Juan Trías Vejarano y
Joan Tafalla
publican dos interesentes análisis sobre el concepto gramsciano
de Bloque Histórico en el Mundo Obrero de octubre de 2016. Partiré de
dichos análisis para analizar los cambios que se están produciendo a
nivel mundial, y que podrían describirse como
ruptura histórica.
En esta expresión el término "ruptura" no tiene el significado de una
"rotura" física, sino más bien de un cambio de estructura, al modo de
la "ruptura epistemológica" según
Althusser o de un "cambio de paradigma" según
Thomas S. Kuhn. Y el adjetivo "histórica" refiere a que de lo que se está hablando es de un cambio de
bloque histórico potencialmente dominante.
Recordemos, con Trías y Tafalla, que el concepto de "bloque histórico"
supone una conjunción de infraestructura y superestructura, de una base
social y una ideología dominante.
Y hay que recordar de dónde venimos: a raíz del hundimiendo del bloque
formado por los países del llamado "socialismo real" en el tránsito de
la década de los 80 a los 90 del siglo XX se desarrolla lo que se ha
llamado "
globalización neoliberal",
expresión que precisamente aúna la base económica de la
"globalización", asentada en la libre circulación de mercancías y
capital (aunque no tanto de personas e ideas, en su realidad efectiva)
y coronada por el "pensamiento único" neoliberal, expresado también en
el llamado "consenso de Washington". Ello configura un bloque histórico
dominante, amparado en el establecimiento de EE.UU. como única
superpotencia y de la OTAN como instrumento de intervención militar a
escala mundial.
Ciertamente, la globalización neoliberal no ha estado exenta de
contestación, y a principios del siglo XXI se desarrolla el llamado
movimento antiglobalización o altermundialista articulado a través de
sucesivas ediciones del Foro Social Mundial. Pero dicha contestación en
modo alguno puso en peligro su dominio, asentado políticamente en la
colusión entre los partidos conservadores y los partidos de la Segunda
Internacional, que pasan en la práctica de ser "socialdemócratas" a
"social-liberales".
Naturalmente, en distintas partes del mundo ello tiene distintas
expresiones. En Europa se expresa en la constitución de la Unión
Europea a partir del Tratado de Maastricht. Y en Estados Unidos en la
colusión entre el Partido Republicano y el Partido Demócrata. Pero en
ambos casos se realiza bajo la égida del capital financiero, que se
erige en el sector económicamente dominante, en un contexto en el que
los límites ecológicos objetivos al crecimiento "material" llevan a su
sustitución por el crecimiento de los activos financieros.
Dicho sistema, que podríamos describir como el bloque histórico de la
globalización neoliberal, entra en crisis en 2008 con el estallido de
una burbuja financiera que revela su desconexión con la riqueza real. Y
frente a ello, se desarrollan nuevos movimientos que cuestionan
directamente a los poderes dominantes. Así, inspirados en cierta medida
por lo que se llamó "Primavera árabe", se desarrolla en España el
movimiento 15M, y en Estados Unidos y el Reino Unido el movimiento
Occupy. Y del "no nos representan" y "no somos mercancía en manos de
políticos y banqueros" en España se pasa al "somos el 99%" en Estados
Unidos, que expresa de alguna manera la voluntad de construir un bloque
histórico alternativo.
Ciertamente, ese 99% es socialmente heterogéneo y con intereses
contradictorios, englobando a los distintos sectores de la clase
trabajadora y a los estratos inferiores de la burguesía, pero les une
su contraposición al 1%, y especialmente al capital financiero que ha
venido detentando el poder en la globalización neoliberal. Es
importante destacar que precisamente un bloque histórico aúna a
sectores diversos para configurar un proyecto alternativo. Y esa
conjunción es la base objetiva de lo que llamamos "confluencia": se
confluye con los distintos, no con los iguales.
Naturalmente, un bloque histórico alternativo requiere una expresión
política, que era lo que faltaba inicialmente en los movimientos 15M y
Occupy. Pero su base social proporciona los fundamentos para construir
dicha expresión, la cual sólo puede desarrollarse mediante la ruptura
de las estructuras políticas dominantes. Retomando una antigua
expresión, se trata de que ni los de abajo ni los de arriba pueden
seguir viviendo del mismo modo.
