I.S.S.N.: 1138-9877

Cuadernos Electrónicos de Filosofía del Derecho. núm. 2-1999


 

DEMOCRACIA Y DESORDEN

David Coll Garcia

abogado e investigador

(Valencia.)

 


1.- Introducción:

Aprovechando la oportunidad que nos brinda la organización de estas XVIIª Jornadas de la Sociedad Española de Filosofía Jurídica y Política, no quería dejar pasar la ocasión de exponer algunas reflexiones que, a propósito de los términos ORDEN y DEMOCRACIA, he ido desarrollando con la preparación de mi tesis doctoral: "Etica Política y Complejidad en la obra de Edgar Morin"2

Siempre en el ámbito de la filosofía política, y con la brevedad que requiere esta comunicación, desearía hacer hincapié en el proceso por el cual, a través del estudio de las ciencias físicas y biológicas, las certidumbres que apoyaban nuestra concepción de la realidad y fundamentaba el resto de ciencias humanas (filosofía, sociología, antropología, etc.) han sufrido la convulsión del azar, de la incertidumbre y de la contradicción en su interior. De esto, naturalmente, no ha escapado el Derecho y mucho menos los conceptos de nuestro vocabulario político como el de democracia, libertad o solidaridad, que han de sufrir una revisión radical desmitificadora. Desde ahora deberemos mantener un dialogo abierto y continuo entre la filosofía y la ciencia para intentar comprender, en la medida de lo posible, nuestra realidad como problema. Y el Derecho, a medio camino entre ambas, debe asumir la parte de responsabilidad que le corresponde.

No se trata de detallar aquí las etapas por las que los diferentes conocimientos teóricos y prácticos han ido descubriendo nuevas y múltiples facetas en la idea tradicional del ORDEN, pero sí me gustaría recordar con esta exposición algunos de los hitos que considero más significativos con respecto al tema que nos ocupa. En definitiva, indagaremos sobre algunas salidas alternativas para los errores en que seguimos empecinados a pesar de toda demostración sensata, y que siguen siendo causa de gran parte de los dramas insostenibles que nos angustian en todo este magma internacional.

2.- El origen de un error:

En el ámbito del pensamiento occidental, la ciencia clásica se edificó sobre la filosofía griega y su búsqueda desesperada desde el origen del Orden frente al Caos inicial. Según nos cuenta Jaeger3, Hesiodo recogió esta idea en sus poemas de la tradición oral: "en el principio era el Caos". Posteriormente, para Platón y Aristóteles como para el Siglo de las Luces, la divinidad (Razón) se situará en el principio de ese orden estabilizador que utilizaba el mito, el símbolo y la magia como instrumento de neutralización de lo oscuro, lo imaginario y lo creativo en el hombre. La Polis griega que surge en los siglos VIII y VII a. de C., resultó el lugar idóneo para ese conjuro de la naturaleza en un territorio y en una sociedad determinada, mientras el caos quedaba excluido, en el exterior de los muros que protegían la libertad del politikon zoon en el interior. Es entonces cuando se puede producir el paso progresivo de la Hybris (la desmesura, el ruido y la furia shakespeariana) a la Themis (concepción aristocrática de justicia) y a la Diké (la ley y el equilibrio democráticos). De ese "principio de conservación del sentido" griego emanará el dualismo 4que ha fermentado posteriormente la religiosidad cristiana (estoicismo) y la idea del poder político mismo (desde el Imperio Romano a nuestros días), fundamentando la separación de términos considerados antagónicos: sujeto/objeto, cuerpo/alma, empirismo/metafísica, sociedad/individuo, público/privado, derecho natural/derecho positivo; en definitiva, la res cogitans/res extensa cartesiana como paradigma maestro que ha regido nuestro conocimiento. Desde el primer hombre con capacidad de hacerse preguntas hemos intentado arrojar algo de luz sobre la sombra oscura de la vida, pero al tiempo, en la medida que vamos desvelando lo que ignoramos, hemos recreado el mundo a nuestra propia semejanza.

