LOS COMUNISTAS Y LA LIBERTAD

162 años más tarde, el espectro del comunismo vuelve a cernirse sobre Europa, sobre España e incluso sobre el Diccionario de la Real Academia Española.

Parece haber bastado que el Partido Comunista de España haya celebrado su XVIII Congreso en condiciones de normalidad y unidad para que se hayan reavivado los miedos de los poderosos hacia las ideas del comunismo, quizá temerosos de lo que puedan hacer los perjudicados por su crisis. Y el comunismo vuelve así a ser presentado como una amenaza.

Y de nuevo es necesario que, frente al espectro del comunismo, los comunistas proclamemos abiertamente la totalidad de nuestros objetivos.

Hay que decir que la pretensión de introducir el término "totalitarismo" en la definición de "comunismo" encaja mal con la Historia de España. Pues los comunistas siempre hemos defendido las libertades políticas: en la República frente a la sublevación franquista, bajo el franquismo en la lucha por la democracia, y bajo la monarquía parlamentaria defendiendo las libertades de expresión, reunión y asociación en los términos contemplados en la Constitución de 1978 y en la Declaración de Derechos Humanos de la ONU, frente a los intentos de restringirlas. Los comunistas hemos sido y somos, así pues, los principales adversarios del totalitarismo en España.

Y dentro del Partido Comunista de España se da una mayor libertad de debate interno y un mayor respeto a la discrepancia que en el resto de los principales partidos, del PP al PSOE pasando por la UPyD. Sólo en Izquierda Unida, formación plural de la que forma parte el PCE, puede encontrarse un mayor respeto al pluralismo interno.

"Sí, pero - oímos decir a nuestros adversarios - los comunistas queréis suprimir la libertad de mercado".

¿De qué libertad de mercado hablan? Si lo analizamos con precisión, se trata de la libertad de comprar y vender cosas, fuerza de trabajo e ideas.

Los comunistas no tenemos ninguna objeción a la libertad de comprar y vender las cosas producidas por el propio trabajo, por ejemplo por artesanos y campesinos. De hecho somos conscientes de que, mientras subsista la pequeña producción, el mercado puede ser la forma más eficiente de organizar la distribución de sus productos. Pero es el mismo desarrollo del capitalismo el que está amenazando a la pequeña producción. De modo que precisamente los comunistas somos partidarios de proteger de la especulación capitalista a la pequeña producción de artesanos y campesinos para que puedan obtener un precio justo por los productos de su trabajo, individual o asociado, haciendo así viable un mercado verdaderamente libre de dichos productos. Dicha libertad de mercado para la pequeña producción sólo será posible si la gran producción estratégica no está regida por intereses privados y especulativos, sino por el interés público, en el marco de un sector público potente que incluya la banca, la energía y las comunicaciones.

Pero hablar de "libertad" en la compraventa de fuerza de trabajo es un sarcasmo. En la realidad del sistema capitalista, dicha compraventa descansa sobre la desigualdad de condiciones del capital y del trabajo, de modo que los trabajadores y trabajadoras no tengan otra opción que vender su fuerza de trabajo para subsistir y se encuentren, por tanto, privados de libertad real. Cuando los capitalistas reclaman "libertad" en las relaciones laborales, a lo que realmente se refieren es a fijar libremente las condiciones de la contratación de fuerza de trabajo... incluyendo la suspensión de la misma, el "despido libre", para que ante la amenaza del paro los trabajadores y trabajadoras se resignen a aceptar la condiciones impuestas por los capitalistas. Lo que propugnan es la libertad de explotación de la fuerza de trabajo.

Frente a ello, los comunistas abogamos por la eliminación del sistema capitalista, y por tanto de la compraventa de fuerza de trabajo, sustituyéndolo por la libre asociación de trabajadores y trabajadoras. Pero en tanto el capitalismo subsista, dicha compraventa no debe ser "libre", sino estar estrechamente regulada por el Estado y por la intervención sindical para evitar abusos.

Una forma especialmente perversa de tal "libertad de mercado" capitalista es la que se expresa en la prostitución, en la que lo que se "compra" es la libre disposición de un cuerpo humano, generalmente de una mujer. Naturalmente, nadie defenderá la prostitución abiertamente "forzosa", vinculada al tráfico de seres humanos, pero sí nos encontramos con la defensa de una prostitución supuestamente "libre". Pero esa supuesta "libertad" descansa sobre la misma falacia que la de la compraventa de fuerza de trabajo: igual que los trabajadores y trabajadoras, las prostitutas se ven forzadas a vender la disponibilidad de su cuerpo para subsistir. Las relaciones sexuales sólo son verdaderamente libres cuando se trata de relaciones mutuamente consentidas para la obtención recíproca de placer en condiciones de igualdad, no cuando se "consiente" el uso del propio cuerpo a cambio de dinero, y menos todavía cuando se realiza bajo la coacción de un proxeneta. Por todo ello, los comunistas abogamos también por la erradicación de la prostitución.

