LA PRŌNUNTIĀTIŌ RĒSTITŪTA

Describimos aquí la pronunciación reconstruida del latín clásico.

Vocales

Cada una de las cinco vocales a, e, i, o, u puede pronunciarse larga o breve, lo que nos da un total de diez sonidos vocálicos. Una vocal larga debe sonar el doble de tiempo que una vocal breve. Aunque el latín no tiene acentos de ninguna clase, a efectos didácticos las vocales largas se suelen representar mediante ā, ē, ī, ō, ū y las vocales breves mediante ă, ĕ, ĭ, ŏ, ŭ. Aquí, por economía y salvo cuando convenga enfatizar que una vocal es breve, marcaremos únicamente las vocales largas y se entenderá que las no marcadas son breves.

El poeta Lūcius Accius (170-86 a.C.) propuso representar los sonidos vocálicos largos duplicando la vocal correspondiente (escribiendo, por ejemplo, Luucius en vez de Lucius), y la idea tuvo algunos seguidores mientras vivió, pero pronto fue abandonada.

A estas diez vocales hay que sumar otras dos, representadas por la "y" (Aegyptus, peristȳlum}), introducida tardíamente para representar el sonido de la υ griega, el llamado sonus medius, que corresponde a la u francesa o la ü alemana (se disponen los labios para pronunciar una u, pero se pronuncia una i).

Probablemente, muchos romanos no sabían pronunciar el sonus medius. En la época arcaica en las transcripciones solía sustituirse por la u, mientras que en la época clásica pasó a emplearse la i, hasta la introducción de la Y en el alfabeto. Quienes no sabían pronunciarla la pronunciaban como una i (en particular, ésta es la pronunciación usual de la Y en el latín vulgar), pero hay pruebas de que en la pronunciación culta se usaba el sonus medius, pues el emperador Claudio introdujo durante su reinado (31-41 d.C.) la letra para representarlo, aunque su invento no le sobrevivió. La cantidad vocálica es significativa. Por ejemplo, no debemos confundir malum (malo) con mālum (manzana), est (es) con ēst (come), liber (libro) con līber (libre), os (hueso) con ōs (boca) o manus (mano) con manūs (manos).

Por último, hay que tener presente que las letras i, u no siempre se pronuncian como vocales, sino que también pueden representar sonidos consonánticos (o semivocálicos) cuando van seguidas de otra vocal. Es el caso de iaceō, donde la i se pronuncia como en yacer. Entre dos vocales se pronuncia duplicada. Por ejemplo Māius (mayo) se pronuncia mai-yus (de modo que en realidad no se pronuncia una a larga, sino un diptongo ai).

La u semiconsonante se pronunciaba como la w inglesa. Por ejemplo, parua, parue, paruī, paruō, paruus  se pronuncian respectivamente parwa, parwe, parwii, parwoo, parwus, con  w inglesa. Respecto a paruus, compárese con el inglés wool (lana) o would (auxiliar condicional).

El emperador Claudio introdujo también la letra para representar a la u cuando debe leerse como semiconsonante. En total propuso tres letras claudias, la Ⱶ, la y la Ↄ, la tercera de las cuales representaba el sonido ps correspondiente a la Ψ griega. Ninguna de ellas cuajó, pero la idea de distinguir la u como vocal y como semiconsonante se reintrodujo en la edad media, cuando se empezó a usar la v para representar a la u semiconsonante y la j para representar a la i semiconsonante. Por ello hoy en día es frecuente ver escrito parvus en lugar de paruus y, quizá algo menos frecuente Majus en lugar de Maius. Nosotros escribiremos Maius y paruus, pero al leer un texto en el que se emplee la grafía v el lector debe tener presente que la u de algunas palabras como suāuis y suādere es semiconsonante aunque no se escriba con v. Lo mismo vale para el grupo ngu+vocal (sanguis se pronuncia sangwis, pero exigua se pronuncia exí-gu-a).

Hay quien defiende que en realidad la v semiconsonante se pronunciaba como una b fricativa, es decir, como la segunda b de "beber" en castellano, la cual se pronuncia habitualmente acercando los labios, pero sin llegar a cerrarlos. La diferencia esencial es si se redondean los labios (para pronunciar la w) o si se alargan como para pronunciar una b usual (oclusiva), pero sin llegar a cerrarlos. Otra forma de describir este sonido es como una v inglesa (o w alemana) pero pronunciada sin que el labio inferior llegue a tocar los dientes superiores. No obstante, esta teoría se basa en textos de gramáticos de la época postclásica, por lo que lo más probable es que la pronunciación clásica fuera la w inglesa y que la pronunciación como b fricativa fuera propia del bajo latín o incluso tal vez del latín vulgar en el periodo clásico.

