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química

Protagonistas de la revolución

 

Josep Garriga i Buach nació en 1777 en el seno de una familia de agricultores de Sant Pere Pescador, un pueblo del Ampurdán, situado en la actual provincia de Girona. Su formación revela las posibilidades que las reformas borbónicas habían generado para el estudio de las ciencias naturales. Estudió filosofía en la Universidad de Cervera y, posteriormente, continuó su formación en uno de los espacios tradicionales de aprendizaje de la química: las boticas de farmacia. Tras un período de práctica en la botica que Jaime Carbonell Serra (m. post. 1817) tenía en la calle Riera de San Juan en Barcelona, Garriga obtuvo el título del Real Protomedicato de Barcelona en 1797. Completó su formación asistiendo a las clases de matemáticas y física experimental que Antoni Cibat (1770-1811) comenzó a impartir en el Colegio de Cirugía de Barcelona . Más adelante, Garriga obtuvo una pensión para estudiar en la Universidad de Montpellier, gracias al apoyo del ayuntamiento de Girona que disponía de un Colegio en la capital del Languedoc desde finales de la Edad Media. En los años en los que Garriga estudió, el numero de pensionados del colegio de Girona en Montpellier se había reducido considerablemente porque la facultad de medicina estuvo dirigida principalmente a la formación de médicos militares para la República Francesa. Cuando Garriga llegó a Montpellier, las clases de química eran impartidas por Jean Antoine Chaptal y su ayudante y sustituto en la cátedra, Joseph Guillaume Virenque, (1759-1829). Virenque estuvo encargado en esos años del laboratorio de química que fue dotado con los aparatos que habían sido adquiridos para el laboratorio de Chaptal en la Société Royale des Sciences de Montpellier. No se trataba de un laboratorio destinado a la enseñanza de los estudiantes, por lo que su uso estaba limitado al profesor y sus ayudantes.Garriga intentó conseguir el puesto de jefe y preparador de este laboratorio y, aunque finalmente no lo consiguió, se le otorgó, gracias a la calidad de las pruebas que realizó, "la facultad de asistir al laboratorio" para presenciar las operaciones que en él se ejecutaban en preparación de las demostraciones del curso. Garriga pudo, de este modo, adquirir una formación experimental en química, muy superior a la de la mayor parte de sus compañeros estudiantes de la facultad de medicina. Además, siguió otros cursos de física y de química impartidos en la école centrale de Montpellier y en 1800 ganó un concurso público de física bajo la dirección del profesor de física y química esta escuela Claude Roucher-Deratte (1761-1840), autor de varios trabajos sobre ciencias y sus aplicaciones a las artes. En noviembre de ese año, Garriga presentó una disertación para obtener el grado de licenciado en Medicina en la Facultad de Montpellier con el título de "Dissertation Médico-Chimique sur le besoin qu'a un Géneral d'armée de consulter le médecin-chimiste pour le bonheur de son armée". Garriga probablemente tuvo la oportunidad de poner en juego sus ideas inmediatamente cuando participó en la expedición organizada por el gobierno francés para investigar la epidemia que afectó a Andalucía durante el año 1800. El proyecto partió de una petición de ayuda del ayuntamiento de Cádiz a la Universidad de Montpellier que contó con el apoyo de Chaptal, en ese momento a cargo del Ministerio del Interior. Además de Garriga, la comisión estuvo integrada por dos médicos jóvenes más (César Cairergers (1777-1837), G.M.L. Plantade) y varios profesores de Montpellier, entre los que figuraban Pierre Lafabrie (1751-1827), profesor de anatomía, y Jean Nicolas Berthe (fl. 1800-1802), que sería el autor de un informe detallado de la campaña. De este modo, la fama de Garriga fue aumentando y comenzó a formar parte de diversas sociedades académicas. Fue nombrado socio de las Academias Médicas de Madrid y de Barcelona y la Universidad de Montpellier lo recomendó al gobierno español a través del embajador francés en España, Lucien Bonaparte, para que fuera destinado a una posible cátedra de química. Garriga no obtuvo ningún puesto en España y