LA RIGIDEZ DE LOS DIRIGENTES
Rafael Pla López
miembro del Comité Federal del PCE

La presencia de Santiago Carrillo en la VII Asamblea Federal de IU me suscitó la reflexión de que, singularmente, su aparente "regreso" se producía cuando una política de "concentración democrática" como la que él defendió en su día volvía a ser necesaria.

El PCE, en efecto, bajo la dirección de Santiago Carrillo, desarrolló primero bajo el franquismo la política de "pacto para la libertad", que pretendía unir a todas las fuerzas democráticas en contra del franquismo. Y durante la transición la prolongó en la forma de política de "concentración democrática". Y continuó con ella mientras cambiaba la situación social y política en España, propugnando acuerdos con la UCD mientras se extendía la demanda social de un cambio político, que el PSOE supo encarnar con su victoria electoral de 1982. Ante la cuál Santiago Carrillo publicó un artículo pronosticando que el PSOE no podría gobernar...

Lo cierto es que el PCE, que bajo el franquismo había desarrollado una política correcta de unidad por la democracia, política que le permitió crecer y aumentar su influencia social, había seguido haciendo antifranquismo años después de la muerte de Franco, con una política cada vez más alejada de la realidad social que propició su declive, su aislamiento en el trabajo institucional y la pérdida masiva de militancia (tanto por abandono como por expulsiones) y de influencia social, que se tradujo en una derrota electoral sin paliativos.

Tuvo que producirse la dimisión de Santiago Carrillo y su sustitución por nuevos dirigentes, primero Gerardo Iglesias y después Julio Anguita, para que se desarrollara una nueva política, la convergencia política i social de la izquierda real, que llevó tras el referéndum de la OTAN a la formación de IU frente a un PSOE que había renunciado a sus postulados de izquierdas para practicar una política cada vez más derechizada. La nueva política permitió la recuperación del PCE y la extensión de la influencia social de IU, sintonizando con la indignación popular frente frente a las actuaciones antisociales y antidemocráticas del gobierno de Felipe González (contrarreformas laborales, corrupción, GAL...).

Frente a esta situación, Santiago Carrillo, seguido por sus incondicionales, se dedicó a intentar torpedear a la nueva dirección del PCE, primero acusándola de connivencia con el PSOE y después promoviendo una escisión que terminaría recalando en el mismo PSOE, tumba común de sucesivas "disidencias" del PCE desde la transición.

Pero hete aquí que los "pecados" del PSOE le llevaron a su derrota electoral en 1995 y en 1996, que abrieron paso al gobierno del PP en la mayoría de municipios y comunidades autónomas y finalmente en el conjunto del Estado, llevando a la dimisión de Felipe González. Y en esta nueva situación IU mantuvo impertérrita su política, negándose a reconocer en el PP a su principal adversario y facilitando su gobierno en Córdoba, Málaga o Asturias. E igual que el PCE se había dedicado a hacer antifranquismo sin Franco, ahora IU terminaría haciendo antifelipismo sin Felipe. Y la historia se repite: alejamiento de la realidad, abandonos y expulsiones, pérdida de influencia social y derrota electoral en 1999 y 2000.

Se diría que los dirigentes, después de haber acertado con la táctica política en un determinado momento, se resisten a cambiarla cuando las circunstancias cambian, y esa rigidez les hace conducir la organización a la derrota. Singularmente, parece resultarnos más fácil cambiar la estrategia que la táctica: hacia el final del franquismo, el PCE realizó una profunda reconversión estratégica que le llevó a desarrollar una estrategia de vía democrática al socialismo, abandonando el concepto de "dictadura del proletariado" y posteriormente la definición leninista, mientras se mantenía una táctica de unidad democrática a través de diversas formulaciones. Posteriormente, en el XIII Congreso del PCE de 1990, se realiza otro giro estratégico que se desarrolla en el siguiente Congreso en 1994, proclamando el centrado de las tareas del Partido en la autoorganización social y ya no en la conquista del poder político; y todo ello mientras se mantiene la misma política desde IU.

Puede ser un motivo de reflexión en qué medida el déficit de formación marxista en el Partido, dificultando el uso de métodos científicos de análisis de la realidad social, contribuye a la rigidez mencionada. Y podemos preguntarnos si ha tendido a adaptarse la estrategia a la táctica, en vez de desarrollarse la táctica en el marco de la estrategia. En todo caso, debemos felicitarnos de las normas de limitación de mandatos, tanto en el PCE como en IU: se diría que deben producirse relevos para que los nuevos dirigentes puedan adoptar nuevas tácticas adaptadas a nuevas situaciones.

Pero ello no puede bastarnos: debemos refinar nuestros instrumentos de análisis de la realidad social para no ir siempre a remolque de los acontecimientos. Lo hemos intentado hacer desde el PCPV ( http://www.nodo50.org/pcpv/Conf2003/docpocas.htm ), proponiendo una unidad de acción democrática en defensa de la paz, las libertades democráticas y los derechos sociales, al tiempo que reforcemos en su seno nuestra opción de izquierdas vinculada a la movilización social y la democracia participativa, frente a la política belicista, antisocial y antidemocrática del PP en el eje Aznar-Bush. Y evitando tanto el sectarismo como la repetición de formulaciones confusas sobre una unidad "de izquierdas" que incluiría a quienes prefieren situarse en el centro. Pero debemos evitar también que relevos realizados en su día de una forma ejemplar den paso a una oscilación suicida entre el olvido de la historia y la congelación de la misma.