¿PARAR BOLONIA?
Rafael Pla López
profesor de la Universitat de València - miembro de IU

El lema "parar Bolonia" o "Stop Bolonia" aparecido en algún comunicado ha producido una comprensible confusión, dada la multiplicidad de significados diferentes que se atribuyen al término "Bolonia". Para unos, "Bolonia" es simplemente un caballo desbocado en la reforma de los planes de estudio que se dirige hacia la fecha límite de septiembre de 2010 que marca el inicio de la extinción forzosa de los planes no reformados. Para algunos gobiernos neoliberales, y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, "Bolonia" es una ocasión para ir privatizando la Universidad poniéndola al servicio de intereses privativos (aunque ello vaya en contra de la Carta Magna firmada por los rectores en Bolonia en 1988, que propugna su "independencia moral y científica de todo poder político y económico"); y como reacción, "Bolonia" es para otros sinónimo de una conspiración universal para destruir la Universidad Pública. Para otros, en fin, "Bolonia" es una oportunidad para una innovación educativa en la Universidad centrada en el aprendizaje estudiantil; y frente a ello otros ven "Bolonia" como una amenaza para sus privilegios como detentadores del saber y transmisores de conocimientos. Y finalmente, para algunos de los pocos que se han leído y tomado en serio las declaraciones de Bergen (2005) y Londres (2007), "Bolonia" es principalmente lo que dichas declaraciones llaman la dimensión social del Espacio Europeo de Educación Superior, definida como que "los estudiantes puedan completar sus estudios sin obstáculos relacionados con su origen social y económico".

¿Qué es estonces realmente "Bolonia", además de la sede de la Universidad más antigua de Europa? Hablando propiamente, es un proceso de convergencia en un Espacio Europeo de Educación Superior en el que confluyen, dialéctica y contradictoriamente, los componentes mencionados y algunos otros. Claro que dados los déficits existentes de pensamiento dialéctico no es extraño que se pretenda reducirlo a uno u otro de dichos componentes.

¿Qué es entonces lo que habría que "parar"? Ciertamente parece razonable favorecer un diálogo amplio y sereno sobre las reformas de los planes de estudios (al tiempo que se garantiza una financiación pública adecuada para las mismas), suspendiendo para ello la fecha límite del 2010 que pende como espada de Damocles sobre las Universidades, viciando su voluntad en el ejercicio de su autonomía ante la ansiedad provocada por la proximidad de dicha fecha; y la prisa parece una mala consejera para una reforma del calado de la que se pretende: no debería intentar compensarse la parsimonia en años anteriores con una precipitación a última hora. Asimismo, y dado que el debate debe formar parte del llamado "proceso de Bolonia", la paralización de reformas forzadas, a fin de propiciar tal debate, no supone propiamente una paralización de dicho proceso.

Por otra parte, habría no sólo que parar, sino que revertir los procesos de privatización de las Universidades Públicas, que por cierto afectan más a la investigación que a la docencia, aunque los altos precios de Masters de postgrado suponen también una forma indirecta de privatización que además dificulta la llamada dimensión social de la convergencia.

Y naturalmente, no sólo no habría que parar dicha dimensión social del "proceso de Bolonia", sino que habría que exigir medidas para su cumplimiento, como el establecimiento de un sistema generalizado de becas-salario que haga viable la figura del estudiante a tiempo completo.

Y tampoco habría que parar los proyectos de innovación educativa y renovación pedagógica en el marco del "proceso de Bolonia", sino por el contrario estimularlos apoyándolos con una financiación adecuada que posibilite una educación tutorizada en grupos pequeños, sin olvidar que la innovación educativa no consiste en sustituir las explicaciones orales por el uso de PowerPoint o similar, sino en que la educación descanse sobre la actividad estudiantil para su aprendizaje, tanto de conocimientos críticamente considerados como de competencias profesionales, permitiendo así a las Universidades cumplir la función que les asigna la declaración de Londres de 2007, según la cual  "Las políticas de educación superior deberían enfocarse a maximizar el potencial de las personas en cuanto a su desarrollo personal y su contribución a una sociedad sostenible, democrática y basada en el conocimiento".