De Kepler a Laplace, de Galileo a Newton, la mecánica de nuestro universo (una vez determinadas las leyes de la materia y la energía que parecían regirlo) ha inspirado todo modelo de organización humana, toda filosofía y toda política posible, llegando a considerar a la sociedad misma como un motor al que había que poner a funcionar con la precisión, uniformidad y rigor de un reloj. Incluso las matemáticas han servido para reducir el misterio social a un conjunto de fórmulas, apoyadas en la estadística. La propia capacidad de destrucción en las guerras mundiales que han asolado nuestro siglo, no han sido más que el producto de la aplicación indiscriminada de métodos del orden industrial a la exterminación de seres humanos (véase los campos de concentración hitlerianos o la bomba de Hiroshima norteamericana). El imperialismo, el colonialismo o el fascismo son modelos fallidos de este mismo delirio occidental por alcanzar la universalización de leyes a pesar de toda demostración empírica y de todo sufrimiento humano. El estigma de "civilización" sigue sin poder librarse de su parte de barbarie porque se empeña en reducir la diversidad humana en un orden a la manera en como los Naturalistas del siglo pasado clasificaban las especies animales, los minerales o las plantas (lo que dio origen a falacias como las teorías de las razas).

Pero una nueva concepción de la physis se ha abierto paso a partir del siglo XIX. La metáfora del átomo (microfísica) y del sistema solar (macrofísica), con un nucleo definido alrededor del cual gira la materia con una trayectoria determinada hace tiempo que es una reliquia para museos de antiguedades. La Segunda Ley de la Termodinámica (expuesta por Carnot y Clasius en 1850) introdujo la idea de la degradación inexorable de la energía en la llamada entropia. Posteriormente se elaborará la idea de degradación del orden, el desorden organizador u order from noise de Von Foster, el principio de indeterminación de Heisenberg, el principio de complementariedad de Bohr, la Teoría General de Sistemas de Bertalanffy, los sistemas autopoiéticos, la Teoría de la Información, la Cibernética, el Teorema de Gödel, la irrupción de la conciencia ecológica, etc. Sin embargo, continuamos faltos de una teoría de la auto-organización que comprenda suficientemente el problema antropológico y social en su conjunto, sin excluir al individuo (sujeto) del objeto, ni convertirlo en un ser trascendentalizado y anónimo. Cada época ha resuelto el problema del hombre-lobo hobbesiano de distinta manera dentro de sus paradigmas rectores5. El de hoy debe ser el de asumir la complejidad como proceso, sin meta ni fin determinable, pero en franca lucha con el paradigma de la simplificación, la parcelación y la fragmentación que ha minado nuestra capacidad de conocimiento global.

 

3.- A la deriva global:

Con la consabida torpeza y lentitud de adaptación de nuestros sistemas legales y políticos, la consumación de los hechos hace tiempo que desbordan nuestros conceptos lo que ha contribuido a la creencia de la idea, en los últimos años, de que hemos llegado al fin de las ideologías y de la historia misma6. Es decir, el triunfo de la economía liberal, del individualismo (Lukes)7 competitivo-darwiniano hacen que el mito de la "globalización" se extienda como una mancha de aceite, y la depredación liberal-económica encuentre campo abonado ante la falta de respuestas que ofrecen nuestros sistemas de organización social. El proyecto megalítico de un Estado benefactor 8que nos cubra con su manto de "seguridad" y garantice la "felicidad" (Saint-Just), ha fracasado frente a un horizonte de complejidad que sí parece haber sido asumido por los poderes económicos (por ejemplo, en la idea del Tao organizador del mercado mediante una "mano invisible" de Adam Smith). Valiéndose de ello, nuevos ideólogos9 han conseguido monopolizar las soluciones hasta crear un pensamiento único, unificado y unificador!0, logrando que las alternativas posibles pasen a ser puras utopías delirantes o repeticiones de modelos ya intentados con consecuencias nefastas.

Seguimos así alimentándonos de términos fosilizados en una deriva internacional que continúa primando los hechos consumados a todo intento de programación solidaria. Una falsa antropología-sociología humanística se empecina en eludir el egocentrismo (es decir, al sujeto mismo) para justificar la necesidad de un orden (piramidal y violento) como único sustento de las virtudes públicas11, dejando a la sociedad civil en el indeciso margen de lo privado. La pregunta esencial sigue siendo: "¿Qué índole de egoísmo puede inducir a un hombre a solidarizarse con su prójimo?"12.