Diptongos

El latín clásico tenía básicamente cinco diptongos:

ae Esta combinación de vocales es muy frecuente en latín, pero nunca forma un diptongo en castellano, así que es fundamental no pronunciarlas en latín en sílabas separadas. La pronunciación clásica consiste en una a fuerte y una e debilitada.
oe
Este diptongo (que tampoco existe en castellano) es poco frecuente en latín. Un ejemplo de palabra que lo contiene es foedus (en realidad son dos palabras homónimas, una significa feo y otra pacto). Sobre él vale todo lo dicho para el precendente.
au
Este diptongo es muy frecuente en latín y es idéntico al correspondiente en castellano: aurum.
eu
Aparece únicamente en cuatro palabras genuinamente latinas: neu ( = nēue) (y no), seu (= sīve) (o si), heu! (interjección) y neuter (neutro). Por otra parte, aparece también en muchas otras palabras tomadas del griego, como Eurōpa.
ui
Aparece prácticamente sólo en cui (a quien) y en huic (a este).

Algunas gramáticas mencionan también el diptongo ei en palabras como deinde (luego, entonces), pero esto se basa en ciertos versos en los que, en realidad, la sílaba dein cuenta como breve, lo que, más que un diptongo, señala una elipsis de la e. En el habla usual debía de pronunciarse de-in-de. Por último el diptongo ou aparece únicamente en prout (en cuanto), si bien también podía pronunciarse en dos sílabas. En resumen, las únicas combinaciones vocálicas que hay que tener en cuenta a la hora de reconocer diptongos (fuera de los casos excepcionales concretos que acabamos de señalar) son las tres primeras, más la cuarta en palabras de origen griego.

Consonantes

Las consonantes latinas se pronuncian casi todas como en castellano, con las salvedades que señalamos a continuación:

b Las consonantes oclusivas se pronuncian siempre oclusivas, no como sucede en castellano, por ejemplo, con "beber", donde, como ya hemos observado, la primera b se pronuncia ocusiva y la segunda fricativa (los labios no llegan a juntarse y el aire se escapa entre ellos). En latín, bibere debe pronunciarse bíberre con las dos bes iguales, haciendo un esfuerzo por cerrar los labios antes de pronunciar la segunda, como en inglés (pero el inglés aspira las oclusivas sordas, iniciales, cosa que no sucede en latín: pater debe prounciarse paterr, con la p como en castellano y no phater, como tiende a pronunciar un inglés).
c
La c se pronuncia siempre como la k: Por ejemplo, Cicerō se pronuncia kíkeroo.
g
La g se pronuncia siempre como en "gato". Por ejemplo, ager  se pronuncia águerr. Al contrario que en castellano, la u detrás de una g se pronuncia siempre (como semiconsonante w tras ng y como vocal en los demás casos, según hemos visto más arriba).
h

Originariamente la h se pronunciaba como en inglés, pero pronto se debilitó mucho. En el periodo clásico había desaparecido prácticamente del habla cotidiana, pero en las escuelas se enseñaba que debía pronunciarse, y en el habla más culta se seguía pronunciando, si bien, para muchos, pronunciar las haches era un signo de afectación o pedantería. Actualmente las gramáticas españolas recomiendan en general no pronunciarla, pero las inglesas, francesas, etc. recomiendan hacerlo. Podemos considerar que el enmudecimiento de las haches fue un paso temprano de la evolución de la fonética latina hacia el periodo postclásico, por lo que pronunciarlas supone restablecer la coherencia del sistema clásico. ¿Para qué queremos una letra muda si está en nuestras manos que no lo sea?

Por otra parte, la letra h se usó también para formar los dígrafos ch, ph, th, que transcribían las letras griegas χ, φ, θ, correspondientes a tres sonidos no existentes en latín: el sonido castellano jota, la efe bilabial (no labiodental, es decir, pronunciada dejando que el aire fluya entre los labios próximos, y no tocando los dientes superiores con el labio inferior) y la zeta castellana, respectivamente. Así, Chimaera, philosophia, theātrum debían pronunciarse jimaera, filosófia, ceátrum (la segunda con efes bilabiales), pero esos sonidos eran ajenos a los latinohablantes, por lo que en la práctica se pronunciaban como si la hache no estuviera: quimaera, pilosópia, teátrum o, si el hablante era especialmente cuidadoso, pronunciaba las consonantes c, p, t fuertemente aspiradas, más incluso que como se pronuncian en inglés car, poor, tooth. En el caso de ph había quien optaba por pronunciar filosófia, con la f labiodental, que era lo más parecido a la φ griega que tenía el latín. (Originalmente la f latina era también bilabial, pero ya en el periodo arcaico pasó a ser labiodental. De ahí que en la fíbula de Preneste se use el dígrafo FH para representar probablemente una F bilabial.)

Sin embargo, cuando el griego se difundió entre la elite romana, volvió a ponerse de moda pronunciar aspirados los grupos ch, ph, th. Cicerón cuenta que él inicialmente los pronunciaba c, p, t, porque así lo hacían los antiguos, que sólo aspiraban las vocales (es decir, las haches seguidas de vocal), pero que pasó a aspirarlas al reconocer que sonaban mejor al oído (de alguien familiarizado con el griego).

Por otro lado, hubo quien optó por pronunciar los grupos ch, pt, th "a la griega" en las palabras que transcribían ciertamente palabras griegas (como los tres ejemplos que estamos considerando). Las dos opciones son razonables: tanto pronunciar las consonantes k, p, t muy aspiradas, como pronunciarlas "a la griega", pues ambas soluciones contribuyen a afinar la correspondencia entre escritura y pronunciación.