decidió dirigirse a París donde asistió a diversos cursos de ciencias y medicina entre 1801 y 1802. Tras las reformas introducidas por la revolución, París se había transformado en el principal centro académico de Francia, con una impresionante variedad de cursos públicos y privados de ciencias que atraían estudiantes de toda Europa. Como otros pensionados españoles, Garriga asistió a los cursos del Collège de France, una institución que ofrecía cursos gratuitos y abiertos impartidos por conocidos autores de obras científicas de esos años. Garriga siguió los cursos de física experimental de Louis Lefevre-Gineau (1751-1829) y los de "química relativa a las artes" que Nicolas Vauquelin impartió en esta institución y en su laboratorio. Vauquelin se convirtió en el protector de Garriga al igual que de otros pensionados españoles como Mateu Orfila i Rotger (1787-1853) y José Radón (1768-ca.1836). Garriga también estudió en el recientemente creado Museum d'Histoire Naturelle, donde pudo escuchar, entre otros, los cursos de mineralogía de René Just Haüy (1743-1822), los de botánica de René L. Desfontaines (1750-1833) y los de anatomía comparada de Georges Cuvier (1773-1838). También pudo escuchar en esta institución los cursos de química aplicada a las artes de Antoine Louis Brongniart (1742-1804) y los de química general de Antoine Fourcroy (1755-1809). Garriga asistió a la Ecole de Médecine de París, presenciando las clases de física médica e higiene de Jean Noël Hallé (1754-1822) y Nicolas René Desgenettes-Dufriche (1762-1837) así como el curso de patología de Philippe Pinel (1745-1826). En mayo de 1803, el gobierno español lo pensionó con 12.000 reales anuales para que se dedicara "al estudio de los tintes". De este modo, Garriga añadió su nombre a la larga lista de pensionados españoles que en esos años pasaron algunos meses o años en la capital francesa para mejorar sus conocimientos de química. Al igual que algunos de estos pensionados, poco después de su llegada a París, Garriga comenzó a colaborar con revistas científicas francesas. En la revista Annales de Chimie, publicó un artículo en el que informaba sobre un fenómeno extraño ocurrido en España, consistente en la caída de granos de una especie desconocida, algunos de los cuales habían germinado misteriosamente. Garriga relacionaba este fenómeno con los estudios sobre los meteoritos y mencionaba el análisis que había realizado por Louis Proust de una de estas rocas caída en Aragón. También publicó en la influyente revista Decades Philosophique una reseña de la Epidemiología de Joaquín Villalba. La obra le había sido facilitada por Fernando de la Serna (fl. 1803-1823), "comisario y agente general de relaciones comerciales en Francia", un personaje que también contribuyó posteriormente a la edición del libro de química aplicada a las artes. Tras una larga y detallada reseña del libro de Villalba, Garriga describía su colaboración en la expedición a Andalucía y ponía en duda ciertas pruebas realizadas con fumigaciones mediante ácidos minerales, señalando que había realizado experiencias que le habían conducido a constatar la inexactitud de algunas afirmaciones sobre estas prácticas. En medio de una gran polémica sobre la utilidad de estas fumigaciones para combatir las enfermedades contagiosas, este pequeño comentario de Garriga fue traducido al alemán y publicado en la revista alemana Annalen der Physik. En resumen, cuando Garriga comenzó la publicación, junto con San Cristóbal, de su "Curso de Química General Aplicada a las Artes" (París, 1804-1805) era un personaje relativamente conocido en el mundo académico francés. La publicación de esta obra reforzó su prestigio. En enero de 1805, fue presentada por Guyton de Morveau en una sesión de la clase de ciencias matemáticas y físicas del Institut de France y aparecieron reseñas muy favorables en varias prestigiosas revistas francesas. El autor de la reseña publicada en la Décade Philosophique indicaba que la obra era una prueba del "impulso favorable que las ciencias acababan de recibir en España y de los esfuerzos que el gobierno realizaba para apoyarlas". François Joseph Double (1776-1842), médico y autor de la reseña