El agua es y ha sido un bien preciado y esencial para todos los seres vivos. Ha dado vida a ciudades importantes en la historia de la humanidad. Sin este líquido, ni la agricultura, ni la industria, ni incluso la vida humana serian posibles.

Si se destruyen los sistemas acuáticos que sostienen dicha agua, sean ríos, lagos, marjales o manantiales, las comunidades de invertebrados desaparecen.

Hoy en día nos preocupamos, y con razón, por la deforestación amazónica o por la caza intensiva de especies emblemáticas como pueden ser las ballenas o las focas. No son menos importantes los plecópteros, turbelarios, efemerópteros, odonatos y otros invertebrados de nuestros sistemas acuáticos, que servirán de alimento a los siguientes eslabones de la cadena trófica, peces, aves, mamíferos.

En un sentido amplio, la pérdida de diversidad biológica y de sus hábitats esta incluida en lo que llamamos “cambio global”, que no sólo se trata del aumento de temperatura a escala planetaria, producido por el hombre o no, sino del empobrecimiento del legado genético: la diversidad en plantas y animales.

Y el hombre no está exento...