Y así hemos visto cómo se ha producido un estallido del "pensamiento
único" en pro de la globalización neoliberal, cuestionado desde la
izquierda y desde la derecha. Un elemento detonante de dicho estallido
ha sido la oleada de refugiados provocada en buena medida por las
guerras impulsadas por la OTAN, y que al cuestionar desde posiciones
xenófobas la circulación de personas ha llevado a cuestionar la misma
globalización, que había tenido también como consecuencia la
deslocalización de puestos de trabajo a países de la "periferia"
provocando un aumento del paro en los países del "centro". El
cuestionamento xenófobo de la globalización a través de posiciones
politicas fascistas o parafascistas se ha producido tanto en Europa
como en Estados Unidos, allí a través de la victoria de Donald Trump en las primarias del Partido Republicano, en abierta contradicción con el previo pensamiento único dominante.
Pero junto al resquebrajamiento del bloque histórico dominante se está
produciendo también la emergencia de expresiones políticas que pueden
encarnar un bloque histórico alternativo. En unos casos a través de la
formación y ascenso de nuevas fuerzas políticas, como es el caso de
Podemos en España, que superando las limitaciones de Izquierda Unida
para poder realizar dicha encarnación ha entrado en un proceso de
confluencia con ella a través de Unidos Podemos, que puede completar en
el ámbito político la confluencia social iniciada en procesos como las
Marchas de la Dignidad. Y en otros casos a través de transformaciones
en fuerzas políticas integradas en el bloque histórico dominante en
crisis, como es el caso de la victoria repetida de
Jeremy Corbyin en el Partido Laborista británico, o de la candidatura de
Bernie Sanders
en las primarias del Partido Demócrata de Estados Unidos, que aunque no
ha conseguido ganarlas se alzó como vencedora en 22 Estados y ha
conseguido introducir puntos fundamentales de su programa en la
plataforma del Partido Demócrata.
En España el resquebrajamiento del bloque dominante ha tenido distintas
expresiones. Por un lado con la emergencia del partido Ciudadanos, que
impulsado por el gran capital pretendía sustituir a un PP corroído y
desprestigiado por la corrupción, pero que ha fracasado en su intento
reduciéndose a una muletilla del PP. Por otro lado con la crisis del
PSOE, desgarrado entre la sumisión de su dirección a los poderes
dominantes (que le llevó primero a pactar con Ciudadanos y después a
abstenerse para posibilitar el gobierno del PP) y la voluntad de su
miltancia de erigirse como alternativa al PP aunque sea a costa de
pactar con Unidos Podemos. Es importante subrayar que dicha crisis
responde a factores objetivos, más allá de las vacilaciones y
posicionamientos de dirigentes individuales como
Pedro Sánchez.
Y tener claro que la configuración y emergencia de un bloque histórico
alternativo no puede realizarse sin romper el bloque histórico
dominante atrayendo a parte de quienes formaban parte de él.
En España, por razones históricas, el término "ruptura", y más aún la
expresión "ruptura democrática", remite a lo que fue el proyecto de
romper la legalidad franquista para acceder a la democracia. Pero la
ruptura democrática del siglo XXI debe vincularse al cambio de bloque
histórico dominante, a través de un proceso de confluencia que lleve a
la victoria de un nuevo bloque histórico apoyado en una mayoría social.
En este proceso, hay que rechazar las posiciones de quienes utilizan el
término "confluencia" no para unir sino para dividir entre los
supuestos "confluyentes" y "no confluyentes".
A finales del siglo XX,
Julio Anguita
planteó la tesis de las "dos orillas". Y esa tesis está actualmente
vigente en cuanto al establecimiento de una línea divisoria entre los
defensores del viejo bloque histórico y los partidarios de un bloque
histórico alternativo. Pero frente a quienes parecen pensar que dicha
línea divisoria pasa por el interior de Izquierda Unida, debemos
afirmar que actualmente, en España, pasa por el interior del PSOE. Y
trabajar por construir un bloque histórico que pueda superar la
obsoleta globalización neoliberal en una perspectiva no aislacionista
sino internacionalista, sin olvidar que actualmente la piedra de toque
del internacionalismo es la posición ante la inmigración.