No obstante, hay que tener presente que unas pocas palabras latinas se escriben con estos dígrafos por "error", (es decir, porque a algún "listillo" de la época en la que ch, ph, th se pronunciaban c, p, t puso una hache donde no debía y creó escuela) sin que tengan ninguna relación con el griego. Es el caso de pulcher, que viene del etrusco y antiguamente se escribía pulcer, o el de triumphāre, que al parecer viene de algo así como tri-jumpere (saltar tres veces, comparárese con el ingles to jump) o el de Carthāgō, que antiguamente se escribía Kartāgō. En estos casos la pronunciación "a la griega" no tendría justificación alguna, y es preferible pronunciar púlquer, triumfáare y Cartágoo, respectivamente (o, en todo caso, triumpáare con una p muy aspirada, casi como una f, que era la pronunciación usual de la ph en el periodo clásico, junto a la pronunciación f, entre quienes no la pronunciaban a la griega).

Tratamos aparte el dígrafo rh porque no se le aplica lo dicho para los otros tres: apareció, como los otros, para transcribir palabras griegas como rhētorica, pero su pronunciación fue siempre la misma que si no estuviera la h. La razón es que la h en griego se representa por una especie de tilde llamada "espíritu áspero", pero las palabras que en griego empezaban por ρ llevaban también dicho espíritu, cuyo significado (si es que lo tenía en la práctica, más allá de ser un residuo histórico) es dudoso. Los romanos transcribieron mecánicamente el espíritu áspero de las rhos como una h detrás de la r, si bien no hay indicios de que rh se haya pronunciado nunca en latín de forma distinta a la r.

k
La k es una consonante arcaica que aparece en unas pocas palabras como Kalendārium, pero también se admite su escritura con c.
l
La l se pronuncia como en castellano. Sólo hay que tener presente que en latín no existe el sonido que en castellano representa la ll, por lo que dos eles seguidas deben pronunciarse separadamente: cella se pronuncia kel-la. En general, todas las consonantes duplicadas en latín deben pronunciarse "dos veces". Por ejemplo, peccāre se lee pek-káre.
m
Ante vocal se pronuncia como en castellano, pero detrás de una vocal (a final de sílaba y especialmente a final de palabra) su pronunciación era mucho más débil. Por regla general se pronunciaba nasal, sin cerrar la boca, como en el francés bon, pero su pronunciación podía verse alterada según el sonido que le siguiera. Por ejemplo, ante las labiales p y b se pronunciaba labial (como la m castellana), como en imperium, ante las dentales t o d se pronunciaba dental (como la n castellana) y por eso los romanos escribían, de hecho, eundem en lugar de "eumdem", ante las guturales k o g se pronunciaba gutural (como en el inglés doing). Una m final de palabra seguida de una palabra que empieza por vocal no se unía a la vocal siguiente, sino que se nasalizaba igualmente y permitía la sinalefa o incluso la elisión de la vocal precedente.
n
Ante vocal se pronuncia como en castellano. En contacto con la g, como en lingua o magnus se pronunciaba nasal (como en el inglés doing), en los grupos ns, nf, nx, nct nasalizaba y alargaba la vocal precedente, como en īnfāns.
q
La q es una letra muy peculiar en latín. Se pronuncia k y va siempre seguida de una u, formando el dígrafo qu, en el que la u actúa siempre como semivocal. Así pues, quīnque se pronuncia kwíinkwe (con la w pronunciada como en inglés). Un caso excepcional es el propio nombre de la letra, que se suele escribir qū, y se pronuncia qwuu, como si se escribiera quū.
r
No existe consenso absoluto sobre cómo se pronunciaba la r, pero la opinión aparentemente más extendida le atribuye (en todas las posiciones) un sonido vibrante múltiple (similar al que tiene en "perro"), aunque a menudo más breve que en castellano.
s
También hay algunas dudas sobre cómo se pronunciaba la s en latín clásico, pero la opción que se considera más plausible es que se pronunciaba como en castellano.
x
La x es una consonante doble, es decir, equivale al par de consonantes cs, pero heredó la confusión preclásica entre la c y la g. Así, por ejemplo, originariamente, rēx debía de pronunciarse reegs, puesto que su plural es rēgēs, mientras que dux debía de pronunciarse ducs, pues su plural es ducēs. Al parecer, en la época clásica mantener esta distinción era un purismo, y lo más habitual era pronunciar la x como cs en cualquier caso.
z
La z es también una consonante doble introducida para transcribir la ζ griega, pero no da lugar a ningún problema porque no introduce ningún sonido ajeno al latín: se pronuncia ds, como pizza en italiano.

Como en todas las lenguas, algunas combinaciones consonánticas resultan difíciles de pronunciar para los propios hablantes y dan lugar a variantes fonológicas. Por ejemplo, la g en el grupo gn se nasalizaba, de modo que īgnis se pronunciaba iinnis, con una n similar al final de doing en inglés, urbs se pronunciaba probablemente urps, pero no entraremos en estos aspectos menores.

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