Con la prohibición del tabaco en España, muchos fumadores intentan
cambiar el pitillo por el chicle. En el Reino Unido, donde el cigarrillo
no será vetado de los espacios públicos hasta el año próximo, como muy
pronto, el Gobierno ha declarado la guerra a la goma de mascar. O, al
menos, a los que escupen al suelo el chicle una vez masticado. Oxford
Street, la calle más comercial de Londres, tiene unos 300.000 parches de
esta goma dulce, y con frecuencia adictiva, adheridos a los adoquines,
según cálculos oficiales. Los expertos barajan más estadísticas en aval de
una campaña gubernamental para concienciar al público de que a la papelera
es donde deben tirar cualquier cosa que salga de su boca. Por lo pronto,
una pastilla de chicle viene a costar unos 4 céntimos de euro frente a los
14 euros que cuesta despegarla de la acera. Bren Bradshaw,
secretario de Estado en Calidad del Medio Ambiente, reconoce que este tipo
de basura es un grave problema en todas las ciudades británicas. Para
combatirlo, a partir de abril, las autoridades locales podrán imponer
multas de unos 100 euros a quienes echen el chicle al suelo. "Va a ser un
trabajo duro cambiar la actitud y comportamiento de la gente", admite
Bradshaw, "pero cada nueva campaña aporta innovación y formas novedosas de
educar al público". Una táctica ya probada consiste en colocar tableros en
la calle donde la gente puede pegar su chicle. Ha sido efectiva en la
ciudad de Preston, aunque no queda bonito.