LA  MADURACION DE LA MENTE EN EL ADOLESCENTE

Por el doctor José Martínez-Costa

Médico de Niños y Adolescentes

 

Introduccion.

            Es clásica la preocupación de la Puericultura por el estudio de la maduración progresiva de la anatomía y de la fisiología del niño en sus sucesivas edades.

Nosotros vamos a perfilar ahora cuáles son las notas             que caracterizan la maduración de la mente en las sucesivas etapas de la adolescencia, con el fin de ayudar a la estructuración óptima de su personalidad cuando adultos.

Antes de continuar, es necesario aclarar que entendemos por “mente” el “conjunto de las actividades o procesos psíquicos conscientes o inconscientes” de un indivíduo (Dic. RAE).

La mente del adolescente es influida y  en ocasiones hasta modelada, por multitud de agentes. Unos son intrínsecos, tales como el propio proceso de maduración y crecimiento del cuerpo, especialmente en lo referente al sistema nervioso central y al sistema endocrino, presididos por las peculiaridades genéticas, heredadas, del sujeto,

Otros factores, no menos importantes, son los extrínsecos, a saber:

a)      la propia familia, que juega un papel de primer orden  en sus distintos elementos, a saber:

b)     padres, hermanos, abuelos, primos, etc.

c)      Los amigos de la misma edad y circunstancias.

d)     Los profesores y consejeros.

e)     Los condiscípulos.

f)       El ambiente social.

g)     El nivel económico.

h)     El libre acceso a los medios de formación.

Todo ello, contribuye, armónicamente, a la construcción de la personalidad adulta futura, sin omitir el subconsciente, a veces ya olvidado por el propio interesado, pero que gravita sobre su porvenir.

Todos estos componentes son a tener en cuenta en el largo y complejo proceso educativo del adolescente para lograr que, cuando adulto, alcance óptimo equilibrio y perfección de su personalidad madura.

 

Esbozo de comprensión de la mente del muchacho/a pre-adolescente 9 a 11 años).

Fluyen a nuestra memoria el sinnúmero de zagales de nuestras consultas en los que el médico puede observar, entre otras cosas, una incipiente preocupación por su físico en dos aspectos sobresalientes: su talla que juzgan exigua y su peso cuando tiende a la obesidad. Los de temperamento más sensitivo viven en su mente estas dos impresiones subjetivas casi como desgracia personal.

Por lo demás, y como dijo Claparède, este hombrecito que tenemos ante nosotros, es un candidato a la vida adulta. Por ello tiene ya adquirida su independencia, no total, sino la indispensable para desenvolverse por su cuenta en su ambiente. Ya no es un insuficiente, sino un candidato en progreso.

Su familia sigue siendo algo muy importante en su vida de relación, pero van despuntando intereses extrafamiliares hacia amigos y compañeros. Comienza a conquistar “apoyos extrafamiliares” que van a contribuir, con el paso de los años, a la configuración de su personalidad adulta.

Esta progresiva independencia trae aparejadas nuevas y crecientes responsailidades,

Conserva su ligazón a su familia pero comienza a levantar el vuelo hacia nuevos horizontes de complejidad creciente.

Somos conscientes (y de ahí que hemos utilizado la palabra esbozo en el epígrafe) de la dificultad de compendiar en una líneas, la complejidad de la mente humana en cualquier edad que pretendamos estudiar.

 

 

La mente en la primera adolescencia (12 a 14 años de edad)

 

En estos adolescentes ya suele haber dado comienzo la pubertad que es la manifestación somática que nos define el comienzo de la adolescencia. En cambio, desde el punto mental la adolescencia comienza cuando el todavía niño, se siente molesto de que le llamen niño.

Clínicamente tenemos ya ante nosotros en nuestra consulta  a un hombrecito, el cual está siendo testigo de unos cambios perfeccionantes de su mente en los aspectos cognitivos, afectivos, sexuales, sociales, etc.

 

Cognición:

A la par que su razonamiento gana en complejidad enriquecedora, progresan en la importante capacidad para distinguir lo mejor de lo simplemente bueno y rechazar lo malo, en un atisbo inicial de  la percepción de los valores morales.