Es por lo dicho que en estas circunstancias, la misma idea democrática sustente actualmente todo tipo de sistemas políticos enmascaradores de nuestras miserias más arraigadas manteniendo un fuerte peligro de regresión que la destruya o la convierta en nada. Ya no es una garantía total de libertad, como no lo es proclamar la Declaración de los Derechos Humanos sin concreción normativa particularizada. Las dictaduras que eran demasiado groseras se han maquillado a través de la propaganda, las formas legales, la auto-publicidad y la asunción de términos del diccionario de la corrección política en circenses campañas electorales. Mientras la acumulación de métodos de poder jamás se había concentrado en tan pocas manos13 , como lo demuestra la lucha encarnizada por alcanzar monopolios en los medios de comunicación (CNN, etc.) que transmitan la "verdad" oficial y una única visión del mundo (la única forma de "globalidad" posible). En este contexto el jurista se ve doblegado al poder constituido, formando parte anónima del entramado burocrático o limitándose al debate de disquisiciones metafísicas sobre el derecho natural, el positivo y sus engendros, o más recientemente, la versión moderna en los Derechos Humanos14 cuya frustación15 ya había sido vista por Marx16

Esto nos sitúa ante la necesidad de un giro copernicano, a una reflexión que afecte a la totalidad de conocimientos y a ejercer una transformación que incluya al lenguaje mismo. Los conceptos definidos y transmitidos sin apenas sufrir cambios desde el siglo XVIII, exigen de una reformulación que requiere de todo nuestro esfuerzo intelectual, así como imponen la necesidad de interdisciplinariedad de saberes, tarea que concierne muy especialmente al ámbito investigador en el que nos encontramos. Es ese quizá nuestro mayor reto para los tiempos que se avecinan, la necesidad de ejercer con urgencia una auto-crítica y un meta-examen de las ideas que nos ayude a salir de la cretinización académica y política (término utilizado por Morin y que suscribo), de la fragmentación y de la lucha por nuestras pequeñas parcelas burocratizadas.

No es extraño que la interrogación desencadenada a través de la indeterminación de la materia sigue siendo observada con recelo por los que han de transformar sus discursos ideologizados, y en concreto, desde estas grandes racionalizaciones controladas desde el poder (Foucault). En este sentido, la democracia a la que se alude como instrumento del orden armónico, cada vez se acerca más a la oligarquía que ya habían sabido prever los griegos. Las élites tecno-burocráticas desplazan al hombre masa orteguiano de toda capaciadad de decisión17, relegados a una incompetencia básica, a minorías folclóricas excluidas y a sufrir el trato paternalista de continuos "cotos vedados". Son las supuestas soberanías "¿populares?" mediatizadas a través de los modelos dinosauricos de los Estados nación y sus nacionalismos cachorros, los que más contribuyen precisamente a neutralizar ese pluralismo y esa diversidad que se viene reclamando y que constituye nuestro único valor universal. La invocación democrática adolece en la actualidad de un contenido y precisión teórico diferente, como acontece con el resto de palabras-fetiches que inundan los discursos políticos, mientras el "big bang" moral aun está por producirse. El recurso al rearme ético se alimenta de los mismos valores que anunciaron la infalibilidad del Progreso a través de la tecnología y de los mitos de la Razón Ilustrada que transformaron lo religioso en un camuflaje laico cuyas consecuencias aun padecemos.

Una vez reconocida la deriva y la indeterminación en el gazpacho internacional, nuestra tarea primordial debería ser detectar cuales son los peligros que amenazan realmente la inestabilidad creativa en todo este desorden. Distinguir que soluciones políticas están llevando a la desesperación violenta de los conflictos, mientras se mantiene el mito sagrado del Estado totalizante como límite infranqueable. Tras la Segunda Guerra Mundial, Europa no había vuelto a recibir el impacto de una gran guerra en su interior como ocurre en la actualidad (Yugoslavia, Balcanes, Bosnia, Kosovo, etc.). De repente, en el inexorable avance del mercado mundializado ha surgido de nuevo un fantasma terrible que hace frente al dogma oficial. El mito fraterno-filial del patriotismo o el de la religión fundamentalizada, tradicionales aliados del liberalismo, se vuelve ahora en su contra a través de la invocación del Estado autoritario como únicos mecanismos defensivos de una integridad que se resiste a ser digerida por el imperio disperso de los lobbys y las empresas multinacionales. El modelo de unidad europea actual también adolece de mucha de la miopía que ya inspirara otros proyectos similares, solo que ahora, sobre la base de criterios de economía generalizada que oculta bajo un manto de asepsia ideológica sus implacables leyes.