publicada en el Journal de Médecine, afirmaba que, gracias a su interés por ofrecer los últimos conocimientos disponibles, los pensionados españoles habían escrito "el tratado de química más completo existente". En su elogioso informe, Double no sólo resumió la estructura general de la obra sino que también realizó un largo resumen del capítulo dedicado al análisis químico de las sales. Por su parte, Guyton de Morveau, además de alabar la estructura y actualización de la obra, destacó la calidad de las trece láminas incluidas en el primer volumen, con las que los autores describían las máquinas y los instrumentos tratados en el libro. El libro de Garriga y San Cristóbal constituía un excelente repaso sobre la química mineral de su época y sus relaciones con algunas industrias. En los dos últimos tomos Garriga y San Cristóbal pensaban tratar "las substancias vegetales y animales" pero esta parte nunca llegó a publicarse. Garriga permaneció durante algunos años más en Francia estudiando los métodos de producción de índigo, un tema centró la atención de muchos químicos de esos años así como del gobierno francés, empeñado en sustituir las importaciones de índigo por otros materiales tintóreos que pudieran producirse fácilmente en su territorio. Garriga escribió una larga memoria que leyó en el Institut de France el 21 de septiembre de 1807 y que fue favorablemente comentada por Gay-Lussac, Vauquelin y Berthollet. Los químicos franceses destacaban la novedad y la dificultad del trabajo de Garriga y recordaban que estos procedimientos artesanales eran muy complicados, resultado de una larga experiencia "poco ilustrada", por lo que presentaban grandes dificultades para el físico [physicien] que deseaba conocerlas, describirlas y ofrecer la razón de los fenómenos que presentaban. Para superar estos problemas, Garriga había examinado y realizado por sí mismo algunas de las operaciones relacionadas con la tintura . También mencionaba que habían sido de gran ayuda las lecciones de sus "maestros" Vauquelin, Chaptal y Bertholet y las "frecuentes entrevistas" que había tenido con Jean-Louis Roard (1774-1853), director de tintes en las manufacturas imperiales de Gobelins. Garriga analizaba, en primer lugar, tres procedimientos de producción del índigo, donde incluía la "cuve de pastel", la "cuve d'Inde" y la "cuve aux urines". Posteriormente, ofrecía una interpretación de los cambios que tenían lugar en esas cubas y señalaba que, la "desoxigenación del índigo" dependía de la acción de las sustancias alcalinas, tales como la cal, la potasa o el amoníaco, según el método empleado. A partir de estas consideraciones, Garriga sugería ciertas mejoras a los procedimientos tradicionales y, finalmente, describía los métodos de tintura en cada caso. Según la valoración de los autores del informe, Garriga no se limitaba a describir las operaciones que él mismo había observado sino que analizaba cada uno de los pasos y, "basándose en sus propias experiencias", señalaba aquéllos que podían ser considerados como defectuosos en el estado actual del arte. Garriga también anunciaba en su memoria futuros trabajos: la descripción de las cubas en frío, el estudio de la disolución del índigo mediante el sulfuro de arsénico, un nuevo proceso ensayado por Edward Bancroft (1744-1821), así como el análisis del "bleu de fayence" (también llamado "bleu anglais"), un método que permitía estampar dibujos azules sobre fondo blanco. Garriga se proponía también estudiar la disolución del índigo mediante el ácido sulfúrico así como otros usos de esta sustancia en las artes. De este modo, Garriga había así alcanzado su máximo reconocimiento entre la comunidad científica francesa y se encontraba en la cumbre de su carrera, justo en los momentos inmediatamente anteriores a las guerras napoleónicas en la península ibérica. Un informe redactado algunos años más tardes por Jean S. E. Julia de Fontenelle (1790-1842) , un farmacéutico francés y autor de libros de texto de química, mencionaba a Garriga y San Cristóbal, junto con Francesc Carbonell i Bravo, como ejemplos del éxito de la política de Carlos IV para "propagar en España el conocimiento químico". En esos momentos de apogeo