Expresión verbal perfeccionada y más rica con relación a edades anteriores

Es patente la aparición de fases de disforia, de humor cíclico, oscilante entre la tristeza y la euforia algo exageradas.

Estos periodos disfóricos diminuyen su rendimiento académico en sus fases de abatimiento en tanto que, en las situaciones de euforia, pueden surgir conductas  sin tomar conciencfia de los riesgos inherrentes a ellas (conducir motos sin casco y otras, hipererotismos, etc).

 

Vivencia de la propia imagen

Se hacen algo quisquillosos en su aspecto físico, en su atuendo (ropa de marcas a la moda), en el color de la piel (bronceada), en su dotación muscular y, especialmente en varones en el aspecto de sus genitales externos con pseudoanormalidades casi siempre imaginarias pero que les hacen sufrir y en las cuales el médico, con sus criterios objetivos puede llevar la tranquilidad al sujeto con gran frecuencia. También es la edad del pelo largo, del “look” estudiadamente descuidado, del “piercing”, etc, todo ello  consecuencia de una crisis de identidad, con falta de mesura en su autovaloración.

 

Afectividad:

Disminuye la expresión de afecto hacia su familia, en una palabra, le demuestran menos su cariño, el cual, en el fondo, sigue inalterado. Llegan a veces a hacerse difíciles y ásperos en el trato.

 

Sociabilidad

Tienden a relacionarse con sus coetáneos (condiscípulos y amigos adolescentes primero del mismo sexo y luego, paulatinamente, hacia el otro sexo).

Su inseguridad, propia de la inmadurez de su edad, les hace proclives al estrés  por la labor  como estudiantes, pudiendo llegar a padecer cuadros de ansiedad, en los cuales el médico está capacitado para distinguir los límites entre lo normal y lo ya claramente patológico y por consiguiente tributario de psicofármacoterapia.

 

La mente en la adolescencia media (15 a 17 años)

En estos adolescentes ya están consolidados los cambios somatopsíquicos inherentes a la pubertad, habiendo alcanzado ya su desarrollo adulto el elemento directamente observable que es la anatomía genital, concordante con un psiquismo casi adulto.

Cognición

A la par que hay un perfeccionamiento del pensamiento abstracto y de las destrezas tanto manuales como mentales, se acrecienta su interés en educarse adecuadamente para su futuro profesional, con más diáfana percepción de sus inclinaciones vocacionales.

También aumenta su capacidad de discriminación y distinción entre lo que está bien, lo laudable y aceptable y lo que está mal o le es perjudicial.

 

Afectividad

Hay que prestar mucha atención a la aparición de episodios de tristeza, de sentirse desgraciados, que pueden desembocar en depresión y dar origen a estados ya patológicos de graves consecuencias personales. Asimismo pueden llegar a ser preocupantes los episodios de exaltación y euforia hipomaníaca. con derroches y pérdida del sentido del peligro.

Aumenta su interés por las personas del otro sexo y de edad adecuada, con inclinación a intimar y dar muestras de cariño, a la par que se va consolidando la independencia de los padres, si bien subsiste la profunda huella que deja la educación familiar de las edades anteriores y perdura el poder educativo del ejemplo de los progenitores, dedicándoles a ellos menos tiempo e incrementando el que emplean con sus amigos y compañeros. La regla aúrea en esta materia es que los amigos enriquezcan mútuamente su sistema de valores, nunca que envilezcan sus respectivas cosmovisiones.

 

La mente en la adolescencia final (mayores de 18 años)

Civilmente dos son los acontecimientos destacables, ya más propios de adultos que de adolescentes: la mayoría de edad y el derecho a voto. El hombrecito se ha hecho hombre, preocupado por abririse paso profesionalmente en una sociedad que dista mucho de darle facilidades y apoyos. El universitario vive con sus inquietudes intelectuales, mejor cuando tienen una clara base vocacional o simplemente de tradición familiar.

Por lo demás, devaneos aparte, trata se sentar la bases para, en su día, proseguiir la imparable cadena de la vida, fundando una familia a la edad óptima para dar y recibir amor y tener descendencia.