Ilustración de Raúl Arias
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Admitámoslo. Los postulados de la homeopatía son difíciles de digerir.
Tanto para un ciudadano de a pie como para un científico acostumbrado a regirse
por un método estandarizado y puramente racional, aceptar que la enfermedad
no es más que un desequilibrio en nuestra fuerza vital; que puede eliminarse
con productos que, en teoría, provocan síntomas similares a los que ya se
padecen y que el fin de esta paradoja es poner en marcha un sistema autorreparador
interno y restablecer dicho equilibrio, no es tarea sencilla. Si a ello le
añadimos que los remedios homeopáticos son dosis infinitesimales de sustancias
de origen vegetal, mineral o animal contenidos en pequeñas esferas parecidas
a las tradicionales bolitas de anís o diluciones en agua que conservan la
impronta curativa del principio activo y no sus efectos secundarios, el embrollo
es monumental. Sin embargo, muchos sistemas sanitarios la contemplan y, de
hecho, la homeopatía gana cada vez más adeptos no sólo entre los pacientes,
sino también entre los profesionales sanitarios, que ven en ella una forma
de cuidar la salud de sus clientes de manera más completa. / PÁGINA 4 VIENE
DE PÁGINA 1 / La publicación de un trabajo sobre homeopatía hace un par de
semanas, en 'The' 'Lancet', ha soliviantado a buena parte de la comunidad
científica. En él se llegaba a la conclusión de que ésta no es más eficaz
que el placebo (sustancia sin actividad terapéutica que suele emplearse en
los ensayos clínicos para contrastar la eficacia de un medicamento). Para
algunas voces relevantes del panorama sociosanitario este trabajo ha sido
la gota que ha colmado el vaso y se han apresurado a recomendar a las autoridades
su exclusión de la financiación pública (en algunos países, esta disciplina
está integrada en el sistema sanitario estatal), a la vez que han recriminado
a la Organización Mundial de la Salud (OMS) el hecho de estar elaborando
un documento favorable a esta práctica sin pruebas suficientemente sólidas. Por
su parte, el colectivo de homeópatas ha reaccionado ante lo que consideran
un ataque desmedido y feroz avivado, según creen, por intereses políticos
y económicos. Al fin y al cabo, sus productos son más baratos que los convencionales
y en países como Francia o Alemania, donde la homeopatía está plenamente
reconocida, compiten fuertemente con los medicamentos químicos, llevándose
una jugosa parte de la factura farmacéutica. PUNTOS DÉBILES. Los
detractores de los procedimientos ideados por Samuel Hahnemann (nombre del
médico que creó esta disciplina hace 200 años) sostienen que no existen ensayos
clínicos convencionales que puedan demostrar de manera fehaciente las ventajas
de la homeopatía. Ciertamente, si pusiéramos en una balanza todos los trabajos
llevados a cabo con estos productos nos encontraríamos con que el peso de
los que han hallado beneficios se reparte prácticamente al 50% con los que
desechan esta opción terapéutica. De hecho, en 1997 'The' 'Lancet'
publicó otro análisis concluyendo que las ventajas de este procedimiento
curativo no eran atribuibles al efecto placebo; motivo real por el que, según
esgrimen los que no creen en ella, funciona. El fenómeno del placebo, ampliamente
estudiado y aceptado en ciencia aunque también parte de un planteamiento
poco racional, se basa en que el paciente se cura por autosugestión, por
su deseo de sanar y porque está convencido de que lo que le recetan funciona. Como
contrapartida, los homeópatas esgrimen que el efecto placebo no es compatible
con el éxito que obtienen en el tratamiento de problemas pediátricos y veterinarios,
ya que ni los niños ni los animales tienen capacidad para sugestionarse de
esta forma ni de autoconvencerse de que quieren curarse. Entre otras cosas
porque, en la mayoría de las ocasiones, ni siquiera perciben que están enfermos. En
cualquier caso, y a pesar de que los partidarios de la homeopatía recalcan
que sus fundamentos, con fuertes connotaciones filosóficas y místicas, no
se pueden ajustar al método científico convencional, no van a tener más remedio
que pasar una serie de filtros que validen su práctica, sobre todo si se
pretende que, como ya ocurre en muchos países, el Estado corra con parte