 

4.- Algunas conclusiones:

Cualquier nuevo sistema de auto-regulación mundial ha de contener necesariamente la idea del DESORDEN, a la vez que ha de saber integrar pluralismo y descentralización. La visión del holograma sintetiza muy bien esta idea de unitas multiplex en que las partes no son más que el todo, ni el todo más que las partes (Pascal)18. Aquel cosmopolitismo kantiano19 debe saber contener una dimensión que vaya más allá de un universalismo abstracto, tratando de sintetizar una idea compleja fundamental: lo particular y lo universal, lo universal y lo particular es una relación inescindible; es decir una auténtica Cosmos-Polis.

Sabemos que todo sistema organizador es necesariamente coactivo pero la diferencia está en entre la coacción crítica (autorregulación) y la coacción autoritaria (mitológica, chivo expiatorio). Si la democracia ha de defenderse como mecanismo de solución de conflictos civilizado, a su vez debe saber proteger la integridad de ese mismo margen conflictivo, como único modo de auto-regeneración. Todo sistema cerrado tiende a la degeneración por la entropía y debe mantener cierto grado de crisis y de ambivalencia que no puede ser reprimido. Quizá por ello debamos introducir con urgencia criterios de auténtica tolerancia política en nuestras leyes antes de hablar de los grandes proyectos solidarios de los que historicamente se han alimentado las peores miserias (del stalinismo al terror de la revolución francesa, de las guerras de religión al fascismo). Si nuestra ética sigue basada en criterios de una universalidad infalible y sin fisuras, difícilmente podemos aspirar a mantenerla sin caer en lo totalitario. Debemos saber extender la democracia hasta lo cognoscitivo, pero no solo en el sentido de dar prioridad a la decisión de la mayoría sino en la defensa de criterios y valores diferentes, e incluso antagónicos a los nuestros. Debemos perder ese miedo a la libertad que ya detectara Fromm20, asumiendo la parte de riesgo que implica todo lo humano, porque en nosotros estará siempre implícita la posibilidad del error, de la equivocación y del fracaso.

El lamentable caso del jubilado dictador Pinochet que ha animado la prensa de los últimos meses ilustra a la perfección esta idea, además de dejar patente la teatralización hipócrita, tanto del papel de los gobiernos democráticos (Inglaterra, España, Chile) como de la incierta línea de separación de poderes que se les supone como tales Estados de Derecho. De repente volvemos al principio, y hemos de restablecer el diálogo interrumpido con Montesquieu, con Rousseau, con Hegel o con Marx de lo que fueron sus ideas y de lo que al fin hemos hecho de ellas. La polvareda levantada alrededor del asedio a un tirano caído e inoperante, da una idea de la impunidad con que van a poder seguir actuando el resto de genocidas que alcancen cierto grado de "legitimidad" estatal. Al tiempo que se inicia el procesamiento del decrépito general chileno, que algunos saludamos como un triunfo21, se recibe con todos los honores y el boato institucional a cualquier nuevo exótico estadista que se comprometa a "reforzar los lazos comerciales, a impulsar la economía hacia el progreso, y a hacer avanzar los valores de la democracia" mientras rearma un ejercito personal para represión de opositores, se dedica al negocios de narcotráfico y desvía fondo a bancos de Suiza. Como decía el sublime y maquiavélico príncipe Fabrizio Salinas en Il Gattopardo de Lampedusa. "Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie". Los tradicionales núcleos de poder, a través de los medios de manipulación de masas en una sociedad llamada "virtual" y del "ocio", se siguen nutriendo tanto de la ingenuidad humana como de su capacidad de fanatismo.

La crisis de la mundialización ante la incertidumbre democrática está provocando un nuevo peligro de una regresión política, a través de la invocación de los llamados "valores morales" como negación de la complejidad problemática del fenómeno humano. De nuevo, el paradigma de la simplificación. Continuamos tratando de rechazar ese caos como amenaza de un sistema cerrado y de huir de la crisis a través de la neutralización de la agonía existencial en un marco de alucinación autosatisfecha. La búsqueda de "leyes naturales", luego transmutadas en "leyes racionales", o el actual cinismo pragmático que se apoya en un falso concepto de relativismo, da una idea de la deriva que nos hace no ser demasiado optimistas para el futuro. Tal vez sea necesaria una nueva ética-política de planetarización como anuncian entre otros Edgar Morin22, pero quizá la mayor dificultad estribe en saber desenbarazarnos de esta anquilosada ética que sigue primando la simplificación a través del orden. Apenas contemplamos el calendario de nuestra evolución como especie nos apercibimos de que somos unos recién llegados al universo, empeñados en reducirlo y adaptarlo a un puñado de neuronas desordenadas e impredecibles en nuestro cerebro.










