La cirugía
en Valencia
Pascual Garín
«...Precisamente si algo
puede echarsenos en cara es la apatía con que miramos
las obras de nuestros compatriotas, mientras que nos faltan palabras
para elogiar, siempre que se trata de algún descubrimiento
o de algún hecho realizado en el extranjero...
Sugiérenos estas palabras el recuerdo de las brillantes
operaciones llevadas a cabo en pocos meses en Valencia, ya en
la visita particular de acreditados cirujanos, ya en la enseñanza
oficial, las cuales si bien han proporcionado la curación
a los pacientes y útiles enseñanzas para lo venidero,
en cambio permanecen olvidadas con grave detrimento del buen
nombre de la medicina patria.
Y en tanto los operadores, venciendo su natural modestia, trasladan
su material clínico, vamos a decir cuatro palabras acerca
de dos operaciones que en el corto espacio de diez días
se han realizado en nuestra capital. Las dos son grandes, las
dos son notables, una por lo poco familiarizados que estamos
con ella, por la capital importancia que tiene y por lo imponente
del acto; otra notable también por se lo que pudiéramos
llamar filigrana operatoria, por practicarse en reducido espacio,
y por necesitar el cirujano, no un ojo en cada dedo, sino uno
en cada papila de la piel.
La primera pertenece al Dr. Candela, es una ovariotomía;
la segunda AL Dr. Aguilar y Lara, la extirpación de un
voluminoso fibroma de la región carotídea.
El diagnóstico de la enfermedad que reclamaba la ovariotomía
parecía exacto, quiste ovárico multilocular; así
era en efecto , pero ¡cuanto no varió el manual
operatorio y el traumatismo uno de esos detalles que no pueden
apreciarse siempre con antelación!.
El quiste era multilocular, la punción de varias de sus
cavidades dio salida a líquidos de diferente color y consistencia,
pero su cantidad no estaba en relación con el volumen
del tumor. Este llenaba casi toda la cavidad abdominal, en su
mayor parte era sólido y la incisión clásica
resultó, por consiguiente, muy pequeña. Pero el
operador con la seguridad que da la exactitud del diagnóstico
y con la rapidez que exigían momentos tan críticos,
seccionó atrevidamente las paredes abdominales hasta cerca
del apéndice xifoides logrando a duras penas extraer tan
enorme tumor.
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Este caso nos pone de relieve
la gran verdad que encierran las palabras de Polaillón
sobre la incertidumbre del pronóstico en la ovariotomía,
operación que sabemos siempre como empieza, pero no acabará
y las dotes, que como operador posee el Dr. Candela, que lo mismo
diseca con pulcritud un trozo de mucosa donde apenas la vista
alcanza, para curar una fístula vésico-vaginal,
que emprende poseído de fe en la ciencia y confianza en
el arte una de estas operaciones, grandes por el traumatismo,
grandes también por los conocimientos que requieren, y
grandes más que nada porque arrancan una víctima
segura a la enfermedad.
El Dr. Aguilar Lara, por su parte, extirpó un fibroma
del cuello. No sabemos decir que nos impresionó más;
si la incisión de todo el abdomen y el voluminoso quiste,
o el fibroma, relativamente pequeño, contenido entre el
extremo mastoideo por fuera y los vasos cervicales por dentro;
si el ver romper las adherencias del quiste o el ver aislar el
tumor cervical, con las tijeras, con las uñas o con el
mango del bisturí, según los momentos, mientras
la carótida latía pausadamente y la yugular sin
perder el ritmo se repletaba y se vaciaba de sangre, mientras
una ligera imprevisión, un movimiento involuntario de
la mano, lesionando cualquiera de estos vasos podía cambiar
la escena, y de salvadora y vital convertirla en desgraciada
y funesta.
Más el operador, que conocía al detalle la región
en que operaba, que a través de los tejidos adivinaba
los que se hallaban debajo, salvó todas las dificultades,
y el éxito más lisonjero coronó su empresa.
En los momentos en que escribimos estas líneas, el operado
del Dr. Aguilar sigue perfectamente bien y a la del Dr. Candela
probablemente se le habrán quitado los puntos de sutura,
lo cual quiere decir que los pacientes están restablecidos.
He aquí dos operaciones que no hacemos más que
indicar, esperando que los cirujanos den cuenta detallada de
ellas en los periódicos de su dirección, y que,
como al principio decíamos, acreditan que los españoles
no marchamos a la retaguardia de la ciencia y que en todos los
tiempos hay continuadores de las glorias de los Romagosa y de
los Argumosa, y que lo mismo el cuerpo docente con Creus, Encinas,
Ferrer y otros tantos a la cabeza, y el profesorado libre con
Rubio, Cardenal y del Toro, se afanan por el buen nombre de la
cirugía nacional».
Pascual Garín, La cirugía
en Valencia, La Crónica Médica, 7, 545-547,
1884.
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