... Sentado sobre unos tablones que habían sido colocados a modo de trampolín y que hacían las veces de embarcadero, Pere, chapoteando, espera tranquilamente, que los peces se conviertan en pescados. De súbito, nota un tirón pero no en el anzuelo de su caña, sino en el calcañar e instintivamente dobla su espalda sobre los tablones sacando sus pies del agua. En una de sus piernas está, fuertemente asido, un pulpo de tamaño regular lo que le obliga a dar saltos intentando despegar al intruso. La espectacular danza es observada por alguños bañistas quienes, presurosos, corren a prestar ayuda al Spanish Duke. Pere, de un fuerte tirón, arranca el molusco de su pierna, pero se le enrosca en un brazo y sigue el forcejeo para liberarse de los tentáculos. Recuerda, entonces, haber oído en alguna parte que, para aflojar la presión de las ventosas, hay que poner la bolsa al revés o propinarle un soberano mordisco a la misma. Lo más rápido es el bocado y así lo hace. El asombro se dibuja en los rostros de los curiosos. El cefelópodo cae a los piés de Pere, indefenso, vencido. El público aplaude con entusiasmo. Spanish Duke no ha terminado. Seguido de sus admiradores se dirige al barracón, enciende el hornillo y coloca el trofeo en una sartén. La curiosidad de la gente va en aumento y se desborda en un ¡OH! de sorpresa, admiración y estupor, cuando Pere, sin protocolo de ninguna clase, engulle el terrible monstruo marino....