Salvador Amigó Borrás |
INTRODUCCIÓN La conciencia es uno de los grandes misterios de todos los tiempos. Las aproximaciones al desvelamiento de este misterio han llegado desde todas las esferas del conocimiento, tanto desde la filosofía como desde la epistemología, el esoterismo, la neurociencia y la psicología cognitiva, entre otras muchas. Esta obra pretende acercarse a este misterio con un esfuerzo de integración de todas estas disciplinas y tendencias de pensamiento, si bien son la epistemología, la psicología y la metafísica los pilares fundamentales que sustentan sus argumentos. Y esto es así porque es necesario partir de una teoría del conocimiento sólida para entender los mecanismos del conocimiento y de los sistemas de pensamiento, a la vez que hay que contar con la investigación científica procedente, fundamentalmente, de la psicología cognitiva. No obstante, la más profunda comprensión de la conciencia solo puede alcanzarse desde la metafísica, entendida esta en un sentido literal, es decir, como “aquello que está más allá de la observación empírica o la dilucidación racional”. Así, esta obra representa una clara defensa del conocimiento profundo como integración de todos los tipos y sistemas de conocimiento que se acercan a la realidad. Su contribución epistemológica y, en definitiva, al pensamiento, pretende clarificar el alcance del conocimiento de la realidad y los criterios de validez, buscando un sistema de pensamiento que acerque el conocimiento sistemático y objetivo a la verdad cognoscible. También propone una síntesis entre los estilos personales de conocimiento y los sistemas de pensamiento. A su vez, se preconiza un acercamiento entre el pensamiento occidental y oriental. Todo esto desemboca en la propuesta de una metodología de análisis integrador, que acerque el conocimiento a los máximos niveles de completitud o plenitud. Todo esto constituye el modelo epistemológico integrador. En ese debate se obtendrán algunas conclusiones relevantes. Por una parte, existen dos sistemas cognitivos (inductivo y deductivo) que son complementarios, y cuya dinámica determina todo conocimiento. En este texto aparecerán con diferentes denominaciones según el contexto en que se utilicen: procesos de arriba-abajo vs procesos de abajo-arriba, sistemas de procesamiento serial vs sistemas de procesamiento paralelo, sistema de control ejecutivo vs sistema automático, pensamiento analítico vs pensamiento sintético, etc., etc. Por otra parte, la conciencia es un epifenómeno del proceso de conocimiento, y se deriva de la intensidad de la estimulación externa o de la autoestimulación (activación cerebral). Así, la conciencia también combina estos dos procesos cognitivos, que se definirán como razón (deductivo) e intuición (inductivo). Partimos de la hipótesis de la unidad del conocimiento, por la cual los dos procesos cognitivos son el mismo. Pero esta es una aseveración metafísica. La cuestión clave es que en todo proceso de conocimiento y conciencia predomina uno de los dos procesos, por lo que se ha producido una ruptura de esa unidad básica. La conciencia “separa” la realidad, de forma que imprimirá una disposición a interpretar la realidad en términos racionales o intuitivos. Pero esta separación, esta inclinación hacia la observación de un aspecto de la realidad nos impide la aprehensión de la propia realidad. Nos distancia de lo real, y ese distanciamiento lo podemos interpretar como extrañeza. La teoría del extrañamiento que aquí se presenta, y que sume al ser humano en la más profunda soledad existencial y le deja desprovisto de criterios morales, es uno de los principales argumentos de esta obra y, por tanto, será tratado con detalle. Pero el extrañamiento, que nos aísla e incomunica, a la vez, paradójicamente, puede enriquecer nuestra vida. El arte de todos los tiempos es un ejemplo claro de cómo el extrañamiento y dinámica de los procesos racionales e intuitivos generan y se relacionan con la experiencia estética. Por otra parte, la conciencia es individual y es colectiva. En el primer caso, existen diferencias individuales que hacen que ciertas personas sean más conscientes y tengan un mayor sentido moral de su conducta que otras. En cuanto al segundo caso, existe también la conciencia colectiva, que no solo se encuentra en comunidades pequeñas, sino en grandes sociedades a lo largo de amplios períodos históricos. En el último capítulo recorreremos la historia de occidente, comprobando que la propia historia es un proceso de conciencia colectiva dialéctico en el que se contraponen y alternan, una y otra vez, los procesos racionales y los intuitivos o emocionales. Ya he hecho referencia al carácter integrador de esta obra. La conciencia no es solo un fenómeno psicológico, neurológico, ni una mera abstracción ni un objeto de conocimiento especulativo. Pero sí es, como estamos viendo, un concepto integrador. ¿Hasta el punto de considerar una conciencia universal o una autoconciencia o absoluto en el sentido hegeliano? Sí, la metodología de análisis aquí propuesta nos permite inferir el absoluto y responder afirmativamente. Pero también nuestro método nos lleva a preconizar la eterna inaprehensión de la realidad última.
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