Las condiciones de desigualdad en la pederastia son las que impiden también una relación sexual libre, cosa que resulta especialmente repugnante cuando se practica por sacerdotes de una organización religiosa que pretende imponer su moral sexual represiva a toda la sociedad.

De la libertad para explotar la fuerza de trabajo y para enriquecerse se pasa de forma natural a defender la falta de control en la utilización de los fondos públicos, abriendo una ancha vía a la corrupción. Una de cuyas manifestaciones es también la "libre" utilización de los cargos públicos representativos en contra de la voluntad de quienes los han elegido, como ocurre con el transfuguismo.

De modo que les decimos abiertamente a proxenetas, pederastas, explotadores y corruptos: sí, queremos suprimir vuestra libertad. Precisamente para defender la libertad de las mujeres, los niños, los trabajadores y trabajadoras y el conjunto de la ciudadanía.

Y, naturalmente, queremos suprimir la libertad de contaminar para hacer posible la libertad de vivir en un planeta saludable.

Pero especialmente curiosa es la forma que tiene el capitalismo de defender la "libertad de mercado" de las ideas. En principio parecería que se trata simplemente de que puedan venderse los productos salidos de la cabeza, igual que se venden los productos salidos de las manos. Pero lo curioso es que el vendedor pretende retener la "propiedad" de sus ideas después de haberlas vendido, a fin de poder seguir vendiéndolas una y otra vez.Y para ello pretende prohibir su libre reproducción... entrando directamente en colisión con la libertad de expresión y de información.

Naturalmente, ello supone que en el terreno de las "ideas" (que incluirían descubrimientos científicos y tecnológicos, literatura, imágenes, música, etc.) el santo y seña de los capitalistas ya no es la "libertad", sino la "propiedad". Pretenden que la venta de un soporte físico (un libro, un CD, un DVD...) no incluya el derecho a la libre disposición del contenido del mismo, de modo que el comprador adquiriría únicamente la propiedad del soporte, mientras que el contenido del mismo seguiría siendo "propiedad intelectual" del vendedor, sea éste el mismo autor de dicho contenido o la empresa para la que trabajara. Con lo que la venta de dicho soporte iría acompañada de toda una serie de restricciones sobre su utilización que privan de sentido al mismo concepto de "libertad de mercado".

Los comunistas, que abogamos en general por la abolición de la propiedad privada capitalista, rechazamos como algo carente de sentido esa "propiedad intelectual". El hecho de que las "ideas" puedan reproducirse y distribuirse con un coste mínimo, especialmente a través de Internet, hace que no se les pueda aplicar las reglas del mercado. Con lo que el concepto de "propiedad intelectual" no está construido como vehículo para su distribución, sino como un medio para obstaculizarla.

Rechazamos, por tanto, un supuesto "mercado de las ideas" idealistamente separado del mercado de las cosas. Y nos adherimos rotundamente a la defensa de la plena libertad de expresión e información. Si alguien produce un texto, una música o una imagen, lo plasma en un libro, un CD o un cuadro y encuentra comprador para el mismo, aceptaremos su libertad para venderlo, como también la libertad del comprador para compartirlo, distribuirlo y difundirlo. Y quien pretenda impedirlo deberá recordar el viejo adagio de que cada cual es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras.

Los comunistas, en definitiva, queremos suprimir la libertad de anular la libertad. Abogando por la sustitución de la máquina represiva del Estado por la autoorganización social, queremos suprimir la libertad de policías, de gobernantes y hasta de jueces para prohibir manifestaciones y partidos políticos más allá de los estrictos cauces que fija la Constitución de 1978. Estrictos cauces, ojo, no para manifestarse y formar partidos políticos, sino para prohibirlos: exclusivamente en caso de peligro para personas o bienes o de perseguir fines o utilizar medios tipificados como delito.

Y queremos suprimir la libertad de reinar y heredar la corona para hacer posible la libertad republicana de elegir y revocar a todos los cargos públicos.

Ciertamente resulta difícil encajar el concepto de "totalitarismo" en lo que somos y pretendemos los comunistas. Pero si se pretende desarrollar el uso de este concepto, ahí van un par de ideas:

"Totalitarismo religioso": dícese de la práctica de una organización religiosa que pretende imponer sus propias concepciones al conjunto de la sociedad.

"Totalitarismo de mercado": dícese de la práctica de someter el conjunto de la vida social a los procedimientos de compra y venta propios del mercado.

Y los comunistas seguiremos el camino de Marx y Engels, frente a unos y otros, en pos del reino de la libertad.