie ignora su existencia y que nadie puede sorprenderse de que nosotros seamos fieles a nuestro programa. Segundo, que todas las fuerzas implicadas en el Frente Popular, al suscribir ese programa electoral y de gobierno, hicieron constar, con toda claridad, que ninguno de nosotros, ni los comunistas, ni los socialistas, ni los sindicalistas, ni los republicanos de izquierda, ni Unión Republicana, abdicaban de su programa, sino que cada una de las fuerzas que integraban y que integran el Frente Popular sigue teniendo su programa, su programa de partido. Y ha hecho propaganda y la seguirá haciendo a favor de su programa. Pero eso no ha sido obstáculo, ni aquí ni fuera de aquí, para que, no obstante tener cada una de estas fuerzas su programa, coincidan, en un momento determinado y para un periodo determinado, en una obra de gobierno. No hay, pues, por qué sorprenderse de que exista el programa del Frente Popular —que todos hemos tenido buen cuidado de decir que no es nuestro propio programa, sino que es un programa en el que hemos coincidido circunstancialmente— ni hay por qué sorprenderse de que el partido socialista tenga en su programa la conquista del Poder. ¿Es que hay algún partido político en España o fuera de España que no aspire a conquistar el Poder? Nosotros, como los demás partidos, nosotros hoy, como cuando se hizo nuestro programa hace cincuenta años, no tenemos por qué rectificar nada, ni ello es incompatible con que podamos apoyar, con toda lealtad, como lo estamos haciendo, el cumplimiento del programa del Frente Popular.

Pero al lado de esta posición del Sr. Calvo Sotelo había otra, la del Sr. Gil Robles, en que él advertía al Sr. Presidente del Consejo de Ministros el peligro en que se encontraba. No hacía alusión, como el Sr. Calvo Sotelo, al programa, sino a nuestra conducta, señalando que el señor Presidente del Consejo de Ministros o el Gobierno en pleno tenían que sufrir algo así como la dictadura de estos partidos políticos de clase, marxistas, que forman parte del Frente Popular. Quería poner en guardia al Sr. Azaña. Cuando hablaba así el Sr. Gil Robles, nosotros nos acordábamos de que, probablemente, el Sr. Gil Robles creía que nosotros, socialistas y comunistas, íbamos a actuar cerca del actual Gobierno algo así como él actuó cerca del Gobierno del Sr. Lerroux. No hay tal. Nosotros decimos con toda lealtad lo que ya conoce el país: que el encargado de administrar la victoria del Frente Popular es un Gobierno republicano. Nosotros apoyamos y apoyaremos con toda lealtad al Gobierno republicano para que cumpla, a su vez, como tantas veces ha dicho, con toda lealtad, el programa del Frente Popular. La minoría socialista no hubiese intervenido a no ser por estas alusiones y, sobre todo, porque, con más o menos claridad, se ha pretendido echar sobre los partidos obreros la responsabilidad de lo que ha ocurrido en España a partir del 16 de febrero. A nosotros nos parece injusto y falto de toda lógica el que se señale la fecha del 16 de febrero. ¿Por qué esa fecha? ¿Es que comienza el 16 de febrero en España algo que no tenga sus antecedentes en lo que era España antes del 16 de febrero? Todo lo que ha ocurrido en España el 16 de febrero y después del 16 de febrero, no se puede enjuiciar más que en función de lo que ha ocurrido en España antes del 16 de febrero. Y nadie tiene derecho a sorprenderse de lo que ha ocurrido en España. Y mucho menos las derechas, porque las derechas, por lo visto, se olvidan de lo que ha ocurrido en España antes del 16 de febrero; se olvidan de cómo han hecho su campaña electoral por todo el país anunciando que si triunfaban las izquierdas ocurrirían asesinatos, violaciones, quemas, asaltos al Bancos, etc., etc. Todos los que están aquí, que han hecho la propaganda en los pueblos, recuerdan seguramente en qué forma, mediante pasquines, mediante hojas, conversaciones, utilizando todos los medios posibles, se expresaban las derechas exponiendo el panorama que ofrecería España si triunfaban las izquierdas, y cómo al mismo tiempo, pero con más solemnidad todavía, anunciaban lo que iban a hacer ellas, las derechas, si resultaban victoriosas. Cuando las derechas anunciaban lo que iba a suceder si triunfaban las izquierdas no hacían otra cosa que traducir su propio pensamiento, lo que estaban dispuestas a hacer ellas con nosotros si no hubiésemos triunfado. Y, una de dos: o lo que decían era sincero o no lo era. Si lo que decían en sus propagandas era sincero, hoy tienen que confesar que se sienten decepcionadas, porque lo que ha ocurrido, siendo mucho, es mucho menos de lo que ellas habían anunciado que iba a acontecer; y si no eran sinceras y lo que decían no respondía a su propio pensamiento, cometieron un chantaje político. En cualquiera de los dos casos, no tienen autoridad para venir aquí, a la Cámara, a pedir explicaciones de lo que ha ocurrido en España.

Anunciaron las derechas que se iban a asaltar los Bancos. No se asaltaron los Bancos. Los habéis asaltado vosotros, hombres de derecha, retirando 500 millones de pesetas de las cuentas corrientes que teníais en España.

El principio de la argumentación de Llopis contiene ya varios trucos dialécticos. Ha empezado diciendo que nadie debe sorprenderse de que un partido aspire a conquistar el Poder, pero no aclara de si se refiere a conquistarlo respetando las reglas democráticas o de si aspira a implantar una dictadura del proletariado, que de eso le acusaban. Por lo tanto, no ha rebatido las acusaciones que dice estar rebatiendo. Luego dice que la derecha hizo una campaña alarmista ante la posibilidad de que ganara la izquierda. Tenía motivos para hacerla, porque durante el primer bienio de la república el gobierno de izquierda persiguió implacablemente a la derecha y especialmente a los católicos. Y eran los propios políticos socialistas y comunistas los que hablaban en su campaña electoral de suspender la deuda pública y confiscar el dinero de los bancos, aunque, desde luego, Azaña no estuviera dispuesto a semejantes locuras. Pero el argumento empieza a acercarse al esperpento cuando dice que lo que ha ocurrido, siendo mucho, es mucho menos de lo anunciado por la derecha. Así pues, el hecho de que la derecha haya exagerado en su campaña hace que lo que sucedió, siendo mucho, fuera disculpable. Lo de que "lo que decían que iba a hacer la izquierda era en realidad lo que la derecha hubiera hecho si hubiera triunfado" es un argumento contrafáctico que no hace sino poner de manifiesto la patética y mentecata demonización del bando contrario que tenían arraigadas tanto la extrema izquierda como la extrema derecha. En lugar de reprochar a la derecha que exagerara en su campaña electoral sobre peligro de la izquierda y usar eso como argumento porque lo que sucedió, "siendo mucho, es mucho menos", podría plantearse si no era de esperar una fuga masiva de capitales cuando unos partidos que apuntaban a ganar las elecciones hacían campaña hablando de nacionalizar bancos y suspender el pago de la deuda pública.

Habéis hablado de asaltos a fincas; vamos a hablar también de los asaltos a fincas. Habéis hablado de incendios; de incendios también hablaremos. A nosotros lo que nos interesa decir ante todo es que la situación psicológica de las masas populares españolas, como recordaba hoy el Sr. Ventosa, no podía ser sino de irritación; las masas populares, obreras, democráticas, pequeñoburguesas, estaban irritadísimas. ¡Cómo no lo iban a estar! Lo estaban, primero, porque recordaban cómo se les pagó su generosidad con los vencidos, cuando el 14 de abril de 1931 triunfó la República, y en qué forma se correspondió más tarde a esa misma generosidad de las masas populares demostrada de manera tan efectiva durante los dos años del primer bienio republicano;

Esto es cinismo puro. El hablar de "generosidad con los vencidos" tras el triunfo de la república ya es un planteamiento de dudoso sentido democrático (parece sugerir que los vencedores tendrían derecho a aplastar a los vencidos). En realidad ni siquiera se puede hablar de vencidos, pues no hubo combate alguno: tras el triunfo de los republicanos en las elecciones locales, el ejército se puso espontáneamente a disposición de los republicanos para que asumieran el gobierno de la nación. E inmediatamente se produjeron quemas masivas de conventos que poco tuvieron de generosas. Seguidamente se redactó una constitución anticlerical y se desarrollaron leyes que impedían incluso que los católicos realizaran sus procesiones por las calles, incluyendo el traslado de féretros en los entierros, o que las iglesias tocaran sus campanas. Durante el primer bienio republicano, no ya los grandes empresarios o los terratenientes o las grandes fortunas (con los que había muchas cuentas que saldar con justicia), sino los católicos en general sufrieron una persecución atróz, y del mismo modo que Llopis pretende argumentar que lo sucedido antes del 16 de febrero "explica" lo sucedido después, también lo sucedido durante el primer bienio "explica" (en el mismo sentido indefendible) lo sucedido durante el segundo.

lo estaban porque vieron cómo en los pueblos se envalentonaban de nuevo los caciques, cómo se les sitiaba por hambre y cómo la fuerza pública, más que al servicio del país, estaba al servicio de lo peor de la burguesía española y de los caciques: que no hay ningún elemento de izquierda en España que no haya sentido en su cuerpo o en su espíritu las huellas de los dos años que hemos dado en llamar "bienio negro". Sabían, pues, perfectamente los elementos de derecha que existía una irritabilidad justificadísima en las masas populares españolas, que estaban dispuestas a responder a la primera provocación.

Justo lo contrario: habiendo triunfado en las elecciones, estaba menos justificado que nunca cualquier forma de "resarcimiento", pues la izquierda contaba ya con un gobierno dispuesto a satisfacer sus intereses.

Se triunfa en las elecciones del 16 de febrero y no ocurre nada en España. No ocurre nada en España, y porque no ocurre nada en España y porque las derechas habían anunciado un programa completo de hechos catastróficos hay que hacer que ocurran. Y ocurren. ¿Cómo? (El Sr. Carranza: ¡Eso es el colmo! —Rumores y protestas.) Lo va a oír el Sr. Carranza y lo van a oír los señores Diputados que tengan la bondad de escucharme.

Ramón de Carranza era Diputado por Renovación Española, el partido monárquico de Calvo Sotelo. Su indignación no es para menos. El mismo día de las elecciones empezaron a producirse disturbios, quizá no tan catastróficos como los que pudiera haber anunciado la derecha, pero disturbios al fin y al cabo. Muchas cárceles fueron asaltadas y se liberaron presos políticos y delincuentes comunes indistintamente. Poco después se inició una oleada de huelgas en las que los sindicatos amenazaban con una "revolución".

Se triunfa el 16 de febrero y hay en Madrid una manifestación pacífica que no puede llamarse siquiera manifestación, sino grupos de obreros que se acercan a la cárcel para ver si salen o no los presos. Y cuando están esperando noticias de éstos, pasa un automóvil, desde él se dispara y se producen los sucesos que todos los Sres. Diputados recuerdan. Se comienza, pues, con una provocación de ese tipo, y las masas, a pesar de ello, no reaccionan, no responden. Pareciendo poco esa provocación, se busca otra de otro tipo, de la que estuvo a punto de ser víctima nuestro ilustre compañero Luis Jiménez de Asúa, esperando a ver si matando a algunos de los compañeros nuestros más significados en Madrid, donde no había ocurrido nada, ocurrían al fin cosas. Se atenta contra nuestro compañero Jiménez de Asúa. Y pareciendo, por lo visto, poco todavía lo que han hecho, atentan contra nuestro compañero Largo Caballero, no en la forma que ha referido la Prensa, sino con un atentado en toda regla. En las investigaciones que se han hecho más tarde se ha visto que iban de verdad a colocar los impactos donde los han colocado, junto al teléfono, después de una llamada que se hizo para que lo utilizara, y después de estar claro esto, se ha visto que los Tribunales han podido aceptar la explicación de que a quienes se les encontraron las balas se las habían dado para hacer soldaditos de plomo. Magnífica explicación.

Provocaciones de ese tipo las ha habido en Madrid y en toda España. Sabiendo, como se sabe, que el ánimo, el espíritu de las masas estaba en disposición de responder en forma violenta porque durante dos años se las ha estado acosando, se las ha estado molestando, quien provocara tendría éxito seguro. Nuestros diputados, los de nuestra minoría, se han esparcido por todo el país y tenemos información completa de los sucesos ocurridos en toda España. Por eso podemos afirmar que todos los sucesos, todos, han sido provocados por las derechas. Todos. Ho voy a citar más que dos casos. Uno, de un pueblo de la provincia de Guadalajara donde a medianoche los vecinos se sorprenden de que la campana de la iglesia toca a fuego y, como es costumbre, salen de las casas a prestar su generosa ayuda para ver cómo pueden evitar el fuego o reducirlo. Es la campana de la iglesia la que ha llamado a fuego, y cuando el vecindario se encuentra en la plaza del pueblo para ayudar a apagar el incendio es recibido a tiros por grupos que salen de la casa del cura. ¿Quién autorizó para tocar a fuego? ¿Cómo pudo ser utilizada la campana de la iglesia para despertar al vecindario y concentrarlo en la plaza del pueblo? (Fuertes rumores. —El Sr. Presidente reclama orden.)

Otro caso. Un buen día, Sres. Diputados, don Antonio Zaya, administrador de la ex condesa de Villar de los Felices, en la catolicísima Orihuela, provinci de Alicante, llama al señor gobernador de Alicante para decirle que los obreros han invadido la finca que administra y pide auxilio al gobernador para que envíe fuerzas que desalojen a los obreros que han invadido la finca. Cursadas las órdenes por el Gobierno civil, se trasladaron fuerzas de la Guardia Civil y de Asalto a las órdenes del agente de investigación y vigilancia, para que en un plazo de veinticuatro horas, y previa la gestión política del delegado de la Autoridad, fueran desalojadas las tierras y recuperadas por sus propietarios, como así se hizo, levantándose dieciséis actas de incautación sin que la fuerza tuviera que intervenir para nada en tan delicado problema. Los ocupantes, espontáneamente, han manifestado, por acta notarial, que fue el propio D. Antonio Zaya, el administrador de la ex condesa de Villar, quien les había metido en la finca diciendo que tenían derecho a ocuparla. (Rumores de aprobación.) Naturalmente que así lo ha tenido que reconocer en acta notarial el Sr. Zaya, que pasó a la cárcel, y en la cárcel de Alicante está o, por lo menos, estaba, para responder de esta burda maniobra de las derechas, que de esta forma mantienen el orden público en esa región de la huerta alicantina.

Llopis relata únicamente incidentes en los que las víctimas han sido de izquierdas, igual que Calvo Sotelo había presentado poco antes una relación de incidentes en los que las víctimas habían sido de derechas. Pretender que la culpa es de la derecha y que la izquierda se ha limitado a responder a las provocaciones sería ingenuo si no fuera directamente cínico. Los altercados entre radicales de izquierda y de derecha se remontan a varias décadas, y el predominio de una u otra facción en cada momento dependió de las circunstancias particulares del momento y de la zona de España. Si bien sería razonable acusar a la Falange de haber iniciado una estrategia de provocación, ni todos los crímenes cometidos por la izquierda podían explicarse como respuesta a esa provocación, ni en modo alguno justificarse por ella y, en cualquier caso, la reacción de cualquier gobierno digno de tal nombre no podía ser disculpar unos actos violentos y denunciar otros, sino condenarlos y perseguirlos todos por igual.

¿Que se han quemado iglesias? Exacto. Nosotros tenemos que decir aquí que a nosotros, socialistas, no nos interesa que se quemen las iglesias. No está en la tradición socialista, aunque sí lo está en la tradición popular española, el quemar iglesias. Lo que pasa es que la Iglesia ha sido beligerante en esta lucha. Más que en esta lucha, desde que hay lucha de clases, la Iglesia, para su desgracia, se ha puesto del lado de una de las clases sociales, de la clase enemiga de los trabajadores, de la clase proletaria. Pero no contenta con tener esta tradición, de haber sido siempre el auxiliar y el instrumento más eficaz de la burguesía, desde hace algún tiempo, desde que se ha proclamado la República, la Iglesia no ha dejado ni ha desperdiciado ocasión para zaherir a los que sienten de verdad las ideas republicanas. Y ha sido beligerante. Las pastorales de los obispos, cada púlpito, cada confesionario y cada sacristía han sido lugares o sitios de tipo electoral contra el Frente Popular.

La Iglesia fue brutalmente perseguida desde el inicio mismo de la República. Se produjeron quemas de iglesias y conventos sin que el gobierno republicano aportara ninguna protección, se dictaron leyes que prohibieron a los curas ejercer la enseñanza, o incluso realizar cualquier clase de trabajo, de modo que se veían obligados a vivir de la caridad de sus feligreses. El propio gobierno tuvo que atenuar unas disposiciones que habrían dejado en la incidencia a los curas de más edad. La Iglesia trató de presentar sus quejas diplomáticamente sin ningún resultado. Obviamente, la reacción inevitable fue la que describe Llopis. (Todo esto sin perjuicio de que, en efecto, la Iglesia gozaba de unos privilegios que era razonable suprimir, pero una cosa es la supresión de privilegios y otra la persecución despiadada.)

En todas las iglesias donde ha habido incendio o asalto se han encontrado los documentos o, por lo menos, las papeletas electorales que acreditan la parte que han tomado en las últimas elecciones.

A medida que avanza Llopis en su argumentación se va acercando más al esperpento: así que el haber encontrado papeletas electorales de derechas justifica los incendios y los asaltos. La mentalidad que expresa Llopis a lo largo de su intervención es que "ser de derechas" es razón suficiente para sufrir cualquier clase de persecución.

Lo veníamos diciendo nosotros en nuestra propaganda electoral, y lo hemos dicho un día y otro día: nosotros quizá hubiéramos preferido que hubiese quedado limitado este problema, el religioso, a un problema de conciencia, a un problema privado; pero que la Iglesia, imprudentemente, a nuestra manera de ver, tomó partido, jugó y ha perdido. Por lo tanto, tenía que sufrir las consecuencias de su pérdida.

Tres meses más tarde se produciría un intento de golpe de Estado que daría lugar a una guerra civil en la que la izquierda tomaría partido por la república y perdería. Llopis acabaría en el exilio, por suerte para él, pues los correligionarios suyos que no pudieron huir de España sufrieron una cruenta represión. Supongo que Llopis la consideraría justificada, pues si la izquierda tomó partido, jugó y perdió, era lógico —a su manera de ver— que sufriera las consecuencias de su pérdida. Obviamente nadie decente estará de acuerdo con esta argumentación, pero es que ésta es la argumentación de Llopis, que está demostrando así no saber muy bien qué es eso de la decencia.

A nosotros no nos interesa —repito— quemar iglesias y conventos, porque como aspiramos, aunque se asombre o no le guste al Sr. Calvo Sotelo, esperamos algún día apoderarnos del Poder político, llegar al Poder político, podríamos utilizar entonces esos edificios, como se han utilizado en otras parte, y si los quemamos es evidente que no los vamos a poder utilizar. (Un Sr. Diputado: Pero no echéis entonces la culpa a los curas. —Otro Sr. Diputado: A los curas, un pico y una pala.)

Antes Llopis había parecido tener algo de rectitud moral al decir que estaba en contra de la quema de iglesias, pero ahora se ve que era un malentendido, pues sólo está en contra por motivos interesados, no por razones éticas.

Nosotros, pues, Sres. Diputados, nos explicamos lo que ha ocurrido. Todo lo que ha ocurrido nos lo explicamos. Justificamos muchísimas de las cosas que han pasado. No tenemos por qué solidarizarnos con los actos de violencia personal, que no somos partidarios de la violencia personal, como no somos partidarios del motín ni de la revuelta, por lo mismo que somos un partido revolucionario. Ni la revuelta, ni el motín, ni los actos de violencia individual. Pero nos explicamos todo lo que ha ocurrido, y queremos dejar constancia de que todos los hechos, todos, han sido réplica o respuesta a las provocaciones de que han sido objeto quienes hayan realizado o cometido esos actos; que jamás se encontrará que la iniciativa de esos actos ha salido o ha podido salir de alguna de nuestras organizaciones.

De organizaciones socialistas, tal vez, pero su intento de presentar la violencia de izquierda como "respuestas justificadas a provocaciones" es, como ya hemos dicho, cínico, y había que ser muy sectario para comulgar con esa rueda de molino. Semejante cerrazón mental sólo tenía su equivalente en los fascistas militantes, es decir, los falangistas, con la diferencia de que éstos no tenían representación parlamentaria.

En cambio, será fácil averiguar y demostrar que han sido nuestras organizaciones las que han ayudado después a tranquilizar, a evitar, a reducir los sucesos que ya se habían producido o se estaban produciendo. Pero a nosotros no nos interesa tanto hablar de lo que ha ocurrido, de los hechos, como dejar constancia de que hay que atacar las causas de los hechos, las causas que han producido esos hechos. Y lo primero que tenemos que pedir es que se vaya al desarme de las derechas. (Un Sr. Diputado: Y de las izquierdas. —El Sr. Carrillo: De las derechas. Si sois vosotros los únicos que tenéis armas. —Otro Sr. Diputado: Que registren las Casas del Pueblo. — El Sr. Álvarez Angulo: Que registren las iglesias, que es donde están ahora las armas. —El Sr. Guerra: Y los cines. —El Sr. Presidente reclama orden.)

