Salvador Amigó Borrás


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INTRODUCCIÓN

 

 

            No cabe duda que la consecución de una teoría unificada del cerebro supondrá un largo y dificultoso camino. Ahora bien, las primeros obstáculos se presentan ya desde el momento en que no sabemos con certeza a qué nos referimos cuando hablamos de una teoría unificada del cerebro.

            En Física, se busca afanosamente una teoría unificada de las fuerzas de la naturaleza que permita, entre otras cosas, la aproximación y síntesis de la mecánica cuántica y la relatividad. Ahora bien, ¿tiene sentido hablar de una teoría unificada del Universo? En el universo se suceden múltiples fenómenos que se supone interrelacionados en última instancia. Teorías como la de Mach y Einstein (con su fórmula del universo: H2=8/3pGr-kc2/S2) nos muestran la unidad del universo, si bien no son capaces de dar respuesta a la complejidad del mismo. El número de objetos celestes coincide con el número de neuronas del cerebro. No sabemos hasta qué punto este dato es casual, pero nos da una idea de la envergadura de la meta propuesta. También en el cerebro se suceden todo tipo de fenómenos que, lejos de mostrarse dispersos e independientes, obedecen a mecanismos comunes de orden superior que confieren a la actividad cerebral una unidad de acción.

            Ahora bien, ¿cómo confeccionar una teoría unificada del cerebro que ofrezca respuestas coherentes a la diversidad de fenómenos a explicar? Dicho de otro modo, ¿qué mecanismos cerebrales pueden servir de referente y guía para la elaboración de una teoría  general del funcionamiento cerebral? Por otra parte, ¿no estaremos tal vez cometiendo el error de buscar isomorfismos en mecanismos muy dispares y de distinta naturaleza en el cerebro? Quizá, sencillamente, pensar en una teoría global o unificada del cerebro, no tiene sentido. 

           

            No obstante lo dicho, seguimos creyendo en la bondad de la propuesta, pero observando la necesidad de acotar el objeto de estudio, con el objetivo de encontrar el referente o guía al que aludíamos anteriormente. De esta forma, nos haremos eco de una de las tradiciones más antiguas en el estudio del cerebro, y que se refiere al estudio del substrato biológico del comportamiento humano, especialmente, de los mecanismos cerebrales responsables del comportamiento manifiesto. De esta forma, el estudio de las relaciones entre cerebro y conducta representa una de las perspectivas más fructíferas y alentadoras que puede ponernos en la pista de mecanismos particulares e integrados del cerebro. 

            Esta tradición ha aportado luz sobre aspectos tan dispares como la conciencia, la percepción, el juicio, los trastornos mentales, las motivaciones... así como sobre los mecanismos neurales, bioquímicos y genéticos que subyacen al comportamiento, tanto animal como humano. El dilema mente-cuerpo, que tantos desvelos ha suscitado en filósofos y científicos, se enmarca en esta tradición.

            Ahora bien, también sabemos hoy en día que el cerebro es permeable, modificable, y que la neurogénesis no termina con el nacimiento. Esta maleabilidad del tejido cerebral nos advierte de la influencia ambiental y, en última instancia, cultural y social, en el desarrollo y estructura cerebral. Una teoría global del cerebro tiene que dar cuenta de la interinfluencia de aspectos culturales y biológicos en la conformación del cerebro.

            También sabemos que el cerebro es el órgano más complejo en animales y humanos, así como centro rector de las diversas funciones del organismo. Por tanto, toda teoría que pretenda encontrar los principios básicos de funcionamiento del cerebro, debe atender esta cuestión. Así, el conocimiento profundo del cerebro debe darnos pautas firmes de comprensión de las enfermedades, la vejez, la muerte, etc. Además, el conocimiento profundo del cerebro nos debe permitir dar respuesta a la cuestión de por qué se ha desarrollado de la forma que lo ha hecho y qué sentido filogenético tiene. Si nos atenemos al concepto de supervivencia de la especie, el desarrollo cerebral humano ha seguido las pautas adaptativas propicias para la conservación de la especie.

 

            Todo lo anterior se resume en una serie de requisitos, cuestiones y preguntas, que una teoría global del cerebro y, especialmente, del cerebro y la conducta, debe responder. Volvamos a la cuestión primera: ¿Cómo empezar? Sería deseable reunir e integrar toda la información al respecto en un objetivo preciso, que sirva de guía para una empresa tan compleja. Y eso es lo que nos proponemos hacer en esta obra. Y ese objetivo preciso, guía de una teoría global del cerebro, es el estudio de la personalidad. ¿Por qué la personalidad?

