SOCIEDAD Domingo, 19 de noviembre de 2000 

 España: 15.000 científicos menos que la media europea 
El plan del Gobierno sólo prevé crear un millar de plazas para investigadores en los próximos cuatro años 

CARLOS ELIAS MADRID.- «Que inventen otros», decía Miguel de Unamuno a principio de siglo. Los últimos datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), relativos a 1998 pero publicados recientemente, parecen darle la razón y no dejan lugar a dudas: España necesita incorporar cerca de 15.000 científicos para alcanzar la media europea.

Aunque el Gobierno ha prometido un plan de recuperación de cerebros en el extranjero al que se destinarán 1.500 millones de pesetas y con el que se crearán 278 plazas en el 2001 y casi 1.000 en los próximos cuatro años, muchos lo consideran claramente insuficiente.

El estudio de la OCDE indica que España cuenta con seis personas por cada 1.000 ocupadas que trabajan en campos relacionados con la investigación, mientras que la media de la Unión Europea es de 9,5.

En España trabajan un total de 97.097 personas en el sector de I+D, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) referidos a 1998. En esta cifra se incluyen 60.268 investigadores, 19.413 técnicos y 17.415 auxiliares, tanto en el sector público como en el privado.

Como la población ocupada, según el último informe del INE correspondiente al tercer trimestre de 2000, es de 14.621.600 personas, España necesitaría tener 138.905 empleados en este sector para que hubiese 9.5 investigadores o personal relacionado por cada 1.000 activos. Una simple resta nos indica que aún faltan 41.808 personas.

Si se mantiene la proporción actual entre científicos y personal auxiliar, de estas 41.808 personas, 25.951 serían científicos puros y 15.857 corresponderían a técnicos y auxiliares. Sin embargo, la Unión Europea maneja otros parámetros y hace hincapié en el número de científicos que están en áreas punteras. España en esta estadística cuenta con 3,7 por cada 1.000 ocupados. La media de la UE es de 5,1. Para alcanzar esa cifra con la población ocupada y el número de científicos actuales se necesitarían 14.621 contratos nuevos.

Más fácil fuera

«En España no hay plazas suficientes. Es más fácil conseguir un trabajo en la Universidad de Harvard o en Berkeley que aquí. Lo sé porque tengo varios ex alumnos en esa situación», explica Carlos Martínez, director del Departamento de Inmunología del Centro Nacional de Biotecnología y uno de los redactores del Manifiesto que se entregó esta semana a la ministra de Ciencia y Tecnología, Anna Birulés, durante el homenaje a la directora del Instituto de España, Margarita Salas.

Los científicos firmantes quieren concienciar a la sociedad para que apoye a la ciencia y se acabe, entre otros problemas, con lo que entre ellos denominan «el segundo exilio forzado de investigadores españoles». El primero fue tras la Guerra Civil.

«Al final de los 80 hubo un gran impulso en materia de becas y de ahí sale la mayoría de los científicos de más de 30 años que ahora quiere regresar a España. Pero hace falta un plan de choque muy ambicioso, con mucha inversión y muy rápida, para no perderlos. Ahora es el momento porque España los necesita urgentemente para igualarse con los países desarrollados y porque ellos están en su fase más productiva», explica Enric Banda, director de la Fundación Europea de la Ciencia, el organismo científico más influyente de Europa y que agrupa a 67 entidades científicas.

Complicado acceso

Angel Pascual es un veterano científico del Instituto de Investigaciones Biomédicas (CSIC). «La última plaza que se convocó en este centro, en la escala más baja del escalafón científico, se la llevó un chico que llevaba seis años liderando un grupo de investigación en la Universidad de Harvard. Si para conseguir una simple plaza de colaborador científico en este país, que gana poco más de 200.000 pesetas al mes, hay que haber triunfado en la mejor universidad de la nación científicamente más potente del mundo, no me diga usted que no es para deprimirse», comenta.

Mario Vallejo fue quien consiguió esa anhelada plaza. Tiene 42 años, 16 de ellos en el extranjero. Lideró el grupo de manipulación de genes implicados en la diferenciación celular en el Hospital General de Massachussets de la Universidad de Harvard. Se presentó hace poco más de un año a una plaza de investigador del CSIC porque quería que sus dos hijas se criaran en España.

«Gano cinco veces menos y me traje parte de mi propio laboratorio. Pero no me esperaba que en tan poco tiempo las cosas se estuvieran viniendo abajo otra vez. Presentarse a una plaza de científico aquí es una verdadera tragedia. Salen tan pocas y los currículos son tan buenos que desaniman a cualquiera», explica Vallejo, quien se queja especialmente «de la política terriblemente restrictiva de becarios».

Marisol Soengas, de 32 años, es una de las que quiere regresar. Trabaja desde hace tres años en el prestigioso Cold Spring Harbor Laboratory de Nueva York en la identificación de supresores de tumores cancerígenos y ha publicado sus hallazgos en revistas como Science o Nature, entre otras. Su ilusión: trabajar en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, «pero la política científica actual es vergonzosa y las 180.000 pesetas al mes que pretende darnos el Gobierno es casi un insulto. Así no puedo volver».

Hay muchos casos más. Todos esperan que el Manifiesto que se entregó el pasado lunes los devuelva de ese exilio «casi forzoso» y que se convoquen este año, al menos, la mitad de las plazas necesarias para que España alcance la media europea.
 
 

«Sobran ideas y faltan infraestructuras»

Juan Alvarez es un gallego de 47 años. Licenciado en Medicina y doctor en Química Orgánica y en Física, su currículo, simplemente, impresiona: 125 publicaciones en las mejores revistas del mundo, ocho patentes y catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard. Su especialidad: la bioquímica de lípidos aplicada a la reproducción humana. Lleva 20 años en Estados Unidos donde es una autoridad en su campo. Aunque reconoce: «Me gustaría trabajar en España. Pero en un centro donde la gente sea elegida por sus méritos académicos y profesionales y no por contactos personales». Y otra vez el eterno lamento: «En España lo que sobran son ideas. Es un país creativo por excelencia. Pero lo que falta son infraestructuras y fomento de estas ideas a través de sistemas progresistas e innovadores».