Rafael Guerra del Río era uno de los pocos diputados del Partido Radical. Wenceslao Carrillo era diputado por el Partido Socialista. Es de señalar cómo los diputados de derechas que han intervenido han pedido al Gobierno que erradique la violencia callejera cualquiera que sea su signo (aunque en sus quejas hayan incidido en los casos en los que las víctimas fueron de derechas), mientras que la izquierda sólo habla de desarmar a la derecha, considerando que cualquier violencia por parte de radicales de izquierda es justificable y tolerable.

Nosotros queremos saber qué se han hecho de las 270.000 guías y licencias de armas que se han dado en estos dos últimos años. Nosotros quisiéramos que nos dijeran aquí los datos que en los Registros de los Gobiernos civiles existen respecto a estas cosas; que nos dijeran, también, la cantidad de volantes que se han dado para el uso de armas. Aquí nos lo decía nuestro compañero Fernando de los Ríos hablando de las actas de Granada. Basta ahora saber la pequeña cantidad de armas recogidas en Jaén, en Granada, en cualquiera de las provincias españolas, donde se ha hecho a fondo una requisa de armas, y se verá que durante dos años los que hemos, además, sufrido algún registro policiaco en los días de octubre, hemos visto que no eran policías los que venían a nuestras casas, sino que eran jovencitos de Acción Popular, los que, con una autorización que nosotros no acertamos a comprender, pudieron penetrar en nuestros domicilios, con unos modales que no les acreditan ciertamente de buena educación, y hacer los registros. (Un Sr. Diputado: Son todos iguales)

Acción Popular era el partido de José María Gil Robles, integrado en la CEDA.

Que nos digan qué ha sido de esas 270.000 licencias de armas; que nos digan qué ha sido de esos volantes; que nos digan cuáles son los datos que existen en cada uno de esos Gobiernos civiles y cómo todavía en la actualidad están entrando armas, no, como ha dicho el Sr. Calvo Sotelo, para las izquierdas, sino en gran cantidad, y que con un impudor inconcebible se están repartiendo a las derechas. ¡Pero si no hace falta que pidamos datos! Ahí están los hechos que se han producido estos días, no más tarde que el de ayer y de anteayer. Me parece que está bien claro quiénes eran los que manejaban las pistolas y quiénes han sido las víctimas. Ahí está el caso del señor magistrado; nadie podrá dudar de dónde procedían los tiros y quiénes han dispuesto de esas pistolas.

El 13 de abril fue asesinado el juez Manuel Pedregal, que dos días antes había condenado al falangista que, intentando atentar contra el presidente de las Cortes, el socialista Luis Jiménez de Asúa, mató a uno de sus escoltas. El 14 de abril hubo disturbios durante un desfile en Madrid con motivo del quinto aniversario de la República.

Es posible que la izquierda andara escasa de armas por esa época, porque las que tenían les habían sido incautadas en 1934, antes y después de la revolución de octubre. Antes de que se produjera la Guardia Civil ya había incautado varios arsenales al Partido Socialista. Indalecio Prieto había sido el encargado de conseguir armas y dinero para organizar la revolución, que afortunadamente sólo acabó estallando en Asturias, y en parte en Cataluña.

Queremos, pues, de un lado, que se desarme a las derechas; de otro lado, queremos que se actúe con toda energía contra los provocadores que, cada día en mayor número, existen en España, porque se sienten, en cierto modo, actuando en la impunidad. Queremos que se republicanicen —nos lo han dicho al tomar posesión de sus cargos, primero el director general de Seguridad, después no pocos Ministros —los Cuerpos encargados de guardar el orden público, que se republicanice la Magistratura, que se republicanicen los funcionarios;

El verbo "republicanizar" no viene en el diccionario, pero por el contexto se puede deducir su significado: quiere decir "tolerar cualquier cosa a la izquierda, por intolerable que sea, y no pasar ni una a la derecha".

queremos, en una palabra, que se haga justicia a las masas trabajadoras y que el programa del Frente Popular, como nos ha dicho hoy el Sr. Presidente del Consejo de Ministros, se cumpla cuanto antes, para que puedan tener tierra, trabajo y justicia los que hace mucho tiempo están hambrientos y sedientos de justicia, de trabajo y de tierra;

Esto es lo más triste de todo, y es que los socialistas lo tenían muy fácil para haber sido los buenos de la película, puesto que defendían los intereses de una inmensa mayoría de españoles (obreros y campesinos sin tierras propias) que ciertamente llevaban siglos padeciendo condiciones de injusticia y abandono, pero al parecer la miseria de esas gentes era tal que ni siquiera les permitía tener políticos dignos que los defendieran, ya que cuando llegaron al poder, en lugar de aprovecharlo para hacer unas reformas prudentes que trajeran la justicia de la que habla Llopis, lo emplearon para tratar de aplastar, no ya a sus opresores, sino a una parte decisiva de la opinión pública española, que hubiera podido simpatizar fácilmente con sus fines si no se hubiera visto estúpidamente acorralada.

que se castigue a los que han huido con el dinero de España, con esos 500 millones que han salido de las cuentas corrientes para quizá, desde el extranjero, hacer esa campaña magnífica que hoy exhibía aquí el Sr. Calvo Sotelo, como si no estuviésemos acostumbrados, como si no supiésemos cómo se hacen en el extranjero las campañas que desacreditan los regímenes de izquierda cuando en España existen; en una palabra, mientras el Gobierno realice, mientras el gobierno cumpla, mientras el Gobierno lleve a la práctica el programa del Frente Popular, la minoría socialista no le regateará ni el aplauso, ni la adhesión, ni la confianza. (Aplausos.)

Hacer una campaña amenazando con incautar el dinero de los bancos y luego quejarse de que se produzca una fuga de capitales sólo puede calificarse de estupidez. Y pretender que el periódico francés de izquierda que ha citado Calvo Sotelo pudiera estar mal informado a causa de una campaña de la derecha en el extranjero, sobre todo cuando lo que decía era la pura verdad, hace dudar de si es algo imputable también a la estupidez o si es simplemente cinismo político.

Habla a continuación José Díaz Ramos, diputado por el Partido Comunista de España.

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Díaz Ramos tiene la palabra.

El Sr. DÍAZ RAMOS: Señores Diputados, compañeros y amigos del Frente Popular, desde que la Cámara comienza sus funciones, las derechas, la reacción de España, tiene un marcado interés en dos cuestiones fundamentales. Pero las derechas saben bien que tienen que responder ante el Gobierno y ante el pueblo de una serie de hechos, de una represión sin igual, de unas torturas difíciles de encontrar en ningún país civilizado, de asesinatos sin cuento con motivo de la represión por el movimiento de octubre. Y como tienen que responder ante el pueblo y ante el Gobierno de todos estos hechos, desde el primer momento han tratado en la Cámara de explanar una intervención sobre el orden público. ¿Cón qué fin? Con el de desviar la atención, porque saben que tienen que responder ante el pueblo de esa represión, de esas torturas y de esos asesinatos con motivo del movimiento de octubre. Pero no se puede desviar la atención de esas responsabilidades, porque no pararemos ni un momento hasta conseguir que se exijan las responsabilidades de esa represión al Gobierno que mandó realizarla, a Gil Robles, que no está presente, porque larga el muerto y se marcha, como ocurre con todos los cobartes. (Grandes protestas en los sectores de derecha.)

El Sr. PRESIDENTE: ¡Orden, orden! Yo estoy seguro de que el Sr. Díaz Ramos encontrará expresiones más adecuadas o un modo más soslayado de decir su pensamiento para evitar que se levanten protestas.

El Sr. DÍAZ RAMOS: Yo no creo que consista la seriedad de la Cámara en hacer muchas triquiñuelas para medir las palabras precisas. Esa podrá ser la tradición y la costumbre de una Cámara de cuellos tiesos. (Risas.) Ésta es una Cámara de cuellos flojos y de puños fuertes que tiene que decir al pueblo la verdad tal y como la siente. (Un Sr. Diputado: Pero aquí y fuera de aquí.) Esa interpelación que tratan de hacer tendrá, naturalmente, la contestación adecuada, con toda clase de detalles, hecho por hecho, del o que han realizado. El Gobierno de Gil Robles y Lerroux, como tal Gobierno, tiene que responder de los hechos que he mencionado, y el pueblo no estará tranquilo hasta que vea que los responsables ocupan las celdas que han abandonado nuestros compañeros, los obreros antifascistas, como consecuencia del triunfo del Bloque Popular, que quiere decir que algo fundamental ha cambiado en España. Esa responsabilidad, por tanto, debe ser exigida rápidamente, porque es una vergüenza para la República y para el pueblo que Gil Robles se siente en esos escaños cuando tiene que responder de todos esos asesinatos cometidos en la represión de Asturias. (Rumores y protestas.)

Y ahora, la otra intención de las derechas consiste en dirigirse el Sr. Gil Robles, el Sr. Calvo Sotelo y todos sus amigos, en cada discurso, a los republicanos de izquierdas llamándoles la atención diciéndoles: "¿Adónde vais con los socialistas y los comunistas? Es que no se explica cómo vosotros, que sois una fuerza burguesa, podéis acompañar a las fuerzas obreras en sus propósitos de utilizar a la República para hacer triunfar el socialismo o el comunismo en España".

Yo digo en nombre del partido comunista, de la minoría comunista, que os va a ser muy difícil romper el Bloque Popular, porque el Bloque Popular tiene una misión fundamental que cumplir, el pacto en primer lugar, y hay un camino largo que habrán de recorrer juntas las fuerzas obreras y republicanas para continuar dando golpes a la reacción y al fascismo en España y, después, ya veremos a dónde vamos a parar.

Con palabras muy bien, con unas palabras especiales se dirigen al Sr. Azaña, a los republicanos de izquierda, para ver si es posible ponerles blando el corazón. (Risas.) Pero es que los republicanos de izquierdas tienen que tener ya el corazón bastante duro, porque sólo así es posible haber podido rechazar todas las calumnias, falsedades y persecuciones que se han hecho en los tiempos del bienio negro contra los propios republicanos y especialmente contra el Sr. Azaña. Y ahora toda su intención es dividir el Bloque Popular. ¿Y cuándo se hace todo esto? Se trata del orden público; precisamente un día después de hecho tan significativo como la provocación bien preparada que se tenía por parte de las derechas, en ocasión de conmemorarse el quinto aniversario de la República. En el "Mundo Obrero" decíamos el día antes, el 13, que tenían preparadas las derechas una provocación, y hemos visto cómo la provocación se dio ese día. Decíamos que grupos armados, en combinación con algunos militares enemigos de la República, tenían el propósito de actuar, y que eso que ha sido solamente un petardo o una traca no era sino la señal para que los grupos preparados de pistoleros, en el transcurso del desfile, de la manifestación, pudieran disparar contra las multitudes, para que después la fuerza, ante esa confusión, pudiera hacer fuego... (Un Sr. Diputado: ¡Qué cuento más bonito! —Grandes protestas. —El Sr. Galarza: ¿Y los muertos? ¿También es cuento? —Un Sr. Diputado: No tenéis respeto ni para los muertos. —El Sr. Presidente reclama orden. )

Ángel Galarza era diputado por el Partido Socialista. Sobre la responsabilidad de los disturbios del día anterior izquierdas y derechas se responsabilizaron mutuamente.

Repito que para que las fuerzas del Ejército, en medio de la confusión, dispararan contra el pueblo, a fin de que después pudieran las derechas justificar que la provocación había partido de elementos socialistas o comunistas, porque sobre esa base se hacía la propaganda por algunos elementos reaccionarios en los cuarteles. Esos enemigos de la República decían a los soldados —tenemos pruebas—: tened en cuenta que los elementos socialistas y comunistas van a disparar en el desfile, con el fin de crear el ambiente necesario para que hicieran frente a la provocación que ellos mismos habían preparado con sus pistoleros, como lo vienen haciendo, no desde el 16 de febrero hasta la fecha, sino del año 1933 hasta ahora.

El Sr. Gil Robles decía de una manera patética que ante la situación de que puede crear en España era preferible morir en la calle que no sé de qué manera. Yo no sé cómo va a morir el señor Gil Robles (Un Sr. Diputado: En la horca. Grandes protestas.); sé cómo han muerto el sargento Vázquez, Argüelles y otros compañeros en defensa de la República y por orden del gobierno, del que formaba parte el Sr. Gil Robles. No puedo asegurar cómo va a morir el Sr. Gil Robles, pero sí puedo afirmar... (Las últimas palabras producen grandes protestas.)

El sargento Diego Vázquez Corbacho desertó para unirse a los obreros de la revolución de octubre en Asturias, y luego fue fusilado por ello. Jesús Argüelles Fernández fue uno de los jefes de dicha revolución.

Las últimas palabras fueron suprimidas del Diario de Sesiones por orden del Presidente, pero según Mundo Obrero, el diario del Partido Comunista de España,  fueron: "No puedo asegurar cómo va a morir el Sr. Gil Robles, pero sí puedo afirmar que si se cumple la justicia del pueblo, no morirá con los zapatos puestos". No está claro qué significaba eso exactamente (tal vez que lo sacarían de su casa durante la noche en pijama para matarlo). Ciertamente, Gil Robles fue partidario de una represión brutal, aunque su grado de responsabilidad en ella sería algo que hubiera tenido que ser aclarado en un tribunal de justicia. Sin embargo, el "demócrata" Díaz Ramos no tenía reparo alguno en aconsejar públicamente su linchamiento, lo cual es más deplorable si cabe cuando estaba en buenas condiciones para conseguir que fuera llevado a los tribunales.

El Sr. PRESIDENTE: Señor Díaz Ramos, ruego a S.S. que tenga en cuenta que todo se puede decir atendiendo al Parlamento y a la necesidad de no provocar conflictos en la Cámara. (Nuevas y enérgicas protestas y contraprotestas.)

Pido a S.S. que sea prudente en las expresiones. (Continúan las protestas, que duran largo rato.) ¡Orden, Sres. Diputados! ¡Orden!

El Sr. CALVO SOTELO: Se acaba de hacer una incitación al asesinato. (El Sr. Ceballos: Eso es provocar al asesinato y no se puede tolerar. —Persisten las protestas y contraprotestas. —El señor Presidente reclama repetidamente orden.)

Pablo Ceballos Botín era diputado por la CEDA.

El Sr. PRESIDENTE: Esas palabras no constarán en el Diario de Sesiones.

El Sr. ORTIZ DE SOLÓRZANO: Hay que retractarse. (Un Sr. Diputado: Mal está que asesinen, pero que encima lo anuncien... —Siguen las protestas y contraprotestas. —El Sr Presidente reclama orden constantemente, continuando las protestas y contraprotestas durante largo rato.)

Tomás Ortiz de Solórzado era Diputado por el partido conservador Acción Agraria Riojana.

El Sr. PRESIDENTE: Ya se ha dicho que no constarán esas palabras en el Diario de Sesiones. (Siguen las protestas.)

El Sr. CALVO SOTELO: Pido la palabra para una cuestión de orden.

El Sr. FUENTES PILA: Hay que presidir para todos, Sr. Presidente.

Santiago Fuentes Pila era diputado por la Agrupación Regional Independiente, un partido monárquico asturiano.

El Sr. CALVO SOTELO: Pido que se lea el párrafo cuarto del art. 78.

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Secretario se servirá dar lectura.

El Sr. SECRETARIO: (Madariaga): Dice así: "Nadie podrá ser interrumpido cuando hable sino para ser llamado al orden o a la cuestión por el Presidente". (Grandes risas.)

El Sr. PRESIDENTE: Ya ha advertido la Presidencia que no constarán en el Diario de Sesiones esas palabras.

Varios Sres. DIPUTADOS: Eso no basta.

La Sra. IBÁRRURI: Si os molesta eso, le quitaremos los zapatos y le pondremos las botas.

El Sr. GIL ROBLES: Os va a costar trabajo, con botas o sin ellas, porque me sé defender. (Aplausos en las minorías de derecha. —Continúan los rumores.)

El Sr. TOMÁS ÁLVAREZ: Ya se levantarán los de Carballino.

El Sr. GIL ROBLES: Que conste que no soy asesino como vosotros. (Grandes protestas. —En la Tribuna de la Prensa se ponen en pie varios periodistas y pronuncian palabras que no se perciben. —Grandes protestas. —Entre varios señores Diputados se cruzan imprecaciones y frases que no es posible entender.)

El Sr. PRESIDENTE: Orden en la tribuna de la Prensa; Orden, Sres. Diputados. (El Sr. González Peña abandona su escaño airadamente, promoviéndose un ligero incidente. —Varios señores Diputados: ¡Viva Asturias! ¡Sirval! ¡Sirval!)

Ramón González Peña era diputado por el Partido Socialista. Luis de Sirval era el pseudónimo del periodista Luis Higón y Rosell, que fue encarcelado, sacado de su celda y asesinado por legionarios durante la represión en Asturias.

El Sr. PRESIDENTE: Ruego a los Sres. Diputados que vuelvan a sus asientos y al Sr. Díaz Ramos que termine su discurso.

El Sr. GONZÁLEZ PEÑA: No somos asesinos. (Grandes rumores. —El Sr. Tomás Álvarez: A ti te llevaremos a Carballino. ¡Asesinos! ¡Criminales! —Aplausos en las minorías socialista y comunista. —Protestas.)

El Sr. PRESIDENTE: Orden, Sres. Diputados. Continúe el Sr. Díaz Ramos.

El Sr. DÍAZ RAMOS: Voy a leer unos párrafos... (El Sr. Calvo Sotelo pronuncia palabras que no se perciben. —Entre varios Sres. Diputados se cruzan frases que no se entienden. —La presidencia reclama orden. Un Sr. Diputado: Siete años de dictadura amenazando a la gente. El Sr. Fuentes Pila: Y muchos de vosotros colaborando. —Un Sr. Diputado: Eso es una infamia. El Sr. Fuentes Pila: Los señalaré personalmente. El Sr. Calvo Sotelo: He pedido la palabra para una cuestión de orden.)

El Sr. PRESIDENTE: Cuando termine el Sr. Díaz Ramos se la concederé a su señoría.

El Sr. DÍAZ RAMOS: Se trata de querer hacer, con mucho interés, una interpelación sobre el orden público y no se quiere escuchar lo que verdaderamente ha ocurrido en España con relación al orden público durante mucho tiempo.

Voy a leer unos párrafos de varios discursos del Sr. Gil Robles para que se vea el lenguaje que utilizaba antes del 16 de febrero y el que emplea después de esa fecha. En un discurso del 10 de febrero decía: "Es triste decirlo, pero hay que hacerlo claramente. En España habría que hacer una política de desarme como en los núcleos marroquíes cuando se quiso pacificar en tiempos de Primo de Rivera". Después agrega en otro discurso: "No tendremos compasión con los cabecillas. En España sobran 15.000 hombres". (El Sr. Gil Robles: Eso no es verdad.) Eso es verdad. (El Sr. Gil Robles: Eso es una invención de S.S. Yo no lo he dicho jamás. Es absolutamente falso. Yo no lo he dicho nunca. Lo que digo, lo defiendo; lo que hago, lo mantengo. —Grandes rumores y protestas.) En el mismo discurso del día 10 de febrero dice una cosa parecida. "Acción Popular ya no va a tener enemigos, porque caerán todos delante de ella".

El día 16 de febrero estaba todo preparado por parte de las derechas, especialmente de la CEDA, para que se pusiera en práctica esa amenaza hecha en los discursos de Gil Robles respecto a eliminar 15.000 hombres (Protestas en las derechas.), que son los que perturban la paz de España; pero como el 16 de febrero no ha sido posible el triunfo de las derechas, sino que el verdadero pueblo de España ha votado por el Frente Popular, vemos que, poco a poco, por medio de provocaciones, se quieren realizar todas estas amenazas que se hacían antes del 16 de febrero.

También nosotros tenemos nuestras carpetas llenas de provocaciones de las derechas desde el 16 de febrero hasta el día de hoy. Aunque el Sr. Calvo Sotelo ha leído algunos datos sobre quema de iglesias y otras cosas que han podido realizar los obreros, siempre en contestación a las provocaciones de las derechas, nosotros decimos: en estos días se ha descubierto por la Policía una serie de grupos, incluso en alguna organización sindical, que tenían en su poder una lista de los atentados que preparaban contra elementos del Frente Popular, socialistas, comunistas y republicanos. En el caso del Sr. Pedregal, que ha sido asesinado hace unos días, no creo que se tenga el descaro de decir que son elementos del Bloque Popular los que han realizado ese hecho. (Un Sr. Diputado: Ni tampoco de las derechas. —Rumores.)

El asesinato del juez Manuel Pedregal cabe atribuirlo a los falangistas, que no tenían representación parlamentaria.