            Como veremos pronto, Eysenck revolucionó el estudio de la personalidad y la psicología en general al presentar en 1967 los Fundamentos biológicos de la personalidad, a partir de una tradición que arranca de los filósofos griegos. A pesar de las críticas recibidas, su propuesta ha resultado ser muy fructífera, y hoy en día se admite generalmente que, en mayor o menor medida, la personalidad tiene un substrato biológico. Pero ahí no queda sólo la gran aportación de Eysenck, sino que al considerar el arousal cortical como el substrato de una de sus dimensiones de personalidad postuladas, abrió las puertas a la posibilidad de la consecución de una teoría integrada del cerebro y la conducta, ya que el nivel de arousal es un concepto de enorme relevancia en psicofisiología, psicopatología y psicología del aprendizaje, entre otros campos de estudio de la psicología y neuropsiquiatría.

             Y es esta vertiente integradora del concepto de personalidad el que sirve de punto de partida para crear los soportes de una teoría global del cerebro y la conducta. Se trata de llevar hasta las últimas consecuencias la propuesta de Eysenck, de forma que, a lo largo de esta obra, demos cumplida respuesta, hasta donde los conocimientos actuales nos permitan, a las cuestiones que toda teoría global debe responder y que han sido planteadas anteriormente. Así, nuestra teoría del rasgo único de personalidad, que más adelante será presentada con detalle, pretende integrar diversos aspectos del comportamiento humano, como el desarrollo ontogenético, las psicopatologías, las tendencias de conducta y disposiciones que, en definitiva, definen la personalidad. Pero, además, pretendemos demostrar que nuestra teoría de personalidad da cuenta de los “por qué” al dar sentido a la carga genética que determina el comportamiento y a la dirección precisa de la evolución filogenética de las especies, especialmente nuestra especie.

            Por otra parte, concebimos la personalidad dentro de una dimensión más amplia, que abarca los mecanismos responsables de la vejez y deterioro del organismo, de la salud y las enfermedades, especialmente las neurodegenetarivas, de los mecanismos del desarrollo y, como ya hemos apuntado, de los mecanismos de la evolución. Así, la personalidad no queda aislada como epifenómeno específicamente psicológico, sino que se integra en un conjunto más amplio de fenómenos que abarcan desde la concepción hasta la muerte del organismo, considerando el desarrollo y las anomalías del funcionamiento, a las que llamamos enfermedades, con los que comparte elementos comunes. Todo esto, lejos de confundir la personalidad como objeto de estudio específico, nos abrirá las puertas de una comprensión más profunda de la misma y, en definitiva, del estrecho vínculo entre el cerebro y la conducta.

            También la personalidad representa un lugar de encuentro entre los mecanismos bioquímicos y genéticos, por una parte, y la influencia cultural y social, por otra, en la explicación de la determinación de la conducta. Así, el estudio de la personalidad puede ser clave para entender, no sólo las tendencias de conducta en función de pulsiones internas, sino también por las influencias de la cultura y la tradición. Podríamos decir gráficamente que el estudio de la personalidad se sitúa en un lugar estratégico para la comprensión de la conducta que está determinada tanto por aspectos infra (biológicos) como supra (culturales), siendo capaz, en alguna medida, de integrarlos.  

            Por último, una teoría global del cerebro, que tome como punto de partida el estudio de la personalidad, debe atender, a la vez que a la comprensión del fenómeno, a la modificación del mismo. Así, se expondrán en esta obra propuestas de cambio de personalidad, que representan, por tanto, la posibilidad de cambiar la propia estructura del cerebro. El conocimiento supone un potencial para la acción que aquí no será, ni con mucho, subestimado, sino todo lo contrario. En definitiva, se trata de contribuir al incremento del bienestar y la felicidad, así como vencer el sufrimiento, a través del conocimiento científico aplicado. A ello dedicaremos una parte de esta obra.

 

            Es el estudio de la personalidad, a partir de una teoría que aquí vamos a exponer y desarrollar, el que pensamos que mejor puede servir para el inicio de un camino tan complejo como necesario, tan difícil como apasionado, que nos lleve al objetivo de elaborar una teoría unificada y/o global del cerebro.




 Salvador.Amigo@uv.es


Última actualización: 07 de julio de 2016.