Si contesto al
artículo de Paco Frutos
publicado en el Mundo Obrero de octubre de 2013 es principalmente por
el respeto que me merece su trayectoria política. Porque lo primero que
sorprende de dicho artículo es su desconocimiento de la historia.
Afirma así Paco Frutos: "
El
nacionalismo, en su génesis, es una reacción del mundo más rural y
primitivo frente al desarrollo urbano, técnico, laboral y social".
La realidad histórica es justo la contraria: los nacionalismos que se
desarrollan en Europa durante el siglo XIX son esencialmente
movimientos burgueses, y por ende fundamentalmente urbanos. Y de ello
es un paradigma la Catalunya industrial frente al trasfondo de "
la España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María" que denostara
Antonio Machado.
Ciertamente los nacionalismos, tanto "periféricos" como "centralistas",
recurren a mitos fundacionales distorsionadores de la historia. Pero el
análisis de su naturaleza social y de clase no puede quedarse en dicha
cobertura ideológica. Y los comunistas debemos trabajar por desmontar
unos y otros mitos, pero sin dejar de distinguir entre el carácter
represivo del nacionalismo dominante de un Estado y el potencial
emancipatorio de los nacionalismos que se enfrentan al mismo. Y menos
aún podemos caer en lo que denunciaba
Lenin
en su "testamento", criticando a quienes ignoraban el nacionalismo
pan-ruso para limitarse a criticar a los nacionalismos que se
enfrentaban a su opresión.
Porque precisamente el independentismo ha crecido en Catalunya en
respuesta a las agresiones sufridas por el pueblo de Catalunya, desde
el rechazo por el Tribunal Constitucional de su capacidad de
considerarse una nación hasta la propuesta de
Wert de "españolizar" a los niños catalanes, pasando por el ataque judicial contra la enseñanza en catalán.
Paco Frutos se refiere también al actual independentismo catalán
reduciéndolo al nacionalismo de CiU, representante político de la gran
burguesía catalana, pasando por alto el declive electoral del mismo,
frente al ascenso del independentismo anticapitalista de la CUP, del
federalismo de EUiA coaligado con la amalgama de federalistas e
independentistas que es ICV y sobre todo del independentismo de
centroizquierda de ERC. Quizá la razón de ello esté en que buena parte
del pueblo de Cataluña haya comprendido que aparentemente CiU sólo
quiere tener un Estado propio para privatizarlo, y que realmente no
está por la soberanía de Cataluña, sino por cambiar la dependencia de
Madrid por una dependencia directa de Berlín.
Pero lo que me ha resultado más triste del artículo de Paco Frutos, con
quien compartí en el 9º Congreso del PCE la defensa de un leninismo no
dogmático, es su lapidaria afirmación de que "
las
direcciones del PCE, y sobre todo de IU, deberían haber actuado hace
tiempo de otra manera a como lo han hecho y no repitiendo viejas y
vacías consignas sobre el derecho de autodeterminación, fuera del
contexto histórico en que fueron pronunciadas y erráticas en la
definición de los sujetos que sustentan este derecho". Porque, lejos de ser "vieja" o "vacía", la posición de Lenin sobre el
derecho de autodeterminación
de las naciones sigue plenamente vigente, aunque nosotros prefiramos
hablar de derecho de autodeterminación de los pueblos, dejando claro
que su sujeto es el conjunto de la ciudadanía de cada pueblo.
Porque, en definitiva, el reconocimiento del derecho de
autodeterminación no es más que la forma civilizada de resolver los
conflictos sobre el ámbito de un Estado, del mismo modo que el derecho
al divorcio es la forma civilizada de resolver un conflicto sobre la
continuidad de un matrimonio. Porque, ¿cual es la alternativa? ¿Que
habrá que hacer si el pueblo de Cataluña se pronuncia mayoritariamente
por su independencia, bien en una consulta directa, bien a través de
unas elecciones plebiscitarias? ¿Enviar a la Guardia Civil contra los
Mossos d'Esquadra? ¿Enviar al Ejército? Nadie, no ya comunista, sino
simplemente demócrata, puede defender dichas opciones.
Otra cuestión conexa, que se trató en el último Comité Federal del PCE, es el hecho de que un
Proceso Constituyente
debe plantearse en el ámbito del conjunto del Estado Español. Ésta es
efectivamente nuestra posición. Pero el quid de la cuestión es otro:
que si no conseguimos hacer avanzar el Proceso Constituyente para el
conjunto de España, será muy difícil evitar que el pueblo de Catalunya
avance hacia su independencia. Porque probablemente la única
posibilidad de que España permanezca unida sea construir una República
Federal solidaria que reconozca el derecho de autodeterminación de los
pueblos que la componen.