Cada día la provocación es más fuerte por los únicos elementos que la preparan, por los elementos de derecha, y ello es como consecuencia de que se va consolidando la República, que tiene el apoyo del Frente Popular y cuenta además con el entero apoyo de los trabajadores mientras que lealmente —y creo que el Gobierno está dispuesto lealmente a realizarlo— se cumpla el pacto convenido con los elementos de izquierda dentro del Frente Popular. He aquí por qué cada día se preparan con más fuerza las provocaciones para crear conflictos de orden público y después venir aquí a pretender hacer interpelaciones sobre ese tema a fin de echar en cara al Gobierno todos los actos de terrorismo que se vienen realizando en España. Yo creo que es necesario tomar medidas a fondo con los que conspiran contra la República y contra el pueblo. El 16 de febrero el triunfo del Bloque Popular ha representado algo fundamental que debe cambiar la situación en España. Hasta aquí se han dado algunos pasos en este sentido, pero no es lo suficiente, como lo demuestra el hecho de que se puede realizar toda esa serie de provocaciones que se vienen realizando por los elementos de derecha.

El Bloque Popular no podrá ser roto por las maniobras de las derechas. El partido comunista —no lo negamos; al contrario, lo decimos en los mítines, en los escritos y en todas partes— aspira a la dictadura del proletariado, pero el partido comunista apoyará con toda su fuerza al Gobierno republicano de izquierda.

A lo largo de todo su discurso, Díaz Ramos se jacta de demócrata, pero al mismo tiempo reconoce que aspira a convertir a España en una dictadura, por lo que habría que decir más bien que era un demócrata ocasional de conveniencia. Intenta justificar toda la violencia de la izquierda como "respuestas a provocaciones fascistas", pero lo cierto es que en España el fascismo era minoritario y sólo a raíz del reciente triunfo del Frente Popular la Falange empezó a ver aumentar vertiginosamente el número de sus afiliados, y precisamente por la misma razón que en el resto de Europa: porque ante la amenaza de una dictadura comunista, buena parte de la población veía admisible una dictadura fascista (y no era un punto de vista descabellado, teniendo en cuenta que sólo recientemente el nazismo alemán estaba empezando a demostrar que una dictadura fascista podía ser tan depravada como todas las dictaduras comunistas habían probado ya serlo desde hacía años). Una vez admitidas las aspiraciones dictatoriales de los comunistas, no había ya mucha diferencia entre un fascista y un comunista, salvo que el fascismo surgió precisamente como forma de contención de la amenaza comunista.

Eso es indudable, porque hay una lealtad en el partido comunista y porque la contienda en estos momentos se presenta de la siguiente manera: democracia o reacción y fascismo, y nosotros entendemos que todos los hombres amantes de la democracia tienen que estar unidos el tiempo que sea necesario para hacer frente a la reacción. Por muchas maniobras que se hagan, el Bloque Popular no se romperá, cuanto menos por el partido comunista y creo que también por el partido socialista e incluso por los republicanos de izquierda; al contrario, va a continuar su obra hacia adelante, va a cumplir el pacto y quién sabe si después se firmará otro para continuar el desarrollo de la revolución democrática burguesa a fin de mejorar las condiciones de vida y de cultura que necesita el pueblo español.

La gravedad de la situación depende de que todavía en España por una parte está la riqueza y por otra hay mucha hambre, y he aquí por qué la minoría comunista plantea ante la Cámara, especialmente ante nuestros compañeros y amigos del Bloque Popular, la necesidad de entrar a fondo en el problema de desarraigar a la reacción si es que de verdad se quiere hacer la transformación que necesita España.

Yo quiero recordar por qué fue posible el triunfo de la derecha en el año 1933, y la experiencia del 14 de abril debe servir para que no pueda repetirse ese hecho, porque no podemos de ninguna manera estar jugando en España a liberales y conservadores, como se jugaba en el tiempo del Sr. Romanones (Risas.), o a Gobiernos republicanos de izquierda y de derecha, sino que es necesario consolidar en España la situación creada por el triunfo del 16 de febrero, para no tener más la pesadilla de que de nuevo la reacción pueda dominar España y pueda sentarse en el banco azul.

Nuevamente se ve la calidad democrática de los comunistas, que no consideraban admisible que en España la derecha pudiera alternar en el poder con la izquierda, como ocurría en Gran Bretaña, o en Francia o en cualquier país con un sistema político decente. Por el contrario, la izquierda debía usar su recientemente adquirida influencia para asegurarse de que la derecha nunca más estuviera en condiciones de gobernar.

En el año 1931, cuando triunfó la República, el pueblo esperaba mejorar su situación económica, y como sólo lo consiguió en cantidad mínima, ése fue el motivo por el cual las derechas pudieron hacer en España una campaña demagógica. Las derechas no perdieron sus privilegios, no perdieron esa base material y social que les da la propiedad de la tierra; el poderío económico y político de la Iglesia continuaba en las mismas condiciones que antes del 14 de abril de 1931; en el Ejército no se hizo la reforma necesaria para que respondiera al cambio de situación, y todo esto dio por resultado que las derechas pudieran rehacer sus fuerzas poniendo en peligro la República.

Es necesario (y me dirijo al Bloque Popular y también al Gobierno) no olvidar lo ocurrido, y ya que ahora ha triunfado la República hay que consolidarla, para lo cual hace falta realizar lo que no se hizo el 14 de abril.

El Sr. Azaña en su discurso de hoy, lo mismo que en el de hace unos días, ha dicho cómo se van poniendo en práctica los puntos del pacto del Bloque Popular. Nosotros apoyamos su buen deseo y aplaudimos la realización de algunos de los puntos, por ejemplo la amnistía, la admisión de los represaliados, la jornada de 44 horas para los metalúrgicos, aunque consideramos que esta jornada debe ser para todos los trabajadores de España a fin de solucionar la cuestión del paro. En cuanto a los asentamientos, el Sr. Azaña ha declarado en su dicurso que dentro de poco tiempo tendrán dinero los campesinos para poder cultivar la tierra. Pero hay algunos puntos del programa del Bloque Popular (y yo reconozco el buen propósito por parte del Gobierno, porque en su lealtad, repito, cree sinceramente el partido comunista); pero hay algunos puntos del pacto que, a nuestro juicio, exigen una mayor rapidez, sobre todo el que se refiere a las responsabilidades, que debe acelerarse porque es uno de los puntos que el pueblo, los que han votado por el Bloque Popular el 16 de febrero, tienen más en estima, pues no hay que olvidar que los cinco mil muertos de Asturias y todo lo allí ocurrido exige que se ponga en práctica rápidamente la cuestión de las responsabilidades para poder dar una satisfacción al pueblo, que espera, no venganza, pero sí justicia, puesto que el pueblo votaba por el programa del Bloque Popular, al mismo tiempo que votaba, como uno de los puntos fundamentales, la amnistía para libertar a treinta mil presos hermanos, obreros y antifascistas, también, anexa a la cuestión de la amnistía, votaba la cuestión de dar satisfacción al pueblo haciendo justicia con los responsables de que estuvieran en la cárcel y de la represión bárbara de Asturias y de toda España.

Sin perjuicio de que la represión de Asturias mereciera ciertamente una depuración de responsabilidades, es cínico ocultar que los rebeldes eran golpistas bien armados que organizaron un Ejército Rojo, asesinaron a personas indefensas (entre ellos 34 sacerdotes) y que, de haber triunfado plenamente habría supuesto sin duda el fin de la democracia en España.

Hay también otro punto, que es el auxilio a las familias de las víctimas, de los que han muerto en Asturias. Esa ayuda es precisa teniendo en cuenta la situación de miseria que hay en Asturias, creada en estos momentos también como una de las formas de provocación por los elementos reaccionarios, por los patronos de Asturias, con cierres de fábricas y de minas. Es decir, de la que son responsables especialmente las derechas, éstas la profundizan creando esa crisis artificial con el cierre por falta de salida del carbón o porque no tienen salida las mercancías de las fábricas, según dicen, cuando lo cierto es que el  cierre de minas y de fábricas obedece al deseo de aumentar el paro y crear una situación difícil en España para después decir en los mítines y en los periódicos: "Ahí tenéis; eso es lo que da un Gobierno republicano".

Por eso es necesario poder ir en ayuda de las familias de las víctimas de la represión en Asturias, y la indemnización a esas familias en Asturias y en toda España hay que hacerla con toda rapidez, ya que así lo exigen las necesidades por que atraviesan los obreros.

También hay la cuestión de los parados, y en cuanto a ella el Sr. Azaña planteaba la necesidad de, urgentemente, solucionar o aliviar lo más posible el paro. Yo reconozco qeu existen las dificultades económicas de que hablaba el Sr. Azaña, que con una explicación clara y concreta demostraba cómo ha dejado la Hacienda, cómo ha dejado de dinero a España el Gobierno anterior. Pero yo quiero plantear, respecto a los parados, la cuestión de que el dinero hay que sacarlo, como decía el Sr. Gil Robles, de donde el dinero se encuentre. Por eso cuando yo hablaba de los terratenientes aludía también a la Iglesia, porque, ¿es que en la Iglesia no hay una gran riqueza, no hay un movimiento de millones? En eso consiste su poderío económico y político, en su riqueza, riqueza que ha sido creada sacándola del pueblo, y cuando el pueblo tiene hambre y hay muchos parados hay que realizar obras para colocarlos. Por tanto, la expropiación de los bienes de la Iglesia es indispensable realizarla para que se pueda hacer esa transformación que necesitamos.

La teoría económica de Díaz Ramos no podría ser más ingenua: le cogemos el dinero a la Iglesia y realizamos muchas obras públicas para que todos tengan trabajo.

Se podrá decir que en lo referente a la Iglesia nosotros tratamos de atacar los sentimientos religiosos de los que consideran que deben confesar y comulgar. Nosotros lo que queremos —y conste que ésta no es una medida comunista ni socialista, sino simplemente republicana, de una república democrática— es poder expropiar esa riqueza a la Iglesia para la transformación que anhelamos, si es que no se quiere que se siga conspirando, que continúe ese predominio económico y político, de tipo semifeudal, que es necesario que termine en España.

Quería también decir unas palabras contestando a una alusión del Sr. Gil Robles cuando se dirigía al Sr. Azaña. Preguntaba el Sr. Gil Robles cómo era posible convivir con fuerzas obreras que en mítines o en manifiestos decían: abajo España, abajo la Patria. Eso es completamente inexacto, y en pocas palabras voy a demostrarlo. Ya en un mitin celebrado en Madrid dije que nosotros los comunistas somos amantes de España, somos patriotas. Los que no son amantes de España ni patriotas son los responsables de la situación en que España se encuentra, los que quieren hundir a España en un caos económico, los que quieren una España de represión, de hambre, de incultura, de barbarie, de fascismo; los que la tenían convertida en cárcel con 30.000 presos, estando dispuestos a matar a todos los que no fueran de su ideología, a todos los obreros antifascistas. Naturalmente, si nosotros tenemos que defender a esa Espala, nosotros somos antiespañoles, somos antipatriotas. Pero no; nosotros queremos a España y trabajamos por España y por la Patria. ¿Qué clase de Patria queremos nosotros? ¿Qué clase de España? Queremos esa España que dio el triunfo al Frente Popular; el pacto en sí lo dice bien claro: una España que termine con la situación de hambre, que evite que los campesinos puedan continuar comiendo hierba. Nosotros queremos que el desarrollo de la cultura en España no tenga límites, pero una verdadera cultura para las fuerzas obreras y democráticas. Queremos una España en donde haya pan, donde los campesinos tengan tierra, donde haya paz y donde no haya parásitos. A esta España la defenderemos por todos los medios que estén a nuestro alcance y defenderemos a la República que cubra todas estas necesidades, la defenderemos incluso como la han defendido en octubre los obreros en España, especialmente en Asturias. Por esta España nosotros daremos la vida, por esta España lucharemos y lograremos eliminar de ella a los que quieren hundirla en un caos económico y político. Nosotros decimos: los que se llamen españoles y patriotas en estas condiciones ni son españoles, ni son patriotas, ni tienen derecho a vivir en España.

Se dice que nosotros queremos destruir el Ejército; que somos enemigos del Ejército. Tampoco en esta cuestión están en lo cierto los señores de la derecha: nosotros queremos un Ejército con arreglo a la situación que vivimos en estos momentos; queremos un Ejército republicanizado; un ejército de tipo democrático, Lo que no queremos (es una de las medidas que se deben tomar en España) es que los mandos militares más importantes se puedan encontrar en manos de elementos reaccionarios y fascistas, enemigos de la República. Queremos la depuración en todos los Cuerpos armados, para que responda a la nueva situación creada después del triunfo del 16 de febrero. Nosotros no somos enemigos del Ejército; lo que sucede es que nos queremos quita de encima la pesadilla del golpe de Estado, que no se oculta, que se dice por ahí, "vox populi", que se organiza. No queremos que se repita lo del 10 de agosto, y por eso pedimos la depuración del Ejército; no queremos que se puedan contar en el Ejército los elementos de marcada tendencia reaccionaria, como lo son Franco, Goded y otros del mismo carácter. Lo que queremos es un Ejército republicano fuerte; un Ejército del pueblo y para el pueblo, que no se pueda utilizar en defensa de los intereses de los grandes capitalistas, de los terratenientes y banqueros; queremos un Ejército como corresponde a la situación actual.

Es decir, en lugar de un Ejército favorable a una dictadura fascista, otro favorable a una dictadura comunista. Fascistas y comunistas eran tal para cual, con la única salvedad de que el fascismo surgió (o, al menos, creció) como medio de contención del comunismo.

El Sr. Calvo Sotelo decía que se había introducido en los cuarteles un periódico, El Soldado Rojo, para hacer cierta campaña. Yo quiero leer una nota de una organización militar que se llama la U.M.E., bien conocida por su carácter monárquico-fascista. Está dirigida al Ministro de la Guerra; yo no sé si se habrá mandado directamente o se habrá traído para que llegue a manos del Gobierno. Dice así la nota: "Ante la situación anárquica actual del Ejército, con la vista puesta en los intereses supremos de la Patria, espera de los Poderes públicos: 1.º Respeto máximo a todo el persona de generales, jefes y oficiales, suboficiales y tropa que, alejados de toda política, sólo desean la paz pública para llegar por cauces legales al engrandecimiento de la nación. 2.º Para conseguirlo necesitamos, en primer término, el desarme, llevado a efecto principalmente por el Instituto de la Guardia Civil, de todas las organizaciones y sus individuos ajenas a las instituciones armadas o policía gubernativa. 3.º Libertad inmediata de aquellos militares que en cumplimiento de su deber tomaron parte en alteraciones de orden público o movimientos subversivos y sobreseimiento de los procedimientos y reintegro a sus destinos. 4-º Que de todos los hechos en que estén incursos los militares por su actuación profesional entiendan única y exclusivamente Tribunales constituidos por militares; y 5.º las medidas conducentes a la solución de los puntos antes expuestos han de llevarse a efecto en el plazo máximo de veinticuatro horas, contadas desde la presentación de los mismos al Sr. Ministro de la Guerra". (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: ¿Qué fecha tiene eso?) En los primeros días de marzo ha circulado por España. Pero ¿por qué se trae la nota a la Cámara? Se trata de hacer aparecer a las fuerzas obreras como las que queremos deshacer al Ejército.

Ésta es una nota que yo creo que habrá llegado al Gobierno y si no ha llegado se ha hecho con esa intención; es un ultimátum al Ministro de la Guerra para que tome estas medidas o la U.M.E., organización de tipo monárquico-fascista, adoptará aquellas que crea conveniente. Y lo que nosotros queremos es que desaparezca esta organización, porque e suna organización enemiga de la República y enemiga del pueblo.

Esto dice bien claro todo que lo que se coge como bandera —España, la Patria, la Iglesia, el Ejército— no es más que una pura campaña demagógica para poder continuar los elementos de derechas desarrollando su trabajo de desviar la atención —naturalmente que el pueblo está vigilante— de esa preparación de las provocaciones y del golpe de Estado. Yo creo que el Gobierno no puede tomar a broma lo del golpe de Estado ni todas esas provocaciones, porque ne las intervenciones que se han hecho aquí esta tarde hay amenazas que así quieren decirlo; naturalmente, no se dice con claridad: "Preparamos el golpe de Estdo", pero las amenazas hechas en los discursos de los Sres. Gil Robles y Calvo Sotelo no quieren decir otra cosa: o el Gobierno tiene en cuenta las peticiones y los intereses de la clase que representan los Sres. Gil Robles y Calvo Sotelo, o ellos quedarán libres para hacer toda clase de preparaciones para crear dificultades a la República y esperar el momento de poder derrumbar la República por la fuerza.

Ciertamente, Calvo Sotelo estaba al corriente de la preparación del golpe de Estado. En el caso de Gil Robles es más dudoso. En sus memorias afirmaría más adelante que no estaba informado.

Yo considero que la reacción en España no ha sufrido más que un pequeño golpe como consecuencia del triunfo del 16 de febrero y que es necesario que todos comprendamos, los componentes del Bloque Popular —el Gobierno yo creo que lo tiene en cuenta también—, que la reacción está viva y que hay que buscar la forma de que vaya perdiendo un poco bastante de lo que representa todavía como fuerza, como predominio en España, y que es necesario que las medidas que indica el pacto —que estoy seguro de que se van a poner en práctica, así como otras que crea la propia situación— se adopten en firme, sobre todo cuando hay tantos hechos, prácticamente demostrados, de provocación en España; que no se sea tan tolerante con las fuerzas que provocan, sino que se haga lo mismo que el Gobierno anterior hacía con las fuerzas obreras y democráticas; cuando había hechos que ellos consideraban de violencia, no solamente trataban de reducir a quienes pudieran cometer esos actos de violencia o que ellos consideraban violentos, sino que planteaban, además, la cuestión de las organizaciones; nadie puede olvidar, todos recordarán, que las organizaciones, el partido socialista, el partido comunista, fueron declaradas ilegales y que los periódicos obreros. "CNT", "El Socialista", "Mundo Obrero", fueron suspendidos por capricho del Gobierno anterior. Nosotros pedimos hoy, no venganza, sino que se haga exactamente igual que se hizo con nosotros, puesto que la situación ha cambiado en España el 16 de febrero hasta la fecha. Nosotros no pedimos más sino que las organizaciones de tipo revolucionario y fascista sean disueltas en España, como medida de salud para la República;

Llamar "fuerzas democráticas" a unas fuerzas que organizaron la revolución de Asturias y que reconocen aspirar a una dictadura del proletariado es simplemente ridículo. Por otra parte, Díaz Ramos pierde toda la razón que podría asistirle cuando, en lugar de pedir una actuación justa por parte del gobierno, lo que pide es que se cometan contra la derecha las mismas injusticias que se cometieron contra la izquierda, supuesto que sea injusto perseguir organizaciones que conspiran contra la democracia.

que las organizaciones armadas de los elementos revolucionarios— que es bien claro que lo están y se han dado datos aquí esta misma noche— puedan desarmarse con todas las consecuencias.

Poco antes Llopis calificaba en su discurso al Partido Socialista de "partido revolucionario".

Nosotros queremos una verdadera República de carácter democrático, y estas medidas, vuelvo a repetir, no son comunistas ni socialistas, sino una forma de conservar la República.

Una república democrática que impida a media España acceder al gobierno y que evolucione hasta poder convertirse en una dictadura de izquierda.

Yo termino diciendo dos caminos hay ante nosotros: de una parte, la reacción, representada en esos bancos (señalando los que ocupan las derechas), y de otra, las fuerzas democráticas, integradas por los elementos obreros y republicanos de izquierda. Son dos fuerzas en lucha, y nosotros tenemos que impedir que pueda predominar la maniobra iniciada, consistente en romper el Frente Popular en momentos como los presentes, en que tanta falta nos hace a todos mantenernos unidos. Nosotros queremos continuar unidos a los hombres de tendencias democráticas demostradas y que, como nosotros, se hallan dispuestos a luchar contra la reacción y el fascismo, porque todos sabemos que el régimen fascista —ejemplos: Alemania e Italia— elimina por igual a las organizaciones comunistas y socialistas y a las meramente republicanas de izquierda. Los piropos que se dirigen hoy a los republicanos de izquierda no pueden engañar a nadie; es la nueva táctica que emplea la CEDA; pero supongo que los partidos republicanos de izquierda no habrán olvidado, como nosotros tampoco la hemos olvidado, la campaña que realizaron las derechas antes de las elecciones del 16 de febrero; todo lo que entonces se dijo de los obreros y de los republicanos demócratas.

La situación es ésta: democracia contra reacción. Por nuestra parte, permaneceremos unidos a las demás fuerzas que integran el Frente Popular todo el tiempo que sea necesario hasta vencer a la reacción, hasta llegar a impedir incluso que se puedan sentar en los escaños del Parlamento hombres como el Sr. Gil Robles, que tienen que responder de los atropellos y asesinatos cometidos en Asturias. He terminado. (Aplausos en la minoría comunista.)

Por brevedad omitimos las intervenciones de los representantes de otros partidos minoritarios, que, aunque tienen su interés, no aportan nada esencialmente nuevo. La respuesta de Azaña se tuvo que posponer hasta el día siguiente. Por completitud la incluimos casi íntegra al final de esta página. Las actas del Diario de Sesiones concluyen con los datos aportados por Calvo Sotelo a los que había hecho mención en su discurso:

DATOS A QUE SE HA REFERIDO EN SU DISCURSO EL SEÑOR CALVO SOTELO

Resumen de los sucesos acaecidos en España desde el 16 de febrero de 1936 hasta el 2 de abril del mismo año.

