Para generar una respuesta cutánea de células T, las células de
presentación antigénica (en la epidermis las células de Langerhans) captan
y procesan los autoantígenos y migran a los ganglios linfáticos regionales
en donde entran en contacto con los linfocitos T indiferenciados
(CD45RA+).
Tras la migración a los ganglios linfáticos las células de
presentación antigénica interaccionan con los linfocitos T indiferenciados
dando lugar a su activación. Las células de presentación antigénica
presentan el antígeno procesado y unido al complejo mayor de
histocompatibilidad (MHC) al receptor de las células T (TCR). Los MHC de
clase II presentan el antígeno a los linfocitos CD4+, mientras que los MHC
de clase I presentan los antígenos a los linfocitos CD8+. En la
interacción entre las células de presentación antigénica y los linfocitos
T se producen otras señales por medio de la interacción de las moleculas
coestimuladoras y sus ligandos tales como CD2 con CD58, CD28 con CD80 y/o
CD86. Además interacciones de unión ( vgr integrinas y sus ligandos de la
superfamilia de inmunoglobulinas) también estabilizan la unión inmunológica y
transmiten señales adicionales. Tras estas señales de activación las
células T se diferencian hacia células T de memoria CD45RO+ y expresan
el antígeno linfocitario asociado a la especifidad cutánea (CLA).
Una vez activados, las células T (CD45RO+ y CLA+) entran
de nuevo en la circulación y se extravasan preferentemente en las zonas de
inflamación cutánea.
Tras la activación las
células T CD45RO+, CLA+ entran en la circulación y se extravasan en las
zonas de inflamación cutánea. En la piel se encuentran con los antígenos
contra los cuales presentan especificidad y ejercen su función que
incluye la secreción de citocinas proinflamatorias. La psoriasis se
caracteriza por una respuesta persistente crónica de las células T
efectoras.