NOTAS


1. El Cuadern Gris, Ediciones Destino, Barcelona, 1965 (ed. 1997), pág. 335.


2. La mayor parte de lo expuesto en este texto está inspirado en las obras multidisciplinares de este autor, y especialmente en los cuatro tomos de La Méthode, Le Seuil, "Point Essais", 1977, 1980, 1986 y1991.



3. Paideia: los ideales de la cultura griega, trad. Joaquín Xirau y Wenceslao Roces, FCE, México, 1957.



4. Con excepciones como la enigmática filosofía de Heráclito: "el orden es inseparable del desorden".


5. T.S. Khun: "Las Estructuras de las Revoluciones Científicas"; trad. A. Cortín, México, FCE, 1990.



6. Bell, Daniel: The end of ideology, 1960; Fukuyama, F.: "¿El fin de la historia?", publicado en The National Interest, 1989, versión castellana en Claves de la Razón Práctica, 1 (abril 1990); o Huntington, Samuel P.: El choque de las civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, trad. José Pedro Tosau Abadía, Barcelona, Paidós, 1997.


7. El individualismo, Península, Barcelona, 1970.



8. Octavio Paz: El Ogro Filantrópico, Seix Barral, Barcelona, 1979.



9. Como dice N. Bobbio: lo más ideológico consiste en creer que ya no hay ideologías .


10. Como vienen denunciando autores como Riccardo Petrella "Les nouvelles tables de la loi" o "Les patrons de la Terre", Le Monde Diplomatique, Manieres de voir, nº 28, nov. 1995; Ignacio Ramonet: Un mundo sin rumbo; Crisis de fin de siglo, Madrid, Debate, 1997; o en nuestro país, Joaquin Estefanía, Contra el pensamiento único, Taurus, 1997, entre otros muchos autores .


11. Como ya denunciara Max Weber.



12. Salvador Pániker: Aproximación al Origen, Kairós, Barcelona, 1982.



13. Como ya imaginó en su día Aldous Huxley: Un Mundo Feliz, Barcelona, Plaza & Janés, 1996; o el artículo de Ramón Irigoyen: "Las Profecías de Aldous Huxley", Claves de la Razón Práctica, Madrid, Sept. 1996, nº 56 .


14. "¿Cómo tomar en serio los derechos del hombre cuando el hombre mismo carece de estatuto teórico, cuando la ciencia ignora sujeto y libertad, cuando el antiguo humanismo abstracto está en migajas, mientras Dios, dudoso protector, duerme? (...) Podemos fundar la noción del hombre, no sobre el mito humanista, sino sobre la relatividad biocultural de la hominización?", Edgar Morin, Pour Sortir du XX Siècle, Nathan, 1981; Le Suil, "Points Essais", 1982.



15. Haro Teglen, Una Frustación: los Derechos Del hombre,AYMA, Barcelona,1968.



16. Manuel Atienza, Marx y los Derechos Humanos, Mezquita, Madrid, 1983.



17. Christopher Lasch, La rebelión de las elites y la traición a la democracia, Barcelona, Paidós, 1995; trad. Francisco Javier Ruiz Calderón.



18. Adorno: "La totalidad es la no verdad" en Tres estudios sobre Hegel.



19. I. Kant: Para la Paz Perpetua (Zum Ewigen Frieden), trad. J. Abellán, Técnos, Madrid, 1985.



20. O Peter L. Berger: "todas las sociedades humanas con sus instituciones son, en su raiz, una barrera contra el puro terror, contra la ansiedad fundamental del ser humano".



21. Significativa la reivindicación humanitaria del Vaticano en favor del dictador, lo que reafirma la coherencia de todo lo expuesto hasta aquí. Los delirios de salvación universal les unen, si bien no los métodos, al menos actualmente. Ver el artículo publicado por Francisco Umbral: "Poderes Temporales", en el diario EL MUNDO, día 24 de febrero de 1999.



22. Terre-Patrie, Edgar Morin, Kairós, Barcelona; o Une Politique de Civilisation,, Edgar Morin y Sami Naïr, Arléa, Paris, 1997.

 

 

CUADERNOS ELECTRONICOS DE FILOSOFIA DEL DERECHO. núm. 2

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Fecha de publicación: marzo de 1999