         Asaltos y destrozos:

        


De Centros políticos...............................................
58

Huelgas generales.......................
11
De establecimientos públicos y privados...............
72

Motines.......................................
169
De domicilios particulares.....................................
33

Tiroteos.......................................
39
De iglesias..............................................................
       36

Agresiones..................................
85
                                        Total...............................
199

Atracos........................................
24
         Incendios:


Heridos.......................................
345
De Centros políticos..............................................
12

Muertos......................................
74
De establecimientos públicos y privados..............
45



De domicilios particulares.....................................
15



De iglesias (destruidas, 56)....................................
     106



                                        Total............................... 178



SACRILEGIOS, INCENDIOS Y ASALTOS DE IGLESIAS

17 de febrero 1936:
BARREDA (Santander).— Prenden fuego a la iglesia parroquial, destruyéndola.

18 febrero:
ALMAGRO-— Son derribadas las tres cruces antiguas.
ALCANADE (Logroño).— Roban en la iglesia y esparcen por el suelo las Sagradas Formas.

19 febrero:
BÉJAR (Salamanca).—Asaltan y destrozan la iglesia, y la convierten en baile público.
PUIG (Valencia).— Violentan la puerta de la iglesia, sacan las imágenes al campo y decapitan la del Venerable Jofre, fundador del Hospital de Valencia y compañero de San Vicente Ferrer.

20 febrero:
MELILLA.— Se intenta quemar la iglesia del Sagrado Corazón.
BETANZOS.— Se quema una imagen del Sagrado Corazón de Jesús.
ELCHE.— Incencian el convento de las Mercedarias y la iglesia parroquial de San Juan, El Salvador y el Arciprestal de Santa María, donde se representaba el auto sacramental La Festa; asaltan la residencia de Padres del Corazón de María.
MURCIA.— Intentan incendiar la iglesia del Carmen.
PALMA DEL RÍO (Córdoba).— Las imágenes de la iglesia son destrozadas; en un convento invitaron a salir a las monjas y lo destrozaron.
PALOMARES (Sevilla).— Intentan asaltar y quemar la iglesia.
MONTEJAQUE (Málaga).— Es asaltada la iglesia y destrozadas seis imágenes.
BENAOJÁN.— Incendian la parroquia, que queda completamente destruida.
CORUÑA.— Incendian la iglesia del Sagrado Corazón, se llevan las Sagradas Formas y varios vasos sagrados. Muchas imágenes fueron quemadas y los ornamentos destrozados.
TORRES DE BERELLÓN (Zaragoza).— Asaltan la iglesia, derriban las imágenes y se llevan el dinero de los cepillos.
BARCELONA.— Intentan incendiar la iglesia parroquial de Sans.
ALMERÍA.— Intentan quemar la iglesia de los franciscanos y las parroquias de las barriadas de Los Molinos y Cañadas.
TORREAGÜERA (Murcia).— Saquean la iglesia, queman las imágenes en la vía pública y destrozan los objetos de culto.
BÉJAR.— Incendian la iglesia parroquial de El Salvador y queda completamente destruida.
PALMA DEL RÍO (Córdoba).— Intentan quemar un convento.

21 febrero:
RUIDELÁN (León).— Pretenden incendiar la iglesia.
EL SAUCEJO (Sevilla).— Intentan quemar la iglesia.
FUENTES DE ANDALUCÍA (Sevilla).— Intentan quemar la iglesia.
PEÑAFLOR (Sevilla).— Es asaltada la iglesia; las imágenes son sacadas a la calle.
CARTAGENA.— Intentan quemar la iglesia de Santa Lucía.

22 febrero:
CHILLÓN (Ciudad Real).— Fuerzan la puerta de la ermita del Cristo y celebran dentro un baile; las monjas abandonan el Asilo.
CASTELLÓN.— Los párrocos de Sarratella y Valle d'Alba son expulsados por los alcaldes; en el primer pueblo se organizó un baile dentro de la iglesia.

23 febrero:
MANZANARES.— Violentan las puertas de la ermita del Cristo y lo destrozan todo, y a un Santo Cristo le cortan la cabeza y los pies.

24 febrero:
BETANZOS: Se intenta quemar la iglesia de Santa María.
BUSTO DE BUREBA (Burgos).— Violentan la puerta de la iglesia parroquial, se llevan el copón,  esparcen las Formas, destrozan una imagen y roban la corona y otras alhajas.
GAMONAL (Burgos).— VIolentan las puertas de la iglesia y destrozan las imágenes.
TARDAJOS (Burgos).— En éste y otros pueblos de la provincia se cometen robos sacrílegos.
GRANADA.— Violentan la puerta del convento de las Tomasas y se llevan numerosos objetos.
ANTEQUERA (Málaga).— Violentan la puerta de una iglesia, se apoderan de las imágenes y colocan una bandera roja.

25 febrero:
El FERROL.— Incendian la iglesia de Santa María del Villar.
LA FELGUERA.— Multan al párroco por asistir con Cruz Alzada al entierro de un joven que había sido asesinado.
LAS PALMAS.— Intentan asaltar la iglesia de los franciscanos.

2 marzo:
LIMODRE (Coruña).— Incendian la iglesia.
BOLLULLOS (Sevilla).— Rompen una imagen de la patrona del pueblo, hecha de azulejo, del siglo XVII.

3 marzo:
TORREVIEJA (Alicante).— Incendian una ermita en la plaza de Fermín Galán, y la iglesia de la Inmaculada.

4 marzo:
MARBELLA (Málaga).— Intentan quemar la iglesia y destruir las imágenes.

5 marzo:
ALCALÁ DE HENARES (Madrid).— Con motivo de la huelga general, violentan la puerta de la iglesia que fue de los Jesuitas, amontonan las imágenes y los bancos y los prenden fuego. Incendian también el convento de las Magdalenas y la iglesia de Santiago; pretenden hacer lo mismo con las de San Esteban y Carmelitas.
CÁRCER (Valencia).— Asaltan una ermita y arrojan una imagen a una acequia.

6 marzo:
El PUIG (Valencia).— Violentan la puerta de la iglesia; rompen una imagen; sacan otra a la calle y estropean vitrinas y candeleros.

7 marzo:
NIEBLA (Huelva).— Es incendiada y destruida la histórica iglesia parroquial, joja del siglo XI.

8 marzo:
CÁDIZ.— Las turbas asaltan el colegio de los Marianistas, causan grandes destrozos, y arrojan muebles y objetos a la calle, dejando una enorme bandera roja, que decía: Casa del Pueblo; asaltan el colegio de Paúles, y arrojan cuanto hallan a la calle y lo queman. Incendian la iglesia parroquial de la Merced; el convento de Santa María, con la famosa imagen del Cristo El Greñuo; el Seminario de San Bartolomé; las escuelas de Padres de familia, las iglesias de San Pablo, Las Esclavas, la Divina Pastora y el Colegio de la Villa.

9 marzo:
GALIEGO (Oviedo).— Es incendiada y destruida la iglesia parroquial.
VILLAMEDIANA (Logroño).— Fue incendiada la iglesia parroquial, que fue destruida.
TUDELILLA (Logroño).— Intentan quemar la ermita del pueblo.
VALBUENA (León).— Mientras celebraba misa el párroco, un joven le descargó un garrotazo en la cabeza, hiriéndole de gravedad.
JEREZ DE LOS CABALLEROS (Badajoz).— Una manifestación rompe la puerta de la iglesia de los Misioneros del Corazón de María; destrozan las imágenes, bancos, confesionarios, etc. Mutilaron y arrastraron un Cristo.
GRANADA.— Intentan incendiar la iglesia de San Matías y el convento de Carmelitas Descalzas.
SAN FERNANDO (Cádiz).— Un grupo forzó la puerta de la iglesia de San Pablo, la sacristía y los cepillos; destrozó varias imágenes y prendió fuego a seis altares.
ÉCIJA.— Apedrean las iglesias y se intenta quemar el convento de San Francisco.

10 marzo:
CEHEGÍN (Murcia).— Es quemada la casa del párroco y la iglesia.
VALENCINA (Sevilla).— Los comunistas asaltan el local en que se guardaban los pasos de Semana Santa, sacan éstos y los dejan en la calle en medio de un gran chaparrón, entre burlas e irreverencias.

11 marzo:
MADRID.— En el Puente de Vallecas asaltan el convento de las Hermanas Pastoras, incendiándolo en parte; asaltan el Colegio parroquial y el convento anexo y queman en la calle las imágenes y los muebles; asaltan las iglesias del barrio de Doña Carlota; prenden fuego a la puerta de la iglesia de San Ramón; intentan incendiar dos conventos en la carretera de Valencia y asaltan un colegio católico.
GRANADA.— Incendian la iglesia del Salvador con valiosas imágenes, entre ellas un Cristo de Mena, y las iglesias de San Gregoria y San Cristóbal, arrojando a un aljibe la imagen del Santo.

12 marzo:
MADRID.— Arrojan botellas de líquido inflamable contra las puertas de la iglesia del Salvador.

13 marzo:
MADRID.— Resultan incendiadas y destruidas las iglesias de San Luis y San Ignacio.

14 marzo:
LOGROÑO.— Incendian el convento de la Enseñanza, la parroquia de Santiago; el convento de las Adoratrices, el de los Agustinos, el de las Descalzas, el de los Carmelitas y el de los Hermanos maristas.
BENIAJÁN (Murcia).— Incendian la iglesia parroquial, que arde totalmente con todas sus imágenes, entre ellas una de Salcillo.

15 marzo:
LUCÍA (Alicante).— Es incendiada la iglesia parroquial y expulsado el párroco.
VILLENA (Alicante).— Asaltan la ermita de Santa Lucía, San José y San Antonio, sacan a la calle las imágenes y objetos de culto y los prenden fuego.
MONFORTE.— Incendian la ermita de San Pascual.
LOS GARRES (Murcia).— Es saqueada la iglesia y quemadas las imágenes en la carretera.

16 marzo:
VALDECUÑAS (Oviedo).— Asaltan la iglesia parroquial, sacan las imágenes a la calle y las queman.
SARACHO (Álava).— Asaltan la iglesia parroquial y queman los bancos y altares y arrojan un Santo Cristo a la hoguera.
LOGROÑO.— En Nájera, Navarrete y Ladero son incendiadas las iglesias por las turbas.
BUITRAGO (Madrid).— Es incendiada y queda destruida la iglesia parroquial de Santa María. Se han quemado todas las riquezas góticas que allí había; 29 imágenes de talla y un Santo Cristo del siglo XI.
SANTA CRUZ DE MUDELA (Ciudad Real).— Son incendiadas la iglesia parroquial y la capilla de la Concepción.
SILLA (Valencia).— Asaltan la iglesia parroquial, sacan las imágenes a la calle y las incendian.
VILLA NUEVA DE CASTELLÓN.— Asaltan el colegio-asila de San Antonio, y con pistolas obligan a las monjas a desalojarlo.
TORREAGÜERO (Murcia).— Incendian la iglesia parroquial, sacan las imágenes y las echan a un barranco.
BENIAJÁN (Murcia).— Saquean el archivo parroquial.
CEHEGÍN (Murcia).— Asaltan y queman la casa del cura, la iglesia de Santa María, de la Concepción y la ermita de la Peña.

17 marzo:
LEZAMA (Álava).— Fuerzan la puerta de la iglesia de Saracho, prenden fuego a bancos y sillas y arde el retablo del altar.
CREVILLENTE (Alicante).— Intentan incendiar la ermita, rociando las puertas con gasolina.
ALBACETE.— Prenden fuego a la parroquia de San Juan y a la de San José e intentan incendiar la de la Purísima. No actuó, entre tanto, la fuerza pública ni los bomberos.
ALCÁZARES (Murcia).— Incendian la ermita del Rosario y queman en la carretera la imagen.
ANTEQUERA.— Destrozan las cruces e imágenes y antiguas hornacinas y capillas votivas.
SEVILLA.— En un pueblo de la provincia, el alcalde, para que no siguieran tildándole de tibio y derechista, sacó todas las imágenes de la iglesia y las metió en la cárcel.

18 marzo:
BAÑUGUES (Oviedo).— Los extremistas intentan asaltar la iglesia.
ALMANSA.— Asaltan el convento de las monjas Agustinas, y después de quemar muebles y enseres, prenden fuego al edificio, que queda destruido.
PUENTE TOCINOS (Murcia).— Asaltan la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, sacan las imágenes y ornamentos de la iglesia, los profanan y los destrozan. Luego incendian el templo y queda destruido. Asaltan la casa rectoral e incendian la ermita del cementerio viejo.
YECLA.— Son incendiadas todas las iglesias del pueblo, incluso el santuario de la Patrona.
POLANCOS (Santander).— Incendian la iglesia parroquial, que queda reducida a escombros.
ENCINAS (Alicante).— Incendian la única ermita que allí existía.
ALMUDÉVAR (Huesca).— Asaltan la ermita y prenden fuego a los bancos y a la imagen de la Virgen.
MONTEAGUDO (Murcia).— Es saqueada la iglesia y queman las imágenes en la carretera. También incendian otra imagen en el caserío de Las Cuevas.

19 marzo:
LA ENCINA.— Los extremistas incendian la única iglesia, que queda reducida a cenizas.
CAUDETE.— Las turbas han incendiado dos ermitas.
CAMPANILLAS (Málaga).— Prenden fuego a la iglesia, de donde días antes un grupo se llevó todas las imágenes.
SAN ROQUE.— Una comisión comunista intimida al párroco para que, en un plazo de horas, les entregue el templo para destinarlo a escuelas.
MONTEAGUDO (Murcia).— Es saqueada la iglesia del pueblo, y como una mujer se llevara a su casa la imagen de San Cayetano, patrono del pueblo, la obligaron a que ella misma la echara a las llamas.

20 marzo:
VÉLEZ MÁLAGA.— Son asaltadas las iglesias de Santa María, San Francisco y los Carmelitas.

27 marzo:
TABERNES DE VALLDIGNA (Valencia).— Es asaltada e incendiada la iglesia, quedando totalmente destruida. Asimismo fueron incendiadas la iglesia de San José de la Montaña y la ermita de San Lorenzo.

AGRESIONES A PERSONAS (MUERTOS Y HERIDOS)

17 febrero 1936:
MADRID.— En una manifestación se produce un tiroteo y resulta un muerto y dieciocho heridos.
VALENCIA.— Los reclusos amotinados se hacen dueños del penal de San Juan de los Reyes y lo incendian, destruyéndolo. Al acudir las fuerzas resultan quince heridos.
CARTAGENA.— Los penados se amotinan. Después de coger en rehenes a dos oficiales y quemar las colchonetas, matan a un vigilante.

18 febrero:
ZARAGOZA.— Las turbas recorren las calles; arrollan a los guardias, golpean a un teniente; se produce un tiroteo y resulta un muerto y trece heridos.

19 febrero:
SANTOÑA (Santander).— Se amotinan los reclusos y acometen a los soldados; éstos matan a tres y hieren a cinco.
ZARAGOZA.— Se generaliza el tiroteo por toda la ciudad y se producen varios heridos.

20 febrero:
CARMONA.— Intentan asaltar el Cuartel de la Guardia Civil y resultan el sargento y dos asaltantes heridos.
ELCHE.— Resultan dos muertos y varios heridos.
LA RAMBLA (Córdoba).— Los Concejales del 14 de abril, acometen a tiros, palos y pedradas a los actuales, resultando siete heridos graves.
MÁLAGA.— A consecuencia de un vivo tiroteo resulta un muerto.
BARCELONA.— A consecuencia de una manifestación separatista se produce un muerto, siete heridos graves y muchos leves.
GRANADA.— Un propietario y empleado de Hacienda es herido de cuatro disparos por la espalda.
CHINCHILLA.— Al intentar fugarse los reclusos del penal se produce un muerto.

21 febrero:
OVIEDO.— Insultan e intentan acometer en la calle a un sargento; apedrean a los Guardias de Asalto; se producen tres heridos, apalean a un joven de Acción Popular; los extremistas buscan en sus domicilios a las personas que durante la revolución estuvieron al lado de la Fuerza Pública.
ZARAGOZA.— Un obrero de Acción Popular es perseguido y apaleado brutalmente; los guardias impidieron que lo mataran.

22 febrero:
JAÉN.— Apalean a un joven creyéndole fascista.
PIÑAR (Granada).— Una manifestación insulta y tirotea a la Benemérita. Hubo dos heridos.

23 febrero:
ORENSE.— En una reyerta entre comunistas y fascistas resultan siete heridos; un joven es acuchillado al salir de la Catedral.
PECHINA (Almería).— En un simulacro de entierro de una persona derechista tirotean a la Guardia Civil y resulta un muerto. Un extremista dispara contra una persona de derechas y la mata.
HOYOS (Cáceres).— En una reyerta política la Guardia Civil hiere a uno.
SAN JUAN DE AZNALFARACHE (Sevilla).— En una disputa política uno infirió a otro una herida grave de navaja en el cuello.
BILBAO.— Una manifestación intenta agredir a un joven a quien creen fascista.
EGEA DE LOS CABALLEROS (Zaragoza).— Un ex alcalde es injuriado por un socialista y luego encarcelado por presión de la Casa del Pueblo.
ZARAGOZA.— Un joven a quien se creyó fascista es cacheado por un grupo y luego apaleado.

24 febrero:
EL PEDROSO.— A consecuencia del asalto a Acción Popular resulta un afiliado gravemente herido.
PORTUGALETE (Vizcaya).— Dos jóvenes católicos son bárbaramente apaleados por un grupo de veinte individuos.

25 febrero:
SEVILLA.— Hieren de dos balazos a un fascista. Tirotean y hieren con porras a otro.
TORRELAVEGA (Santander).— Es tiroteado el súbdito belga Van der Eyndem.

27 febrero:
TUILLA (Oviedo).— En el domicilio de un médico derechista estallan dos petardos.
BILBAO.— Son apaleados tres jóvenes por suponérseles fascistas, y luego ingresan en la cárcel.
SEVILLA.— Unos pistoleros atracan a un señor y le roban 800 pesetas.
MADRID.— Cuatro individuos buscan en su domicilio a un miembro de Falange Española, y al no hallarlo disparan contra la madre y un hermano.

28 febrero:
SOTONDRIO (Oviedo).— Unos sujetos amenazan de muerte a un tratante, por ser derechista.
MÁLAGA.— Asaltan un establecimiento, y al oponer el dueño resistencia, le hieren.
SEVILLA.— Se cometen siete robos y un atraco; se apoderan de un auto y le prenden fuego.

29 febrero:
LA FELGUERA.— Echan cartuchos con dinamita contra la casa de Manuel Vázquez.
GIJÓN.— Asesinan al contramaestre de la Patronal de carga y descarga del Puerto Musel, llamado Eduardo López Peña.
TORRELAVEGA (Santander).— Explotan varias bombas con metralla en los edificios de varias personas derechistas.

1 marzo:
BADAJOZ.— Asesinan a Valentín Gómez Valle, afiliado a la CEDA, infligiéndole numerosas puñaladas, y una que le seccionó el cuello.

2 marzo:
OVIEDO.— Cincuenta individuos apalean a un joven y lo dejan por muerto.
BILBAO.— Atracan al cobrador Pascual Ibarrondo y le quitan 1.000 pesetas.
BENISA (Alicante).— Alberto Ibars se llevó la llave de la iglesia, e hirió gravemente a José Tur, que le había denunciado.
SEVILLA.— Asaltan un establecimiento de la calle del Amor de Dios, destrozándolo.
HUÉSCAR (Granada).— Un grupo, capitaneado por dos guardias municipales, asalta un cortijo y roba la aceituna.
ORGIVA (Granada).— Quince individuos asaltan un monte del Estado, meten ganado a pastorear y destruyen 88.000 pinos jóvenes.
El CORONIL (Sevilla).— Una manifestación se tirotea con la Guardia Civil; hay un muerto y varios heridos.
PASAJES (Guipúzcoa).— Unos extremistas maltratan a unas muchachas tradicionalistas.

3 marzo:
SUANCES (Santander).— Tiroteo entre adversarios políticos; son detenidos seis fascistas.
BARCELONA.— Atracan al dependiente de una casa de vinos.
ARENAS DE SAN PEDRO.— Unos jóvenes de la JAP son apaleados y luego detenidos.
ALICANTE.— Substraen 107 kilos de dinamita a un contratista de carreteras.
TOCINA (Sevilla).— Intentan linchar a un muchacho por llevar a la estación la maleta a un guardia civil; es herido a pedradas y escopetazos.
SEVILLA.— Tres sujetos atracan a Manuel Cordero y Joaquín Vázquez y les quitan 400 pesetas.

4 marzo:
ALCALÁ DE HENARES.— Tiroteo en la plaza Mayor, resultando cuatro heridos. Elementos izquierdistas cachean y apalean a los derechistas.
LABADORES (Pontevedra).— Apedrean y hieren al párroco de San Sebastián.
PEÑACERRADA (Vitoria).— Apalean al párroco.
CIUDAD REAL.— A jóvenes y niñas les arrebatan en la calle las insignias de Acción Católica.

5 marzo:
BARCELONA.— Atracan a un cobrador y le quitan 400 pesetas.
MELILLA.— Tirotean desde un automóvil al director de un semanario de Acción Popular.

