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EL MUNDO, 11 DE JUNIO DE 2008 - Columna 29

 

Hambre indebida

 

JOSÉ LUIS RUBIO
PREMIO REY JAIME I

 

http://www.uv.es/~jlrubio/

 

Vivimos en un planeta de contrastes extremos. Se calcula en mil millones la personas afectadas por situaciones límite de supervivencia por de falta de alimentos, muertes por inanición, enfermedades y desnutrición. Se estima en 30 mil millones de dólares la cantidad anual necesaria para erradicar esta lacra. Parece una cantidad considerable pero es comparativamente insultante frente a los 100 mil millones de dólares que representa el desperdicio de comida del mundo occidental o los 20milmillones de exceso de alimentación de los obesos de los países ricos.

 

Parte de la humanidad habitualmente ha estado sometida a condiciones de hambre endémica, agudizadas periódicamente por hambrunas motivadas por situaciones climáticas, pandemias, guerras o desastres naturales. La situación actual se diferencia de las anteriores porque hoy día existe la capacidad productiva y de recursos para proporcionar alimentos a toda la humanidad. Objetivamente es muy difícil de justificar que pueda haber seres humanos muriendo cada día por falta de alimentos. Periódicamente se celebran grandes conferencias internacionales al máximo nivel político, se hacen grandilocuentes declaraciones y se establecen pomposos objetivos del milenio. Pero no se producen mejoras sustanciales. Solo tímidos cambios mientras que el gran abismo de diferencia en las condiciones de vida se ahonda irremisiblemente. En la sociedad occidental miramos hacia otra parte esperando que las soluciones vengan milagrosamente de alguna elevada y lejana esfera de poder a la que con cierta comodidad delegamos nuestras responsabilidades colectivas.

 

La situación actual de hambruna y pobreza extrema de algunas partes del mundo se ha agravado por el aumento dramático en el precio de los principales alimentos. Esta situación está provocando el aumento de los sufrimientos y las privaciones de países que además son los identificados como los más vulnerables al cambio climático, a la desertificación y a la escasez de agua. África, cuna de la humanidad, es el continente donde el ser humano sufre las mayores penurias.

 

Paradójicamente, asistimos también a la crisis de la agricultura europea y a las dificultades de su supervivencia, en un mundo desesperadamente necesitado de alimentos.

 

La sociedad civil puede jugar un importante papel en la aplicación de medidas que no hay que buscar sino aplicar. La mejora en el conocimiento de los factores de producción como el manejo del suelo, el agua y los cultivos, es factible y necesaria al igual que el acceso a recursos básicos como semillas y fertilizantes. Globalmente, necesitamos planteamientos agrícolas novedosos y sostenibles en un nuevo marco de relanzamiento de la agricultura mundial. Quizá seria necesaria una nueva y doble revolución verde que atienda conjuntamente a los factores productivos y a los ambientales. Los conocimientos están disponibles y solo falta su aplicación. Desde la sociedad occidental deberíamos ser más combativos en la lucha contra el hambre y exigir que se articulen medios de distribución alimentaria directa, que superen trabas burocráticas y de mercado, intereses egoístas, ineficiencias y corrupciones. No deberíamos ser cómplices de situaciones inaceptables. Cuando un niño africano muere de hambre algo muere también en toda la humanidad

 

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