de los gastos que genera. Ésa es, precisamente, la batalla que vienen
librando desde hace años los que luchan por arrojar un poco de luz en este
tema. ¿Cómo elaborar un ensayo riguroso con homeopatía cuyos resultados sean
susceptibles de ser aceptados por la comunidad científica? Hace un par de
años, 'Medicina' 'Clínica' se hacía eco de un artículo en el que se resalta
que «la investigación [en homeopatía] está en su infancia» y que un punto
crucial a la hora de posicionar este procedimiento es «repetir los estudios
que hayan obtenido resultados favorables», para confirmar su valor. Además,
habría que consensuar con los homeópatas de prestigio el diseño de ensayos
doble ciego; un criterio muy valorado en ciencia basado en que ni los pacientes
ni los investigadores saben qué está tomando cada uno para evitar sesgos. Un
camino viable, según propone el autor, Francesc Borrell i Carrió, profesor
asociado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona y médico
de familia, sería escoger, aleatoriamente, dos muestras de individuos y comparar
su evolución según unos criterios previamente validados y acordados con especialistas
en homeopatía. Todos pasarían por la consulta de este tipo, pero sólo la
mitad recibiría una prescripción sin importar el producto concreto, dado
que este en este procedimiento se administran los remedios en función de
las características de cada paciente, por lo que el mismo síntoma se puede
tratar con remedios diversos según el individuo. La otra mitad, y también
al azar, tomaría un placebo de aspecto idéntico al preparado homeopático
para comparar su evolución con la del resto de la muestra. «El deber
ético de cualquier clínico es demostrar la validez de sus métodos. La homeopatía,
como otras prácticas alternativas y la misma medicina alopática [la que consideramos
convencional] tiene que realizar estudios rigurosos para sumar sus conocimientos
a los de la medicina basada en la evidencia», apunta el artículo. PUNTOS FUERTES. Sin
embargo, tal y como se reconoce en el metaanálisis publicado en 'The' 'Lancet',
así como en los comentarios que lo acompañan, la medicina alopática tiene
varias lecciones que aprender de la homeopatía. La esencial es el acercamiento
a la enfermedad de una manera global (tener en cuenta la situación general
de cada paciente y no sólo sus síntomas) y potenciar la relación médico-paciente. Desgraciadamente,
en la actualidad un médico alopático no puede, aunque quiera, dedicar más
que un par de minutos a cada uno de sus usuarios. Suele tener la sala de
espera abarrotada y, además, está quemado por las deficiencias que se encuentra
en el ejercicio de su profesión. Finalmente, el principal perjudicado
es el individuo que se siente como un trozo de carne al que le leen el código
de barras al entrar por la puerta y le despachan en un tiempo récord con
un fajo de recetas de medicamentos con innumerables efectos secundarios y
de pruebas diagnósticas invasivas. Por si todo esto fuera poco, los
innumerables escándalos que en los últimos tiempos han sacudido a la todopoderosa
industria farmaceútica han promovido un sentimiento de hastío y desconfianza
que ha calado entre el público. Esta serie de cambios negativos «ha
provocado que una de las funciones de la medicina convencional, que es la
de ayudar a la gente a soportar las dificultades de la vida, haya perdido
importancia», reconoce la doctora J. Caminal Homar, profesora de la Universidad
Autónoma de Barcelona, en un editorial incluido en una serie dedicada a la
medicina alternativa publicado hace unos meses en 'Atención' 'Primaria'. Esta
experta afirma que existe una clara «asimetría investigadora» en el conjunto
de la biomedicina, ya que «se ha centrado más en comprobar la eficacia de
determinados fármacos que en averiguar acerca de la educación sanitaria o
las intervenciones no farmacológicas útiles para aligerar los malestares
cotidianos comunes a la mayoría de la población». Juan Martín-Ballestero,
secretario de la Federación Española de Médicos Homeópatas (FEMH) corrobora
esta idea. «Hay que tener en cuenta que la primera visita a una consulta
homeopática dura entre 60 y 90 minutos, y las siguientes no bajan de media
hora. Simplemente, eso ya reconforta al paciente». En este tiempo,
el especialista mantiene una entrevista muy próxima con el usuario, al que