6 marzo:
MADRID.— En las obras de derribo de la Plaza de Toros, unos individuos matan a tiros de pistola ametralladora a cuatro obreros de Falange Española. Es herido gravísimamente a balazos Segundo Jiménez, dueño de una lechería y afiliado a Falange Española. Es herido gravísimamente a tiros Baldomero Peña, obrero. Un individuo tirotea a los guardias en la Gran Vía.
Ares (Coruña).— Apedrean el Casino, hiriendo a tres personas.
SANTANDER.— Un grupo de socialistas acomete con porras de hierro a un obrero de octubre (José Antonio Aumendi) y luego lo matan de dos disparos.
BARACALDO (Vizcaya).— Un tradicionalista es tiroteado por extremistas y luego detenido.
PAMPLONA.— A consecuencia del intento de asalto del "Diario de Navarra", se entabla un tiroteo, del que resultan diez heridos.
ZARAGOZA.— Unos extremistas apalean al joven de diecinueve años Antonio Ortega, y después de dejarlo sin sentido le roban el reloj.
BARCELONA.— Atracan al cobrador Francisco Llejos y le roban 3.500 pesetas, dejándole gravísimamente herido.
PUEBLA DE ALMORADIEL (Toledo).— Es asesinado a tiros el derechista Miguel Sepúlveda. Al celebrarse una manifestación de protesta es tiroteada y resultan dos muertos, cinco heridos graves y dos leves.
LOJA (Granada).— Atracan a Francisco Granados y le quitan 95 pesetas.
PAMPLONA.— Un grupo de comunistas se apodera de la Diputación; se proclaman gestores, hasta que fueron expulsados por el gobernador y fuerzas de Asalto.

7 marzo:
BILBAO.— Es acorralado, perseguido y tiroteado el abogado Enrique Iruegas.
LA CAROLINA (Jaen).— Es amenazado de muerte y golpeado brutalmente el vendedor de un periódico derechista.
SEVILLA.— Es tiroteado y herido gravísimamente un individuo de derechas.
MADRID.— Ingresa en un Equipo Quirúrgico Ladislao Torres Sánchez, herido gravísimamente de dos balazos.

8 marzo:
CÁDIZ.— Una manifestación se apodera de la bandera alemana que ondeaba en el Consulado y la destroza. A consecuencia de los incendios de iglesias hubo un muerto.

9 marzo:
MADRID.— Un grupo insulta y quiere agredir al Sr. Salazar Alonso.
SANTURIO (Oviedo).— Un socialista hiere gravísimamente de una puñalada a un joven de Acción Popular.
OVIEDO.— Un grupo de socialistas pretende agredir a dos fascistas, que se defienden a palos y bofetadas.
LUANCO (Oviedo).— Como consecuencia del asalto al Centro Católico, son detenidos el presidente de la Junta Católica y el párroco.
LAREDO (Santander).— Es herido a tiros el socialista Guillermo Cortés.
SANTANDER.— El joven tradicionalista Javier Arellano es agredido con porras por quince comunistas y socialistas. Son detenidos catorce fascistas.
BARACALDO (Vizcaya).— Los tradicionalistas Jaime Villamor y José Hernández fueron tiroteados por la espalda. El primero resultó muerto, y el segundo gravísimamente herido.
BILBAO.— Un petardo destroza el quiosco de periódicos del Ayuntamiento.
BARCELONA.— Asaltan el fielato de la carretera de Badalona y se llevan el dinero. El apedreado un tren procedente de Manresa.
BARCO DE VALDEORRAS.— El alcalde encarcela a trece jóvenes sin más causa que ser derechistas.
PALENCIA.— Unos grupos quisieron cachear a D. Jesús Álvarez Barón y a un hermano suyo. Ellos sacaron una pistola, diciendo que sólo se dejarían cachear por la fuerza pública. Un guardia de Asalto disparó sobre D. Jesús, matándolo. Los grupos hirieron gravísimamnte de arma blanca al abogado D. Manuel Santamaría.
SEGOVIA.— Son insultadas por grupos algunas personas derechistas, que llevan detenidas. Es herido con una porra D. Ángel Onrubia, de Acción Popular. Son detenidos elementos de Acción Popular y Falange Española.
TOLEDO.— Un grupo de obreros apaleó a Francisco Fernández Maroto; un cabo de Asalto le defendió y fue acorralado por las turbas; hubo un muerto y dos heridos. Fue agredido el guardia Martín Carrasco.
ESCALONA (Toledo).— Unos elementos del Frente Popular quisieron agredir a dos individuos de filiación contraria; éstos se defendieron con un estoque y una escopeta. Resultaro cuatro muertos y dos heridos. La Guardia Civil fue agredida a pedradas, y resultó un guardia herido.
JEREZ DE LOS CABALLEROS.— A consecuencia de una manifestación hubo un herido grave y diez leves.
SEVILLA.— Atracan a un cobrador y le quitan 7.000 pesetas.
GRANADA.— Detienen a dos fascistas, y al conducirlos quieren lincharlos. Se entabla un tiroteo y resultan doce heridos.
CASTRIL (Granada).— Elementos de la Casa del Pueblo tirotean a tres guardias; resultan dos muertos.
LA PEZA (Granada).— Hubo una colisión de carácter político y resultan cinco heridos.
ZARAGOZA.— Unos manifestantes apalean a dos fascistas.

10 marzo:
El FERROL.— Son agredidos cuatro tenientes de Artillería.
CORUÑA.— Es apaleado por elementos de la CNT uno de los obreros despedidos por imposición del gobernador.
CEHEGÍN (Murcia).— Intentan asaltar la casa del párroco, éste se defiende y mata a uno de los asaltantes.

11 marzo:
MADRID.— Un grupo cachea a dos estudiantes, Juan José Olano Orive, de dieciocho años, y Enrique Valsolel, de diecisiete años; luego disparan contra ellos y matan a uno y hieren gravísimamente al otro.
ARANJUEZ.— Es herido de un balazo un individuo izquierdista; como consecuencia de ello es apedreado en el domicilio de D. Emilio Martín y herido éste gravísimamente con un hacha. Unos obreros acometen a otros con porras por pertenecer a un Sindicato católico.
VIGO.— Un grupo de elementos extremistas acomete a otro de personas derechistas.
CORUÑA.— Los obreros de la CNT hieren a los obreros que trabajaban en los fuertes militares, sitian en uno de ellos a más de 20, se apoderan de las comidas que les llevaban sus mujeres, amenazan a éstas y tienen a los sitiados sin comer cuatro días. Uno que se arriesgó a salir fue gravísimamente herido.
CIAÑO (Oviedo).— Dos obreros son heridos a tiros.
OVIEDO.— Los socialistas apalean a un obrero del café iza y hieren a un guardia.
GORDEJUELA (Vizcaya).— Son heridos a palos y pedradas dos jóvenes derechistas.
MANRESA (Barcelona).— Atracan al botones Francisco Planel y le roban 2.500 pesetas.
BARCELONA.— Atracan en la carretera a un tratante y le quitan 2.500 pesetas.
LA RÚA (Orense).— Se apoderan de la casa rectoral e instalan allí la Casa del Pueblo.
GRANADA.— A consecuencia de los incendios y asaltos se producen más de 30 heridos, ocho de ellos gravísimos.

12 marzo:
MADRID.— Cae muerto el policía de escolta del Sr. Jiménez de Asúa. En la Gran Vía dos sujetos cachean a otro a quien creen fascista, le hieren de un tiso y le golpean con las pistolas.
VIGO.— Son heridos tres derechistas.
LEÓN.— Varios extremistas hieren al militar retirado D. Bautista Bandera.
GRANADA.— Continúan las detenciones, provocaciones, insultos y apaleamientos a personas derechistas.

13 marzo:
MADRID.— Durante el entierro del policía Girbert un joven de veinticuatro años fue apuñalado en la calle del Barquillo. Es agredido el jefe militar de día en la calle del Caballero de Gracia. En un tiroteo matan al guardia José de la Cal. Resultan dos bomberos muertos de los que acudieron a la iglesia de San Luis.
OVIEDO.— Un concejal dispara sobre el presidente del Pósito marítimo.
VALLS (Tarragona).— Cuatro sujetos atracan el Banco Hispano Colonia, apoderándose de 27.000 pesetas. La Guardia Civil detiene a uno; otro la tirotea y al repeler la agresión matan a un atracador.
MÁLAGA.— Matan de dos disparos al oficial de Prisiones D. Carlos Bacler.
OVIEDO.— Es agredido con porras un bombero fascista.
COX (Alicante).— Un individuo dispara contra el jefe de la Guardia Municipal; fue detenido y después libertado por la multitud.
MANCHA REAL (Jaén).— Un individuo apuñala y deja herido gravísimamente al ex alcalde Antonio Jaimaga.

14 marzo:
OVEDO.— Un obrero es gravísimamente herido por un grupo de socialistas que exigió su despido. Tirotean a dos muchachos de Falange Española y hieren a uno.
SEVILLA.— Atracan a Gregorio Montes y le quitan 800 pesetas.
ALGECIRAS.— Un camión de pescado es atracado y hieren al dueño y al chófer.
LOGROÑO.— La multitud acosa a unos oficiales e intenta asaltar el cuartel de Artillería; es agredida la guardia de la cárcel; la guardia del cuartel dispara y hace un muerto y varios heridos.
ZUERA (Zaragoza).— Se entabla un tiroteo y resultan 12 heridos, cuatro graves; detienen a 50 de Acción Popular.
ALICANTE.— Veinte sujetos asaltan el domicilio de un ex teniente de alcalde y lo apalean, dejándolo herido de gravedad.

15 marzo:
ELCHE (Alicante).— Unos extremistas apalean brutalmente al obrero derechista José Morán; hacen lo mismo con un joven de Acción Popular y lo encierran en un calabozo. Se persigue por las calles a las personas de derechas.
MANCERA DE ABAJO (Salamanca).— Después de un motín se entabló un tiroteo y resulta muerto un niño de tres años y doña Eleuteria Méndez, derechista, y heridas cuatro personas más.
ÉCIJA.— Grupo de muchachos apedrean casas.
CONSUEGRA (Toledo.— Dosciendos individuos, armados de escopetas, toman el pueblo, cachean a los derechistas y cercan el cuartel de la Guardia Civil.

16 marzo:
CARABANZO (Oviedo).— Asaltan la casa del maestro y le dan muerte.
LUANCO (Oviedo).— Un grupo de extremistas acomete a dos jóvenes de Acción Católica, hiriéndolos a tiros.
SANTOÑA (Santander).— Es agredido un fascista, que queda gravísimo.
CIEZA.— El delegado gubernativo es agredido a tiros al ir a hacer un registro en la Casa del Pueblo.
MIENGO (Santander).— Varios socialistas acometen a personas de ideología contraria.
SESTAO (Viacaya).— De noche llamas a la sacristía de la parroquia, sale un joven y hacen sobre él ocho disparos.
VILLANUEVA DE CASTELLÓN.— Matan a un socio de Derecha Regional, hiriendo gravísimamente a otro; hubo otro muerto y otros heridos.
JUMILLA (Murcia).— Matan a un obrero socialista que se distinguió en la detención de personas derechistas, el 18 de febrero, para ser juzgadas por el Tribunal del pueblo. Detienen a todos los fascistas del pueblo. A la madrugada sacan a dos de ellos de la cárcel y las turbas los matan a golpes de arma blanca. Quieren desarmar a los guardias y éstos matan a uno y hieren a dos.
LORQUÍN (Murcia).— Un fascista da muerte a un socialista.
ALCAUDETE.— Los extremistas registran los domicilios de los derechistas y encarcelan a veinticinco.
BADAJOZ.— Un joven es perseguido por las turbas y encerrado en el casino. Dos derechistas (padre e hijo) son agredidos por las turbas.
MADRID.— Tirotean la casa del Sr. Largo Caballero. En un tiroteo en la calle de Alcalá resultan tres heridos.

17 marzo:
NEGREIRA (La Coruña).— Hace explosión una bomba arrojada a un balcón de la Casa Consistorial.
VIGO.— Un grupo de extremistas agredió a tres derechistas, dejándoles heridos, uno de ellos gravísimamente.
ALBACETE.— Con motivo de los sucesos registrados se produjo un tiroteo, resultando nueve heridos.
CIEZA (Murcia).— Registran los domicilios de personas derechistas y detienen a unas ochenta. Hieren gravemente al médico Sr. Parra. Los asaltantes se apoderan de objetos de valor y dinero.
ANTEQUERA.— Dos estudiantes son golpeados por comunistas.

18 marzo:
OVIEDO.— Un grupo de extremistas se dedica a cachear a los derechistas; suenan tres disparos y cae herido un comunista.
BARCELONA.— Disparan contra el encargado de una obra y lo matan.
PEGALAJAR (Jaén).— A la salida de un mitin comunista apuñalan bárbaramente a un guardia urbano.
BARCELONA.— Dos pistoleros atracan a un cobrador y se llevan 12.300 pesetas.
LA CORUÑA.— Dos pistoleros atracan a un armador y le roban 1.000 pesetas y varios talones de Banco.
ARROYO (Santander).— Es tiroteada la Guarcia Civil.
MENDAVIA (Pamplona).— El hijo del juez municipal es herido de dos balazos, por orden del alcalde.
BARCELONA.— Estudiantes de la Esquerra acometen a otros grupos de Falange Española, y se produce un tiroteo en el Instituto Balmes.
PINOSO (Alicante).— Declaran la huelga general para pedir la detención de seis derechistas, y las autoridades acceden.
ELCHE.— Un grupo armado desarmó a tres guardias jurados de la Comunidad de Labradores de la Huerta.
ORCHETA (Alicante).— La nueva Gestora expulsa al cura párroco y se apropia de tres fincas.
LA CORUÑA.— Elementos jóvenes socialistas y comunistas se han dedicado a maltratar a los niños de familias derechistas, estudiantes del Instituto.
OVIEDO.— Tirotean a Jesús González Marinero.
CIEZA (Santander).— El delegado gubernativo de Torrelavega detiene y lleva esposado a la cárcel al cura párroco. Se ignora por qué.
SANTANDER.— Disparan un tiro al guardián del Banco Español de Crédito.
VILLAZOPEQUE (Burgos).— Acometen con una hoz, por la espalda, a Fernando Salvador. Se entabla una reyerta y resulta un muerto y varios heridos.
BOÑAR (León).— Es agredido a palos el fascista Manuel Moratiel, quedando herido de consideración.
ÁVILA.— Es agredido por no dejarse cachear por unos desconocidos el abogado D. Francisco Abella.
MANZANARES (Ciudad Real).— Es agredido y detenido luego D. Manuel Juan Hernández.
MULA (Murcia).— Es hallado asesinado el ex alcalde de Acción Popular D. José Martínez Fernández.
CIEZA (Murcia).— Han tenido que salir del pueblo todos los sacerdotes.

19 marzo:
PIÑERES (Oviedo).— En la parroquia de Soto un grupo de izquierdistas apaleó al joven Francisco Álvarez Díaz, de Acción Popular, y luego lo arrojaron por un precipicio, matándolo.
CASTRO-URDIALES.— En una reyerta entre fascistas e izquierdistas resulta gravísimamente herido Lino Saráchaga y gravemente un guardia municipal y un fascista.
SAN SEBASTIÁN.— Un grupo de izquierdistas mata a tiros al nacionalista José Aramburu Lasarte.
ÁVILA.— Unos veinte individuos de la Casa del Pueblo apalean al joven de dieciséis años Ramón Ferrer Núñez.
JAÉN.— Son detenidas varias personas por dar vivas a España y al Ejército con ocasión de la despedida del personal del Depósito de sementales.
CÓRDOBA.— Tres fascistas son agredidos a palos por socialista, que intentan echar al río a uno de ellos.
LORA DEL RÍO.— Un grupo de individuos entra en la prisión y matan a dos oficiales de prisiones.
SANLUCAR LA MAYOR (Sevilla).— Después de ser cacheado un joven de Acción Popular, dos socialistas lo apalean brutalmente.

20 marzo:
HENANI (Guipúzcoa).— Es asesinado un joven nacionalista.
LA CORUÑA.— En una colisión resulta muerto un obrero de la CNT, planteándose la huelga general, registrándose numerosas colisiones. Hay seis heridos más.

21 marzo:
SEVILLA.— Es asesinado a tiros un capitán de la Compañía Ibarra.

23 marzo:
MADRID.— Se reproducen los alborotos estudiantiles, resultando dos heridos con bisturí. En la Cava de San Miguel es herido gravemente a tiros un fascista; los autores son detenidos.
MÁLAGA.— En la carretera fue asaltada una camioneta de viajeros que fueron desvalijados.

25 marzo:
BONETE (Albacete).— Grupos de campesinos desarman a una pareja de la Guradia Civil y matan al cabo.

27 marzo:
MADRID.— Un grupo mata a tiros al dueño de una frutería y verdulería en la calle de Guzmán el Bueno, núm. 40. Por un grupo de desconocidos fuer herido de arma blanca un camillero de la Cruz Roja.

28 marzo:
GRANJA DE TORREHEMOSA (Badajoz).— En una colisión en la Casa del Pueblo resulta muerto un agente de Policía.
PUERTOLLANO (Ciudad Real).— Tres ingenieros de las minas de Peñarroya son sitiados durante muchas horas en el ayuntamiento por millares de obreros.

29 marzo:
MADRID.— Cuatro comunistas dispararon frente al Instituto Cervantes.

30 marzo:
GIJÓN.— En una disputa política resulta un vecino gravemente herido.
TORRELAVEGA (Santander).— Resulta un herido en una colisión habida entre comunistas y derechistas al intentar cachear los primeros.
VIGO.— Fue herido gravemente a tiros un tranviario de los que ingresaron a raíz del movimiento revolucionario.
MADRID.— Fue herido a tiros en la Cava Baja un estudiante fascista.

31 marzo:
SEVILLA.— Es asesinado a balazos un joven fascista mientras desayunaba en un bar.

2 abril:
SESTAO (Vizcaya).— Es herido a tiros un concejal.
HUELVA.— En la antevotación para elegir alcalde se produjo una colisión, resultado muerto un socialista.
VADOLATOSA (Sevilla).— Con motivo de una huelga de campesinos fue agredido un guardia civil, y al repeler la agresión resultaron un hombre muerto, otro grave y tres más leves.

ASALTOS E INCENDIOS A PERIÓDICOS

20 febrero 1936:
GRANADA.— Apedrean e intentan asaltar el periódico "El Ideal".
MÁLAGA.— Apedrean e intentan asaltar "La Unión Mercantil".
MURCIA.— Incendian "La Verdad"; saquean y destrozan el periódico "Levante Agrario".
PONTEVEDRA.— Apedrean el periódico "El Diario".

21 febrero:
OVIEDO.— Intenta quemar el diario "Voz de Asturias".
ALCOY.— Es asaltado el local de la "Gaceta de Levante".
CEUTA.— Incendian los talleres del "Faro de Ceuta".

23 febrero:
VITORIA.— Apedrean el periódico "La Libertad".

24 febrero:
JAÉN.— Asaltan el "Diario de la Mañana" y destrozan sus máquinas.

6 marzo:
PAMPLONA.— Intentan asaltar el "Diario de Navarra".

10 marzo:
GRANADA.— Las turbas asaltan el periódico "El Ideal", destrozan el mobiliario y la maquinaria y prenden fuego al edificio.

13 de marzo:
MADRID.— Es asaltado e incenciado el periódico "La Nación".

14 marzo:
LOGROÑO.— Asaltan el "Diario de la Rioja", destrozando la maquinaria.

15 marzo:
BARCELONA.— Asaltan el "Correo Catalán".

17 marzo:
ALBACETE.— Apedrean la redacción del "Diario de Albacete".

18 marzo:
CORUÑA.— Intentan asaltar el periódico "El Ideal Gallego".

20 marzo:
CASTRO URDIALES (Santander).— En la imprenta de un diario católico hizo explosión una bomba.

ASALTOS E INCENDIOS DE CENTROS POLÍTICOS, CASINOS Y CASAS PARTICULARES

20 febrero 1936:
ALCALÁ DE HENARES (Madrid).— Apedrean el Centro de Acción Popular y queman los muebles, rompen las puertas de la casa del delegado provincial de Acción Popular y apedrean la casa de un ex alcalde.
AGUILAR DE LA FRONTERA (Córdoba).— Asaltan la Comunidad de Labradores y se apoderan del dinero.
CIUDAD REAL.— Asaltan el local de Tradición y Renovación Española.
MELILLA.— Asaltan el Casino Radical y el centro de Acción Popular.
PUENTE GENIL.— Asaltan varios establecimientos.
SANTANDER.— Pretenden asaltar el Centro de Falange Española.
BETANZOS (Coruña).— Es saqueado el Centro de Derechas y el principal centro recreativo.
CARMONA.— Asaltan el Centro de Acción Popular, incendian el Casino y apedrean varias casas particulares.
CARTAGENA.— Incendian el Centro de Acción Popular.
ELCHE.— Incendian el Centro de Derechasy el Casino Radical, quemando la documentación y el mobiliario del primero y todo el edificio del segundo; incendian el Casino y los locales de Acción Cívica de la Mujer.
EL FERROL.— Asaltan los locales de Acción Popular, Falange Española y Casino Ferrolano.
LA LÍNEA.— Son saqueados los Centros de Acción Popular y Falage Española y apedreados el Casino y el domicilio del jefe de Acción Popular; las personas de orden son insultadas y agredidas.
LA RAMBLA (Córdoba).— Incendian el archivo municipal y destrozan el mobiliario.
MARCHENA.— Tiritean al conserje de Acción Popular, asaltan el Casino y destrozan el mobiliario.
MURCIA.— Asaltan el Círculo Tradicionalista y el de Acción Popular; incendian un bar.
PALMA DEL RÍO (Córdoba).— Asaltan el Centro de Acción Popular y queman los muebles; asaltan cuatro casas particulares; asaltan las sucursales de varios Bancos.
PALOMARES (Sevilla).— Asaltan el local de Acción Popular y queman los muebles.
PONTEVEDRA.— Es asaltada una fábrica de alpargatas del presidente de la Patronal. Asaltan los Centros de Acción Popular y Partido Radical y queman los muebles.
SANTIAGO DE COMPOSTELA.— Asaltan los locales de Unión Regional de Derechas, Círculo Tradicionalista, Bloque Nacional, Juventud de Acción Católica de Santa Susana, de San Miguel y de la Buena Prensa.
HUELVA.— Asaltan el centro de Acción Popular.
HERRERA (Sevilla).— Queman el archivo municipal.