de su carrera científica, Garriga volvió a España e inició una colaboración con el gobierno afrancesado que, en muy poco tiempo, le conduciría a abandonar para siempre el estudio de la ciencia. Poco después del nombramiento de José Napoleón I como monarca español, Garriga fue designado por Murat como diputado por el Principado de Cataluña para la Asamblea de Notables que se reunió en Bayona para elaborar el Estatuto Real que debía establecer las leyes básicas del gobierno afrancesado. De este modo, figuró entre los noventa y tres notables españoles que el 7 de julio de 1808 refrendaron la denominada Constitución de Bayona. El gobierno afrancesado también lo nombró director de tintes de la fábrica de paños Guadalajara, una industria impulsada por los gobiernos borbónicos ilustrados y que, según Larruga, a pesar de su escaso rendimiento económico, había permitido introducir avances en la elaboración de ciertos productos asociados con la industria textil que antes debían ser importados como, por ejemplo, algunos tintes. Su labor en este centro fue, en cualquier caso, muy limitada - si realmente llegó a producirse- porque, a finales del año 1808, fue designado para el difícil papel de comisario regio de Cataluña. Desde la Corte, Garriga debió dirigirse a través de Perpignan hacia Cataluña porque el camino a Barcelona estaba cortado debido a la guerra. Finalmente, Garriga no pudo hacer otra cosa que instalarse en Figueras desde donde trató de facilitar el aprovisionamiento del ejército napoleónico y sus operaciones militares. Su situación se vio agravada con los decretos imperiales de 8 de febrero de 1810 que suponían la anexión de Cataluña al Imperio Napoleónico, por lo que su papel como representante de José I quedó en suspenso y fue reemplazado por un hombre de confianza del mariscal Augereau, encargado por Napoleón del control de esos territorios. Su participación en la constitución de Bayona y este fugaz período como comisario regio de Cataluña arruinaron la prometedora carrera de Garriga. Quizás si se hubiera limitado a permanecer en su puesto como director de tintes de Guadalajara no habría sufrido la persecución posterior en el reinado de Fernando VII, tal y como ocurrió con otros autores que permanecieron al frente de ciertas instituciones científicas en los territorios controlados por el gobierno afrancesado. Sin embargo, la colaboración de Garriga en la política del gobierno afrancesado no resulta sorprendente, especialmente si tenemos en cuenta que sus maestros Fourcroy y Chaptal tuvieron un destacado papel en los gobiernos de la Revolución y el Imperio, al igual que otros científicos franceses de esos años. Pero, al contrario de lo que ocurrió en Francia tras la caída del gobierno napoleónico, muchos científicos españoles tuvieron que abandonar el país o fueron separados de sus cargos, debido a sus contactos con el gobierno "intruso" de José I. Entre ellos, además de Garriga, figuraron otros importantes autores de obras científicas de esos años, tales como el químico Domingo García Fernández, pensionado y profesor de química aplicada a las artes, José María Lanz, ingeniero de caminos, los hermanos Claudio y Esteban Boutelou, profesores del jardín botánico, y Francisco Angulo, antiguo director de minas que llegó a ser ministro de Hacienda de José I. Las noticias sobre Garriga desaparecen a partir de ese momento, aunque la escasa información disponible indica que vivió en el exilio en la Cataluña francesa durante el resto de su vida. Su estado de ánimo queda reflejado en uno de los últimos documentos que disponemos sobre su vida: una carta que escribió en 1813 respondiendo a una petición para que continuara sus trabajos: "Mi dedicación, mi celo, trabajos, servicios, etc, no me han servido de nada hasta el momento, y me han llevado a la necesidad de buscar el modo de sobrevivir del modo más honesto posible... Todo esto me ha llevado a que haya perdido de vista el estudio de las ciencias naturales, el humor y los medios para ocuparme de ello, así como el estado de ánimo tan necesario para trabajar con provecho"

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Mas información: Jose.R.Bertomeu@uv.es, belmar@ua.es