pregunta sobre aspectos diversos de su personalidad, sobre su reacción ante
la enfermedad, su capacidad de sufrimiento, sus relaciones con el entorno
y sus circunstancias personales. «De esta forma, no sólo puedes eliminar
los síntomas, sino que puedes ir al problema de fondo, porque los síntomas
suelen llevarte a algo más profundo», apostilla el doctor Martín-Ballestero. Y
es que, por regla general, una persona que acuda a su centro de salud aquejado
de un dolor opresivo en el pecho tardará menos de cinco minutos en recibir
un volante para una placa de tórax y una auscultación rápida con el fin de
observar si existe algún problema respiratorio o cardiaco perceptible. Si
esta misma persona tuviera un encuentro más prolongado con un médico quizá
llegaría a explicar que un ser querido murió recientemente y el galeno podría
asociar esa pena con el malestar que sufre. «Naturalmente, somos conscientes
de que actualmente, y tal y como está el sistema sanitario, alcanzar este
tipo de relación es un poco utópico, pero no por ello deja de ser efectivo
y tampoco menos demandado», apunta el homeópata. Éste, además, sostiene
que prácticamente todos los profesionales de mentalidad abierta, y cada vez
mayor número de usuarios, están de acuerdo con el hecho de que la medicina
del futuro tiene que ser adoptar una actuación integral y ofrecer lo mejor
de cada corriente, puesto que lo que se persigue es que mejore la salud general
y la calidad de vida de la población. En este sentido, cabe destacar
que, lejos de erigirse en sanadores 'todoterreno', los homeópatas de hoy
en día tienen muy asumido que hay patologías en las que su especialidad no
tiene un papel preminente, teniendo que adoptar un rol paliativo. «Al
igual que las disciplinas alopáticas, la homeopatía tiene sus limitaciones,
no hacemos milagros», recalca el secretario de la FEMH. Así, en casos
severos de cáncer o sida, los remedios homeopáticos pueden ayudar al enfermo
a sobrellevar la terapia, a minimizar los efectos secundarios de tratamientos
agresivos, a soportar el dolor... pero no erradicar la patología de un plumazo. Asimismo,
los actos puramente quirúrgicos o las fracturas óseas tampoco tienen una
solución clara con productos homeopáticos. «Nuestros medicamentos pueden
facilitar la consolidación del hueso [en este último caso], pero es el traumatólogo
el que tiene que ponerlo en su sitio», aclara el especialista homeopático. El
camino que le queda a la comunidad homeopática por recorrer aún es duro.
Si logran salvar el obstáculo del reconocimiento oficial generalizado, tendrán
que erradicar a los intrusos y regular tanto la formación como la capacitación
del ejercicio profesional. En países como Francia o Alemania, la homeopatía
es una disciplina de pleno derecho en las aulas de las facultades de Medicina.
En España, ya hay varias universidades (Valladolid, Barcelona, Madrid, Zaragoza,
Sevilla...) que imparten cursos de posgrado para médicos titulados. Posteriormente,
quedaría el siempre peliagudo tema económico. En las naciones en los que
la homeopatía tiene gran tradición, los sistemas sanitarios asumen parte
del gasto que generan estas consultas. En otros países, como Reino Unido
o Suiza, la falta de pruebas contundentes a favor de esta disciplina ha hecho
que los gobiernos se estén planteando su exclusión de la financiación. De
hecho, Suiza ya ha adoptado esta decisión basándose, por ejemplo y entre
otros trabajos, en el análisis de 'The' 'Lancet'. Por su parte, Richar
Horton, editor de esta revista ha aprovechado este trabajo para reclamar
al National Institue for Health and Clinical Excellence (el equivalente británico
de nuestra Agencia de Evaluación de Tecnologías Sanitarias) una evaluación
seria de la homeopatía para dejar de financiarla si el resultado es desfavorable. En
España, y aunque algunas aseguradoras privadas ya han comenzado a cubrir
estos tratamientos (igual que sesiones de psicoterapia) los que quieran usar
homeopatía deben rascarse el bolsillo, al menos por ahora. «Los medicamentos
son mucho más baratos que los convencionales, lo que realment encarece esta
práctica es el acto médico, la visita y el tiempo que inviertes en el paciente»,
sostiene Martín-Ballestero.
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