21 febrero:
OVIEDO.— Intentan asaltar los Centros de derechas.

22 febrero:
IZNALLOZ (Granada).— Intentan asaltar el Casino.

23 febrero:
MIRANDA DE EBRO (Burgos).— Intentan asaltar el Centro de Acción Popular; asaltan el Círculo Tradicionalista e incendian los muebles. Apedrean el Casino e intentan incendiar el local de Acción Católica.

24 febrero:
EL PEDROSO (Sevilla).— Asaltan el local de Acción Popular e intentan hacer otro tanto con el Casino.
LÉRIDA.— Un cartucho de dinamita explota en la puerta de la casa rectoral de Burch.
LAVADORES (Pontevedra).— Es asaltado el local de Acción Popular y destrozados sus muebles.

25 febrero:
VIGO.— Prenden fuego al establecimiento tipográfico de un derechista.

26 febrero:
ZARAGOZA.— Violentan el local de Unión Republicana y se llevan diversos objetos.
CALATORAO (Zaragoza).— Asaltan las bodegas de un miembro de Acción Popular.
TORRES DE COTILLAS (Murcia).— Asaltan el Ayuntamiento y se apoderan del dinero.

27 febrero:
ZUERA (Zaragoza).— Asaltan la sucursal del Banco Zaragozano y se llevan 50.000 pesetas.
ALHAMBRA (Ciudad Real).— Un grupo de cuatrocientos hombres invade varias fincas.

29 febrero:
VIGO.— Intentan asaltar las oficinas de la Sociedad abastecedora de aguas. Intentan asaltar los talleres de fundición de Francisco Zúñiga.
PARADAS (Sevilla).— Asalta el Centro de Acción Popular.
ARUCAS (Las Palmas).— Los socialistas asaltan el Ayuntamiento y tiran los muebles por la ventana.

2 marzo:
SAN SEBASTIÁN.— Es asaltado un Centro tradicionalista.

3 marzo:
TORREVIEJA (Alicante).— Incendian el hotel Gómez, propiedad de un derechista, destrozándolo; incendian el Círculo Radical, destruyéndolo también. Queman el archivo y el registro municipal. Son detenidos el propietario del hotel, el párroco y dos hermanos suyos.
MANZANARES (Ciudad Real). Incendian los edificios de D. Miguel Rubio y del Dr. Muñoz.

4 marzo:
ALCANTARILLA (Murcia).— Intentan asaltar y quemar el centro de Acción Popular.

6 marzo:
ARES (Coruña).— Asaltan el local de Acción Popular y destrozan los muebles.

7 marzo:
AVILÉS (Oviedo).— Asaltan con pistolas el local del centro Sindicato Autónomo de Oficios Varios y se llevan la documentación y libros.
SOMORROSTRO (Vizcaya).— Asaltan un establecimiento de D. Arturo Martínez.
BARCELONA.— Asaltan una tienda del pasaje Vilanova y se llevan 300 pesetas. Unos individuos asaltan y destrozan dos lecherías.

9 marzo:
LUANCO (Oviedo).— Los socialistas asaltan el Círculo católico de Bañugues, arrojan los muebles a un precipicio, destrozan un Cristo y se llevan el dinero.
SEGOVIA.— Asaltan el centro de Acción Popular e intentan incendiarlo. Apedrean la casa del abogado D. Luis Crespo Herrá.
ÉCIJA (Sevilla).— Asaltan el Casino Ecijano, rompen los muebles e intentan prenderlos fuego. Asaltan el local de Acción Popular.

10 marzo:
GRANADA.— Asaltan el local de Falange Española y queman los muebles; queman el teatro Isabel la Católica; los huelguistas toman los accesos a la ciudad para impedir el abastecimiento e impedir la salida de los bomberos.

11 marzo:
MADRID.— En el Puente de Vallecas asaltan el domicilio de Acción Popular, el Centro Católico, incendian unos almacenes, saquean la casa de un ex teniente alcalde, incendian un tejar y una fábrica de aserrar maderas, el domicilio de un derechista, una tahona, un chalet, dos tiendas de comestibles, una pescadería e incendian una droguería.
GRANADA.— Incendian la fábrica de chocolates San Antonio, el café Royal, asaltan la casa del conde de la Jarosa, otra de un fascista y es incendiada y destruida la casa del Dr. Taboada.

12 marzo:
BARCELONA.— Incendian una tienda de muebles.
MACARENA (Granada).— Incendian la casa de un farmacéutico, asaltan dos tiendas de comestibles y quitan las armas a los derechistas, repartiéndolas en la Casa del Pueblo.
PINOS-PUENTE (Granada).— Son incendiadas dos casas.

13 marzo:
MADRID.— Es asaltado el café del Norte y asaltada y saqueada una armería en la calle de Hortaleza.
BARCELONA.— Incendian el local de la Comunidad Tradicionalista, en las Ramblas.
TALAVERA DE LA REINA.— Apedrean el local de la Juventud Católica y se detiene a la Directiva.
GUADIX (Granada).— Son incendiados el Liceo Accitano, una farmacia y varios locales.

14 marzo:
LOGROÑO.— Asaltan los círculos de Falange Española, Tradicionalistas, Acción Riojana y Nacional y Agrario, y queman los muebles en la calle. Incendian la farmacio de Araujo.
RIVADESELLA (Oviedo).— Apedrean el Centro de derechas e intentan incendiar la librería de Escandón.
BARCELONA.— Asaltan el local del Crédito Territorial de Cataluña y roban 1.225 pesetas.

15 marzo:
BARCELONA.— Asaltan el domicilio de José Ferrer Guillén y se llevan 1.000 pesetas en metálico y más de 2.000 en joyas.

16 marzo:
VALENCIA.— Asaltan e incendian el local de Falange Española de la calle de Santa Marina.
ALBERIQUE (Valencia).— Asaltan el local de Derecha Regional y prenden fuego a muebles y enseres.

17 marzo:
NEGREIRA (Coruña).— Hace explosión una bomba arrojada a un balcón de la Casa Consistorial.
SANTANDER.— Prende fuego con líquidos inflamables a un chalet de D. Domingo Bategón.
ALBACETE.— Incendian el Casino Primitivo, saquean un establecimiento particular titulado "Albacete religioso", destrozándolo todo. Saquean y causan destrozos en el local de los estudiantes católicos; asaltan el Club Cinegético y hacen una hogera en la calle con los muebles. Asaltan el domicilio de Acción Popular, sacan los muebles y los queman. No actuó entretanto la fuerza pública ni los bomberos.
CIEZA (Murcia).— Unos 600 individuos asaltan las viviendas de personas de orden y las registran, llevándose objetos de valor y dinero; cierran varios comercios de derechas y destrozan el Círculo de Recreo.
ANTEQUERA.— Intentan asaltar el Instituto.
SEVILLA.— Unos extremistas penetran violentamente en las minas de Castillo de las Guardas.

18 marzo:
ALMANSA (Albacete).— Asaltan el Centro de Acción Popular y queman los muebles.
ALBACETE.— Incendian el Casino Primitivo, valorado en un millón de pesetas.
TORRELABRADILLA (Jaén).— Un grupo de extremistas prende fuego a varios cortijos.
CORUÑA.— Asaltan el local de la CEDA, arrojan los muebles a la calle y los destrozan. Hacen lo mismo en el de Renovación Española. Asaltan el Club Náutico y arrojan a la bahía los muebles y enseres.
ZARAGOZA.— Asaltan la tienda de mármoles y objetos artísticos de D. Joaquín Beltrán, boicoteado por la CNT, y rompen las lunas y otros objetos. También penetran en una obra del contratista Sr. Horno, boicoteado también por la CNT, y causan destrozos.
MANZANARES (Ciudad Real).— Intentan asaltar el establecimiento del ex alcalde Sr. Sanromá y del vicepresidente de Renovación Española.
ORIHUELA.— En el campo de Salinas, los obreros se dividieron una finca de D. José Roca de Togores y la labraron.

19 marzo:
CASTRO URDIALES (Santander).— Intentan incendiar el Círculo Católico.
ALMANSA.— En el lugar conocido por La Fuentecita, donde hay numerosas casas habitadas por gentes modestas, penetran en ellas y, después de destrozar los muebles y enseres, dejaron unos carteles que decían: "El Comité Revolucionario Rojo".

20 marzo:
CASTRO URDIALES (Santander).— Los grupso asaltan el Círculo Católico, el Círculo de Recreo y Falange Española.
CORUÑA.— Es asaltada la Patronal y el local de la Juventud Católica.

21 marzo:
VILLAMANRIQUE (Sevilla).— Es asaltada la finca propiedad del infante D. Carlos de Borbón.
SEVILLA.— Unos pistoleros asaltan el domicilio de un procurador, apoderándose de 5.000 pesetas, y horas después otros pistoleros asaltaron nuevamente la oficina, llevándose dos mil y pico de pesetas que quedaban.

24 marzo:
MADRID.— En el Puente de Vallecas es apedreada una escuela católica.

25 marzo:
CONSUEGRA.— Grupos de socialistas y comunistas, capitaneados por el alcalde, saquearon tiendas, fábricas de harinas y casas particulares, exigiendo a algunos propietarios cantidades en metálico.

27 marzo:
TABERNES DE VALLDIGNA (Valencia).— Es asaltado el Centro de Derecha Regional y arrojados y quemados en la calle los muebles.

28 marzo:
ALBERIQUE (Valencia).— Incendian el Juzgado de primera instancia, destruyendo todo el archivo.
BARCELONA.— En un mitin de los obreros metalúrgicos se acuerda la incautación de talleres y fábricas en caso de no accederse a sus peticiones, y si la fuerza pública actuara, declararían la huelga general revolucionaria.

29 marzo:
BARCELONA.— En la barriada de las Corts, cuatro individuos asaltaron una fábrica de aluminio y se apoderaron de 4.000 pesetas destinadas al pago de jornales.

30 marzo:
TORRELAVEGA (Santander).— Los grupos asaltan el Centro de Acción Popular, quemando los muebles en la calle; luego intentaron asaltar el Casino.


RESPUESTA DE AZAÑA EL 16 DE ABRIL:

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Presidente del Consejo de Ministros tiene la palabra.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Azaña): Señores Diputados, voy a recoger algunas de las observaciones que se hicieron ayer a la declaración ministerial del Gobierno, sobre todo las que han partido de los grupos de oposición, porque ellas contribuyen a delinear con más exactitud la posición política que el gobierno ha querido marcar aquí.

Los señores que nos hicieron la merced de discutir la declaración ministerial permitirán que conteste en conjunto a lo más importante de sus observaciones, que en muchos puntos coinciden, sin que me sea posible, por no tener otras notas a la mano, ir puntualizando el discurso de cada uno de SS. SS.

En general, y examinando los discursos pronunciados ayer hasta donde me alcanza la memoria, desde el punto de vista político, creo que estará permitido hacer notar que lo principal de ellos consiste en lo siguiente: se examina la declaración ministerial y el programa electoral del Gobierno, y sin formular graves ni importantes observaciones de fondo acerca del contenido del programa se establece este género de polémica: vosotros, republicanos que gobernáis ahora, venís a cumplir un programa que todos conocemos y al cual haremos en su día las observaciones de fondo o de doctrina política que los proyectos particulares del Gobierno den ocasión a formular; pero vosotros, que tenéis una contextura política nacida de una coalición en la cual forman parte principal elementos políticos y sociales de los que os separan grandes diferencias doctrinales y de táctica, ¿cómo vais a armonizar vuestra posición de republicanos, de políticos adscritos a la defensa de la Constitución de la República, con los proyectos, los temas y las tácticas revolucionarias o dirigidas al cambio del orden social español que formulan algunos de vuestros más importantes aliados? Este me parece a mí que era uno de los puntos más principales de las observaciones que se hicieron ayer al Gobierno. Y, siguiendo por este camino, por esta argumentación, se dice: Nosotros desconfiamos de ese Gobierno, o estamos alarmados ante la posición de ese Gobierno, porque no sabemos —se dice—, de una parte, si el Gobierno, oprimido, constreñido por sus aliados, llegará más allá de lo que constituyen sus compromisos públicos, si será o no capaz de cortar el camino a los avances revolucionarios que constan en los programas propios de los partidos integrados en la coalición. Se me permitirá que examine la cuestión, siempre en términos generales, sin hacerla desviar a incidentes que carecen de importancia, por ruidosos que sean.

Yo, señores, creo que la situación nuestra es clarísima, por lo menos lo es para el Gobierno. Nosotros, en los meses pasados, delante de la situación de la política republicana y de la República, siendo nosotros todos, cada uno en su trinchera, manifiestamente hostiles al rumbo que seguía la política nacional; habiendo predicado nosotros, los republicanos, la necesidad de rectificar los errores de táctica cometidos el año 1933, por unos y por otros, y siendo nuestro deber moral y legal —moral y legal (y sobre esto me explicaré si es necesario)— encauzar lo que nosotros considerábamos la reivindicación de nuestros ideales políticos por el rumbo que nos ofrece la Constitución y la ley, hicimos una campaña, que no tanto se dirigía a enjuiciar la cuestión ministerial vigente en aquellos meses, como a preparar los modos, los síntomas y los programas para su sustitución. Y estando nosotros en un régimen de sufragio universal, fundada la República sobre este sistema, que es la piedra angular del régimen democrático y republicano vigente, no había otro camino, ni tenía por qué haber otro camino, a nuestro juicio, que el de concretar la unión electoral de todos los que, por algún motivo, teníamos razón de adscribirnos a la defensa de la Constitución de la República para de las urnas electorales extraer las fuerzas gubernamentales y parlamentarias que nos permitiesen reconquistar el Gobierno de nuestro país. La operación era tan sencilla como todo esto. ¿Quiénes podíamos  debíamos entrar en este camino de reivindicación de la política, de reafirmación del vigor del régimen republicano y de restauración de la Constitución republicana? ¿Exclusivamente los republicanos que participamos en la fundación de la República y en el Gobierno republicano durante sus primeros pasos? No. Es que, además de las posiciones republicanas, hay otras posiciones políticas y sociales en nuestro país que necesitan la República, primero, por ser régimen de libertad y democracia, y segundo, porque es instrumento, como repetidas veces tiene declarado el partido republicano, de mejoramiento y de avance social, y además, porque es posición polémica (polémica en el orden político, de combate político), de la que hay que partir, de la que había que partir para el abatimiento de la política, que a nosotros nos parecía funesta, entonces imperante en el país español. ¿Qué es lo que teníamos que hacer los republicanos y nuestros aliados eventuales para llevar a término esta operación? ¿Acaso los republicanos teníamos que arriar nuestra bandera y suscribir los proramas de quienes iban a ser nuestros aliados eventuales? En modo alguno. ¿Acaso los grupos políticos y sociales que habían de venir a las elecciones, al combate electoral con nosotros tenían que hacer una abjuración de sus doctrinas o de su táctica para los efectos de la contienda electoral? Tampoco. Nadie se lo ha pedido, nadie lo ha pensado ni nadie nos lo ha pedido a nosotros tampoco. Lo que hemos hecho es ponernos a examinar los problemas políticos de la República, considerar qué nos es común a todos dentro de la Constituación —a unos les parecerá buena, a otros mala, a unos corta, a otros demasiado amplia—, considerar que la Constitución es, por lo menos, la base común, dentro de la que podemos afirmar, unos y otros, nuestra acción política; examinar en nuestros programas y en nuestras tácticas qué es lo que nos es semejante o coincidente o, por lo menos, no contradictorio; ponerlo en común, redactar un programa y comprometernos todos a realizarlo. No hay más que esto.

Yo recuerdo, Sres. Diputados, que cuando después de largos trabajos y conversaciones se acabó por redactar el programa electoral de la coalición de izquierdas, esperado con cierta ansiedad por la opinión pública, no sólo por lo que el programa pudiera contener en sí, sino porque era el signo, la prenda y la señal de que las fuerzas políticas capaces de recuperar el Gobierno de la República habían llegado a un acuerdo sobre el fondo y sobre la táctica; cuando este programa se publicó, nadie tuvo que hacer sobre él la menor observación, absolutamente nadie, y estoy por decir que nuestro programa electoral despertó en las filas contrarias una cierta decepción, un pequeño chasco, porque, más o menos declaradamente, muchos esperaban que nuestro programa electoral contuviese tal número de enormidades y de cosas irrealizables que nos desacreditasen ante el buen juicio del resto del país y se nos pudiese señalar como unos perturbadores o como unos locos, o como gentes que querían usar del Poder para exterminio y destrucción de lo más fundamental de la sociedad española. Y cuando se publicó nuestro programa, que es absolutamente discreto, un programa mínimo que me atrevo a llamar de moderación y de consideración a los deberes gubernamentales, o reinó la satisfacción en los que estaban lealmente asustados o se produjo el estupor de los que tenían ganas de asustarse y no tenían motivos para entrar en el susto. Y entonces corrió por ahí aquella especia grotesca de que al pacto electoral que nosotros habíamos suscrito se le habían añadido unas cláusulas secretas, tal como se suele hacer en los Tratados internacionales, y circularon por Madrid, y supongo que por provincias, una porción de papeles en los que se articulaban las cláusulas secretas de las que, ¡qué casualidad!, yo no tenía conocimiento, y en esas cláusulas secretas estaban precisamente escritas las enormidades que hubieran tenido el gusto de que hubiéramos consignado en nuestro programa auténtico y genuino No había cláusulas secretas, no tenía por qué haberlas. Se ha establecido el programa y yo reto a quien quiera a que, examinando el programa del Gobierno y el programa electoral por el revés, por el envés y de canto, encuentre en él nada que sea alarmante, encuentre en él nada que no sea auténticamente y definitivamente republicano. ¿Y es que vosotros creíais o alguien creía que la República iba a ser siempre o iba a nacer para un régimen de inmovilidad, para un régimen de contemporización, para un régimen de conservación de todos los abusos, o de todos los errores, o de todos los desaciertos que causaron el hundimento de la monarquía? No, no. Esto no lo podía esperar nadie. Ya sé yo que cuando la República se puso a dar los primeros pasos, muchos que habían sido simpatizantes con la idea republicana, cuando era elegante ser republicano, con comodidad, dijeron al ver marchar la República: "¡Ah!, Ésta no es la República que habíamos soñado!" Y algunos retrocedieron, y en cuanto la República empezó a regir, en cuanto hubo que ser algo más que un republicano de cátedra o de conferencias públicas o de Sociedades culturales, en cuanto hubo que ser un republicano militante y exponerse a los aciertos y a los fracasos, a los vendavales de la opinión pública, a las responsabilidades del Poder y al acierto o desacierto en las innovaciones del régimen español, ya la idea de ser republicano pareció ser una cosa demasiado seria y atrevida. (Muy bien.)

Es una crítica un tanto frívola a intelectuales como José Ortega y Gasset, que argumentaron prolijamente sus objeciones a la república y a su Constitución. El propio Niceto Alcalá Zamora expondría más adelante su opinión de que la Constitución, no laica, sino marcadamente anticlerical, hizo imposible desde un principio la aceptación de la República para una parte sustancial del país.

Nosotros hemos recogido en el programa electoral lo más urgente de la gobernación del país español. Nadie puede sentarse en este banco si no trae sobre los enunciados de este programa una solución. El pueblo quizá esperaba mucho más; pero nosotros, conscientes de nuestra responsabilidad y de lo que es hacedero, hemos limitado por hoy, y para nuestra etapa de Gobierno, nuestros deberes y obligaciones a lo que aquí está escrito. Y ahora se dice: "Discutiremos ese programa; pero ¿y esas masas que proclaman la revolución social, esas masas que quieren abolir la Deuda y socializar la propiedad, socializar los Bancos y suprimir la fuerza pública?" ¡Ah!, yo no sé ni tengo nada que decir sobre eso.

¡Bonita respuesta!

