Al
galán novio el montañés
presenta
su forastero, luego al venerable
padre de la que en sí bella
se esconde
con ceño dulce y, con silencio
afable, |
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beldad
parlera, gracia muda ostenta,
cual del rizado verde botón
donde
abrevia su hermosura virgen rosa,
las cisuras cairela
un color, que la púrpura
que cela |
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por
brújula concede vergonzosa. |
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Prosificación: El montañés
presenta su forastero al galán novio, luego [lo presenta] al
venerable
padre de la que, bella, se esconde en sí [misma] con ceño
dulce y ostenta con silencio afable beldad parlera y gracia
muda, cual
[como] un color cairela las cisuras del rizado, verde botón
donde
[una] virgen rosa abrevia su hermosura, que [el cual, el color]
concede por brújula vergonzosa la
púrpura
que [el botón] cela.
- Nota: Caireles son flecos que
adornan la ropa. Cairelar es, por tanto, servir de adorno a modo
de
fleco.
Una brújula era el punto de mira de una escopeta y, por
extensión,
cualquier ranura estrecha. Los capullos de las rosas modernas
son
lisos,
pero los de las antiguas estaban cubiertos de un vello rizado,
lo que
explica
el calificativo "rizado botón".
- Observaciones: La novia se
esconde
en sí misma, pero sin que eso sea signo de enojo (alguien
enfadado
también puede rehuir el trato), sino de timidez (se esconde con
ceño dulce) y ostenta con silencio afable, es decir, con un
silencio
que invita a hablarle, beldad parlera y gracia muda.
Normalmente, la
beldad
es muda (es algo que se ve, no se oye) y la gracia es habladora
(se
desprende
de la forma de hablar), pero la belleza de la novia habla por sí
misma, mientras que su gracia se adivina a pesar de la timidez
que la
mantiene
callada. Ese silencio tímido hace que sólo se entrevean
sus
virtudes, como un capullo (en el que una rosa resume su
hermosura) deja
entrever por sus cisuras, como si fuera un fleco, el hermoso
color de
la
púrpura que esconde.
Comentarios:
Tenemos aquí otro magnífico ejemplo del
uso de la sintaxis como recurso expresivo, esta vez para describir
la
timidez
de la novia: Hay que fijarse bien en ella para apreciar sus
cualidades,
y Góngora presenta unos versos que no se entienden en una
primera
lectura, pero que al profundizar en ellos revelan unos exquisitos
halagos.
La gracia de la novia y la de los versos está oculta, pero se
muestra
en toda su grandeza a quien les presta atención.