Esclerosis
tuberosa
La
esclerosis tuberosa, también conocida bajo los nombres de epiloia o enfermedad
de Bourneville, es una enfermedad genética compleja, que puede afectar a múltiples
órganos del cuerpo. Las localizaciones más frecuentes son la piel, el riñón
y el sistema nervioso central. La enfermedad no siempre se expresa en todos los
pacientes de la misma manera en algunos puede ser moderada y en otros más
importante. Las características clínicas de presentación son muy variables,
lo que hace que en ocasiones el diagnóstico sea difícil de establecer.
Esta
es una enfermedad genética relativamente frecuente, afectando a 1 de cada 6000
niños que nacen. La enfermedad se hereda de forma autosómica dominante, esto
significa que si un padre tiene uno de los genes de la esclerosis tuberosa, el
50% de los hijos estará afecto, pero en un 60% de los casos se trata de
mutaciones de novo, sin que existan antecedentes familiares de la enfermedad, en
la actualidad se desconoce la causa de porque se producen estas mutaciones. Esta
es una enfermedad genética que se relaciona con mutaciones en dos genes uno
localizado en el cromosoma 16 y otro en el cromosoma 9. Estos genes en situación
normal actúan como supresores tumorales y cuando están alterados o defectuosos
como ocurre en la esclerosis tuberosa, la producción de tumores no se suprime y
aparecen las tumoraciones que caracterizan la esclerosis tuberosa.
Las
manifestaciones más frecuentes de la enfermedad son las cutáneas con el
desarrollo de manchas blancas y angiofibromas. Otra manifestación muy frecuente
es el desarrollo de crisis convulsivas que pueden aparecer a cualquier edad,
pero especialmente en la infancia. Los pacientes con esclerosis tuberosa pueden
tener otras múltiples manifestaciones como dificultades del aprendizaje,
trastornos de la conducta y desarrollo de tumores benignos a nivel renal,
pulmonar, oftalmológico, cardíaco y cerebral que deben ser buscados. Una vez
se diagnostica la enfermedad los pacientes deben seguir controles periódicos.
La
esclerosis tuberosa es una enfermedad que puede ser muy variable, puede
diagnosticarse en la infancia o en la edad adulta. En general cuando se
diagnostica entre los 5 y los 10 años puede establecerse el pronostico de la
enfermedad y saber cuanto afectara al desarrollo del niño. Esto se debe a que
los problemas más importantes (epilepsia, trastornos en el aprendizaje y del
comportamiento) son debidos a la presencia de tubers cerebrales y dado que el
cerebro deja de crecer a los 5 años también lo hacen esos tubers. Por lo cual
después de los 5 años estos problemas generalmente no empeoran sino que
tienden a mejorar. Más de la mitad de los pacientes con esclerosis tuberosa
tienen unos niveles intelectuales normales. La mayor parte de los pacientes
pueden tener crisis convulsivas y en la mayor parte de casos se controlan con
medicación o con cirugía.
Los
tubers cerebrales y los otros tumores que aparecen en la esclerosis tuberosa es
lo que los médicos denominan hamartomas. Esto es que son tumores que están
compuestos por tejidos normales del organismo, pero que crecen de forma
desordenada, pero que en ocasiones alteran el funcionamiento normal del órgano
en el que están creciendo, pero por lo general estos hamartomas dejan de crecer
cuando el órgano pierde su capacidad de crecer y la persona llega a la edad
adulta, debido a este cese en el crecimiento la mayoría de pacientes tienen una
esperanza de vida normal. Sin embargo existen peligros especialmente en los niños
que están más afectos, pero en los últimos años se ha avanzado mucho en el
tratamiento de los problemas originados en los pacientes con esclerosis
tuberosas.
Todos
los pacientes con esclerosis tuberosa deben estar bajo el cuidado de un médico
general, que puede ser un pediatra, un médico de familia, neurólogo o
genetista. Inicialmente se debe confirmar el diagnóstico y estudiar a la
familia para ver si existe algún otro miembro afecto y también controlar al
paciente a lo largo de su vida para estar seguro de que se aparecen
complicaciones se diagnostican y tratan en las fases más iniciales.
El
diagnostico de esclerosis tuberosa se basa en una serie de hallazgos primarios y
secundarios. Los primarios son aquellos que se observan solo en los pacientes
con esclerosis tuberosa tales como los tubers cerebrales o los angiofibromas
faciales. Los hallazgos secundarios son aquellos que ocasionalmente pueden
observarse en otras personas que no están afectas de esclerosis tuberosa tales
como las manchas blancas, la piel de zapa, o los quistes renales. Dependiendo de
los hallazgos será necesario realizar una serie de tests radiológicos para
confirmar el diagnóstico.
Estos
exámenes incluirán una resonancia magnética cerebral o un TAC. Ambos métodos
son útiles para observar el cerebro. También puede ser necesario realizar un
electroencefalograma, un examen de la piel con luz de Wood, un ecocardiograma,
una ecografía renal y una analítica para determinar la presencia de anemia y
la función renal y del tiroides. Tras la realización de estos exámenes será
posible confirmar el diagnóstico de esclerosis tuberosa.
La
edad entre los 5 y los 10 años es la edad en que con mayor frecuencia se
diagnostica la esclerosis tuberosa, pero eso no significa que si se diagnostica
a esta edad la enfermedad será más grave.
Muchos enfermos afectos solo lo están de forma moderada, debiendo
controlar las crisis epilépticas si tienen ataques, los trastornos en el
desarrollo y de aprendizaje ya que estos niños pueden tener dificultades en la
concentración y
los trastornos en el sueño.
National Tuberous Sclerosis Association International Tuberous Sclerosis Association
www.uv.es/derma Dr. Víctor Alegre de Miquel