Los partidos extremos, no sólo los partidos extremos de izquierda, sino los partidos extremos de derecha, tienen unos programas, tienen una táctica de los que yo no soy definidor ni responsable ni ejecutor. ¿Es qeu ha nacido anteayer el partido socialista o el comunista? ¿Es que la República no se fundó con los votos de los socialistas? (Aprobación.) ¿Es que alguien que esté lealmente dentro del régimen republicano ha hecho ascos a la aportación de los votos del proletariado el año 31, que nos ayudaron enormemente, por su número, a traer el régimen republicano? Entonces nadie se asustaba de que detrás del partido socialista, participante en la coalición electoral con los partidos republicanos más moderados y conservadores (no se nos ha olvidado), nadie se asustaba, digo, de que con el bagaje del socialismo hubiera de venir al régimen republicano español una oleada de socializaciones y de nacionalizaciones revolucionarias. ¿No he gobernado yo dos años y medio con los socialistas en el Poder? ¿Y es que se le ocurrió a nadie, en el Poder ni fuera del Poder, decir que nosotros, los republicanos, estábamos dispuestos a arriar la bandera de la Constitución para entregarla a los demás o entregar el país a una innovación social del tipo que propugnan los programas del partido socialista? ¿Con qué razón lógica ni con qué autoridad moral se le puede decir al Gobierno republicano que está abriendo brecha en la sociedad española para que entren por ella los vendavales revolucionarios?

Con la evidencia de que dos años atrás el partido socialista y el partido comunista habían organizado una revolución armada con la que trataron de acabar con la República e instaurar una dictadura del proletariado, simplemente porque la CEDA entró democráticamente en el gobierno.

Nuestro deber, nuestro compromiso, nuestra resolución es cumplir al pie de la letra nuestro programa. Estos señores vienen aquí con el mismo compromiso, con el mismo derecho, con la misma resolución. ¿Que hay partidos que propagan otras doctrinas? No tiene necesidad nadie en España, vigente la Constitución, de pedir autorización al Gobierno para la propaganda de las ideas políticas, siempre que esté dentro de las leyes. La propaganda es lícita y el partido comunista no es un partido ilegal. Tampoco lo sois vosotros y nadie os pone, ciertamente, coto en vuestras propagandas. (El Sr. Calvo Sotelo: De eso se podría hablar, Sr. Azaña.) Hablaremos cuando S.S. quiera (El Sr. Calvo Sotelo: Ahora, ahora.— Rumores. El Sr. Díaz Pastor: Ahora a escuchar y a callarse.) Claro está, Sres. Diputados, que esto es tan evidente que cuando se hace argumento de este supuesto rendimiento del Gobierno a unas supuestas exigencias revolucionarias que se van a producir en un supuesto día de no sé qué supuesto año para una entrega de la Constitución y del régimen español al ímpetu revolucionario de nuestros aliados parlamentarios de hoy, está claro que de lo que se trata es de producir un efecto político o, ¡qué se yo!, pretender colocar al Gobierno en una situación que ellos suponen difícil con respecto a nuestros aliados electorales. El propósito fracasa.

Pero es que la presunta estrategia de los socialistas y comunistas que Azaña plantea como hipotética es demasiado simplista. La estrategia de Largo Caballero consistía en apoyar formalmente al Gobierno para que pudiera gobernar, pero sin que el partido socialista se involucrara en ningún momento en la labor de gobierno, esperar a que el desgaste hiciera caer a Azaña y después formar un gobierno exclusivamente socialista y comunista.

En las palabras que decía ayer el Sr. Calvo Sotel hay algunas en que resplandece un poco la ingenuidad polémica de S.S. No se lo tome a mal S.S. (El Sr. Calvo Sotelo: No, no. Prefiero ser ingenuo a ser inconsciente.— Rumores.) Desde luego, hay derecho a elegir entre dos defectos. (Risas.)

No es la primera vez que yo he discutido con el Sr. Calvo Sotelo; realmente, encontrarme ahora frente a frente con él, me quita veinte años de encima; pero, la verdad, el Sr. Calvo Sotelo me permitirá que le diga que desde que discutíamos en otros lugares bien distintos y con harta menos responsabilidad que ahora, por suerte nuestra, desde entonces acá S.S. ha acerado un poco sus armas polémicas; quiere decirse, en ventaja de S.S., que continúa siendo joven. Lo digo porque el Sr. Calvo Sotelo, ayer, me preguntaba qué opinaba yo de la revolución de Asturias; porque habiendo dicho el Gobierno que iba a traer aquí o iba a emprender como acción gubernativa aquellas cosas necesarias para las reparaciones y sanciones oportunas y que legalmente se declaren por los abusos que puedan haberse cometido en la represión de la revolución de Asturias; habiendo hablado el Gobierno de esto con tanta claridad, el Sr. Calvo Sotelo creía, tal vez, o esperaba apurarme mucho requiriéndome para que yo opinase también sobre la revolución, y decía: "Puesto que S.S. ya ha opinado sobre la represión o castigo de los abusos cometidos en Asturias, opine también S.S. sobre la revolución". Realmente, la pregunta es ociosa, más que nadie para S.S. ¿Cómo es posible que el Sr. Calvo Sotelo me pregunte lo que yo opino sobre la revolución de Asturias, cuando los amigos políticos de S.S., y creo que S.S. también, se han pasado dos años y medio diciendo que yo la había preparado, que yo la había armado y que yo había suministrado las municiones para que estallase la revolución? (Aplausos.) Pero, ¿no habíamos quedado en que yo era el empresario de la revolución de Asturias? Pues si S.S. quiere ser lógico, conténtese con la explicación que ha estado dando al público respecto a mi conducta durante dos años y medio. (Grandes aplausos.)

Ahora, yo comprendo, Sres. Diputados, que hay posiciones que no pueden sostenerse mucho tiempo, y quizá ésta sea una de ellas. Yo la doy por abolida, no insisto; admito al Sr. Calvo Sotelo que exhiba aquí ahora una curiosidad fresca y juvenil acerca de mi posición respecto a la revolución de Asturias. No hemos dicho nada a nadie; nadie ha impugnado la conducta política del actual Presidente del Consejo por los sucesos de Asturias; S.S. no sabe nada de mi conducta en aquella ocasión; pues yo se la voy a explicar. ¿Ha oído hablar S.S. de las notas que publicaron los partidos republicanos el 4 de octubre? Yo creo que sí. Pues ésa es mi posición sobre la revolución de Asturias; ésa y no otra. ¿Partícipe en la revolución? ¡Qué locura! Autor de consejos para que la revolución no estallara, ¡sí! (Muy bien.) Consejos dados pública y solemnemente cuando nos los pidieron, y en los que coincidimos, no sólo republicanos que estamos aquí, sino otros que no están aquí, pero que no se hallan muy lejos y que no son, ciertamente revolucionarios descabellados.

Toda suerte de consideraciones, presentes en vuestro ánimo, Sres. Diputados, me impiden ahora dar largar explicaciones sobre este particular. Mi decoro y mi buen gusto me lo vedan; pero no es menester que se me hurgue mucho para que rompa esta clase de consideraciones si es preciso.

Entonces, los republicanos, delante de un cambio de política que nos parecía un error fundamental en la República, acerca del cual, sin mengua, desprecio ni desdoro de las posiciones políticas de los demás, teníamos plena autoridad para juzgar (puesto que se nos llamaba a opinar, se nos concedía esta autoridad, aunque no la tuviéramos personalmente), dijimos que aquel cambio político era una enormidad, una responsabilidad histórica para quien lo tomase, y nos desligamos de ella en los términos crudos, duros y clarísimos que dimos a conocer a la opinión pública.

Nuestro consejo no fue oído. Yo respeto el derecho con que se desechó nuestro consejo; reconozco la autoridad y la legitimidad del derecho, de la función que desoyó nuestro consejo, pero siempre he tenido buen cuidado de decir que una cosa es el derecho con que se realizan ciertas acciones y otra la oportunidad y el acierto en el ejercicio de ese derecho, y que se puede ejercer un derecho sacratísimo y ejercerlo disparatadamente.

Ésa fue nuestra posición entonces y eso es lo que opinamos de la revolución de Asturias nosotros, los republicanos. Si se hubiera seguido nuestra opinión, no habría habido revolución en Asturias. Y, además, añado otra cosa: el Sr. Calvo Sotelo se maravillaba de la claridad y de lo terminante de las expresiones del Gobierno respecto a abusos e ilegalidades de que todo el mundo habla con motivo de la represión de Asturias, y yo digo que si los Gobiernos que ha habido en España desde octubre de 1934 hasta el nuestro hubieran cuplido con su deber, este problema no estaría planteado. Es muy fácil venir ahora a hacer estas interrogaciones cuando ha habido durante año y medio o dos años en Espala unos Gobiernos que se han estado tapando los oídos para no percibir los alaridos que cundían por todo el ámbito español. (Aplausos.) Si se hubiese prestado la más mínima atención a ese griterío, este problema estaría resuelto y liquidado y no nos incumbiría a nosotros una tarea tan penosa y tan desagradable, en medio de su justicia, como la que ha caído sobre nuestros hombros. (El Sr. Calvo Sotelo pide la palabra.)

En suma, Azaña ha eludido responder a Calvo Sotelo. La pregunta era en esencia una invitación a que Azaña reconociera que, ante la disconformidad con la actuación del Gobierno, lo que procedía no era organizar una revolución que tratara de derribar la república e instaurar una dictadura comunista, sino usar las discrepancias para ganar las elecciones siguientes. Y que unos partidos que optaran por semejantes medidas se descalificaban como partidos democráticos. "Explicar" por la actuación del gobierno la insurrección comunista es como "explicar" por las críticas fundadas que intelectuales de la talla de Ortega y Gasset hicieron a la Constitución de1931 los intentos de golpe de Estado que había llevado a cabo la derecha (o el que en esos momentos estaba fraguando y que finalmente triunfaría).

Digo esto, Sres. Diputados, porque estamos oyendo hablar aquí, repetidamente y por varios oradores, de anarquía. Yo creo que la anarquía no es un régimen durable, no es, ni siquiera, un régimen. De la anarquía se sale: o porque se restablezca el funcionamiento normal de la ley o porque sobre los escombros acumulados por la anarquía se levante un régimen que empiece por abolir todas las leyes. La anarquía no puede durar. No es pensable, siquiera, un país viviendo en régimen de anarquía. Pero, ¿cuál es la verdadera anarquía? ¿El desorden público y esporádico de multitudes a quienes el Gobierno reprime, o la anarquía del propio Estado, bajo la cual hemos estado viviendo dos años (Muy bien.), abolida la Constitución, abolida la responsabilidad, abolida toda la legitimidad de los órganos públicos por la pura violencia, por la pura injusticia, por la más terrible y sanguinaria opresión? Ésa es la anarquía: cuando viene de los órganos mismos del Estado, encargados de mantener el Derecho y la Ley. (Muy bien.) ¡A mí qué me van a hablar ahora de anarquía los que, a título de autoridad y respeto al orden y al derecho, han subvertido los principios esenciales del régimen, del Estado republicano! ¡Terrible ejemplo, Sres. Diputados! ¡Terrible ejemplo para las masas españolas, a quienes se ha hecho perder la confianza en la justicia y la serenidad de los Gobiernos! [...]

Este pasaje es pura demagogia. Omitimos algunos pasajes más, por brevedad.

El Sr. Ventosa recordará que el 20 de octubre de 1935, hace cinco o seis meses, en un campo acotado por el partido de Izquierda Republicana, en Madrid, nos reuníamos 500.000 facinerosos... (Risas.) ¡Quinientos mil facinerosos! Y yo era el abanderado de los facinerosos; allí estábamos todos los pistoleros de España, todos los estafadores de España, todos los hombres causantes de los destrozos y de los horrores que azotan al país español. Y yo era el peor de todos, y estaba tan arraigada esta convicción en algunas conciencias, Sres. Diptuados, que no faltó quien en Madrid concibió la idea salvadora de tendernos un laxo a la entrada o a la salida de aquella aglomeración de republicanos facinerosos para ver si hacía con nosotros un escarmiento, cuando no un exterminio.

Después ha venido la campaña electoral. En la campaña electoral se han proferido contra nosotros, hasta las doce de la noche del 15 de febrero, las enormidades más truculentas que pueden cruzarse en la polémica entre partidos. ¡Las más truculentas, las más atroces! Se hizo creer al país que nuestra victoria electoral era el derrumbamiento de la sociadad española; que íbamos a saquearlo todo; a abolir las instituciones fundamentales de la sociedad española, y, en fin, hasta se hablaba de que íbamos a repartirnos las mujeres. (Risas.) Después se ha visto que no. Ha llegado el triunfo del 16 de febrero e instantáneamente, por motivos psicológicos que no necesito poner en claro, todos los que con tan crueles procedimientos y con tan atroces palabras se oponían a nuestra victoria, han dicho, "Señor Azaña, tiéndanos una mano". Pero ¿no habíamos quedado en que mis manos estaban manchadas de crímenes? (El Sr. Fuentes Pila: Se dijo desde arriba.— Protestas.) Tiéndanos una mano. (El Sr. Fuentes Pila: Pregúntelo en el Palacio de Oriente.— Protestas y rumores.)

Yo, señores, y me refiero de una manera especial al punto de vista del Sr. Ventosa, no estoy obligado, no tengo posición política para echarle una mano a nadie. Si bajo los efectos del terror producido, no por nuestras acciones ni por nuestros programas, sino por las acciones y las profecías de nuestros adversarios; si bajo los efectos del terror ha podido parecer un momento que una determinada persona al frente del Gobierno podía ser un escudo protector de los atemorizados, yo no me quiero lucir sirviendo de ángel custodio de nadie, Sr. Ventosa. Pierdan SS. SS. el miedo y no me pidan que les tienda la mano; no hay motivo para que SS. SS. tengan miedo, y a quien el Gobierno tiene que tender la mano es a la Constitución, al régimen y a la libertad de todos los ciudadanos, pero nada más. (Muy bien.) Es preciso saber, Sres. Diputados, que por ninguna clase de consideraciones el perfil político que yo puedo representar se va a alterar ni en una centésima de línea; que yo estoy aquí lo mismo que el año 32 —con otra formación política, bien entendido—, con el mismo programa político del año 32, con las mismas convicciones, con la misma autoridad, con la misma resolución; que yo no he cambiado ni un ápice; que he acentuado mis resoluciones políticas y que ahora soy mucho más de cristal y más vidriosos y más fácil de romper que el año 33.

Se admiraba el Sr. Ventosa de algunas cosas que ocurren en nuestro país y que no suceden en naciones extranjeras. Se refería el Sr. Ventosa a la intranquilidad pública y a las alteraciones del orden público, a esta situación febril por que atraviesa nuestro pueblo y a la inquietud reinante, con las consecuencias que señalaba en el orden económico y de otro género en España, y el Sr. Ventosa se preguntaba o nos preguntaba: "¿Cómo estas cosas pasan en nuestro país y no ocurren en otras naciones? Señor Ventosa: yo sé poco, pero tengo el atisbo de que en nuestro país ocurren estas cosas que no pasan en otros países porque en esos otros países han ocurrido antes muchas cosas que en España no han sucedido todavía; que en nuestro país no han ocurrido los trastornos y choques que han tenido teatro en los principales Estados europeos durante el siglo pasado, y que nuestro poble pueblo ha ido pasando del auténtico antiguo régimen, o sea del absolutismo monárquico, al actual de una manera débil, vacilante, sin guía, sin propósito, sin energía. ¿Por qué? Por múltiples causas: o por falta de una clase media suficientemente liberal y vigorosa para llevar adelante la revolución liberal del siglo pasado; por la misma miseria económica de la inmensa mayoría de los españoles, porque para hacer revoluciones hay que estar por encima del hambre, Sr. Ventosa; porque la cultura de los españoles haya sido, en el orden político, excesivamente vaga o débil; no sé. Por mil razones que cualquier crítico o historiador le puede dar a S.S.; pero lo cierto es que la evolución política de nuestro país no ha pasado por los grados de fiebre que en otras partes. (El Sr. Bermúdez Cañete: ¿Y las guerras civiles?—Rumores.) La guerra civil, que perdieron los liberales (El Sr. Bermúdez Cañete: Que ganaron los liberales.), como han perdido en España todas las guerras los liberales.

Lo cierto y verdad es que España no ha pasado por los grados de fiebre política renovadora e innovadora que se han producido en otras partes, y nos encontramos en la vida española con problemas de orden social y político de complejidad extraña, como ocurre en otros órdenes de la vida española, donde se ven contrastes raros, inusitados, donde frente a manifestaciones de progreso que están al par de cualquier otro país, se ven manifestaciones de atraso y casi de barbarie que parecen propias de un país del siglo XII. En la evolución política española ocurre algo de esto. España es un país muy curioso y digno de estudio, pero muy difícil de gobernar, precisamente por esta situación extraña. Así estamos ahora viendo el auge y el alzamiento político de clases proletarias que enarbolan las mismas enseñas que en los países más evolucionados políticamente, junto a manifestaciones de retroceso y de regreso en el orden político y social que han desaparecido de todos esos países que S.S. admira y que nos quiere presentar como ejemplo. ¿Por qué han desaparecido allí y no aquí? Porque en España no ha habido la revolución liberal del siglo XIX. Si la hubiese habido, ahora estos señores estarían luchando con una burguesía fuerte, potente, productora, que habría impulsado el progreso español por los caminos por donde lo ha impulsado la gran burguesía en los países europeos. Aquí de eso no ha habido apenas nada, y hemos pasado del régimen feudal, territorial, señorial de las grandes Casas históricas españolas, venidas a decadencia sin haber perdido el poder político y económico hasta que ha venido la República; hemos pasado, digo, a las primeras manifestaciones revolucionarias del proletariado que empuja hacia el poder político, cosa extraordinaria que no ha ocurrido en ningún país más que en el nuestro. (Aplausos.)

En general, cuando los republicanos planteamos en nuestro país problemas específicos españoles, es muy frecuente que se nos diga (y esto viene a propósito, en lineas generales, de las observaciones del Sr. Ventosa), es frecuente que se nos diga: "¡Pero si eso no pasa ya en ninguna parte! ¡Pero si ésas son cuestiones que están resueltas en todas partes!" Eso quisiéramos, que estuvieran resueltas en España y no tener que ocuparnos de problemas tan elementales como los que surgen al paso de un Gobierno en España.

Se ha hablado aquí como uno de los temas del programa del Gobierno, mejor dicho, de las cosas realizadas por el Gobierno; se ha hablado de la readmisión de los obreros despedidos en año 34 y readmitidos por decreto de este Ministerio. Creo que también fue el Sr. Ventosa el que se refirió a este asunto. El Sr. Ventosa se lamentaba de alguna injusticia ocurrida en esta readmisión, y sobre todo de las repercusiones que en el orden económico podían tener en algunas ramas de la indusria española. Yo no discuto eso, Sr. Ventosa; pero digo de este asunto lo que decía de los problemas derivados de la revolución de Asturias y sobre todo de la represión de la revolución de Asturias: si no se hubiese perdido en mala hora la justicia y la prudencia del gobernante, este problema no estaría planteado ante nosotros o no habría estado planteado ante nosotros; pero llegó un día del año 34 en que muchas gentes en España —muchas, muchas—, creyeron que ya se había acabado el mundo, y algunos, sentándose sobre las piernas cruzadas a usanza morisca, estuvieron esperando a la puerta de su tienda el paso del cadáver de su enemigo; pero resulta que el enemigo no se había muerto. Creídos de que ya se había acabado el mundo y que no habría más República en España, ni republicanos ni nada, se formaron todo tipo de licencias, y una de las más graves fue esto que hicieron con el decreto del año 34 sobre la expulsión de los obreros por motivos políticos. Entonces se tomó una medida violenta: el decreto del Ministerio de Trabajo que abolió las jurisdicciones creadas por la República para resolución de los conflictos del trabajo, y ahora nosotros nos hemos encontrado con los frutos de aquella violencia y con que aquellos que cuando las Cortes Constituyentes y los Gobiernos republicano-socialistas levantaban moderadamente, prudentemente, una organización de la justicia social y de la magistratura social, nos decían que arruinábamos la economía española, destruíamos los principios de la justicia y hollábamos la propiedad, en cuanto tuvieron ocasión destruyeron nuestra obra e implantaron la suya sobre la violencia.

Azaña se empeña en deslegitimar el gobierno de derechas del segundo bienio de la república. Independientemente de que en la represión de Asturias se cometieron abusos flagrantes sobre los que simplemente correspondería depurar responsabilidades ante la Justicia (con las compensaciones correspondientes), la actuación del gobierno se hizo dentro del marco de la legalidad. Lo que no tiene en cuenta Azaña es que si durante el primer bienio no se hubiera hostigado estúpidamente a los católicos, ni se hubieran tolerado impunemente las alteraciones del orden público, y si se hubiera cuidado algo más al ejército,  en las elecciones siguientes, los grandes terratenientes y patronos habrían tenido probablemente una representación parlamentaria minoritaria que no les habría permitido revertir la legislación del primer bienio, pero la CEDA se organizó fundamentalmente para tratar de corregir los abusos del primer gobierno republicano, muchos de los cuales estaban insertados en la propia Constitución y eran, por tanto, muy difíciles de revertir legalmente, y en su aspiración de conseguir la mayor fuerza parlamentaria posible, los partidos de derechas no dudaron en alinearse con las clases más poderosas y a defender, en consecuencia, sus intereses. Azaña se niega a reconocer que el mayor defecto de la república fue que un gobierno que apenas tenía el apoyo de media España trató de gobernar sin tener en cuenta para nada el punto de vista de la otra media, no ya en cuestiones fundamentales desde el punto de vista de la justicia social, sino en cuestiones totalmente accesorias sobre las que podría haber cedido mucho para ganar mucho más en estabilidad y respeto a la democracia. Por el contrario, los atropellos absurdos de los gobiernos del primer bienio tuvieron la misma consecuencia que en toda Europa tenía la amenaza comunista: el surgimiento de un fascismo que era la otra cara del comunismo. Ambas fuerzas aspiraban a neutralizar a la opuesta a través de la constitución de un estado dictatorial, ya fuera fascista, ya comunista. Y esos grandes errores de salida de la República, que ya fueron denunciados por muchos políticos e intelectuales del momento, son los que terminaron polarizando la política española entre dos fuerzas antagónicas que aspiraban a valerse del sistema democrático imperante para transformarlo en una dictadura a su conveniencia. Y esto vuelve más insensata la actitud de la izquierda, pues el resultado fue que al final ganaría la facción que tenía todas las de ganar yendo a malas.

Omitimos un fragmento del discurso de Azaña, que no introduce ninguna idea nueva relevante.

[...] Ahora bien; el Sr. Gil Robles ha hecho algunas observaciones que yo me voy a permitir subrayar porque me parecen extremadamente graves.

El Sr. Gil Robles, discurriendo sobe la paz social, sobre el orden público y sobre la actividad de las autoridades subalternas en la protección de la vida y de los derechos de los ciudadanos, ha hecho una afirmación excesivamente grave. Su señoría, permítame que se lo diga, padece una incurable propensión a la demagogia (Risas.), y a veces, arrastrado por esta propensión, dice cosas que tal vez no piensa y que de seguro no va a hacer; me refiero a lo siguiente: El Sr. Gil Robles decía ayer que su partido se ha colocado en una posición de gubernamentalismo constitucional que aparta a sus huestes de la violencia, lo cual es elemental, pero que teme fracasar, que teme verse abandonado por sus huestes si éstas se sienten perseguidas en sus derechos, en su vida o en sus propiedades, y que entonces irán a engrosar las filas de los que apelan a la violencia o usan métodos reprobables o ilegales; y decía el Sr. Gil Robles: "Yo entonces me declararé fracasado y les diré que vayan a esa acción, donde, por lo menos, les quedará el aliciente de la venganza".

Señor Gil Robles, esto es enorme, porque su señoría, un conservador, que además nos dice que funda su doctrina política en un concepto cristiano de la vida pública, dice que puede llegar una ocasión cualquiera en que tenga que decir a sus huestes que se vayan a disfrutar por lo menos del aliciente de la venganza; yo le pregunto a S.S.: ¿con qué autoridad increpa S.S. a esos hombres que un día por venganza o por desquite se han lanzado a una revolución? (Muy bien.— El Sr. Gil Robles pide la palabra.) ¿Con qué autoridad increpa S.S. a los incendiarios o a los revoltosos que por venganza o desquite —porque ya en lo innoble de las pasiones no hay tasa ni más que un solo nivel— se lanzan a los atropellos que S.S. ha venido aquí a condenar? La venganza, Sr. Gil Robles, es un instinto que no debe entrar, no ya sólo en la vida personal, mucho menos en la vida pública, y ¿cómo puede concebir S.S. que a un partido político, a una masa se le diga: "fracasada la acción legal, id a disfrutar y a gustar de los placeres de la venganza"? Queriendo ponerla lejos, los poetas han dicho que eso pertenecía a los dioses; los hombres estamos obligados a ser más justos que los dioses y a no tener apetitos de venganza y mucho menos a introducirlos como un móvil de la acción política, porque en ese caso se pierde autoridad además de perder la razón, y en política lo que importa es tener razón, sobre todo tener razón y contra más gente mejor, porque al cabo más es la gente que tiene que venir a decirle a uno: "tenía usted razón". (Muy bien.) Cuando fuese cierto el abandono de las autoridades, cuando fuese cierta la persecución, nunca, en ningún momento tiene nadie derecho a decir que se va a vengar apelando al crimen o a la defensa personal, o a tomarse eso que se llama la justicia por su mano, nunca; esto está mal siempre, hágalo quien lo haga, el burgués o el proletario; pero en el burgués conservador, Sr. Gil Robles, esto tiene todo el sonido discordante de una blasfemia política. Nadie puede pintar con bastante crudeza y vigor —no digo la contrariedad— la repugnancia del Gobierno delante de ciertos hechos que se producen esporádicamente en España; nadie puede dudar de los desvelos del Gobierno por impedirlos o por reprimirlos; ayer, no me acuerdo quién de vosotros hablaba de la propensión del pueblo español a quemar cosas: quemaba las casillas de consumos —decía el Sr. Pestaña—, quemaba después las iglesias; yo estoy persuadido de que las llamas son una endemia española: antes quemaban a los herejes, ahora queman a los santos, aunque sea en imagen. (Risas.) Las dos cosas me parecen mal, no sólo por lo que tiene de violento y de injusto, sino por lo que tiene de inútil (que también es una tacha que poner a las acciones políticas), por lo que tiene de contraproducente, por lo que tiene de escandaloso, por lo que tiene de propaganda en favor de aquello mismo que pretende destruir.

El argumento de Azaña es cínico y capcioso, en cuanto que equipara la conclusión final de Gil Robles (si no es posible mantener el orden público por medios legales me rendiré y recomendaré a mis seguidores que se protejan como puedan, e incluso que venguen sus afrentas) con los hechos que Gil Robles denuncia. Gil Robles condena toda la violencia callejera, sea causada por la izquierda o la derecha radical, y la condena precisamente porque las discrepancias entre facciones deben resolverse dentro del marco legal. Ninguno de los causantes de los incendios, amenazas, asaltos y asesinatos que denuncia Gil Robles puede decir que actúa así porque la ley no le ampara, salvo que sea verdad que el Gobierno esté dispuesto a permanecer pasivo ante tales hechos (Gil Robles afirma que así es, Azaña lo niega), y lo único que ha dicho Gil Robles es que si de verdad llegara el día en que se pudiera afirmar que el Estado no sirve para defender la integridad de los ciudadanos, entonces sería moralmente lícita la autodefensa (e incluso la venganza como medio de disuasión). Más aún, con sus palabras, Azaña está reconociendo implícitamente lo que antes se había negado a admitir explícitamente ante Gil Robles, y es que la Revolución de Asturias, que no tuvo más detonante que el hecho de que la CEDA entró en el Gobierno por medios legales, no tenía justificación alguna y debe ser calificada de "repugnante" e "injusta", como Azaña califica a los desórdenes públicos supuestamente esporádicos (éste es un término que puede llegar a ser muy relativo), e igualmente sus socios de gobierno, que defendían su legitimidad (al igual que la de la violencia callejera cuando partía de la izquierda) merecían todos los reproches y censuras que Azaña está dedicando ahora a Gil Robles (sin perjuicio de que se pudiera exigir responsabilidades criminales a los que la reprimieron en la forma en que lo hicieron).

Cuando yo aquí ayer hablaba de calma, no hablaba de la calma del país; hablaba de la mía y quería decir con esto que me parece un desatino político contribuir con nuestra alarma y con nuestro nerviosismo a hacer la propaganda a los que tratan de perjudicar la paz social y la autoridad del régimen republicano provocando cierto género de hechos. Yo no puedo concebir, Sres. Diputados, que porque haya un desorden público, grave o leve, los propios republicanos digan que peligra la República, que se pone en riesgo el régimen, que esto está perdido, que el régimen no puede andar; pues ¡qué más quieren los autores de esos hechos que encontrarse con esta resonancia para seguir haciéndolos! No hablo de la calma del país; hablo de la calma de los espíritus republicanos, y para reprimir y cortar las cosas desgraciadas que han ocurrido y ocurren en España no hace falta cubrirse la frente de ceniza ni apelar a procedimientos extraordinarios, que son por lo común contraproducentes.

Pero es que sí que peligraba la república, y esto no es una opinión, sino un hecho: el golpe de Estado que dio inicio a la guerra civil y acabó con la República tuvo el suficiente apoyo popular precisamente (al menos en gran parte) por esos desórdenes públicos que Azaña consideraba que no había que magnificar. Aun admitiendo que fueran "esporádicos", el mismo Azaña reconoce que estaban generando una ingente propaganda contra la República —a la que tanto la izquierda como la derecha radical esperaban sacarle partido, y finalmente lo hizo la derecha—, pero detener los desórdenes "esporádicos" era posible (o al menos, se podía intentar), mientras que detener la propaganda contra la República que generaban esos desórdenes —sin acabar con los desórdenes en sí— era totalmente imposible.

Hemos asistido al hecho escandaloso motivado por la venganza, Sr. Gil Robles, de ver morir asesinado a un magistrado porque había cumplido obscura y silenciosamente con su deber: ¿qué le parece el hecho a S.S.? (El Sr. Gil Robles: Mal, francamente mal.) Pues ya lo veis, ese qeu ha asesinado al magistrado porque ha cumplido con su deber será probablemente un sujeto a quien alguien ha dicho: "Véngate, ya que no puedes defenderte de otra manera". (El Sr. Gil Robles: No nosotros.)

Aquí se pone de manifiesto una vez más la diferencia de actitud entre los diputados de izquierda y los de derecha: un diputado de izquierdas, ante la misma pregunta, no habría condenado el hecho, sino que lo habría disculpado o incluso justificado.

Lo que tenemos enfrente, Sres. Diputados, y permitidme que diga que no trato de hacer argumentos en favor del Gobierno, ni retorcer los hechos ni apelar a argucias inútiles, no, no; lo que tenemos enfrente de un modo manifiesto es un plan completo de agresión contra la paz pública en daño del régimen republicano (Muy bien.), de lo cual tengo yo mucha experiencia; sí, sí, en daño del régimen republicano. Quien no lo sienta no puede sentir la herida, pero los que lo sentimos tenemos una sensibilidad de que algunos carecen, y de esto tengo yo mucha experiencia en la cortedad de mi vida política, por los recuerdos y experiencia del año 31, y del año 32 y del 33, y ésta es ahora exactamente igual a aquélla, exactamente igual: asaltos, ataques a personas, eso que se llama provocaciones —y que yo no voy a alegar en disculpa de nada ni de nadie, porque mi deber no es ése—, fugas de capitales, que todavía no han llegado al volumen del año 1931, pero que obedecen a los mismos móviles y buscan el mismo efecto; todo esto no es una maniobra contra la Patria, ni un ataque al orden social; es un ataque a la República, porque de eso es de lo que se trata. Nosotros somos la República: las Cortes, la institución, la Constitución; nosotros somos la República y el Gobierno defiende la República, y de lo que se trata, atacando al Gobierno, es de hacer daño al régimen republicano (Muy bien.), no de otra cosa. Y de donde vienen los ataques no es del pistolero suelto o del bandolero a suelto, no, no; todos los indicios hacen creer que hay detrás de los agentes ejecutores —que a veces no son personas salidas del arroyo— un organismo político o como se quiera llamar eso, una organización con un método, con un propósito, con una acometividad poco vulgar y con unos recursos que yo no sé de dónde proceden, pero que existen.

El Sr. Gil Robles me preguntaba que dijese quién los costea: yo no lo sé, Sr. Gil Robles; si lo supiera ya estarían en la cárcel; pero que los hay, eso es indudable, y los últimos indicios recogidos por la Policía, lejos de debilitar esa convicción, la robustecen, y los propios acontecimientos de esta tarde en Madrid la robustecen más todavía. (Aplausos.)

Tenía razón Azaña, y detrás de los disturbios estaban tanto los fascistas de la Falange Española como sus socios socialistas, comunistas y anarquistas. Quién los financiaba a su vez era lo que la policía hubiera podido esclarecer. Pero lo que Azaña parecía no entender es que no bastaba con acusar a Gil Robles de seguir el juego a los causantes de los disturbios al magnificarlos, sino que la única manera de poner fin al juego era acabar con los disturbios (pero claro, eso supondría parar los pies a sus socios de gobierno, lo que podría fracturar el Frente Popular). En cuanto a las fugas de capitales, por inmorales que puedan ser, eran inevitables teniendo en cuenta que los socios de gobierno de Azaña habían hecho campaña electoral amenazando con expropiar bancos y fortunas privadas (aunque no figuraran en el programa del Frente Popular y Azaña no pensara llevar adelante tales propuestas). Por otro lado, unos años más tarde el gobierno republicano sacaría de España la mayor parte de sus reservas de oro para evitar que cayeran en manos de la derecha. Eso sí que fue una fuga de capitales por todo lo alto, y tan inmoral o más que las que denuncia Azaña. No va a ser inmoral sacar capitales de España para que no se los apropie la izquierda sin que lo sea hacerlo para que no se los apropie la derecha.

Ahora, si alguien espera rendirnos por cansancio, se va a llevar chasco; nosotros procuramos que los resortes del Poder funcionen: declaro que no siempre funcionan bien; no, no; no siempre funcionan bien; yo no soy en el banco azul el doctor Dulcamara; no siempre funcionan bien. Nosotros hemos sido exigentes con nuestros subalternos; yo les he exigido a los gobernadores de la República que, además de tener acierto, tengan buena suerte; están obligados a tener buena suerte, y no paso ni siquiera por la mala suerte. Se han hecho los cambios de mando y de organismos que han sido menester; se harán más; donde haya que hacer una operación quirúrgica de este tipo, administrativa o gubernativa, se hará (Muy bien.); donde alguien falle, se le quitará; donde alguien haga algo más que fallar, se le exigirá la responsabilidad conveniente ante quien corresponda. Polacadas yo no voy a hacer; pero exigir a cada cual el cumplimiento estricto, minuto por minuto, de su deber, ésa es mi principal obligación.

¿Dificultades para esto? Enormes, enormes; yo no las voy a disimular, aunque regocije a nuestros adversarios. ¡Alguna vez ha de decir uno algo agradable para sus adversarios! No se trata sólo de habernos encontrado de improviso en el Poder, como alguien recordaba aquí ayer tarde; yo dije de esto algo el día primero que hablé aquí y aludí al Sr. Portela, ciertamente sin ánimo de combatir ni de agredir a S.S., porque yo combatía y agredía al Sr. Portela cuando era Presidente del Consejo de Ministros, que es lo que a mí me gusta; pero ahora que S.S. no es Presidente ya no le discuto ni le combato (Risas.); pero aludía a esta situación del Poder. Nos hemos encontrado con que hay que montar el organismo gubernativo de arriba abajo; que tenemos infiltradas en alguno de los organismos gubernativos de la acción más directa del Ministerio gente, personas que, sin faltar manifiestamente a su deber, tienen ese desmayo que nace de no comulgar en las mismas convicciones políticas que el Gobierno, que el régimen vigente. (Muy bien.) Todo eso hay que ir examinándolo puntualmente, con cuidado, para no cometer atropellos ni injusticias, pero inexorablemente. Nosotros, donde se ha producido un hecho desagradable o ilegal o violento, hemos hecho las investigaciones, hemos mandado las autoridades, se han abierto los sumarios, se han exigido responsabilidades; donde no se haya hecho, decídmelo, y lo haremos. Ahora, si lo que pretendéis de mí es que diga aquí que donde suene un grito subversivo o se dispare un tiro, voy a enfilar 40 baterías de artillería y voy a arrasar una población, eso no lo puedo decir porque no lo pienso hacer. ¡Eso no lo pienso hacer! Hay que proporcionar la represión, si se puede emplear esa palabra, a la importancia de la magnitud del delito que se persigue; lo demás es barbarie. Además, Sres. Diputados (insistiendo en que no quiero entablar sobre esto una defensa del Gobierno —no, no—, sino discurrir normal e imparcialmente sobre ello); además, hay que distinguir entre el desorden público real y efectivo y la explotación política del desorden, que trasciende de nuestras fronteras. Si se va a examinar la situación, nos encontramos con regiones enteras de España donde no ha ocurrido nada, absolutamente nada, y no es ciertamente en aquellas en que las pasiones políticas están más calmadas o son más llanas; ¡ni muchísimo menos! Puede que ocurra lo contrario; nada grave ha habido en Asturias; ha habido atentados, pero no es comparable con lo que ha ocurrido en Andalucía. En Asturias... (Rumores.) Si me hacéis hablar, diré que lo que ha habido han sido pistoletazos cambiados entre bandos enemigos. (El Sr. Fernández Ladreda pronuncia palabras que no se perciben. —El Sr. Prieto: ¡El bizarro militar! ¿Por qué no vistió el uniforme en octubre? Debió habérselo puesto, y no esconderse. —Varios Sres. Diputados: ¡Cobarde! ¡Cobarde! —El Sr. Fuentes Pila: ¡A París! ¡A París! —El Sr. Galarza pronuncia palabras que no se perciben. —El Sr. Presidente reclama orden insistentemente.)

José María Fernández Ladreda era comandante del ejército y diputado de la CEDA. También era periodista e informó de la Revolución de Asturias condenándola y exigiendo una represión ejemplar.

Decía, Sres. Diputados, que en algunas regiones españolas, donde están más encandiladas las pasiones políticas y sociales, no son aquellas donde han ocurrido los desórdenes públicos más graves, y citaba el ejemplo de Asturias, cuya situación conocéis, donde han ocurrido crímenes aislados, crímenes personales, pero no una subversión del orden público; no ha ocurrido nada serio, ni siquiera leve, en Cataluña; no ha ocurrido apenas nada en Galicia; en Valencia, salvo los sucesos de Játiva del primer día, maliciosamente abultados, no ha vuelto a ocurrir ningún incidente, y en Castilla la Vieja no se ha visto ningún desorden, salvo un choque que ocurrió en Palencia entre vendedores de periódicos fascistas y comunistas... (El Sr. Calzada: Y han muerto cuatro en estos últimos días en la provincia de Valladolid. —Otro Sr. Diputado: Sí, en Peñafiel. —Otro Sr. Diputado: Son asesinatos cometidos por pistoleros fascistas, por señoritos. —El Sr. Vergara: Eso es verdad, completamente verdad. —Rumores. —El Sr. Presidente reclama orden.) Quiero decir, Sres. Diputados, que los desórdenes públicos se han manifestado en localidades o en provincias donde la raíz social del malestar del espíritu público es más evidente y está más a la vista. Yo no he dicho aquí, ni hoy ni el otro día, ni una sola sílaba en disculpa, ni mucho menos en justificación, de lo que ocurre ni de lo que ha ocurrido; no, ni una sola sílaba. ¡Cómo lo voy yo a disculpar ni a justificar! Lo que he tratado es de explicarlo, como trata uno de explicarse una enfermedad; y lo que decía es que después de las opresiones de de las persecuciones y del hambre pasada por el pueblo español en muchas provincias a consecuencia de una política, es muy difícil impedir, no digo corregir, que ésa es la obligación del Gobierno; es muy difícil impedir, digo, explosiones violentas, inesperadas como todas, súbitas, surgidas de una conversación, de una disputa, de un gesto, de una entrada o salida de una persona, de un movimiento cualquiera; es muy difícil prevenirlo o impedirlo; lo que no es difícil, y está en nuestra obligación, es corregirlo.

Yo no apelo a lo de las provocaciones como defensa del Gobierno, no tengo interés en tomar esa posición; la rechazo, desde luego; ¡ah!, pero que estos choques se han producido cien veces por manifestaciones hostiles o provocativas de grupo a grupo, eso ¿quién lo puede negar? No voy a hacer la enumeración; pero a mi me consta de una manera fehaciente y positiva que en muchos, muchos casos —yo no digo en todos, en otros habrá partido la provocación de los del otro lado, eso es verosímil y humano—, las provocaciones o el hecho que se llama provocación y que desata la indignación o el furor de una muchedumbre, se ha producido delante de aglomeraciones republicanas o socialistas por gentes enemigas suyas. Eso no se puede discutir, eso es exacto. Ahora, lo que también hay que reconocer es que la reacción violenta en contra de esas provocaciones, además de ser desmedida, es enojosamente perjudicial y va en contra de aquello mismo que la manifestación reactiva se propone conseguir. Esto también es manifiesto; y a quien hace daño esa explosión del enojo popular es al propio Gobierno del Frente Popular y a la política del Gobierno del Frente Popular, porque no puede dudarse de que uno de los propósitos de reacción agresiva contra la República consiste en promover el ambiente de desconfianza, de intranquilidad, en el cual se pueden cultivar perfectamente los propósitos más violentos de agresión al régimen republicano, y no debemos contribuir nosotros, ni el Gobierno con su inacción, ni los republicanos y socialistas con su nerviosismo, a que ese ambiente se cree o, por lo menos, persista. [...]

Aquí el discurso de Azaña es muy sensato, pero no deja de resultar desconcertante —si no cínico— que Azaña responda sensatamente negando los mismos argumentos que presentan sus socios de Gobierno (que justifican todos los actos de violencia de la izquierda como respuestas justas a provocaciones injustas). Pero lo que no tiene en cuenta Azaña es que sus propios socios de gobierno fomentaban esa violencia porque también aspiraban a sacar partido de ella erosionando el régimen republicano. Sólo que en su cortedad de miras, no se daban cuenta de que era la derecha la que tenía todas las de ganar con esa estrategia, que fue lo que al final pasó.

Omitimos la parte final del discurso de Azaña, en el que aborda algunas cuestiones económicas más técnicas.